Borges, el eterno
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por Julio
César Calistro
Entrevista realizada en Buenos Aires, en 1983.
Diez
años. Como si tratara de uno más de los mágicos laberintos por él trazados,
este es el tiempo que la entrevista ha permanecido sin publicar. He decidido
respetar su texto tal como un día lo escribí, y evitar correcciones que,
seguramente, distorsionarían el sentimiento que me causó entonces.
Aún hoy, al releer sus palabras, escucho su voz gastada y descreo que ya no esté. Como él a Buenos Aires, lo juzgo tan eterno, como el viento, como el aire. |
Sábado al mediodía. En un amplio living en
penumbras, acomodado en un amplio sillón, la mirada perdida en un cielorraso
invisible, se encuentra Jorge Luis Borges.
Desde hace un tiempo a esta parte, rehuye a las
entrevistas. Fanny, su ama de llaves, responde por teléfono que no hay
reportajes para nadie. En este caso, la perseverancia finalmente da sus frutos.
La excepción obedece a que el propio escritor atendió el llamado telefónico y
un bueno, venga para acá, hará posible que una hora después iniciemos
este diálogo.
Entre ambos existe una relación surgida a raíz de
una entrevista tres años atrás, a la que siguieron otros encuentros en los que,
a pedido suyo, le he servido de algo así como una especie de libro oral a
través de la lectura en voz alta, de fragmentos de obras diversas.
Una relación que dista de ser amistad, pero que él
rápidamente ha puesto por encima del simple vínculo personaje-periodista,
quizás gracias a las muchas caminatas compartidas por la Plaza San Martín,
paseos en los que hemos abordado temas muy variados, desde Aristóteles y Platón
hasta el lugar de nacimiento del segundo fundador de Buenos Aires, Juan de
Garay (¿vizcaíno o burgalés?).
Debo confesar que además de admirarlo como escritor,
no he podido evitar quedar fascinado con su habilidad para involucrarme en el
laberinto de sus charlas. He llegado a pensar que cuando se le da la
posibilidad oral, escribe en el aire y se divierte. Habla y la respiración de
su palabra tiene el ritmo de la escritura. Sin duda, Borges es siempre
Borges...
- Borges, ¿cómo escapar de lo obvio?
-Yo no sé si lo obvio es siempre un error..., lo
obvio es algo cierto, el perogrullo es algo cierto.
- De acuerdo. Vayamos a lo obvio, de momento. ¿Qué
espera de Borges?
- No sé. Mi destino sigue siendo un misterio. Estoy
ciego, la mayoría de mis contemporáneos han muerto; soy un hombre tímido y
desde el año 55 ya no puedo leer, tengo que recitar cosas que se me ocurren...
¡Yo no sé cómo no aprendí el sistema braille! Eso habría cambiado toda mi vida.
Si yo pudiera lee, pudiera escribir..., pero ahora es demasiado tarde, ni
siquiera tengo la sensibilidad suficiente en los dedos. ¡Si, hubiera cambiado
toda mi vida...!
- Hoy es siempre todavía, al decir de Machado.
- Tal vez... Yo he pensado que cuando era chico, un
día duraba una semana y ahora una semana dura un día. A medida que uno envejece
pasa con más rapidez el tiempo.
- Toda su vida ha sido un rebelde, ¿por qué?
- Bueno, cuando era joven, sí. Me gustaba estar en
desacuerdo. Ahora, no. Trato de estas de acuerdo. Chesterton dijo que se había
pasado la vida comprobando que los otros tenían razón. A mí me ha pasado lo
mismo.
- ¿Y de qué se arrepiente?
- Bueno, de muchas cosas...O no, para qué...Pero me
hubiera gustado hacer otras cosas...
- ¿Como haberse enamorado de muchas mujeres...?
- No, no. Sólo de aquellas con quienes he soñado.
- ¿Un artista es siempre pasional?
- Con su obra, sí. Con todo lo demás, no siempre.
- ¿Qué representa para usted la Literatura?
- Tantas cosas... Cuando estoy solo, continuamente
estoy tramando poemas, cuentos, fábulas, porque tengo que poblar mi soledad. Y
a mi edad es fácil estar solo. Por ejemplo, yo nunca busco temas, dejo que los
temas me busquen y yo los eludo, pero si el tema insiste, yo me resigno y
escribo. Hay que dejar a los temas que elijan, pues cada tema sabe si quiere
ser escrito en verso libre, en una forma clásica o en prosa. No pienso en la
comunicación, yo escribo corrijo los borradores mentalmente, desde que no tengo
vista, y finalmente los publico.
- ¿Qué haría si pudiera volver a ver?
- Bueno, yo volvería a leer algunos de los pocos
libros que hay aquí; quizás saldría a la calle a reencontrarme con algún
recuerdo de Buenos Aires. Miraría al espejo para ver que cara tengo. Aunque no,
pienso que es una suerte para mí imaginarme con la cara que tuve a los 55 años.
- En su obra la cuestión acerca de la inmortalidad
es una constante. ¿Por qué?
- Porque yo creo que la inmortalidad personal no es
menos creíble que la muerte: «las dos cosas son increíbles! El hecho de que
alguien perdure más allá de la terminación de su cuerpo parece rara, pero
también lo es el hecho de que alguien desaparezca finalmente.
- Aquello de que el hombre es la unión entre cuerpo
y alma...
- Si, claro... Salvo que podamos imaginarnos sin
cuerpo pero no sin alma: si yo pienso que lo soy, lo hago en mi conciencia pues
yo en mi cuerpo no podrían pensarme sin cuerpo.
Cuando uno recita un poema, uno ya no es su cuerpo, siempre es su conciencia. Hay unos versos muy lindos de Machado, que dice así: ¿Y ha de morir contigo el mundo mago/ donde guarda el recuerdo?/... Los yunques y crisoles de tu alma/ trabajan para el polvo y para el viento. Es decir, cuando una persona muere, mueren muchísimas cosas por lo que parece raro que todo eso cese de golpe. Pero a su vez también la idea de que uno dure indefinidamente es rara. Ambas, me parece, son igualmente increíbles. A mí no me importaría durar más allá, pero a condición de no olvidar esta vida. Por eso, me pregunto si la identidad personal consiste precisamente en la posesión de ciertos recuerdos que nunca se olvidan.
Cuando uno recita un poema, uno ya no es su cuerpo, siempre es su conciencia. Hay unos versos muy lindos de Machado, que dice así: ¿Y ha de morir contigo el mundo mago/ donde guarda el recuerdo?/... Los yunques y crisoles de tu alma/ trabajan para el polvo y para el viento. Es decir, cuando una persona muere, mueren muchísimas cosas por lo que parece raro que todo eso cese de golpe. Pero a su vez también la idea de que uno dure indefinidamente es rara. Ambas, me parece, son igualmente increíbles. A mí no me importaría durar más allá, pero a condición de no olvidar esta vida. Por eso, me pregunto si la identidad personal consiste precisamente en la posesión de ciertos recuerdos que nunca se olvidan.
- ¿Por ejemplo...?
- Los paseos por Ginebra...
- ¿Cuál es su mejor poesía?
- La que suelo preferir es El Golem, aunque
también me gusta Límites.
- ¿Y de sus cuentos?
- Uno que se llama Ulrica. Bueno, en
realidad es una pieza de teatro.
- ¿Quién ha sido el máximo escritor argentino?
- Almafuerte y también Sarmiento.
Almafuerte nació en San Justo y me dicen que este pueblo ha cambiado mucho, que
ahora es una zona industrial. Cuando yo lo conocí no era así, era un pueblo que
parecía estar perdido en la llanura, tenía casas bajas, salas de ladrillo,
calles de barro... ¡Qué lucha la de Almafuerte! Como no tenía título
habilitante, cuando se daban cuenta que pese a ello daba clases, le cerraban la
escuela y entonces tenía que mudarse a otro pueblo y abrir una nueva. Lo
primero que hacía era abrir la sala de la casa pues cualquier chico pobre podía
mudarse allí.
- ¿Le hubiera gustado tener hijos?
- Hace mucho tiempo que dejé de preguntármelo...
Pero volviendo a Almafuerte, recuerdo que en una oportunidad había abierto una
escuela al lado de un prostíbulo. Antes, cuando una persona llegaba a un
barrio, los vecinos le mandaban golosinas. Luego, uno le devolvía otras
golosinas y, ¡bueno!, se hacía amigo de la gente. Entonces, las prostitutas le
regalaron una fuente de empanadas. A los dos días se presenta Almafuerte y
dice: Les agradezco las empanadas, señoras putas. Eso no era para
ofenderlas, claro está, sino por ser el oficio de ellas.
-Es indudable que era directo en su lenguaje, algo,
me parece, no común en los poetas. ¿Qué es lo más importante en la poesía?
- Yo creo que en el verso, la cadencia y la imagen
son más importantes que el sentido. Hasta puede no tener sentido y sin embargo,
ser bueno. No creo que la idea sea el verso, pues uno puede concebir Y muera
como un tigre el sol eterno, pero no creo que sea una idea comparar la
agonía del tigre con la claridad del sol.
La función literal no hace al verso, por eso es imposible traducir un poema. Por ejemplo, un título lindísimo de Lugones es Los crepúsculos del jardín. Ahora, si Lugones hubiera puesto Las penumbras de la quinta o Las tardes de la granja, la idea hubiera sido la misma, pero no la imagen poética.
La función literal no hace al verso, por eso es imposible traducir un poema. Por ejemplo, un título lindísimo de Lugones es Los crepúsculos del jardín. Ahora, si Lugones hubiera puesto Las penumbras de la quinta o Las tardes de la granja, la idea hubiera sido la misma, pero no la imagen poética.
- La larga noche de la dictadura llega a su fin ¿De
qué manera nos habrá marcado la falta de libertad?
- Bueno, yo no sé. En la Argentina casi todo es
censurado... En los Estados Unidos, en cambio, no hay censura, tanto que usted
paga la suma de una taquilla y puede ver en el escenario un coito. Claro que
son hermosas muchachas y lindos muchachos, pero ¡es un espectáculo público! En
España, con quien tenemos mayor similitud, ahora ocurre otro tanto aunque todo
lo referido al sexo se hace y se dice de forma agresiva.
- Quizás se deba a un cambio muy abrupto...
- Sí, posiblemente sea así como usted dice, luego
de la muerte del dictador Franco. Actualmente usted tiene en el diario ABC,
una página entera dedicada a avisos de prostíbulos. Por ejemplo, hay uno que
recuerdo: Enano cariñoso busca señor alto y moreno. Discreción, confianza,
afecto. Diríjase a tal teléfono y pregunte por Paquito ¿Qué le parece?
Entonces, hay hombres que se ofrecen a hombres, hombres que se ofrecen a
mujeres; mujeres que se ofrecen a hombres, y mujeres que se ofrecen a mujeres.
Lo único que tenemos que hacer es llamar a uno de los muchos teléfonos y
preguntar por Lola, Clide o cualquier otra. Y ahora, en nuestro país, pasará
algo de eso.
- ¿Cree que los argentinos hemos cambiado?
- Sí, por supuesto. Fíjese, por el año 1910, le
estoy hablando de poca cosa, había una esperanza en la gente. Cuando Darío
escribió su Oda argentina y Lugones su Odas seculares, todo ello
correspondía a una gran esperanza. En cambio, actualmente están muy
descorazonados todos. A pesar de todo, pienso que ahora tenemos derecho a la
esperanza, mejor dicho, tenemos el deber de la esperanza. Basta con recordar
los últimos años: hambre, persecución, torturas y desaparecidos, falta de
trabajo, endeudamiento del Estado, opresión y hasta una guerra: ¡Esto es lo que
han hecho los militares! Claro, si alguien se ha pasado la vida en los
cuarteles, no hay ninguna razón para que sepa gobernar.
- Res publica y res militia.
- Justamente. Qué triste pensar que la única fuerza
del gobierno, es la silenciosa desesperación de la gente. ¡Es una calamidad!
¡Ineptos! Quizás yo sea el único argentino que, en caso de que me nombraran
dictador, estoy seguro que renuncio inmediatamente y vuelvo a mi casa a soñar
en voz alta. Pero aquí parece que hemos perdido el sentido de lo ético y lo
único que realmente interesa es especular con el dinero. Una vez me invitaron
un grupo de libreros de la ciudad de Rosario a dictar una conferencia, entonces
fui a dar una larga charla sobre el libro. Después comimos juntos y uno de
estos señores me dijo: ¡Qué lástima que eligiera ese tema, Borges!.
Pero, cómo, ¿No son libreros ustedes?, pregunté, a lo que respondió: Bueno,
sí, somos libreros, pero lo que realmente nos interesa es la venta de cuadernos
y lápices. Eso genera desesperanza y frustración en una sociedad.
-¿Anarquista o liberal?
- Anarquista, pues yo creo que lo mejor sería un
país que no precisara de un gobierno. Quizás con el tiempo lleguemos a eso, por
el momento, no. Por el momento, el gobierno es un mal necesario, pero
lamentablemente en todas partes el Estado cada vez se torna más molesto. Cuando
fuimos a Europa en el año 1914, viajamos sin pasaporte y uno pasaba de un país
a otro como de una estación a otra. Claro, después de la Primera Guerra Mundial
comenzó a desconfiarse... ¡Pero, ahora ! ¡Usted no puede salir a la calle sin
la cédula o el pasaporte porque el Estado se mete en todo y hasta lo lleva
detenido! ¡Es una barbaridad!.
- ¿A quién admira?
- Quizás admire a Aristóteles. A Platón,
tal vez. Hay personas que admiran a los políticos. Yo, no; hay gente que admira
a Napoleón, yo no. Si uno admira a Napoleón, también puede admirar a Hitler, y
eso sería terrible.
- Nada más inhumano que la guerra de los
conquistadores, ¿verdad?
- Así es. Alberdi dijo que la guerra es
un crimen, y ahora creo que tenía razón: ¡Todas las guerras son un crimen!
Pienso que si un gobierno decide una guerra, no le faltarán razones para
justificarla, además, todos aquellos que se oponen son considerados traidores.
Claro. Hay un supuesto axioma de derecho internacional que dice my country
right or wrong, es decir, que tenga o no razón, es mi país. Pero, admitido
esto, ¡ambos bandos tendrían razón en cualquier guerra!.
¡Julio César! Usted tiene un nombre de emperador, ¿se imagina haber sido Julio César?
¡Julio César! Usted tiene un nombre de emperador, ¿se imagina haber sido Julio César?
- No, no. Sólo en brazos de Cleopatra...
- Yo en los de Beatriz, pero quién soy para
codearme con el Dante. O con Virgilio. Antes se soñaba más,
ahora, con tanta televisión... Lo que sucede es que cuando ocurre algo se lo
anuncia inmediatamente y no se da tiempo a que se cree una leyenda al respecto.
Yo, por ejemplo, alcancé a ver por televisión la llegada del hombre a la Luna.
Esa inmediatez ayudó a que se formara parte de la noticia del día y se olvidara
después con tantos nuevos Apolo. En cambio, hubiese sido distinto si se
anunciara que el hombre había llegado a la Luna y después cada uno soñara cómo
había ocurrido. Sin embargo, nos acosan con tantas noticias...
- La diferencia entre información y conocimiento...
- Exacto. Hay un verso de Eliot, que dice: Dónde
está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento./ Dónde el conocimiento que
hemos perdido en conocer.
- Para concluir: ¿qué opinarán de Jorge Luis Borges
dentro de cien años?
- ¡Espero que lo hayan olvidado!
- ¿Por qué?
- ¡Pero, claro! ¡Borges no es Cervantes!
- ¡Y usted es Borges!
- Bueno, desgraciadamente tengo ochenta y tantos
años. ¿Qué otra cosa puedo hacer que no sea escribir y soñar...?
Punto
final. El reportaje ha concluido con este interrogante del propio Borges.
Ya en la calle se suceden en mí, ideas, impresiones, asombros... Penetrar el universo
borgiano (un mundo pleno de refracciones, sueños, coincidencias,
laberintos, cábalas y tigres) supone una experiencia inigualable que cuesta
abandonar.
Pero lo que me ha llenado de angustia es no poder dejar de recordar aquel verso último de su poesía Límites, que con voz quebrada recitó al tiempo que me estrechaba la mano: Creo en el alba oír un atareado / rumor de multitudes que se alejan; / son los que me han querido y olvidado; / espacio y tiempo y Borges ya me dejan. |
© Julio César Calistro, 1993, 1997
Espéculo agradece al autor de la entrevista su inclusión en
la revista. Esta entrevista fue publicada en Resumen, 1993.
El URL de este documento es
http://www.ucm.es/OTROS/especulo/numero6/borges83.htm
22/07/97