La enseñanza de la simplicidad. (Fragmento de Walden, la vida en los bosques)
Fui a los
bosques porque deseaba vivir en la meditación, afrontar únicamente los hechos
esenciales, y no sucediera que estando próximo a morir, descubriese que no
había vivido. No quería vivir lo que no fuera vida; ¡la vida es tan cara!, ni
tampoco deseaba practicar la resignación, a menos que fuese enteramente
necesaria. Quería vivir profundamente y extraer todo lo maduro como para
infligir una derrota a todo lo que no fuese vida; guadañar un ancho espacio a
ras del suelo; empujar la vida a un rincón y reducirla a sus términos más
bajos, y si mostrase ser mezquina, obtener su genuina y total mezquindad y
publicar su miseria ante el mundo; o si, resultara ser sublime, conocerla por
experiencia, y ser capaz de dar una verdadera noticia de ella en mi próxima
excursión (. …)
Todavía
vivimos miserablemente, como hormigas, aunque diga la fábula que hace mucho
fuimos transformados en hombres; como pigmeos, luchamos con las grullas; cae
error sobre error, remiendo sobre remiendo y nuestra mejor virtud tiene por
ocasión una miseria superflua y evitable. Un hombre honesto no tiene necesidad
de contar con más que con los diez dedos de sus manos, y en casos extremos
puede añadir los diez dedos de los pies y tomar en globo lo demás.
¡Simplicidad, simplicidad, simplicidad! Sean tus asuntos dos o tres y no un
centenar o un millar; en vez de un millón cuenta media docena, y haz la cuenta
en la uña del pulgar. En medio de este mar picado de la vidas civilizada, son
tales las nubes, las tormentas, las arenas movedizas, y los mil y un detalle
que deben considerarse, que un hombre, si no quiere zozobrar e irse a pique sin
llegar a ningún puerto, tiene que vivir haciendo estimas, y ha de ser un gran
calculador, por cierto, quien tenga éxito. Simplifica, simplifica. En lugar de
cien platos, cinco; y reduce las otras cosas en la misma proporción.
Thoreau, H.D. (2003)
Walden. La vida en los bosques.