jueves, 19 de enero de 2023

"Es Cupido" de Fernando Arias Alvarez

 


 

ES CUPIDO

(a J. quien me regaló una Gillette para que abriera mis venas)

 

Eramos quince en la oficina. Todos desagradables al exceso.

Cada cual era sabio, cada cual veía el mundo a su manera y despreciaba la opinión de los demás; cada cual tenía grandes ilusiones y se cuidaba de compartirlas con los otros por no considerarlos dignos de oirlas; cada cual tenía el conflicto más importante y difícil; el problema más difícil de resolver ...o la gracia y la fortuna les era más grande que la de los otros.

Eramos quince en la oficina. Hombres y mujeres en competencia por un pedazo de alegría; gatos y ratones por un pedazo de queso podrido.

A diario se presentaban las confrontaciones. Insultos iban y venían de escritorio en escritorio…Gritos, blasfemias. Las ventanas permanecían cerradas para que la algazara no llegara a los pisos más altos o a las oficinas vecinas.

Ni escondiéndose en los baños estaba uno exento del filo de un improperio.

Con indiferente frecuencia, los hombres nos íbamos a las manos; las mujeres se destrozaban las cabelleras y los brazos con las uñas; y para colmo.... una variante, empezaron las riñas combinadas: un hombre contra una mujer; tres hombres contra una mujer, una mujer contra cuatro hombres. Llegamos a batalla campal. Bueno.

Uno de nuestros compañeros, perdón, de los compañeros, tenía un comportamiento peculiar. Le gustaba poner la otra mejilla.

Jamás respondió con ofensas…las ofensas que a diario le inflingían sus amigos y sus enemigos…

Con dificultad brotaba de sus labios una expresión negativa. Jamás le oímos una grosería.

Era un bicho raro

Era un bicho raro en la oficina

Era un bicho raro en el mundo

Por eso nadie imaginó que brotara tanta sangre.

Por eso nadie imaginó un desenlace tan inesperado

 

Fue así.

Fue en septiembre

Tuvimos una visita.

Cupido le lanzó una flechita. Esta se desplazó por el espacio y se le enterró en un ojo (El otro ojo lo había perdido por la patada de una mula algún día de su ya lejana infancia campesina... (¡Ah, bendita retórica!)  Se molestó. En demasía.

Tratamos de convencerlo de que había sido un infortunado accidente, un error de cálculo del arquero divino que lo único que quería era verlo feliz. Fue inútil.

Tenía sus razones. (Su novia, a la que amó por diez largos años lo dejó por un actor de reparto en una serie de televisión.......y su amante lo dejó por un corredor de bolsa que se la llevó a Panamá)

Preferimos no tratar más el tema y esperar a que como siempre terminara con una hermosa sonrisa de bondad, señalando su otra mejilla y diciéndonos : “¡Lo tengo merecido. Péguenme otra vez , por favor!”.

 Nada de eso ocurrió

Con extrañeza vimos cómo se subió sobre un escritorio y rasgó sus vestiduras como lo harían los antiguos aristócratas en las cunas de nuestra cultura contemporánea. Gritaba cosas que nadie entendía. Eran rugidos, si, rugidos, bufidos, gruñidos….Estaba literalmente “ciego de la ira”.

Arrancó la flechita de su ojo y arremetió contra todos nosotros blandiéndolo en su mano derecha.

El sitio era reducido y cómo no estábamos preparados para una reacción semejante fuimos presa fácil de su odio contenido.

Es difícil calcular cuántas veces la flechita penetró en nuestras carnes. La sangre manaba de todos los cuerpos y se mezclaba sobre la alfombra tiñéndola de carmesí.

De repente cesó.

Abrimos los ojos. Se sentó en su escritorio, encendió un  cigarrillo y pasó una mano por el pelo. Intentó mirarnos. Teníamos miedo. Cerramos los ojos. Pasaron muchos minutos.

 Abrimos los ojos. Empezamos a reconocernos, mejor no, era como si nunca nos hubiésemos visto y empezamos a conocernos. Cada vez que dábamos un paso, una fuerza extraña nos hacía mirar  a los demás con ojos nuevos. Era maravilloso. Era como el amor. Era amor., cariño comprensión. Pronto todo fue felicidad. Nos abrazamos. Cantamos. Nos besamos. Nos entendíamos en las miradas, en los gestos, y si las hubiéramos pronunciado, nos habríamos entendido también en las palabras.

Era un momento sublime. Como estar en una nube o flotando sobre el mar en calma

De repente todos volvimos los ojos a su escritorio. Ya no estaba.

No estuvo.

Se marchó para siempre

La flechita quedó allí.

Cada vez que estamos tristes, cada vez que vamos a llegar a los límites de la tolerancia…enterramos durante unos segundos la flechita cerca de la parte afectada…..

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