ES
CUPIDO
(a J. quien me
regaló una Gillette para que abriera mis venas)
Eramos
quince en la oficina. Todos desagradables al exceso.
Cada
cual era sabio, cada cual veía el mundo a su manera y despreciaba la opinión de
los demás; cada cual tenía grandes ilusiones y se cuidaba de compartirlas con
los otros por no considerarlos dignos de oirlas; cada cual tenía el conflicto
más importante y difícil; el problema más difícil de resolver ...o la gracia y
la fortuna les era más grande que la de los otros.
Eramos
quince en la oficina. Hombres y mujeres en competencia por un pedazo de
alegría; gatos y ratones por un pedazo de queso podrido.
A
diario se presentaban las confrontaciones. Insultos iban y venían de escritorio
en escritorio…Gritos, blasfemias. Las ventanas permanecían cerradas para que la
algazara no llegara a los pisos más altos o a las oficinas vecinas.
Ni
escondiéndose en los baños estaba uno exento del filo de un improperio.
Con
indiferente frecuencia, los hombres nos íbamos a las manos; las mujeres se
destrozaban las cabelleras y los brazos con las uñas; y para colmo.... una
variante, empezaron las riñas combinadas: un hombre contra una mujer; tres
hombres contra una mujer, una mujer contra cuatro hombres. Llegamos a batalla
campal. Bueno.
Uno
de nuestros compañeros, perdón, de los compañeros, tenía un comportamiento
peculiar. Le gustaba poner la otra mejilla.
Jamás
respondió con ofensas…las ofensas que a diario le inflingían sus amigos y sus
enemigos…
Con
dificultad brotaba de sus labios una expresión negativa. Jamás le oímos una
grosería.
Era
un bicho raro
Era
un bicho raro en la oficina
Era
un bicho raro en el mundo
Por
eso nadie imaginó que brotara tanta sangre.
Por
eso nadie imaginó un desenlace tan inesperado
Fue
así.
Fue
en septiembre
Tuvimos
una visita.
Cupido
le lanzó una flechita. Esta se desplazó por el espacio y se le enterró en un
ojo (El otro ojo lo había perdido por la patada de una mula algún día de su ya
lejana infancia campesina... (¡Ah, bendita retórica!) Se molestó. En demasía.
Tratamos
de convencerlo de que había sido un infortunado accidente, un error de cálculo
del arquero divino que lo único que quería era verlo feliz. Fue inútil.
Tenía
sus razones. (Su novia, a la que amó por diez largos años lo dejó por un actor
de reparto en una serie de televisión.......y su amante lo dejó por un corredor
de bolsa que se la llevó a Panamá)
Preferimos
no tratar más el tema y esperar a que como siempre terminara con una hermosa
sonrisa de bondad, señalando su otra mejilla y diciéndonos : “¡Lo tengo
merecido. Péguenme otra vez , por favor!”.
Nada de eso ocurrió
Con
extrañeza vimos cómo se subió sobre un escritorio y rasgó sus vestiduras como
lo harían los antiguos aristócratas en las cunas de nuestra cultura
contemporánea. Gritaba cosas que nadie entendía. Eran rugidos, si, rugidos,
bufidos, gruñidos….Estaba literalmente “ciego de la ira”.
Arrancó
la flechita de su ojo y arremetió contra todos nosotros blandiéndolo en su mano
derecha.
El
sitio era reducido y cómo no estábamos preparados para una reacción semejante
fuimos presa fácil de su odio contenido.
Es
difícil calcular cuántas veces la flechita penetró en nuestras carnes. La
sangre manaba de todos los cuerpos y se mezclaba sobre la alfombra tiñéndola de
carmesí.
De
repente cesó.
Abrimos
los ojos. Se sentó en su escritorio, encendió un cigarrillo y pasó una mano por el pelo.
Intentó mirarnos. Teníamos miedo. Cerramos los ojos. Pasaron muchos minutos.
Abrimos los ojos. Empezamos a reconocernos,
mejor no, era como si nunca nos hubiésemos visto y empezamos a conocernos. Cada
vez que dábamos un paso, una fuerza extraña nos hacía mirar a los demás con ojos nuevos. Era maravilloso.
Era como el amor. Era amor., cariño comprensión. Pronto todo fue felicidad. Nos
abrazamos. Cantamos. Nos besamos. Nos entendíamos en las miradas, en los
gestos, y si las hubiéramos pronunciado, nos habríamos entendido también en las
palabras.
Era
un momento sublime. Como estar en una nube o flotando sobre el mar en calma
De
repente todos volvimos los ojos a su escritorio. Ya no estaba.
No
estuvo.
Se
marchó para siempre
La
flechita quedó allí.
Cada
vez que estamos tristes, cada vez que vamos a llegar a los límites de la
tolerancia…enterramos durante unos segundos la flechita cerca de la parte
afectada…..
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