Peter Badoder
(Reportaje biográfico
Peter Badoder era un gran artista.
Eso sería suficiente para entronizarlo en el Panteón de la creación
humana. No fue así.
Los grandes artistas aseveran que el talento sin trabajo no sirve de
nada y tienen toda la razón.
Talentos desbordantes han caído al precipicio por falta de esfuerzo. No
es el caso de este artista del que trataremos hoy. Las causas de su estrepitoso
fracaso no se hallan en la falta de dedicación y disciplina. Talentoso como el
que más, Peter Badoder pudo haber sido el más grande artista de la humanidad.
Peter Badoder pudo haber llegado a las cimas a las que llegaron
Leonardo De Vinci, Miguel Angel, Rafael… de no haber sido por una razón de lo
más curiosa y al mismo tiempo anodina.
Peter incursionó con éxito en toda clase de expresiones artísticas….una
vez lo echaron de su casa y a modo de rebusque fue descubriendo poco a poco la
belleza del lenguaje artístico y las huellas que deja en el alma.
Peter Badoder, el pintor.
Como todos los nacidos con el sino del genio, Peter inició su carrera
desempeñando un trabajo muy humilde. Fue ayudante de un pintor de brocha gorda
que pulía paredes en el centro de Bogotá.
Peter pasó de la brocha gorda al pincel con la naturalidad del genio y
la extrañeza de los que lo contrataban.
Al dar el paso definitivo y comprenderse como “maestro”, para algunos
importantes críticos de la capital el
señor Badoder debió ser conocido como El Giotto de Egipto entre otras razones
porque su primer taller estaba situado en diagonal a la Parroquia del Barrio
Egipto en la capital de la Republica.
Peter logó allí la realización de algunas de sus obras más importante y
el mismo las bautizó como el “periodo hambre” pues durante este periodo lo asaltaron
varias veces, no pudo pagar el arriendo y le cortaron el agua razón por la cual
no se pudo bañar en muchos días y su cuerpo empezó a despedir el olor
característico de los vagabundos.
Acuciado por escandalosas deudas, pero fiel a sus inclinaciones
creativas, Peter incursionó con fuerza en el arte de la pantomima, luego de ver a un mimo callejero en un documental sobre
Barcelona. Sus primeros pasos en este
maravilloso pero difícil arte, presagiaban que Peter podría llegar a
convertirse en el émulo americano de la escuela francesa. Hasta que un día
mientras realizaba una de sus más sorprendentes rutinas, fue arrestado por la
policía por el cargo de vagancia y retenido durante varios meses en un centro
de rehabilitación para viciosos.
Fue una experiencia devastadora.
Pero el carácter de Peter, indómito como el que más encontró un nuevo
manantial para beber la inspiración y hacer crecer su talento: La música
.
Conoció a una estudiante de antropología de la Universidad Nacional
quien además de dar charlas en el centro de rehabilitación, cantaba en un grupo
andino y se “encarretó” con el tema….de la música y todo fue de maravilla hasta
un día en que subieron a cantar a un bus del trasporte urbano y varios
pasajeros tuvieron que vomitar por no
soportar el fuerte olor de las axilas de Peter.
Por poco son linchados. No obstante, las líricas que Peter compuso se
conservan intactas, aunque algunos mercaderes de la música se obstinan en
nominarlo como: Peter Badoder, el padre
del reguetón.
Este desafuero no cayó nada bien en Puerto Rico y en Medellín por lo
que Peter se ganó unos poderosos enemigos sin tener la culpa.
Peter Badoder era de los que se daba por vencido.
Gracias a
su asiduidad en la Biblioteca Pública a la que iba a gorrear comida que dejaban los estudiantes o loncheras
descuidadas, logró que la señora
encargada le diera la oportunidad de leer
poemas en voz alta ante auditorios escolares. No extraño para nada que lo
hiciera de la mejor manera ya que su voz era privilegiada y su talento natural
para la actuación hacía que cada uno de los versos se acercara a la intención
del poeta que lo escribió.
Llegó al punto de intercalar poemas de los grandes
maestros con versos suyos demostrando toda su sensibilidad y talento. Maravilloso…pero
el problema de siempre lo atacó de la forma más desconcertante y acabó con sus
recitales, llegándole incluso a serle prohibido su ingreso al edificio pues le
achacaron la dramática deserción de lectores.
Errando por el sector artístico de la capital, Peter
llegó a la ópera cuando pasando por
el Teatro Colón escuchó un ensayo de la temporada de ese año. Fue amor a
primera vista. Su memoria prodigiosa le permitió aprender rápidamente todas las
arias concebidas para tenores y se hacía
oír cantando frente al palacio de la Cancillería por unas pocas monedas.
A menudo era arrestado pero su tesón logro que un
prestigioso director norteamericano se fijara en él. Pero como no podía
comprobar estudios líricos le asignaron papeles secundarios. Peter aceptó
encantado sabiendo que esa oportunidad era lo que estaba buscando.
Cierta vez una famosa soprano italiana vino a la
capital a cantar Aida y Peter debió reemplazar de urgencia el rol de Radamés lo
que constituyó un gran golpe de suerte. El problema fue que la famosa soprano
no pudo resistir el penetrante olor de sus axilas y vomitó en plena escenario
justo en la escena de la Marcha requeté conocida.
El talento de Peter no pudo con la fama de la diva.
Así que nuevamente el genio retomó su deambular por el mundo incomprensible de
la creación.
Nunca se daría por vencido.
A pesar de ser mayor nunca consideró su edad un impedimento para
iniciar a practicar el ballet.
A las dos semanas de iniciar su carrera ya sus compañeros habían
desistido por lo que el salón quedaba solo para él.
Allí y sin la ayuda de un gran maestro, Peter logró dominar el lenguaje
del ballet y su cuerpo se hizo muy flexible para recibir cuanto rol clásico
aparecía en la escena.
Y se especializó en los levantamientos pues logró un equilibrio
perfecto entre fuerza y la gracia en el movimiento lo que lo hizo
imprescindible en los “pas de deux”
El grave problema ocurrió en una función en la que levantó a una famosa
bailarina británica quien al aspirar el olor de los sobacos de Peter perdió el
conocimiento y fue lanzada por este contra el público causando la muerte de una
veterana diletante, crítica de arte que estaba sentada en la tercera fila.
Luego de las investigaciones fue exonerado de todo cargo y sus colegas
bailarines con secreto propósito lo convencieron de renunciar al ballet e
incursionar en el arte teatral de
calle, pues una práctica al aire libre aminoraría el peligro en los fuertes
olores corporales expelidos por el artista.
Como artista callejero se dio a conocer porque indudablemente su
talento era superior a su olor y un presunto mecenas impresionado por la
historia de Peter y con ganas de ayudarlo gestionó en una agencia de publicidad
para que lo contrataran como actor para grabar un spot publicitario con el que
pretendían anunciar las bondades de un potente desodorante.
Peter encontró su prueba de fuego.
La escena era en un cuarto de baño y luego de ducharse y secarse muy
bien Peter debía aplicarse el desodorante
en su presentación más popular.
Nadie se explica la razón por la cual, al hacerlo, en sus axilas se
formaron dos enormes llamaradas que no pudieron ser apagadas con la rapidez que
se necesitaba
.
La vida del gran artista pudo salvarse, pero no pudo volver a pegar los
brazos a su cuerpo y quedó para siempre con los brazos extendidos como si fuera
a lazar vuelo.
Tuvo que dejar las prácticas artísticas de lado por su imposibilidad
física, pero gracias a la generosidad de su mecenas hoy se gana la vida como
espantapájaros en las fincas de artistas no tan talentosos como él, pero
tocados por la diosa fortuna.
El arte de la humanidad perdió a
un colombiano que hubiera podido ser uno de los más grandes exponentes, la
octava maravilla del mundo, el non plus ultra y todo por un irresistible,
incomprensible e inconveniente golpe de ala.
Y el campo ganó el mejor remedio
contra las aves depredadoras.