EL SUICIDADO DE LA SUCIEDAD
Por: Fermín Hood
NOTA INTRODUCTORIA:
(Remordimientos)
El primer borrador de
este ejercicio fue escrito en una sola
sentada y en un estado tal de energía y angustia que nunca he vuelto a
experimentar nada parecido. Lo titulé
“Algo puede pasar” porque, sinceramente, aquellos años creía que algo podía
pasar. Pero le pasó al ilusionado texto
como a mi patria colombiana: pasa de todo y nunca pasa nada
Años duró este trabajo en
una caja de cartón sobreviviendo a golpes, inundaciones, piras…!No se hizo
justicia!
Volví a leerlo sin
emoción durante una tarde aburrida y antes que ponerme a llorar de vergüenza,
decidí darle una nueva oportunidad para tener una muerte digna.
Reconozco que son
palabras precarias en estilo pero pródigas en emoción. Son toneladas de
recuerdos, algunos vivos, otros muriendo dentro de estos renglones.
Son, en fin, lo único que
responde a la inquietud de tanto pariente cercano preocupado por mi condición
de desaliño: ¿Y ese tipo de qué vive?
“De corajear sobre un
cuaderno palabras para el olvido.” (Es lindo parafrasear a un genio de la
literatura que se admira. Esa oportunidad no la tienen muchos.) Ese corajear,
es una “ilusión” solo alimentada por la rabia, el rechazo y el marginamiento y
no por reconocimiento alguno y mucho menos por ansias de la fama.
¡Debo escribir para no
matar!
Debo escribir para no
morir estúpidamente
“Algo puede pasar”, por
capricho de los años se puede rebautizar como “Bellavista memories” para
semejarse un poco a tanto título de novelista joven y brillante. Claro, el
mejor título sería: "El idiota” para emparentar este humilde trabajo con
Dostoievsky, pero es tanta mi modestia que al final decidí titularlo “La
metamorfosis”, claro está, sólo el insecto se parece….Luego por casualidad un
especialista en marketing literario me sugirió cambiar el título por el
“Suicidado de la sociedad” pero sería plagiar un título harto conocido sobre un
trabajo poético sobre Van Gogh así que sin desechar la sugerencia y teniendo en
cuenta el personaje quedó en definitiva “El suicidado de la suciedad” y ya se
entenderá por qué.
(Angustia del 2003)
A manera de prólogo:
Me considero un hombre
humilde, bastante humilde. Si se quiere: soy el más humilde de todos los hombres.
Exceptuando a un famoso mártir que pregonaba la humildad creo que es difícil
hallar en la historia de la humanidad a un ser que supere en algo el grado
extremo a que he llevado mi condición.
Para el cristianismo y en
particular para la gente buena (Hay gente buena, ¿quién lo creyera?) la
humildad es una gran virtud. Eso me convierte a los ojos de la gente buena y
del cristianismo en un hombre virtuoso.
Soy humilde y soy
virtuoso. Poseer al menos una virtud indica sin lugar a equivocaciones “que se
puede vivir en sociedad” porque las virtudes, ora para exaltarlas, ora para
repudiarlas, son eficaces cartas de presentación al ámbito social, puesto que
dan tema de conversación y avizoran cierto encasillamiento muy conveniente para
los que gobiernan.
Estoy plenamente
convencido de que la humildad es una virtud rara, pues reúne a numerosas cuasi
virtudes…
A pesar de no ser muy
bien ponderada (tan solo por el cristianismo radical) la humildad es formal y
oportunamente reconocida por ser la más humilde de las virtudes y porque, al
igual que la autoestima, para los sicólogos de la nueva, era produce muy pingues
ganancias.
Antes de que se me acuse
de estar ostentando con la más humilde de las virtudes voy a confesar algo: el
único propósito que me anima a escribir esta líneas es el de responder a una
pregunta de AM, la mujer que dice quererme, quien al verme ocupado todo el
tiempo garabateando “letras para el olvido” o repiqueteando frecuentemente el
teclado de mi vieja máquina de escribir (que ya no se usa pero yo me resisto a
abandonar) le dio por inquirir: ¿Por qué, amor, un tipo tan humilde como tú, en
vez de pedir ingreso a una Orden Franciscana, prefiere hacerse escritor?
¿Escritor? ¡Escritor!
¡Vaya si se les va la
mano!
Yo no prefiero hacerme
escritor. Para ser franco, tengo en verdad vocación sacerdotal muy a pesar de
vivir en el pecado y no hacer nada por salir (del pecado)
Si la iglesia modificara
sus medievales formas y abriera los espacios, prometería que tan pronto termine
esta pesadilla, hacer lo posible para que mi humilde virtud de la humildad,
engalane algún claustro destinado a la contemplación y la vida piadosa.
Por ahora, debo confiar
en algún talento secreto que ojalá me acompañe para dedicarme a extirpar de mi alma los
crecientes sentimientos de culpa.
Y debo escribir, pues el
pecado que me avergüenza tiene que ver con la escritura
Pido a los eventuales
lectores de esta –mi primera y única obra- no ser severos con sus críticas pues
si la escribo es por una obligación moral con dos personas: un jefe magnánimo y
un desconocido acaso genial.
Para no extenderme más y
hacer penoso en demasía este suplicio…..este libro que usted tiene en a mano,
no es más que el resultado de un accidente de trabajo:
“Ocurrió una fría, gris y lluviosa
mañana sabanera. Trabajaba como vendedor en una pequeña pero prestigiosa tienda
de libros (el único trabajo decente que he conocido).
La puntualidad es una de mis escasas
cualidades, por eso, aquella mañana abrí la tienda un poco más temprano que los
otros días…..Preparé una taza de café colombiano, que en Colombia es igual a
cualquier café y repetí con cigarrillo Pielroja incluido (ahora llaman a esto
combo) Esperaba la llegada de los clientes matinales, escasos por cierto, pues
al parecer los intelectuales colombianos se levantan tarde….!Nadie!
El frío y la inacción son mortales en
una lluviosa mañana bogotana, así que decidí ocuparme en la noble tarea de
desempolvar la estantería y los libros. Empecé por la parte de arriba del
estante, puesto que si se empieza por….!Vamos, no tengo por qué explicar eso!
Trepé con agilidad de felino la
escalera de madera, esgrimiendo, casi con devoción un plumero y luciendo un
hermoso tapabocas de cirujano que me hacía ver como un cirujano….un cirujano de
la cultura que limpia estantes….
Tan pronto alcancé el primer ejemplar,
la escalera se movió bruscamente y el libro escapó de mis manos detrás del
plumero. No sería honesto conmigo si ocultara que traté de caer primero que el
libro en un desesperado intento de evitar lo inevitable.
Y sucedió lo irremediable: todas las
letras que componían el grueso volumen quedaron esparcidas por el piso. Lo que
antes fue un interesante libro, ahora era una sucesión de páginas en blanco
encuadernadas lujosamente.
Luego de sacar de mi cabello una
cuarteta de “eses”, una “p”, dos “oes” y una doble “u”, recogí con esmero y con
afán todas las letras en una caja de cartón.
Juro que en ese momento mi única
intención era tirarlas a la basura y asunto terminado…!Pero no lo hice! ¿Tenía
derecho de hacerlo? ¿Tenía derecho a “desaparecer” de esa forma ruín el talento
y el trabajo de un montón de personas que posibilitan la existencia de un
libro?
Durante una semana permaneció la caja
escondida en un apartado rincón de la librería.
Una tarde, abrumado por el sentimiento
de culpa, decidí rehacer el libro.
Apenas saque la caja se evidenciaron
los primeros problemas: al momento del accidente no pude darme cuenta cuál
había sido el libro siniestrado (no autor, no título, no precio) y por esa
sencilla razón la tarea de rehacer el libro era poco menos que imposible.
¿Qué hacer? No hay más remedio que
escribir otro libro utilizando la mayor cantidad de letras escondidas en la
caja de cartón….
Ahora podrán darse cuenta que no soy
escritor por vocación….y si soy algo pueden llamarme escritor por accidente o
“componedor de letras desordenadas”.
He pasado largas, pavorosas horas de
vigilia intentando hilvanar una historia que resulte decorosa (Desconozco la
técnica de los grandes narradores huyo
de los talleres literarios). Sin remedio, busco en Caballero la forma y en una
paca de veladoras apoyo el contenido.
Es probable, mejor, es seguro que me
sobrarán letras y por ello pienso con ellas intentar un apéndice – glosario
final y uno que otro amago de poema post-moderno. Si continuaran sobrando
letras, las relacionare en un listado al final para que un eventual lector, un
enamorado, un escolar hagan el mejor uso de ellas.
Prometo entregarme con ahinco a este
trabajo.
Al final no sé si se me pueda llamar
escritor (tal vez escribiente); no me verán tocando a las puertas de un
monasterio y mi dulce compañía se alejará de mí.
Al final habré devuelto un libro a su
estante.
(Entre septiembre 1 del
83 y julio del 2004)
A manera de introducción:
“si
nacer o morir es indiferente” (Pueblo blanco de Joan
Manuel Serrat)
¡Nacer,
crecer, reproducirse, morir! He ahí el ciclo vital aprendido y tantas veces
repetido y recitado en las aulas escolares de infancias ya lejanas. Pensar que
la omisión de uno de los términos bastaba para que el educando perdiese la
materia y hasta el año.
Yo
perdí “hasta el año” por olvidar “crecer”, por olvidar la palabra crecer cuando
respondía a la maestra (tal vez era maestro) las etapas del ciclo vital de un
ser humano.
Bueno:
Todos
hemos nacido. ¿De acuerdo?
Algunos
no crecemos (misterios de la genética, fallas hormonales); son muchos los que
no se reproducen (¡Bendito sea Dios! ¿Qué tal todos? ¿En Colombia?
Todos
morimos.
Con
lo anterior solo quiero gastarme unas letras para aseverar que lo único que es
común a todos los mortales sin excepción es: nacen, mueren. Mueren porque
nacen.
Para
algunos con veleidades filosóficas, nacer es la primera vez que se muere; para
muchísimos, morir es nacer a la vida eterna. Unos, otros y algunotros exponen
argumentos harto convincentes que para efectos de mi tarea,
no interesan.
Y
no interesan porque el interés del autor de estas líneas es el de especular
gastando el mayor número de letras guardadas en una caja de cartón oculta en el
rincón de una librería de Bogotá. Nada más.
En
el acto del nacimiento y en el acto de la muerte predomina a manera vinculante
un “sentimiento” inefable. Tal sentimiento, por intangible, por inasible podría
nominarse como “lo incierto” A ver: Se nace sin saber que se nace y se muere
por lo general “sin querer” Y en el término medio habitan infinidad de
consideraciones que van desde “muchos mueren queriendo morir” hasta “el secreto
está en volver a nacer”
No
he querido apoyar argumentaciones en filósofos, científicos, inteligencias
superiores, no porque no admire y respete sus profundas posiciones, sino porque
la gente elemental, común y corriente como yo, cuando hace citas, siempre se
equivoca y si no se equivoca, poco le creen.
“Los postnacientes no tienen vínculo
alguno con procesos de la fisiología, más en periodos sistemáticos se acorazan
de predominancias psíquicas de ilimitados alcances”
¿Lo
ven?
El
interés de este breve exordio es señalar que la historia que se va a contar
trata de la incertidumbre que crece y se reproduce entre el nacer y el morir.
Había
podido ahorrar unas cuantas palabras (me sobran letras) y solamente agregarle
“de la incertidumbre” como subtítulo. Quedaría “Metamorfosis de la
incertidumbre”
No
lo hice en concordancia con mi humildad, Semejante título parece de Proust,
Balzac o un Premio Nobel….. El solo título
OCTUBRE
DE 19-- – Introducción
La
tienda era pequeña; una de esas tiendecitas de barrio popular que siempre está
llena de borrachines de todos los días.
Es que todos los santos días se reúnen sin cita los desesperados de la
marginalidad a beberse la vida en ávidos sorbos de agonía.
Cerveza
barata, humos nacionales e importados, aguardientes rendidos, pecueca, pedos
eructos…..Una falsa alegría en cada rostro; por dentro el odio voraz queriendo
salir.
A
veces sale y las consecuencias son de hospital, de cementerio, de cárcel.
Así
se vive en mi barrio. Barrio de oficinistas, empleadillos, albañiles,
carniceros, crápulas…pobres gentes, gente pobre
Yo
dizque dándomelas de escritor en un barriecito bogotano sumido en la pobreza y
la decadencia. Y un bicho raro yo y
bichos raros tres maricas que de tanto verlos han contagiado de mariconería a
los fortachones machitos barriobajeros.
Un
par de teatreros que viven a tres cuadras de mi casa; dos viejas glorias del
pedalismo nacional….varios ladrones, la casa de putas oficial….!Nada más!
La
tienda era pequeña, la desesperanza la desbordaba. Con el pretexto de “estar
escribiendo una novela” (eso le funcionaba a Henry Miller) empecé a frecuentar
la tienda en plan de observador. Cada noche me sentaba en un rincón a beber y a
hacer anotaciones vagas en una libreta, eso sí, esmeradamente falseada por si
alguno de aquellos contertulios quería husmear entre sus líneas.
Al
mes, ya tomaba gratis, sabía el nombre y la pequeña historia de cada uno de los
consuetudinarios buscadores de su alma.
El
tema no aparecía por ninguna parte y el alcohol empezaba a hacer estragos en mi
organismo. Una librería bogotana iba a perder para siempre un ejemplar
desconocido (Los ladrones hacen muy bien su parte, era mi excusa y mi consuelo)
AM,
mejor, el amor de AM, me proporcionó una gran obstinación tan ausente en mi
vida desde siempre. Pasaba horas enteras, tardes completas, días enteros
observando a la gente que se cruzaba en mi camino con la ventaja de saber que
ignoraban mi culpable condición.
Quería despojarles de sus íntimas
motivaciones, de su voluntad, que formaran parte de una historia de la cual yo
era el supremo hacedor. Millares de palabras fueron a parar a mis libretas de
apuntes pero cada vez que me sentaba en la tranquilidad de mi habitación a
componer al menos un párrafo….No tenía nada…Eran montones de palabras, de
frases tan ajenas a la vida….Eran palabras muertas ¡Eso es!
En
frenesí suicida me eché a llorar. No sé cuántos días llore sin parar: Lloré la
incapacidad para hilar una cuartilla interesante. Pensé que la vida no tenía
sentido y que debía desaparecer finalmente, pero gracias a AM, gracias a ese
amor que pregonaba, opté por resignarme
a buscar otra vez un empleo convencional y olvidarme para siempre de mis
veleidades artísticas y renunciar a reponer el libro siniestrado.
Pero
por esas extrañas circunstancias que algunos atribuyen al destino apareció de
alguna parte un personaje que cambiaría mi vida radicalmente: El Chino. Así no
más El Chino.
No
era chino de la China, ni tenía rasgos orientales, ni afición por las artes
marciales. Era chino porque así llaman en Bogotá principalmente a los niños y
jóvenes alejados de la riqueza.
“!Córrase
chino hijueputa!”
“Oiga chino”
“Chino,
cuídeme el carro”
Eso
era él: El Chino
Muy
joven. No tenía más allá de veintidós años. Estaba borracho. Se había bebido
toda la cerveza de la tierra, así lo dijo, y quería morirse ahí mismo brindando
con todos con un vaso de aguardiente.
Deprimente
sin lugar a dudas, mas había algo en sus gestos que resultaba fascinante. Me
quedé observándolo con mucha atención y al advertir que lo hacía se acercó
hasta una proximidad incómoda y me echó en la cara: “¡Querido colega!” y echó a reir…..
“Sé lo que le está pasando, a mi e
pasó igual, igualitico….Siempre soñando con hacer la gran obra….todos los
cuentos y nada. Mi vida es una miserableza en la que no hay cabida para los
sueños….!Vamos, maestro! Acompáñeme con un trago ¡Salud! Yo quiero darle una
mano. Yo tengo una historia y usted tiene las palabras!
No perdemos nada con intentarlo. No
se preocupe por el éxito o el fracaso, no me importa nada,…. ¿Fracaso?….Me da lo mismo, bah, y si a usted
le importa, hagamos un trato: si la cosa va bien todo el mérito es suyo y si
fracasamos me echa a mí a culpa…todo el fracaso es mío. Ya estoy acostumbrado”
No
le creí una sola palabra y salí de la tienda expresando incomodidad, pero al
día siguiente apareció por mi casa
sobrio, sereno y con la misma propuesta en las mismas palabras. Me contó, no
sin algo de decepción en su tono, que había intentado en todas las expresiones
artísticas y al final había reconocido su falta de talento. Y agregó una
sentencia que aún resuena en mis oídos “es triste alimentar por años una
ilusión para tener que reconocer al final que era la ilusión equivocada”
Quería
eso si, a toda costa, que alguien escuchara su historia y pensó que nadie mejor
para esa tarea que otro desesperado al que el fantasma de la hoja en blanco
tenía apabullado.
Acepté.
Convinimos en reunirnos en la tienda todas las noches después de las seis. El
contaría la dichosa historia, yo atendería, grabaría, escribiría…leería…
Lo
que sigue, es esa historia
Pero
antes es justo reconocer que no estaba lo suficientemente convencido del
interés de la historia. Me parecía una de tantas vidas anodinas intentando
desprenderse de la mediocridad y el merecido olvido….Bueno eso pensé durante
mucho tiempo pero el desenlace me animó a poner punto final a esas largas
veladas de licor y palabras.
OCTUBRE
21
Cuatro
días después. Muy cumplidos llegamos a la cita. Pedimos una considerable
cantidad de cervezas y cigarrillos. Saqué mi libreta, encendí la grabadora y le
hice una señal para que iniciara su gran historia. Encendió un cigarrillo,
arrojo el humo con mucha lentitud y empezaron a salir las palabras como si
fueran persiguiendo el humo…..
“…..hace como veinte años este barrio
era apenas un conjunto de veinte casitas, muy campesinas ellas, rodeadas de
cultivos de maíz, cebolla, tomates y cercanas a una hermosa laguna que ya no
existe. Todas las tardes los vecinos, que no eran más de un centenar tenían que
hacer un recorrido de casi dos kilómetros para abastecerse de agua en una pila
que el gobierno municipal había dispuesto
para proveer de agua potable a
cerca de diez barriecitos populares como el mío y que a los ojos de los
administradores de la ciudad no eran más que invasiones urbanas provocadas por
el éxodo campesino ocasionado por la violencia bipartidista.
Bogotá,
creciendo, pujante, pujando…casi siempre
de hambre…
Estos recorridos eran aprovechados
por la vecindad para “echar lavadero”, es decir, contar sus afanes, sus
preocupaciones, sus chismes; para ventilar sus pequeñas miserias, ah, y para alternar con los vecinos del barrio
empedrado (muchos eran empleados allí) que por aquel entonces era el barrio más
cercano a la aristocracia de la capital
de la pujante república.
Y todas las tardes yo, el mocosito
dientón, con una mano asido al delantal de mi madre y en la otra llevando una
cantina de dos litros, aprendía mis primeras letras. ¡Y de qué forma!
Mi madre, una campesina treintañera, demasiado hermosa para
la precariedad del lugar, cargaba sobre su hombro un recipiente grande y para
hacer menos penoso el recorrido canturreaba deliciosas canciones que luego supe
eran de Libertad Lamarque, Sarita Montiel y Marisol ¡Qué vaina!
Me divertía dando patadas a las
piedras redondas que abundaban y a las tapas de cerveza que encontraba a mi
paso. El objetivo era golpear los talones de los que nos precedían en especial
los talones de los hombres mayores y de los niños bonitos.
Cuando la piedra o la tapita daba en
el blanco, los agredidos se volvían con odio en la mirada, con ganas de
desaparecerme, pero tan pronto reparaban en mi madre, sonreían, saludaban,
hacían ojitos de pajaritos cagando y me parecía oir: “Con esa mamá…se le
perdona todo”
Con los peladitos no pasaba lo mismo;
algunos chillaban y yo me hacía el desentendido; unos me seguían el juego con
distinta suerte; los más, me puteaban y amenazaban a escondidas de los mayores.
No sobra contar que de esas boquitas salieron las más variadas soecidades y
maldiciones escuchadas durante toda mi vida.
Yo siempre ganaba y ganaba porque ahí
estaba la mamacita con su hermosa sonrisa amparándome.
La belleza de mi madre. Serena,
prudente. Cuántas veces su encanto se encargó de hacer insignificantes las
travesuras que en otras circunstancias sólo tenían un destino: el reformatorio.
(A los chicos de mi edad siempre los amenazaron con el reformatorio pero que yo
sepa ninguno fue a parar allí. Existe por ominoso)
Utilizaba a mi madre para salir
impune de mis fechorías. ¿Debo arrepentirme por ello?
No hay mal que dure cien años. La
capital de la república fue creciendo…se fue ensanchando. Imaginen: pujando y
ensanchando. Más barriadas de pobres hacia todos los puntos cardinales. La
administración capitalina no tuvo más remedio que legalizar las invasiones e
instalar las redes de acueducto y eso acabó de tajo con nuestro recordado paseo
vespertino.
Los piratas de la tierra terminaron
por urbanizar lo que no estaba urbanizado, secaron las lagunas y los humedales,
cercaron, lotearon y vendieron….y se fueron a disfrutar de sus acciones en
parajes remotos.
En pocos meses el vecindario creció
con desmesura, casas grandes y pequeñas, casalotes, remedos de palacio, calles
largas y polvorientas, numeración catastral, carros de todo tipo (Hasta carros
propios)
El viejo, mi padre (qué poco hablo
del viejo) al serle aprobado un préstamo bancario empezó la construcción de lo
que hoy es la casa. De paso, hipotecó la vida
Nuestra casa era nueva y grande. Yo
tenía seis años..
Me paraba en la calle, frente a la
casa y trataba de recordar cómo era el humilde ranchito campesino que me sirvió
de albergue durante mis primeros años. Era una tarea cada vez más penosa hasta
que desistí. El ranchito campesino es hoy apenas una huella en mi corazón.
De ser los forasteros recién llegados
y malvenidos ahora éramos los habitantes típicos de una gran ciudad, la clásica
Atenas del nuevo mundo una urbe en trances de industrialización, de una ciudad
pujante dónde la mayoría puja….!el hambre!
“Hoy
todo me parece más bonito,
hoy
canta más alegre el ruiseñor
Toy
contento, yo no sé qué es lo que siento”
No se la razón, pero a mi madre le
encantaba esa canción y expresaba su alegría cantándola…Recién llegados se la
cantaba al viento y el eco se regodeaba con las palabras sentidas de su hermosa
voz, pero luego pude notar que su canto sin dejar de ser hermoso se tornó
tímido, contenido. ¡La ciudad! La ciudad mata la voz
Tenía ya una hermanita y mamá
ostentaba una enorme barriga y se movía con dificultad… ¡cosas del viejo!
En la casa unos albañiles hacían los
acabados, uno pintaba las paredes y los techos…era mágico.
La pared al recibir la caricia de la
brocha húmeda se alegraba, parecía sonreir, se iluminaba.
Me gustaba mucho presenciar esa
transformación…”No hay nada que no arregle un poco de pintura, decía el viejo
¿o sería ella?
Me
gustaba el olor de la pintura. Tenía prohibido acercarme a las paredes recién
pintadas por mis pulmones débiles, mi debilidad, pero me las apañaba para
permanecer largo rato junto a las paredes y es más……no podía resistir la
tentación de oler directamente del tarro.
Soñaba con ser el
rey de la pintura, el dueño de todas las fábricas de pintura del mundo para
poder cambiarlo todo “de feo a bonito” de la misma forma en la que esos
rústicos señores volvían hermosas nuestras paredes.
En un principio la
casa era solo nuestra. Siempre lo fue, lo que quiero decir es que únicamente la
familia vivía en ella, pero mi padre obligado por sus acreedores no tuvo más
remedio que alquilar una parte de la propiedad..
El espacio para
compartir se redujo a lo menos y a mí, por ser el mayorcito y por ser el hombrecito
de la casa me acomodaron un huequito debajo de una escalera..
Ya en aquellos
años me consideraban un niño enfermizo, demasiado chico y demasiado frágil para
mi edad. ¡Raquítico! ¡Eh, raquítico!
¡Qué nominación!
Tan eficaz para causar daño. Los adultos solían usar ese motecito en contra
mía, los chinos me lo escupían a la cara…!Raquítico!
Canijo hubiera
sonado menos ofensivo
Creo que de allí
nació un vehemente deseo de saberlo todo, de estudiar mucho para ir un paso delante de toda esa gente que me
despreciaba.
Por aquellos años
no sabía el significado exacto de la palabra raquítico, pero estaba seguro de
que cuando me la decían estaban expresando todo el desprecio posible. No estaba
equivocado. La vida me lo pudo comprobar
Pero volvamos a lo
de saberlo todo……Me hice regalar una pizarrita y con la ayuda de mi madre
aprendí a leer y a escribir antes de que el sistema educativo colombiano se
hiciera cargo de mí..
Y recuerdo bien
que la primera palabra que escribí sobre mi flamante pizarrón y sin la ayuda de
nadie fue la palabra raquítico para que no se me olvidara nunca porque me
levantaba cada mañana…..
El espacio en casa
cada vez más reducido y la pérdida de su encanto día tras día, obligó a que me decidiera dar un paso
importante: salir a la calle……Salir pa´la calle con el pizarrón debajo del
brazo y una manotada de tizas en el bolsillo.
El bichito raro.
Los otros muchachitos jugaban, reían saltaban y hasta se daban trompadas de
grandes, mientras el bichito raro dibujaba y borraba palabras en el pizarrón.
Al tercer día de
andar callejeando, mi presencia les fue tan familiar que los más grandecitos
empezaron a meterse conmigo. Se burlaban de mi cara; decían que mis dientes
eran enormes y por eso no me cabían en la boca…
!Qué niño tan feo!
¡Levante la cabeza que va a rayar el piso! ¡Dientón! ¡Muelón¡
Mientras la
mayoría de los muchachitos de mi edad
acumulaban carritos, balones, juguetes, dinero, cariño……yo me iba acostumbrando
a acumular adjetivos malucos: raquítico, muelón, dientón, feo…..y nada más.
Contaba con seis o
siete añitos pero puedo asegurar que me sentía más ofendido cuando eran los
adultos quienes utilizaban esos términos para definirme, pero nunca dejé que
escapara de mi boca o de mi rostro la palabra o el gesto que delatara el
vengativo deseo de abalanzarme a sus cuellos perfectos y enterrar en ellos mis
dientes grandes y mi odio de raquítico.
Ponía los ojos en
mi pizarrón salvavidas y me alejaba con parsimonia escribiendo de todas formas
y sobre todo en la superficie de mi alma las palabras que nacían del odio y el
desprecio. En casa, me encerraba en el huequito de la escalera y aprendí a soñar
despierto….
!Niño, ¿de dónde vienes mi amor, mi cielo?
Pasa allí largas,
las mejores horas de mi vida garabateando venganzas sobre la oscura superficie
de la pizarra. Eran extrañas figuras y extrañas palabras nacidas yo no sé
dónde…que florecían, se borraban y se olvidaban cuando el rencor se iba
disipando.
A veces, luego de
haberme tragado un par de enfados, iba al patiecito interior de la casa, al
cementerio de los gatos a mirar cómo mi madre peinaba a mis hermanas (No
entendía porque al nacer mi segunda hermana la barriga de mi madre desapareció
por completo. Cosas del demonio pensaba yo. El demonio habita en mi boca.)
“Y eran los días de un lindo arco iris”
Mis hermanas
solían hacer un juego en el que se tomaban de las manos y giraban dando vueltas
cortas y pequeños saltos hasta caer al suelo rendidas. Qué juego tan idiota pero ellas se divertían mucho y no atendían
mis comentarios. Todo cambió cuando llegó Gloria entonces los juegos se
hicieron más variados y divertidos y ese juego idiota empezó a parecerme el
juego de niños más hermoso que se haya inventado.
Era el encanto de
Gloria.
Era una niña menor
que yo pero mayor que mis hermanas…era una niña hermosa, su cabello dorado,
largo peinado en trenzas como las que usan para el cliché de campesina andina,
su carita pecosa, sus ojitos claros de mirada precoz y boquita perfecta…todo lo
contrario a mi apariencia destacado solo por la mirada feroz y la boca con
sobrecupo de dientes..
La madre de Gloria
era una experta modista, muy bonita ella
que había sido abandonada por su pareja y tuvo que llegar a Bogotá
proveniente del Tolima a buscarse una vida y sacar a su retoño adelante. Tomó
en alquiler una de las habitaciones de la casa mientras lograba por medio de la
ley que su irresponsable marido cumpliera por lo menos con les gastos básico de
la niña.
Absorto en mi
pizarrón no me dí cuenta de cuando llegaron pero cuando vi a Gloria jugando con
mis hermanas experimenté lo que significa una experiencia agradable y estoy
seguro que algo pasó dentro de mí…Gloria fue la primera experiencia
transformadora que acaeció en mi mediocre vida de la cual fui totalmente
consciente.
Las niñas pasaban
horas enteras en el patiecito jugando, haciendo cabriolas, bailando, cantando y
haciéndome el espectador más dichoso de la tierra.
Varias veces al
notar mi presencia Gloria se me acercaba:
-
Ven. Juega con
nosotras….- y corría al lado de mis hermanas
-
¡No! Yo no juego.
Es un juego de niñas
Y yo, macho feliz corría como una cabra a
encerrarme en mi cuartito de la escalera a dibujar y a escribir formas y
palabras que ya no eran tan extrañas…Lo único cierto era que la motivación era
o que importaba otra motivación, (nunca sabía qué era lo que quería dibujar o
escribir)…era acción pura a semejanza de los experimentos de los
surrealistas…era sentimiento puro
Cuando era
demasiado evidente que mi nombre buscaba aliarse con el nombre de Gloria,
borraba imagen y palabras para que nadie se enterara nunca de que el raquítico
era feliz.
Un día mis padres
tuvieron que salir juntos de la casa porque mi hermanita se enfermó y era
urgente que la viera un médico. Se llevaron a mi hermana más grandecita y me
dejaron solo.
Salí al patio y
empecé a hacer sonar con estrépito unas tapas de cerveza que guardaba en una
caja de cartón
Al oir el ruido,
Gloria bajó al patio llena de curiosidad, se plantó frente a mí como si
esperara que yo le dijera algo pero mi voz no respondía por más que me
esforzaba y antes de que se alejara yo seguí haciendo sonar mis tapas buscando
un ritmo que me ayudara a expresar….”Gloria te quiero gloria te quiero, gloria
te quiero….”
-
Nunca juegas
conmigo, me interrumpió
La mire yo no sé
como pero si recuerdo muy bien que sentí alegría profunda por primera vez en mi
vida, alegría real y no como esa velada alegría de los niños a la inminencia de
un diciembre esperado
-
¿Quieres jugar
conmigo? Le pregunté tartamudeando
-
¡Sí!, me contesto
sin vacilar
La tomé de la mano
y la llevé a mi pequeña habitación. Ella se dejó llevar sin dejar de sonreir
-
¿Por qué nunca
juegas conmigo?
-
Es qué…..-no
atinaba qué responder
-
¿Es porque soy una
niña?
-
No. No es eso-
mentí
-
¿Es porque tú
tienes pipí y yo no?
-
No. No
-
¿Es por qué me
ponen faldas?
-
No. Cogí sus manos
entre las mías ¡Vamos a jugar! 1Vamos!
-
¡Sí! ¿A qué
jugamos?
-
Juguemos a que nos
damos besos
-
!Bueno! Dijo ella
y le brillaban los ojitos de no sé qué alegría
Y nuestras dos
caritas se juntaban y se apartaban en un tierno simulacro del amor
cinematográfico. Reíamos.
-
En la frente, en
el cuello, en los ojos…..
Pasaron las horas
y no queríamos que pasaran. Antes de que nos echaran en falta nos despedimos
-
Tu eres mi marida
-
Y tu mi esposo.
Vamos a tener muchos niños, vamos a quererlos mucho, vamos a ponerlos a
estudiar, vamos a ser felices.
Sonrisa de niño
junto a sonrisa de niña como si no hubiera más sonrisa, como si no fuera
posible algo que superara esa sonrisa…-
Pasaron los
días…..
Ella trajo sus
muñecas a vivir con nosotros. Las acostábamos entre nosotros y lo juro,
vivían intensas y felices como
nosotros….Magia en flor descubriría luego.
Gloria cocinaba
para todos en una estufita de juguete que a fuerza de la inocencia y la
voluntad, olía a quemado. Yo llegaba del trabajo, no me acuerdo cuál era
mi trabajo pero eso si no era de
obrero…pero si me acuerdo que llegaba cansado, malhumorado y con sueño….
Sueños, besos,
salíamos a vacaciones, a conocer el mar, a bañarnos en los ríos más profundos;
celebrábamos cumpleaños, navidades, funerales y todo eso en el mismo sitio y en
el transcurso de unas pocas horas.
Eramos familia.
Eramos felices y ahora que lo pienso luego de tantos años …esa es la única
manera en que se puede ser feliz.
Las largas
desapariciones atrajeron la curiosidad y con ella el veneno de nuestros
adultos…¿Qué raro? La niña ya no juega con las niñas…¿qué raro? El raquítico
anda más distraído que nunca….!Qué raro!
Fuimos
sorprendidos en mi cuarto, dormidos, rodeados de nuestros hijos…algo más de una
docena de muñecos y muñecas que habíamos engendrado
La madre de Gloria
la sacó a empellones de mi refugio y luego me enterró en los ojos y en el
corazón una mirada llena de odio y repugnancia.
Los dos fuimos
castigados con excesiva severidad.
Eramos unos niños
y nos trataron como a demonios.
Soporte el castigo
con dignidad y con una paciencia inusual pero me descontrolaba escuchar el
llanto de mi marida. Ahí conocí lo que es sentir rabia; ahí supe lo que
significa sentirse maniatado e impotente.
No tuve más
remedio que volver a la calle, ahora sin pizarrón, pero jugando a escribir
palabras en todas las superficies incluidas el alma y el corazón..
Quince días
después la modista se mudó de mi casa no sin antes haber chismorreado por todo
el barrio y haber dejado mi infantil reputación más enlodada que la del divino
marqués
“Eso no es un
niño, es un enano vicioso, pervertido. Tengo que alejar a mi niña de ese
monstruo maniático”
Era apenas un niño
y ahora tenía encima semejantes calificativos. Les juro que la palabra
raquítico empezó a sonarme como un coro de ángeles.
Escondido tras un
poste de alumbrado observé como el camión de los trasteos se me alejaba con
rumbo desconocido..
¡Algo se mueve!
Una manita blanca diciéndome adiós y tras ella unos ojitos llorosos que querían
verme por última vez.
Eramos niños.
Gloria y yo poblamos de besos la barriada, nuestras lágrimas unidas fueron
mar…Apenas éramos unos niños navegando por el océano del amor y ya éramos
atacados por los piratas
Nunca más los
juegos de la escalera.
Hasta ahí….el
primer amor….A mi marida” la habían separado de mí pera siempre porque la
monstruosidad de mi amor hizo añicos la conciencia de una modista.
Desde ese día mis
dientes enormes y filudos se volvieron un arma letal….Eran dentelladas de rabia
y de tristeza.
Mi casa, vacía,
oscura…sin gloria ¡con pena y sin Gloria!
Sin mi familia de
juego, nuestros muñecos paridos al canto de la imaginación y la inocencia…!Ah,
paradigmas del amor!
¿Hay mejor
respuesta?
Era un niño y
sobre mí la mirada: “Perversión precoz” decía mi frente.
¡Mácula horrible!
Si todo hubiera
sido solo un juego…entonces no….entonces no, esta horrible pena, tanto dolor.
Siempre he sido un
hombre triste. Lo gracioso era que cada vez que –aún ahora- veo un camión de
trasteos, echo a correr tras el como un poseso.
¿Sabe algo? Gloria
siempre va en ellos; es como si nunca ese trasteo llegara a su destino. Yo
grito ¡Gloria! !Gloria!....con todos mis alientos porque quiero que ese grito
llegue a sus oídos….!
¡No me mire así!
Dos
cosas llamaron mi atención: que el chino cerró los ojos y mágicamente
aparecieron lágrimas rodando por su mejilla y la otra, que al trascribir la
grabación no tuve que esforzarme demasiado, las palabras del chino quedaron tal
cual las dijo y si había muletillas eran puramente gestuales.
Eso
si, el Chino estaba completamente borracho. Me dolía la cabeza y algún
remordimiento acechaba mi conciencia
¡Qué
vaina tan estúpida! Presentía que el chino iba a salirme con un chorro de babas
pero me sorprendió gratamente.
Lo
dejé en su casa y quedamos citados para la noche siguiente.
En
ese momento solo quería dormir.
OCTUBRE
22
No
tenía aún interés por la historia, pero no obstante apenas llegó la noche ocupé
mi lugar en la triste cantina. No tuve que esperar mucho tiempo. El chino llegó
cumplido y con un semblante remozado y con un interés creciente por conocer el
texto que suponía produjo su terrible confesión.
Tuve
que explicarle que el asunto no es tan sencillo. Que mi tarea era tomar apuntes
sin fijarme mucho en la redacción, ni en las figuras literarias….solo notas
escuetas.
No
se sintió defraudado cuando le leí algunos párrafos sueltos, eso si, exagerando
el énfasis en algunas partes que sin ser muy entendido en literatura, llamaría
el recurso.
El
chino quería leerlas él mismo, mas se lo impedí arguyendo algún pudor o alguna
cábala que deben poseer los verdaderos escritores.
-
¡Entiendo!
Me gusta lo que hace.
¡Vaya
piropo! Pero no niego que sentí complacencia. Por primera vez en mi vida
alguien me decía ¡Lo entiendo! Me gusta lo que ha escrito….. Soy muy receloso
con eso y siempre pongo como premisa las palabras de Gibrán……”el derecho a
estar solo y a salvo de ser comprendido, pues aquellos que nos comprenden
esclavizan algo nuestro”
Pero
las palabras del chino me sonaron sinceras y del todo inocentes
Pedimos
una botella de aguardiente de Caldas, pues el chino quería complacerme
respetando mis raíces. El primer trago me desbarató el razonadero, pues
curiosamente el Cristal cuando estoy en mi tierra me llega hasta el alma, pero
lejos de allí me sabe a nostalgia.
Al chino por el contrario, el primero y sobre
todo el segundo le soltaron la lengua…..he aquí la transcripción de la
grabación:
“………meses después una familia campesina bastante
numerosa vino a ocupar una casa contigua a la nuestra. La misma historia,
humildes campesinos colombianos despojados de sus tierras y sus esperanzas;
hombres y mujeres huyendo de una de nuestras tantas violencias para refugiarse
en “la gran ciudad” inhóspita y acaso restándole un solo sueño.
Julio, Julito era
el menos de esa familia. Tenía los mismos años que yo.
Tal vez la
poliomelitis o tal vez abrieron la puerta cuando lo bañaban con agua caliente y
el resultado, estaba contrahecho. Una de sus piernas era más delgada y más
corta que la otra, una barriga gigante y los brazos cortos.
A su lado, mis
dientes eran una de las maravillas del mundo.
Sus ojos, eso si,
sus ojos, grandes y hermosos expresaban todo el tiempo una inmensa alegría que
al comienza a mí me irritaba.
En muy corto
tiempo nos hicimos los mejores amigos. Eramos inseparables. Sin ninguna
explicación, de la noche a la mañana me convertí en el niño más travieso del
vecindario. El más descarado y el más impune.
Además el pobre
Julio era arrastrado a una complicidad injusta, despótica.
Todas las mañanas,
muy temprano, salíamos a un viejo barreno a recoger renacuajos que luego iban a
parar a los zaguanes de las casa vecinas: los metíamos por las ventanas medio
abiertas de las casa y de los automóviles descuidados. Era el juego de todos los
días, todo el día. En la mañana la paciente recolección de bichos y en la tarde
la entrega de los domicilios…..Llenábamos el barrio de sapos….una pequeña
venganza contra el país.
Regresábamos a
casa embarrados hasta la coronilla, “oliendo a agua picha” según el decir de
nuestras madres….. pero con una sonrisa de satisfacción y la expresión en la
cara del deber cumplido.
Las caras
alarmadas y alargadas de nuestros respectivos progenitores le conferían
honor y dignidad a nuestras diarias
excursiones. Varias veces, algunos parroquianos se dieron cuenta de nuestras
fechorías y quisieron hacernos pagar como se acostumbra en mi patria: con
sangre. (A pesar de sus limitaciones Julito corría tanto o más que yo)
Fueron muchas las
ocasiones en las que tuvo que esperarme para seguir huyendo)
Nunca nos
atraparon y salvo una pedrada en un hombro de Julio, no teníamos heridas de
guerra.
Julio también era
fantástico para treparse a los árboles, para nadar, para cogerle el culo a las
viejas. Yo, era fantástico para darle cuerda a Julio, para ponerle retos y
cobrarle las deudas.
Era semana santa,
lunes santo para ser fiel a los hechos. Colombia un país despiadadamente católico por entonces exigía
durante esa semana un recogimiento total, el despliegue a media voz de
oraciones forzadamente aprendidas, los silencios impuestos y asustadores, las
procesiones interminables….pueblo devoto en agonía.
Lunes santo, seis
de la mañana.
El
chino me pidió permiso para ir al orinal, no demoró mucho….
Ah, le decía que
era lunes santo…como a las seis. Desayuné como siempre, poquito y a las
carreras corría a la casa de Julio e inesperadamente lo encontré dormido. Lo
desperté, le pedí permiso a su mamá, le embutí dos panes y un pocillo de
aguapanela caliente
-
!Apúrale! Vamos
Chencho…..hay una casona abandonada cerca a los charcos. Hay nidos sobre el
techo, yo los vi…Quiero traerlos y poner unos en el techo de mi casa y en la
tuya también….Le decimos a las mamás que es para el día de las madres ¿Qué te parece?
-
¡Regio! (Regio era
una expresión de una vieja dama del barrio que nos daba propinas por hacerle
mandados)
Julio no dijo
nada, estaba muy callado aquella mañana. Se limitó a seguirme por la calle y
luego a la aventura
Encontramos un
tarro vació de duraznos en almíbar y empezamos a patearlo de lado a lado de la
calle. No usábamos las aceras por la emoción de hacerle lances toreros a los
carros y a las bicicletas.
El tarro iba de
lado a lado con una monotonía producida por la técnica adquirida por la
práctica de nuestro pasatiempo y como suele suceder….!pum!....!No hubo nada! El
tarro cayó en una alcantarilla destapada
Tratamos por
varios minutos de recuperar el juguete perdido y no lo logramos. ( !Ay, Bogotá,
la de los poros abiertos; los poros que hieden y asesinan!) Decidí dejarlo
allí, Julio protestó e insistió en sacarlo
-
!Sácalo tú! Yo voy
por mis nidos
Cinco minutos
después íbamos abrazados, silbando, corriendo, cantando:
“Había una vez un
barco chiquitico que no podía, que no podía navegar….”
Risas de ángel en
azote de asfalto. Angeles ápteros en desenfreno precoz.
“Cucurucho se
perdió, en un bosque muy oscuro, por la noche lo encontraron con el dedo en el
…Cucurucho se perdió…..”
Guerreros
invencibles de primeras guerras. Libertad, plenitud, los mejores momentos de la
vida
“Cuando el
antioqueño canta, todo el mundo queda mudo, porque el antioqueño canta por la
boca y por el….Cuando el antioqueño cante….”
¡Eh! ¡Detente!
Mira el portento
Nos detuvimos
frente al jardín enrejado de una lujosa residencia de la época. Era hermosa la
casa y hermoso el jardín que algo de su hermosura debía ser para mí…
Estiré el brazo lo
más que pude y me hice a la flor más hermosa: una hermosa rosa roja que de la
hermosura hizo temblar mi mano y acelerar mi corazón
-
¡Una rosa?, dijo
Julio medio asombrado
-
Para llevársela a
mamá
-
¡Para la mía
también – y arrancó medio rosal
Al fin llegamos a
la casa abandonada, escondimos el roserío bajo la sombra de un arbolito que
apenas crecía e iniciamos la aventura; trepé con agilidad los muros y en un par
de minutos estuve sobre el tejado. Una vez allí, en serio y en broma, alentaba
a Julio quien daba la imagen de indefensión total. El último tramo lo subió
asido a mi mano…
Ambos, sobre el
tejado, éramos inmensos, demasiado, podíamos verlo todo desde allí; aviones
despegando o arribando cargados de humanidad con maletas; el humo de las
fábricas besando la claridad de las nubes; los altos edificios como flotando en
el paisaje; los pájaros ocultándose en la espesura del bosque; las tetas al
aire de una vecina descuidada que descolgaba una toalla….
Lo veíamos todo y
en algún momento pensé que podíamos ver a Dios sonriéndonos desde su trono de
nubes…Todo era posible desde aquella atalaya abandonada. ¡Todo!
¡Un nido!
Un nido nada más.
Julio se burló de lo que consideraba mis
exageraciones pero esperamos pacientemente hora tras hora a que llegaran los
pajaritos propietarios, pero estos nunca llegaron. El nido estaba tan abandonado
como la casa.
Al atardecer
decidimos bajar con la promesa de regresar al día siguiente porque todos los
nidos tienen pájaros y no íbamos a permitir que unos animalitos se burlaran de
nosotros.
Bajé primero,
saltando, haciendo cabriolas, ostentando destrezas frente a la torpeza sin
redención de mi amiguito. Me distraje….
El muro sobre el
que descansaba el pie derecho de Julio se vino abajo, arrastrando con él el
cuerpo frágil de mi compinchito. Lo vi caer; corrí a socorrerlo con inusitada
intrepidez pero otro de los muros cedió y una tempestad de ladrillo y tejas cayó
sobre el chencho, sobre mi Chencho.
Con mis manos
acostumbradas al pizarrón retiré escombros, escombros, escombros y ahí estaba
Julito, escombrado, destrozado.
Recuerdo que
lloré, lloré mucho. Perdí la noción del espacio y la noción del tiempo. Quería
echar a correr pero algo me lo impedía. Una ganas locas de desaparecer, de
morirme allí también…..-“Julito, Chencho ven, vámonos por los nidos, recojamos
renacuajos, vamos por las lagunas….pero respóndeme Chencho, dime algo”
No, no respondió,
no volvió jamás a hacerlo. El Chencho estaba muerto. Frente a mis ojos estaba
muerto, entre mis brazos estaba muerto, en mi garganta, muerto, en mi
alma…..!Chencho!
Cuentan los que
vieron la escena que nos encontraron abrazados en medio de un charco de sangre,
que al comienzo pensaron que los dos habíamos muerto, que los costó mucho
trabajo separarme de su cadáver, que enloquecí
¡Lágrimas y
sangre! ¿Siempre ha sido así?.
La sangre de mi Chencho
y mis lágrimas raquíticas eran una sola materia en mis manos, en mi boca, en
mis mejillas. No comprendía nada, así que festejando a la muerte, en danza
vital recogía ladrillo del piso y los lanzaba al viento…”casa asesina, maldita
casa que mató a mi Chencho, a mi amigo, a mi primer amigo.
Alguno que se
sintió afectado me devolvió un trozo de
ladrillo contra mi boca…Sentí como mis filudos y disparejos dientes se
quebraban con el impacto, sentí el sabor de la sangre y solo se me ocurría
escupir, escupir, intentando marcar con sangre la humanidad de los mirones que
se acercaban
Mi boca estaba en
escombros como mi alma
El odio se apoderó
de mí en sentimiento de amargura y en forma de llanto.
Esa tarde llore
por mí y por todos…!Era el odio!
No advertí el
momento en que se llevaron a Julio. Cuando volví en conciencia no había nadie……
Estaba solo: “Solo!
Brazos y ojos hacia el cielo y luego el grito:
¡Hijueputa! Hijueputa! ¿Por qué?
Es el grito
blasfemo pero poderoso de los marginados de este país (En ese entonces no sabía
nada de blasfemias, fui a la escuela para aprender a blasfemar)
El joven arbolito
aún conservaba nuestras rosas, las recogí y como un autómata regresaba para mi
casa.
Mi andar era
lento, más lento que lo que me conocen. Pasé por la alcantarilla destapada
(poro bogotano asesino) me metí en ella y saque el tarro vacío de duraznos en
almíbar (Hecho en Venezuela)
El tarro ya no
estaba vacío: ¡Aquí estás Julio!. ¡Aquí
estás Chencho de mi alma….! ¿verdad?
Una voz que
provenía del tarro – lo juro…me respondió: "Iremos por los nidos,
recogeremos renacuajos, nadaremos en la laguna…siempre….siempre!
El
chino arrancó a llorar, tanto como para preocupar a un escritor colombiano
experto en llanto.
De
súbito paró de llorar, se levantó, pago la cuenta propia y la de otros
borrachines y salió sin decir nada.
Me
quedé pensativo ¿Valdrá la pena? Ese
hombre está loco de remate. ¿Y yo?
OCTUBRE 24
No
se me dio la gana salir el día anterior como resistiéndome a la estupidez de la
situación. Tomé cerveza, escuché palabras que acaso no sean ciertas,
trasnoché….no era lo que esperaba. No obstante algo en mi interior no me dejaba
tranquilo. Por eso, hoy, muy temprano me acomodé en la mesa habitual de la
cantina y pedí un cuarto de botella de aguardiente.
El
chino no aparecía. Me asomé a la puerta, di un par de paseos por la calle, me
tomé otro cuarto de aguardiente y nada
Cuando
ya salía para mi casa, llegó contento con una caja de donuts y muchas ganas de
conversar.
Leí
mis apuntes con renovado entusiasmo y escuchó sin interrumpir. Al final de la
lectura se mostró feliz, pidió que le disculpara el remate de la noche
anterior, pidió más aguardiente y continúo su monólogo no sin antes cerciorarse
de que la grabadora estuviera encendida. Carraspeó unas tres veces, se frotó la
garganta, cerró un instante los ojos……
“…Durante los tres
años siguientes permanecí silencioso, preocupado nada más que por perfeccionar
la lectura y la escritura.
Aprendí a leer y a
escribir antes de ir a la escuela, por eso cuando fue mi primer día de clases,
empecé a destacarme por varias particularidades:
El único niño que
llegó al colegio sin la compañía de un adulto; el único crío que no lloró su
primer día de clases; el único niño que no jodía para nada.
Mi madre me
acomodó una cajita con frutas y bocadillos, lo que hoy llaman lonchera, me dio
un beso en la frente y me mandó a estudiar. Caminé sin prisa por las cuatro o
cinco cuadras que me separaban de aquella tierra prometida y al llegar frente
al edificio me paré allí haciendo gala de una indiferencia inhumana.
Un muchacho de los
cursos superiores me arrebató la caja que llevaba en la mano y echó a correr.
Me quedé quieto, sin decir nada. Solo lo
miraba alejarse mientras volvía repetidamente la cabeza. Lo miraba con desprecio
diciéndole con la mirada
- “Más adelante me lo pagarás maldita rata”
Con eso me bastaba
Ignoro si me las pagó o no, no he sabido nunca los alcances de mis sentimientos
vengativos. Tal vez estos no existan y sean apenas bravuconadas. Tal vez haya
desarrollado alguna aptitud equivocada para contrarrestar los ataques ofensivos
Pero lo que es
indudable es que mi manera de mirar no era corriente en un niño de primer año
de escuela. Varias veces escuché a los adultos refiriéndose a mi forma de
mirar. Mi propia madre decía sentirse intimidada cuando la miraba enojado.
De todas formas me
resultaba excitante y divertido creer en
un poder oculto existente debajo de las cejas.
No era un alumno
muy brillante a pesar de leer y escribir con gran eficacia. La maestra le decía
a mi madre:
- “es
un niño bastante entendido para la edad que tiene”
Seguramente se
refería al hecho de que yo, miraba alelado sus hermosas tetas. ¡Eran hermosas!
Me parecía
haberlas visto antes desde el techo de una casa abandonada.
“Eran los días de
un lindo arco iris….”
Siempre estaba
solo. Huía de los trabajos en grupo, rechazaba cualquier forma de cercanía.
Eso me hizo
impopular en el colegio y todos, niños y adultos, se sentían incómodos con mi
presencia.
No los miraba, no
les hablaba, no les oía. Simplemente no existían en mi mundo.
Varias veces
pasaba horas enteras hablando con un tarro vacío de duraznos que siempre
cargaba en mi maleta escolar.
-
¿Para qué cargas
esa basura? ¡Tírala! , decía mi madre.
Pobrecita. No
sabía nada. Yo no le respondía nada, solo la miraba dándole a entender que era
inútil su cantaleta. Que nada ni nadie iba a poder conmigo.
Cuando los padres
de uno se ponen cantaletudos y uno está en otro paseo, la comunicación se rompe
y la consecuencia primera se refleja en actitudes hostiles, actitudes de reto. Eso fue
lo que hice: a la salida del colegio corría a casa a dejar la maleta y medio
almorzar para salir a callejear que era lo que más disgustaba a todos los padres
de mi generación.
Callejear, vagar,
vagabundear, gaminear y todos sus sinónimos.
El
chino se levantó, se asomó a la puerta y encendió un cigarrillo. Duró un buen
rato pensativo. A todas luces ese gesto correspondía al de alguien que quiere darse interés y creo no
haberme equivocado.
“….Era lindo vagar
por las calles del barrio sin otra intención que la de llegar tarde a casa,
Lo que aprendí de
aquellos solitarios recorridos se convirtió en el soporte de mi posición ante
la realidad.
No cambio esos
paseos maravillosos por cualquier experiencia académica. Era un constante
aprendizaje y la vida en ello.
Una tarde,
cualquier tarde, durante el recorrido de uno de esos paseos descubrí a un gran
número de muchachitos a meter monedas en huecos que habían hecho en la tierra.
Cada orificio tenía un valor y el número de monedas que caía dentro determinaba
la aproximación o la exactitud con la
cantidad convenida por los participantes
al iniciar cada ronda.
Casi tres horas
los vi jugar sin apenas moverme, aprendiendo hasta el mínimo secreto del juego.
Luego pedí ser admitido. No era frecuente que a un extraño le permitieran en un
grupo de jugadores ya consolidado. Eso me lo hicieron saber con algo de
desprecio, pero Luis, el muchacho que iba ganando cruzó algunas palabras con
sus compinches y me dejaron jugar. Era clara la intención de limpiarme el poco
dinero que tenía.
Perdí aquella
tarde todas mis monedas y hasta un par de billetes que guardaba para comprarle
algo a mi madre en su día cambiaron de dueño en medio de las burlas y la algarabía de mis nuevos
amigotes. No me importó.
Regresé al día
siguiente y por varios días hasta convertirme en un experto jugador. No solo
recuperé mis billetes sino que a mi bolsillo llegaba tal cantidad de dinero en
monedas que tardaba horas en contar. Hasta abrí una cuenta de ahorros.
-Ahí viene el tahúr
- decían los chicos cuando yo aparecía
por el lugar después de almorzar, o hacer pipí.
Era cierto, me
halagaban esas palabras, me conferían un airecito de importancia…. ¿a mi edad? Todo vale.
A varios de ellos
les agradaba mi compañía sobre todo porque en las buenas rachas del juego me
daban unos arrebatos de generosidad tal que: -
-
“Pan fresco y gaseosa para todo el mundo”.
También fue el momento de los primeros cigarros
Pese a esa
popularidad tan cuestionable, a mis pocos años y a mi primera independencia
económica, estaba convencido de que ese éxito efímero, no significaba nada, que el camino por
recorrer es prolongado y tortuoso. Era consciente de ser un niño pobre de
barrio bajo que lo que conseguía con mucho esfuerzo, para un niño bien bastaba
con que chasqueara los dedos.
Esa desventaja no
me iba a amilanar, nada lo haría y, lo más curiosos, la envidia nunca fue mi tormento.
En temporada de
vacaciones escolares jugaba todo el día y parte de la noche. Casi siempre ganaba, pues había desarrollado
técnicas y destrezas que le dejaban muy poco a la suerte.
Pero ganar no era
lo importante. Lo que en verdad amaba era estar en el juego, avivar la
potencialidad de la incertidumbre de perderlo todo o ganar; sentir acelerado el
corazón en una partida decisiva; estremecerse con una jugada exitosa del rival.
Era importante
sentir placer al lanzar las monedas, contar, recogerlas, guardarlas en los
bolsillos; era importante ver los rostros tensos de mocosos como yo a los que
la vida les pegó en la jeta ojos de codicia; sentir su envidia horadando mis
bolsillos.
“Pobres tontos. Me
odian. Pronto no los quedará un solo centavo pero mañana estarán aquí en trance
de desquitarse….”
La fama de “el tahúr”
cundió por el sector y fueron muchos los que me retaron ansiosos de quedarse
con mi dinero. La gaminería más espléndida de la época y el sector tuvo que ver
con mi perfeccionada manera de jugar al “cinco huecos”. Nunca rehuía un reto
sabiendo que en el fondo perder o ganar no era lo esencial. Si lo era el
inefable placer de estar en la disyuntiva: todo o nada. La cuerda floja. Esa
cuerda floja por la que ha pasado toda mi vida.
En esas andaba,
cuando poco a poco fueron apareciendo en los barrios populares grupos
organizados de muchachos pretendiendo vestirse todos de la misma manera, hablar
en jerga, movimientos sincopados, reunirse siempre en el mismo lado, inventar símbolos y consignarlos
en las paredes….mirar rayado….!Eso! Una moda más importada de New York en
nuestros países. Algún “sudamerican boy”
estuvo por allí, o más bien, pudo ver el cine de la época (Cassavetes pudo ser
o a la fija “West side story”)…lo comentó con sus amigos y pum….los viejos
barrios de las capitales latinoamericanas se convirtieron en escenario de un fenómeno que
no ha parado desde entonces y cada vez se torna más crónico, doloroso y
deprimente: la delincuencia juvenil.
¡Pandilleros! !Eso
son!
Nuevamente
el chino se fumó un silencioso cigarrillo en la puerta de la tienda. Al
regresar, venía con una sonrisa de suficiencia y continuó con tono profesoral
algo chocante
“Expertos
sociólogos, eruditos en teoría de grupos atribuyen el nacimiento de las pandillas
a “las condiciones socio económicas de los jóvenes de la clase obrera” Existe
un discurso, miles, de toda clase de expertos eruditos en el tema explicando la
“génesis y el desarrollo” del pandillismo. Yo, experto en audacias aseguro que
las pandillas de mi barrio bajo nacieron porque Luis Montes, por casualidad
invitó a cine a su novia Clara Esther Preciado. Luis iba a lo que iba, pero las
imágenes en la pantalla le robaron la atención, tanto como para olvidarse por
completo de Clara Esther, quien para la ocasión había prescindido del uso de su
ropa interior. Lucho Montes vio una película por vez primera en su vida. Por
vez primera la oscuridad de la sala le produjo asombro y le obligó a alejarse
temporalmente de los deleites digitales.
Vio “West side
story”, si, la de Rita Moreno, la de Natalie Wood…..
-
“!I want to live in America!”
Regresó todos los
días que la película estuvo en cartelera y decidió quedarse a vivir en ella.
Memorables son las trasnochadas en las que grupos de pobrecitos desocupados
escuchaba a Lucho Montes contar una y otra vez la película con pelos y señales.
Hasta amagaba a bailar como en las coreografías de la cinta.
Tanto jodió Lucho
con su obsesión westsidestory que alguna noche, sin proponérselo, nació la
primera pandilla de mi barrio.
Y después de la
primera….todas las demás
Un fenómeno urbano
de dimensiones alarmantes decía un experto en experticias de aquella época
No sé de dónde,
pero bien organizados si eran; no sé cómo, pero establecieron jerarquías
Docenas de
muchachitos incapaces de ocultar sus procedencias campesinas, entre los trece y
los veinticuatro años: de audacias ligeras….días enteros enfrentados a la calle
con el sueño cantado de encontrarse con sus rivales y hacer el pandemoniun para
sentirse un poquito newyork
Algunos ni eso
tenían, ….audacias
Algunos ni eso
sabíamos
Claro, pues el
tahúr, acostumbrado a la calle no podía dejar pasar desapercibido el fenómeno.
Imagínese usted: muchachos que hacían lo que querían, que eran temidos, que
peleaban, que asolaban, que no rendían cuentas a nadie….Eso era justo lo que
necesitaba.
Nació de inmediato
el deseo vehemente de ser como ellos, de ser parte de ellos, de vestirme como
ellos….pelear al lado de ellos, vivir con ellos.
Mi problema: era
demasiado insignificante, demasiado pelaito como para andar con cosas de
grandes. Pero tanto anhelaba ser admitido que me las arreglaba para vivir sus
aventuras.
Era apenas un
niño.
En mi barrio
existía la mejor de todas las pandillas, la más temida de todas. Por dónde
pasaba causaba admiración y temor. No exagero al afirmar que hasta las duras
pandillas que veíamos en el cine, valían muy poco al lado de esta..
Casi un centenar
de muchachos con chaquetas de cuero y
ojos huidizos bajando y subiendo las calles y luego la calle principal del
barrio, la principal del país, la principal de mi mundo. No había otra calle
como esa. (No era calle, era carrera)
Pretendió
que era un chiste y como yo no reaccioné dejó el tono profesoral y adoptó una
suerte de enconchamiento corporal muy particular. Como si se recostara en el
regazo de su madre, solo que el regazo era la pared que separaba el salón del
orinal…..
“Nube de cuero
buscando otra nube para desatar la tempestad. Y la tempestad era de golpes, sangre,
navajas, rencor y olvido. Y hablando de olvido no puedo olvidad el sentimiento
de envidia que sentía hasta por el más memo y torpe de aquel grupo. Era la
primera vez que sentía algo así.
Tomé una decisión.
Lleno de emociones
disimiles y de curiosidad, una noche me fui tras ellos procurando no ser visto.
Avanzaron largo rato por calles desoladas y al final se detuvieron en un parque
deficientemente iluminado. Me escondí detrás de un árbol. Estaba feliz. Mi
corazón latía de prisa. Luego advertí que en sentido contrario un numeroso
grupo de muchachos caminaba con lentitud. Tan lento era su desplazamiento que
pasaron muchos minutos antes de que los dos grupos estuvieran, lo que se
dice, frente a frente. Dos hombres, dos muchachos, al parecer los jefes o los
elegidos de las pandillas se adelantaron, se saludaron, se dijeron algo y
empezaron los golpes. Poco a poco se iban sumando soldados a aquella singular
batalla que yo presenciaba por primera vez. Al comienzo solo se golpeaban a
puño limpio pero a medida que los ánimos se iban saliendo de control, fueron
apareciendo las navajas, las manoplas, los garrotes, las cadenas de bicicleta y
en abundancia la sangre. Yo no sentía miedo desde mi escondite a pesar de mi particular
animadversión por la sangre derramada. Alguna vez, al cortarme un dedo sufrí un
espantoso ataque de pánico que tuvieron que llevarme de urgencias a atención
médica.
Pero aquella noche…nada.
Al contrario, recuerdo haber lanzado una decena de piedras contra la cabeza de
mis enemigos con una puntería digna de un campeón olímpico.
¿Mis enemigos? Si,
eran mis enemigos. La sola razón de estar enfrentados con mis héroes de la
infancia los hacía merecedores de todo mi odio y toda repulsión. (Aunque debo
admitir que muchas veces sentí pena por esas cabezas rotas que giraban
desconcertadas con ojos asustados).
Empecé a
frecuentar los sitios de reunión de la pandilla y no me desanimé al notar que
nadie reparaba en mí. ¡Al comienzo!
Porque he de
confesar que me sentí el ser más feliz de la tierra la noche del 30 de octubre
de 19__ después de que a las 7 y 53 p.m., el jefe de la pandilla me tocó
levemente la cabeza y me dijo “
-
“Quiubo chino
marica”
Era la carta de
presentación; era el boleto de entrada; era lo máximo. ¡Vaya que era obstinado!
Aquella noche firmé unilateralmente un compromiso de sangre con aquellos
titanes de mi moribunda infancia.
-
“Chino, cómpreme
un paquete de Pielroja”
-
“Chino, traiga
medio palo de cerveza”
Chino esto, chino
lo otro y yo, el chino, echaba a correr diligente y feliz a conseguir lo que me
pedían. La compensación era poder sentarme con ellos y escuchar. Trataba de no
perderme una sola palabra de todo cuanto decían aquellos hermosos gladiadores
del subdesarrollado barrio bajo del que siento orgullo y amor.
Me sentía
fascinado escuchando sus aventuras cada vez más truculentas e inverosímiles;
sentía halago cuando con una mirada me
hacían partícipe de sus anécdotas y era la dicha cuando dirigían sus burlas
hacia mí. Significaba que me
consideraban parte de ellos.
Con la aplicación
que me era ajena en mis estudios aprendía su particular manera de llamar las
cosas, de moverse, de sentir y era un privilegio cuando podía decir un par de
frases en inglés frente a ellos. Me miraban con asombro….
-
”Chino
hijueputa…tan picado”
y más asombro
todavía cuando me atreví a explicarles el origen de la palabra beatle y que los mechudos que
invadían la ciudad eran hippies y no helpies….
!Pobrecitos!
Tan confundidos todos, tan apresurados a la
conjetura y a asumir roles por simple impacto visual. Algo de eso se llama ser
colombiano.
¡Oh, Dios! Un
colombiano nunca se vara en parte alguna y si no hay “helpies” se los inventa y
se inventan Beatles y se inventan sueños y se inventa una patria.
El caso es que
ellos no sabían dónde estaban parados y yo mucho menos; el caso es que sin
darnos cuenta me volví parte del cuento; de tanto estar ahí, de tanto querer
estar ahí.
De pronto me dejaban acompañarlos en sus excursiones
de violencia y faroleo. Alguno se dio cuenta de que me podían usar como señuelo
para propiciar las confrontaciones y así lo hicimos, para mi felicidad……no así
para mis piernas y mi nariz.
La pandilla
necesitaba acción y yo se la proporcionaba. Sencillo. Mi labor consistía en
infiltrarme en territorio enemigo, espiarlos, provocarlos, agredirlos. No era
una tarea difícil para mí pues poseo una mirada retadora y desde niño he usado
un vocabulario bastante soez. Claro, algunas veces salí mal librado en esas
excursiones llenas de aventura y peligro desconocido.
Luego de exasperar
al enemigo, echaba a correr hacia los míos quienes de inmediato se interponían
entre el cazador y la presa para cazar al cazador, cazador siempre cazado,
reventado y sangrado en medio de mi jubilosa mirada.
Una noche,
envalentonado por el respaldo que recibía, me sentí con autonomía para volar
por mi propia cuenta. Hice una excursión peligrosa nada más y nada menos que
por el territorio de los Shaz, terribles malandrines del barrio vecino
liderados por El Zorro, el Piñeros y un tipo aterrador apodado Puñaleta. No
tardé en encontrar lo que buscaba y de reconocer que recibí una paliza digna de
un jayán y no de un precoz niño sin destetar.
Sangrando por boca
y nariz y visiblemente lastimado llegué donde los míos, apenas balbuciendo
-
¿Qué le pasó
chino?- me preguntó alguno
-
Fueron los Shaz, los hijueputas Shaz
-
¿Quién lo mando a
meterse allá?- dijo Pepe Muñiz
-
Los oí hablar mal
de Lucho, de Lucho Montes, me quejé.
-
¿Qué decían?
-
Que Lucho es
marica. Lo habían visto en la 57 besándose con otro man.
Con eso fue
suficiente.
Lucho, el héroe de
mi juventud, el macho barriobajero de todos los barrios no iba a tolerar la
menor tacha a su fama de galán doblegador de rodillas femeninas.
-
¿Quién dijo eso? –
dijo Pepe, tomándome del brazo
-
¡El albino! El
Gómez, ese paisa incoloro al que la anemia se le ve por encima de la ropa
Ninguno echó a
reir como en otras ocasiones. Todos miraban a Lucho y a Pepe Muñiz, el rey del
tropel
-
Malparido, dijo
Lucho
Todos asintieron y
en menos de lo que tarda un pensamiento, todos nos encaminamos al territorio de
los Shaz, nuestros enemigos más respetados, más odiados y más peligrosos.
La sangre se me
secó sobre la piel. No me lavé, quería conservar mis heridas de guerra. Me daba
rabia haber llorado delante de mis héroes. ¡Sangre toda la que fuera pero
lágrimas no!
¡Qué estúpida
consigna! (años más tarde vi a Pepe Muñiz, el tropelero, el gladiador, llorando a mares porque la pecosa hermana de
Pitín Quintero le tiró a la cara una carta de amor que tardó casi un año en
escribir y otro en pulir. Se la leyó a todo el mundo, por eso cuando la pecosa
se la devolvió sin leerla no le quedaba
otra cosa que llorar)
Encontramos a los
Shaz muy sentaditos, muy alegroncitos y burleteros. Lucho Montes se adelanta:
-
“Buenas,
señores….¿qué pasó con el chino?”
Nadie responde. Se
miran unos a otros, vaya uno a saber.
-
¿Ninguno responde?
¿Qué pasó con el chino?
El albino Gómez se
levanta farolón y en sonoro acento paisa responde con soberbia:
-
“!Chino hijueputa!
Es una lacra, es una coscorria…. Mejor dicho, me cansé de tanto insulto. Le dio
por meterse con mi hembrita, y vos sabés
que a la mujercita de uno hay que hacerla respetar aunque le cueste a uno una
….
-
¡Cállese!. Anda
diciendo usted cositas por ahí
-
¡Si¡ ¿Qué cositas?
-
Maricadas
-
¡Explicate vos!
-
Préstame a tu
mujer y te demuestro
En ese instante yo
estaba justo detrás de la mujer del Gómez metiendo la mano por debajo de su
falda. La muchacha gritó y yo eché a correr tirando fuerte de la tela dejándola
semidesnuda en mitad el tropel. Gómez se vino tras de mí con furia asesina. Lo
miraba con odio, me escabullía, me mofaba y casi sin darnos cuenta, el albino
Gómez, el paisa pendenciero estaba en mitad del círculo de enemigos, aislado de
sus hombres.
Más de un centenar
de ojos amenazantes hicieron mella en el coraje del albino quien trató de
recular. Aproveché su retroceso vacilante para coger medio ladrillo y
estrellarlo contra su rostro en un gesto de vengar mi sangre y mis lágrimas.
Gómez se llevó las manos incoloras a su cara, tambaleó y cayó de rodillas sobre
la acera. Rojito, rojito, porque la sangre del albino también era roja y no
transparente como nos decía el Hermes Ayala. Aquella noche no hubo combate;
algún mirón llamó la policía y cuando íbamos a reaccionar estábamos cercados.
Fueron todos arrestados, ellos y nosotros. Claro que antes de que arrancara el
camión policial me dejaron ir….
-
¡Ese es apenas es
un niño!
Al momento recordé otro comentario
igual….”Raquitico”
El camión de la
justicia se alejaba con su cargamento de camorristas y yo les decía adiós a mis
amigos y a mis enemigos con mi pequeña mano agresora aún temblorosa por la
excitación del momento.
Fue un instante
para recordar una situación similar de camiones y despedidas tristes, pero
tanta emoción me embargaba por ese, mi primer ataque en serio, mi primera
sangre vengada, que apenas si, se me escapó una nostalgia.
¡Ha de ser el
semiolvido!
Contando los pasos
llegué a mi casa, besé a mi madre como nunca lo hacía y dormí a placer
Ahora era uno de
los de la película que contaba Lucho Montes; ahora también tenía una hazaña que
contar…
Angeles en
motocicleta me sacaron de la cama y sobre un prado verde y hermoso fui armado
caballero.
El
chino en verdad creía lo que decía porque entornó los ojos de una manera
cinematográfica y un prolongado suspiro se dejó venir que a mí me produjo risa…En
ese momento se oyeron disparos en la calle y gente corriendo y gritando. Cuando nos asomábamos para satisfacer la
curiosidad, un carro de la policía se detuvo frente a nosotros.
-
¡Documentos!
- ordenó un policía bisoño que a la legua quería demostrar autoridad
Sacamos
nuestros documentos y los entregamos a la exagerada revisión de nuestro héroe
que lo que tenía era miedo. Al devolver nuestros documentos supe que el chino
se llamaba Javier Eduardo Contreras. Era
un dato que nunca se me había ocurrido preguntar porque para todos los
que lo conocían no era más que el chino. Cuando se calmó la situación, pedimos
otra ronda de aguardiente y le pedí al chino Javier Eduardo Contreras que
prosiguiera. Me miro con cara de pocos amigos pero luego de un par de minutos
continuó con su cháchara como si nada.
Fui creciendo
No abandoné jamás
la pasión por el juego. Pasé varios años conformando pandillas por todos lados,
aprendiendo las duras letras de la calle, la sangre y el dolor. Estaba
convencido que ser pandillero era una forma de jugar porque existe la misma
posibilidad de perder o ganar. Andar por ahí escondido ocultando las cobardías
y las cicatrices, o salir faroleando victorioso cuando el enemigo es el que se
esconde.
De todas formas
siempre se pierde……
Ahora me voy. Nos
vemos mañana.
Voy
a confesar aquí que me molestó el mohincito de sobradez que el chino dejó
entrever al terminar de esa manera su monólogo. Lo vi jactancioso, orgulloso de
haber sido delincuente, orgulloso de agredir a los demás
Una
hora más me quedé en la cantina con otros parroquianos hablando de fútbol y de
ciclismo, tres minutos hablamos de libros y de cine y la velada se acabó.
Pero
al llegar a mi casa y ordenar un poco mis apuntes…no lo puedo explicar….Sentí
algo de simpatía por el chino
¿Era
yo una víctima de su verborrea incontenible?
¿Era
víctima de mi urgencia de palabras?
¿Víctimas
los dos de la mentira?
¡Al
diablo!
Ya
he gastado media caja de letras
OCTUBRE
31
Una
semana después, era la noche de las
brujas (más adelante llamada Halloween en mi patria por los snobs y muchommás
adelante la llamaron la Fiesta de los niños haciendo caso a algún líder enemigo
del imperio). El chino llegó en compañía
de un amigo. Se había cortado el cabello y el bigote, estrenaba zapatos y
billetera y hacia ostensible la novedad. Dispuesto a embriagarse, aflojóse la
camisa, quitóse el saco y sentóse abusivamente sobre unas cajas de cerveza. Su
amigo se dormía, se dormía, se dormía….se durmió.
Por
mi parte, noche de luna llena, poco dinero en los bolsillos, intención de abrir
crédito, frío intenso y ganas creciente de emborracharme “hasta el piso” para no
morir de aburrimiento. No supe cómo ni qué, el caso es que cuando estuve consciente
el chino hablaba (menos mal no olvidé encender la grabadora)
……”catorce años,
estudiaba poco y jugaba mucho. Tenía que buscar una pantalla para que mi
familia no reprobara mi comportamiento, así que haciendo un examen de admisión
memorable ingresé a una institución de formación profesional…. (Se llamaba y
aún se llama Sena, pero para mí no hay otro Sena que el río que cruza mi amado
e inconocido Paris)
Más que estudiar,
lo que hacía allí era ofender la noble labor de los maestros colombianos (tan
vilipendiados y expoliados por siempre en esta hermosa republica tropical); era
herir sin reato la sensibilidad de una humanidad representada en un millar de
hombres y mujeres, ellos si preocupados por progresar, por hacer empresa,
surgir……ay…..
Los que me
rodearon pueden dar fe de aquellos años. ¡El chino inolvidable! Claro, ninguno volvió a saludarme y tal vez nunca
sea capaz de buscarlos para pedirles perdón.
La pelea era mi
especialidad. Con un vocabulario digno de una verdulera lograba infundir el
temor que mi falta de corpulencia y mi estatura no conseguían…y también era
dueño de una ingeniosa acritud que procuraba
obligada impunidad.
¡Ah, educación
colombiana!
Recuerdo la
parodia que hice con los antioqueños y Juan Medrano el día de maestro 15 de
mayo. Los pobres docentes no sabían si salir corriendo o estrangularnos allí
mismo. Fue también construida la ofensa que apenas nos sentenciaron a una amonestación verbal.
Nada me importaba.
Necesitaba “estar estudiando” para poder ocuparme de lo que en verdad quería:
el juego
No tenía dinero
pero me gustaba mucho el dinero.
No escatimaba en
utilizar mi dudoso ingenio para procurarme el dinero, claro está y nunca lo he
sabido…si era porque en verdad necesitara el dinero o porque necesitaba
demostrarme que era un Lazarillo de Tormes moderno…o un Tom Sawyer
No tardé en unirme
a un grupo de muchachos (los frivolatin lovers), mitad todo: oscilación
constante entre el gigolo y el estúpido; mitad normales y enteramente oportunistas.
Flirteadores rara vez recompensados, neopúberes acechando en cada sombra el
paso majestuoso de las Julietas de
apretado corpiño, acechando a Coromotas de la rua, dispuestas a ceder por un mendrugo
de croissant y una cola….Coca cola. (Coke, como decía Lucho Montes)
¿Qué fue de Lucho
Montes? ¿De Pepe Muñiz? ¿Los otros?
¡Ah, la dulce
tentación de los recuerdos!. Aquí no es la hora ni el lugar….Le regalo palabras
para su libro, luego le contaré otras cosas…Ahora déjeme seguir. Pida otra
botella…si quiere pida……ehh….más cigarrillos ¿Ya?
Lindas mujercitas
las que había en aquel corral. Tiernitas, menos tiernitas, hasta maduritas
que….!Oh, Dios!
Varias de nuestras
maestras eran un homenaje a las redondeces y a la carne firme.
El
chino se esforzaba por dar un tono y un comportamiento libidinoso a sus
palabras, pero a decir verdad era conmovedor. Menos mal yo estaba tomado.
Las entradas a
clase eran todo un espectáculo, un verdadero desfile de reinado, los descansos,
el edén y las salidas, el dejo de la esperanza de que una mala intención se
cristalizara.
Nosotros, galanes,
tenorios carilampiños, inundábamos de frases almibaradas, melcochadas y vacías
los pasillos de aquel templo del saber al paso apuradito pero coquetón de
aquellos vástagos de Afrodita.
La esperanza: que
una palabra se pegara al pantalón o a la blusa de uno de esos seres portadores
de un poder desconocido.
Bueno, no me ha
gustado mucho la melosería y por eso al comienzo estuve al margen de aquellas
demostraciones de incapacidad seminal. Me burlaba de ellos y en ocasiones los acicateaba proponiendo retos
disparatados. Luego me di cuenta de que podía ganarme unos cuantos pesos en el
asunto.
Fácil: apenas me
daba cuenta de cuál era la Julieta que
hacía suspirar a uno de mis
amigos o mis compañeros, interpretaba un papelito divertido que jamás falló.
Indiferente me acercaba a la víctima
-
Hey Toñín, va de
negocio
-
¿Cuál?...el tonto
huyéndole a mis ojos
-
Más que negocio es
una apuesta. Dicen que usted jamás rehúsa una apuesta y quiero comprobarlo
-
¡Bien!. ¿De qué se
trata?- ya tenía su interés
-
Pily
-
¿Pily?
-
Si…Pilar….no se
haga el guevón. Discúlpeme la expresión. No se haga el desentendido. Todo el
Instituto sabe que esa vieja lo tiene cogido de……eh….que esa linda damita se ha
apoderado de sus …..de sus sentidos-
Si y ¿qué?
-
Pues que a mí la niña
me gusta….bueno…y yo soy respetuoso de la propiedad ajena…
-
¡Hable claro….!
-
Pues aunque
usted….digo respetuosamente,…. ya se habla con ella…todavía no tienen nada
serio y a mí me gustaría tener una oportunidad
-
¿Está loco? Esa
vieja lo detesta
-
Puede ser…así que
me lleva una gran ventaja….así que le apuesto una platica a que puedo convencer
a Pilar de que sea mi novia…
-
Pero…
-
Lleva la
ventaja….Mire, es una cantidad nada despreciable que se podría ganar para invitarla a salir…
-
Va para esa….
-
Listo. La niña y
la plata pueden ser suyas si pierdo mi oportunidad…… (Siempre serían de él)
-
Listo
De inmediato ponía
todo mi empeño en ganar la apuesta que era lo que en verdad me interesaba.
Anteriormente quedó consignado que yo era un hombrecito bien distante de lo que
las chicas llaman “atractivo” “sensual”, “un churro”, “un bizcocho”.
Más bien desde
niño me reconocí feo. El espejo y yo fuimos enemigos por mucho tiempo. Ah, pero
además de feo, era desaliñado, mal vestido (nunca falté a la cita del baño
diario, pero peinarme, ponerme los calcetines correctos, lustrar los zapatos…..eso
no era conmigo) y eso poco me importaba ¡Era inteligente, si se quiere…era
brillante y seductor. No hubo jovencita
que de entrada no me rechazara, pero antes de sentirme humillado, incentivado
por el monto de la apuesta, redoblaba mis esfuerzos hasta conseguir la
respuesta esperada (casi siempre producida por la desesperación de la víctima) Cobraba
mi apuesta y me esfumaba.
Y qué placer
Luego de rechazos,
miradas fulminantes, pasos huidizos….de un momento a otro, el monstruo dejaba
de mirarlas, de hablarles como si nunca hubieran existido.
Imagino el desconcierto
¿O seré ufano?
No siempre
resultaba fácil. En cierta ocasión uno de los de mi curso puso sus ojitos de
Don Juan en miniatura, en una mujer pasada de linda, pasada de clase y algo
mayor.
Se planteó la
apuesta. En consideración a la categoría del premio la apuesta ascendió a una
cantidad considerable de dinero. Durante varias semanas estuve acechando a la
Venus criolla sin obtener más que miradas de rechazo y mohines de incomodidad.
Con preocupación notaba como mi rival aprovechaba mi desgracia para ganar espacios
en cercanías de la chica. Tocó jugar la última carta (Todo jugador sabe que
siempre hay una última carta, crucial, definitiva y que hasta que esa carta no se juegue nada se
ha perdido)….
Jugué; “Paula
María, escúchame un minuto y te prometo que voy a desaparecer de tu camino para
siempre. Sé que no soy de tu agrado; que te produzco repulsión, rechazo… (Ella hace
unos ojitos de “eso no es para tanto”) Me duele que eso pase, no lo niego. Me
he portado mal contigo, no debería haberte molestado como lo he hecho, pero
quiero que sepas que es a causa de mi pobreza….. (Lindo gesto de sorpresa y
conmiseración) Respondo por mi hogar…..mis padres muy enfermos (la linda…¿y eso
qué tiene que ver conmigo?)
¿Conoces a
Mauricio? ¿A Morris Albert, el que toca la guitarra?
Pues bien, el me
propuso una apuesta. Es mucho dinero que ganará aquel que logre presentarte al
otro como su novia. Mucho mal nacido. No me gustan esas cosas. Sabes que no
tengo oportunidad con otras chicas y mucho menos contigo…que eres la más linda
de todas….pero….. la necesidad. Necesito el dinero….¿sabes? No sabía que se
trataba de ti o de lo contrario…..!La necesidad! No más finges que eres mi
novia y ya…Nada mal con tu dignidad y tu belleza. Un par de días mientras cobro
la apuesta y juro no volver a importunarte ¿Si? De paso ayudas a una pobre
familia que….
Y Paula María
exasperada gritó: ¡Está bien!
Cobré la apuesta y
me alejé satisfecho. Lo lograba una vez más. Me despedí con gratitud de Paula
María y pude percibir una sonrisa de complicidad en su rostro. Al alejarme
sentí su mirada en mi espalda y juro que fue la primera vez que sentí que
alguien se interesaba por mí. Nunca olvidaré ese momento…..”
El
chino soltó una carcajada de guache barriobajero y el resto de la velada no
dejó de sonreir con melancolía. El amigo roncaba y yo, más aburrido que nunca
mirando por la ventana sentía ganas de tomar el tren más próximo a Zagreb…(En
la radio sonaba Trans Europe Express)
De
ser cierto lo que el chino Contreras había contado debía alegrarme de no tener
hermanas. No se puede hablar así y tratar así a una mujer.
NOVIEMBRE
1
El
día de todos los santos. El día de los difuntos me gusta más. De esos días en
los que uno no quisiera levantarse. Me prometí ese día no pensar en nada,
olvidarme del chino y de su estúpida historia; de mi accidente de trabajo, de mis
penas, de todo….. Solo quería recuperar en algo la sensación de estar perezoso,
de holgazanear….
¡Ah,
difícil cuando se es colombiano de estrato bajo!….Algo siempre martilla mi
cerebro con insistencia.
¡Al
diablo con el chino!
¡Al
diablo con la literatura!
¡Muera
el amor!.
¡Adiós
María D!
Tu
Am y tus preguntas espontáneas y estúpidas…pregúntame ya ¿Por qué no eres capaz
de pegarte un tiro?
Am
me trajo un café y con él me bebí muchas lágrimas
NOVIEMBRE
8
Dos
o tres días antes el chino había llamado a mi casa insistiendo en ver los
apuntes que yo estaba tomando. De repente se sintió interesado por el
tratamiento que se le estaba dando a su historia. Le comuniqué que en altísimo
porcentaje no había hecho otra cosa que transcribir sus palabras, pues,
conociendo mis limitaciones desde el primer día había utilizado una pequeña
grabadora. Amago con demostrarse enojado lo que yo interpreté como pura
pantalla y después de haberle dicho “aquí están los apuntes y las cintas, haga
lo que quiera”...el chino se calmó y me pidió no abandonar el proyecto pues
estaba muy cerca de terminar. Accedí a regañadientes, abiertamente encendí la
grabadora, gesto que me liberaba de fingir interés o entusiasmo
-
!Hable!
Me miró con cara de pocos amigos pero prosiguió:
“…Egresado con
honores de aquel centro educativo, no conseguía empleo con la facilidad con la
que nos engañaban nuestros directivos (y seguirán engañando con el mismo pregón) Entonces me aficioné de manera
compulsiva al juego de naipes y a los malditos dados……….Eran noches enteras con
los ojos puestos en la baraja que circulaba entre muchas manos, escuchando el
golpecito metálico de las monedas y las fichas al chocar contra la mesa y bebiendo
largos y esperanzadores tragos de cualquier licor.
Me emborrachaba
hasta perder el sentido y como si esto no fuera suficientemente patético todo
lo que ganaba, todo lo que conseguía se quedaba enterito en los amores
mercenarios que encontraba en los lupanares.
(El chino nunca utilizó la palabra
lupanares, yo le puse para ahorrarme unas vocales)
Seis meses, casi
siete de licor, juego y mujerzuelas, casi siete meses antes de dar el paso a
algo mucho más gratificante y peligroso: las drogas.
Conocí la yerba
mala, la mala yerba, la maldita que enloquece y da placer; la causante, dicen
los píos y las pías, de todas las
desgracias de Colombia. Como si Colombia no fuera ya desgraciada por tanta
corruptela y politiquería (¿son sinónimos?) ¡Vaya, aprende uno cada día!
Sigo: la yerbita
es lo único verdaderamente democrático que hay es este país y la conocí por
intermedio de alguien que sabía mucho de democracia: una putica que prodigaba
su amor providencial (a veces se olvidaba de cobrar).
Fue una nochecita
de amor liberal, licor barato y mucho de tristeza….el porrito y apareció entre sus dedos como un milagro y
un olorcito como de eternidad se posesionó del ambiente. Entonces la noche se
hizo bella; la putica se me fugó en un resplandor y regresó a mis brazos transformada
en un vestal. Me sentí bello también y me deje ir….ir….cerré los ojos y seguí
soñando….
Bueno, es
inexpresable el entusiasmo que produjo
el reciente descubrimiento; puedo asegurar que dejé de jugar y me hice moderado
en el beber. Claro, todo el interés estaba encaminado en procurarme la yerba
suficiente para andar todo el día embalado y claro, a consecuencia de esa nueva
afición empecé a conocer a una gente que en mi vida imaginé: tipos y tipas,
todos mayores y con unos cuentos……
Bueno, andar con
tipos mayores no era nuevo para mí, solo que estos, algunos de estos, si
lograron cambiar radicalmente mi forma de pensar….”Hey, flower power”
¡No sabía!
Benditas sean las bancas de los parques,
lugar sagrado donde se pone el culo…..se levanta la cabeza y entras en contacto
directo con las estrellas…. !Cosmos, cosmos! ¡Nuestro padre, el fuego se une a
la celebración de la vida, de la noche, de esa estrella que está allá, ya!
Crecía mientras tanto el pelo y algo de bigote. ¡Help! I need somebody!
Era partir sin
partir, estar de regreso sin haber regresado. Paraíso intrincado aquel…y
mágico. De tumbo en tumbo y con los ojos en la trastienda…..esos meses me
vieron pasar no “on the road” como hubiera querido, pero si estrenado el
derecho a hacer lo que me diera la gana. Los alegres pillastres deambulando no
de costa a costa sino de montaña a montaña por los hermosos caminos del
subdesarrollo: ¡I´m free!
Para mis adentros
noté que ya era otra persona, que el chino y todo su equipaje de bobería había
desaparecido entre el humo de una traba colectiva y espontánea…
Fumar yerba
aquellos días era aproximarse a una curiosa hermandad. Solidarios con los “helpis”
que no quieren ver a ninguno desconectado de su paraíso de psicodelia. Conocí a
mucha gente, gente extrañísima y de un día para otro resulté andando con unos
gringos peludos por mi desconocido país.
(a Merry Pranksters en la tierra de la marimba) Nos instalábamos en campos
abiertos bajo el techo seguro de lujosas carpas que olían a sexo, alcohol,
sudor y mierda….(Era más seguro dormir bajo las estrellas)
Los tipos, eso sí,
se divertían de lo lindo, reían de todo como idiotas y como yo rara vez
entendía el motivo de su risa…pues se reían mucho más……me enfurecía, pero…..nada….quietico,
eso si, detallando a uno en especial….burlón
el hijueputa….con una camiseta que olía a demonios pues no se la cambiaba y que
decía bien clarito “Smoke the best, smoke colombian!...unos pantalones
desastrosos, unas botas altaneras que parecían tildar su airecito de
superioridad…
Apenas lo miraba.
Por lo demás me
limitaba a conseguirles la yerba y a fumar al lado de ellos; me gustaba mucho cuando cantaban y el ruido
que escuchaban en sus sofisticadas grabadoras de baterías…El rock…su majestad
el rock, el ritmo del frenesí y la
libertad….
Me hacia el
desentendido cuando hacían el amor frente a mis ojos sin importarles nada….cero
pudor
En las mañanas
corríamos desnudos por el campo en busca de un riachuelo o un charco para
iniciar el regreso a Venus, o en las tardes…bajo el efecto de la droga, Sam, el
smoke best leía una biblia en medio de risas estúpidas. Yo atendía un poco la
escena y al final sucumbía víctima de los insectos que me impedían abrir los
ojos. Temía abrir la boca, pues si llovía, todo al agua del firmamento iría a
parar dentro de mi cuerpo.
Andar para arriba
y para abajo con aquel grupo de orates me produjo muchos sinsabores, muchas
experiencias, mucha envidia….pero también trajo a mi vida a alguien que meses
más tarde iría a tener una importancia capital en mi vida: Maureen
Maureen, una
rubiecita apenas más alta que yo, con un rostro tan hermoso como el de las
hembritas de Manizales. Su cabello suelto como un poema al viento, sus ojos
verdes azulados…trayéndome el mar en su mirada….
Maureen, un ángel
de las tierras mágicas del american way of life….que llegó solo para mí ¡Que
sueño! Lo más conveniente era que Maureen hablaba muy bien el español y nuestra
comunicación era muy frecuente. Me gustaba mirarme en sus ojos. Ella lo
advirtió y me regalaba largas miradas.
Nos acostumbramos
a andar juntos, yo le contaba mis historias de niño recorrido (la mayoría las
inventaba en el momento o eran las que había alguna vez escuchado de Pepe Muñiz
y Lucho Montes).
Ella reía y me
abrazaba y yo sentía como las manos de un ángel rozando mi piel, brincando en
mi hombro. Solo con respirar el mismo aire cerca de ella me hacía feliz. No sé
explicar cómo pasó, lo cierto es que una mañana empecé a sentirme extraño, como
si una fuerza sobrenatural se apoderara de mi entendimiento. Me aprisionaba.
-
Maureen….¿estás
ahí?
Ahí estaba y yo,
sonrojado, con un nudo en la garganta y sintiendo la felicidad plena de estar
ahí, de que ella también estaba ahí….Primera vez en toda mi vida que desperté
sintiendo que valía la pena despertar. Todo porque Maureen estaba.
Primera vez en mi
vida en la que me enfrentaba de verdad con la verdad; sabiendo que la verdad te
puede dejar moribundo en el campo de batalla….
Eh, mírame,
escúchame Collins Maureen, maga…niña sajona trashumante, conquistadora de estas
landas hermosas pero empobrecidas……conquistaste también mi corazón.
Maureen halló
belleza en mi voz y en unas cuantas palabras que empezaron a brotar de mi alma..
Maureen y
yo…siempre juntos, siempre adelante. Muchas noches nuestras bocas solo se
separaban para decir te amo…”I love yo”.
La dicha suprema
.
Sam, el smoke the
best, presumiendo no sé qué orgullo
imperial al notar aquel romance internacional se dedicó con saña a destruirlo.
La suerte lo acompaño; un compatriota llegó del norte buscando a Maureen en su traba tropical y con el
mensaje más lleno de maldad que he escuchado:
-
”Tu padre muere si
tu no vas. Tu verás”
Claro, Maureen se
preocupó en exceso y Smoke the best arregló todo de tal manera que ella y yo no
pudiéramos despedirnos. Creo que hasta se quitó por fin la camiseta celebrando
el logro de su propósito.
Como lo oye…la
primera vez en mi vida que me sentía amado
terminaba de esa manera cruel.
Smoke the best, el
son of a Vich había ganado y yo no. Con toda mi alma quería ganar y no pude.
Entonces mi indestructible alma barriobajera se partió por primera vez en mil
pedazos.
“!Te busqué por
todos lados y solo encontré silencio…….!”
Hasta resultó inútil
gritarle al cielo “Blowing in the wind” como ni el mismo Dylan había soñado.
Sufrí mucho su
ausencia y mucho más al ver al gringo ufanarse de su victoria; así que una vez
que lo había perdido todo abandoné ese ambiente demencial y me refugié en la
noche. Me volví un ser nocturno, triste y silencioso
¡Oh, Maureen!...
¿Ves esa estrella rielando arriba de aquella montaña? Ahí vive el tonto de la
colina, un hombre de grandes barbas que solo conoció el amor.
¡Oh Maureen!,…. en
tu solar crecerán mis hijos y habrá frutos peremnes de futuro….Maureen…
Loco. Loco si o en
el camino, bastaba con pronunciar su nombre para poseer su sonrisa, bastaba con
respirar para recibir su aliento. En ese estado de postración afectiva, una
noche cualquiera escribí una carta para Maureen, una carta que nunca pude
enviar porque la única manera de hacerlo era a través del gringo y no quería
saber más de su cara….
Acuérdeme y otra
noche se la leo, puede servir a su historia. Es una carta de amor común y
corriente…solo que las palabras están escritas con sangre…!Sangre!…Y no mía
precisamente.
Pero esa es otra
historia.
Nadie me aguantaba.
Me volví un problema para mi familia, para la sociedad, para todos…
Yo mismo me
detestaba, así que un día cualquiera, muy de madrugada empecé a buscar empleo
con tan buena fortuna que a medio día estaba de operario de una máquina de
troquelar en una tipografía pequeña. Intenté enmendar en algo mis errores,
hacer las paces con mis humillados y ofendidos, retomar la senda que la santa
iglesia católica había trazado para su rebaño…
Trabajaba mucho,
muchas horas y la paga como siempre era muy mala. Esto no es novedad en
Colombia, país pujante, donde todos pujan, la mayoría de hambre. Era increíble,
pero ahorraba algún dinero, motivado eso si, por la eventualidad del regreso de
Maureen..
La vida te da
sorpresas: una noche, meses después, al salir de la tipografía me encontré de
frente con Sam, smoke the bests, quien
me esperaba. No llevaba puesta la camiseta pero olía a infierno…
-
”Eyyyy chinou! You
chinou!.
Estoy seguro de
haberlo mirado con el más profundo desprecio ..
-
¿Qué?
-
Entiendo que estar
enojado…Well…lo siento. Solo vine a decirte que Maureen está muerto.
Mi reacción fue
violenta. Hasta yo mismo me asombré. El gringo tirado en el piso me hacía señas
para que no lo lastimara
-
Es cierto –
repetía como disculpándose – ella murió en un hospital hace…
-
¡Cállese!
Me lancé contra
Sam para impedirle que pronunciara las palabras fatales. Se calló, se quedó
quieto, se limitó a esperar. Me dolían los brazos de lanzar golpes, de errar el
objetivo, de lastimarme yo mismo, así que no tuve más remedio que arrodillarme
sobre el asfalto y llorar. Llorar de verdad
Sentí la mano del
gringo sobre mi hombro, algo dijo en voz baja y se marchó.
Allí, nuevamente
en la calle –todas las calles parecen iguales- ahora tan extraña e irreal,
anhelando el paso de un tren, para que se llevara mi dolor y mi pena….se
llevara todo.
Pero la calle
vacía, algún murmullo del viento y el cierre lento de una ventana furtiva y una
música triste, lúgubre brotando del corazón.
Una vez más
caminaba despacio, sin rumbo y sin esperanza por las calles más sombrías de la
ciudad que años atrás y tal vez por ironía fue nominada como la Atenas de
Suramérica..
Como consecuencia
de mi tristeza, perdí el empleo, perdí la vergüenza, perdí todo……
Tuve la feliz
ocurrencia de negarme a salir de mi casa y declarar a mi habitación como
República Independiente.
Bandera, himno,
constitución, leyes, ocuparon mi mente y mi alma durante un mes. Enfebrecido
por el descubrimiento de mi autonomía me ratifiqué en la decisión. Y la
principal ocupación en mi nueva vida fue, quien lo creyera, estudiar. Los pocos
libros que había en la casa desfilaron ante mis ojos y fueron devorados con
inusitada vehemencia. Igual ocurrió con revistas y periódicos que mi madre
guardaba no sé por qué
La joya más
preciada era un enorme sabelotodo, ahora Almanaque Mundial que casi aprendo de
memoria. Luego pasé a escribir historias sosas e intrascendentes como la vida
en una Atenas mentirosa, historias que si bien jamás merecieron ver la luz, si
me mantenían ocupado el tiempo necesario para no trozar mis venas.
Me aficioné además
a mirar por la ventana. Miraba pasar parroquianos y parroquianas frente a mi
casa y mis ojos se iban en su espalda mientras mi mente trabajaba imaginando
sus pensamientos, sus penurias, sus alharacas. Con las fulanas, mis ojos
horadaban su piel y los más hermosos malos pensamientos pasaron a ser materia
prima de mis historias mediocres y mis sueños húmedos.
¡Ah!.... Y la
música, esa mágica bendición:
-
Please meet you, hope your guess my name…
y frente a la
ventana
-
But what´re
puzzlin´ you
tres lozanas,
frescas y sonrientes jovencitas
-
Is the nature of my game
saltando
bulliciosamente una cuerda. No las había visto nunca y a decir verdad no me
impresionaron al momento, Sin embargo cuando the devil me dejó un momento pude
escuchar que hablaban un lengua que era extraña pero muy familiar a mi oído a
fuerza de oírla…entonces sí, puse toda mi atención en sus saltos.
Olvidé mi
República, dije adiós al trinomio cuadrado perfecto y a las leyes de Newton,
hasta los amados Rolling Stones no pudieron contener mi interés por las frases
al viento que perseguían la risa de esas tres jovencitas. Una de ellas, la más
morena miró hacia mi ventana y me damnificó para toda la vida. Al cerrar los
ojos creía escuchar a Maureen, su risa, sus peroratas cuando alguien se pasaba
conmigo en las fogatas… Era el retorno de Maureen, su voz en esta chica
saltarina que sonreía con los ojos y que no sabía que mi corazón la estaba
bautizando Maureen, como el amor.
Se llamaba Louise
y era morena clara como esas hembras que hacen enloquecer de sensualidad a las
almas debilitadas por el desafecto. Ojos café, mediana estatura, pelo corto y
jovencísima. Bastante diferente a Maureen pero ignoro por qué extraño designio,
para mí era la encarnación viva de mi
adorada gringa (años después a algún especialista le escuché que los hombres se
viven enamorando toda la vida de la misma mujer pero en empaques diferentes)
Bueno, mi estudio,
mis lecturas, mi dedicación se fueron para el carajo. Lo único que importaba en
cuerpo y alma era recuperar a Maureen, en esa niña y sin tener de partida la
menor oportunidad. Me tenía tanta confianza, pero ignoraba que ya no era el chino
de antaño, nunca más sería ese personaje. Ahora, frente a mi espejo aparecía un
hombrecito oscuro, inseguro, horrible, incapaz de pronunciar una palabra
delante de su belleza; incapaz de
sostener la mirada….un hombrecito mínimo, débil, cobarde……
Y era tan grande
el sufrimiento. Improvisaba discursos, escribía poemas y canciones dedicados a
ese amor fantasma revelado en Louise.
Esa doble
presencia me confundía. Estaba convencido de que la inocente muchacha no era
indiferente a mis miradas pero la lucha entre la evocación del recuerdo y el
presente impedía que mi sesera se concentrara únicamente en lo que estaba ocurriendo.
La casualidad,
como suele suceder, le da una ayuda a la indecisión y una tarde, sin
proponérmelo me encontré frente a frente con Louise. La larga espera había
llegado a su fin, el mundo me ponía en bandeja de plata la ocasión de
reivindicarme con él…..pero no pude. No pude pronunciar una sola palabra. El
cuerpo entero temblando y sudando en agonía y la infame certeza de no poder
simular la impotencia.
Era el hombre más
infeliz del universo. Era un payaso triste intentando recordar la más mediocre
de sus rutinas….era un montón de escombros.
La dulce niña
linda sonrió compasiva y se alejó sin rencor dejando tras sus pasos un aire de
superioridad que me irritó y me abatíó como nunca antes había sucedido. Y lo
peor: la herida estaba abierta.
Entonces, sin
pudor, sin reato empecé a llamar su atención de forma indirecta y salida de
todo convencionalismo… Me vestía de forma estrafalaria y a todo momento
intentaba impresionar a los demás con un
vocabulario asaz rebuscado y unas ideas disparatas
-
“sobre la cima de
una montaña, un hombre grita cosas extrañas…”
Y alardeaba con el
poquito inglés que aprendí en mi trashumancia con los “helpis” del norte.
Pero un fuego
interior y despiadado me devoraba lentamente. La obsesión por Louise-Maureen
cada día crecía más hasta convertirse en una verdadera tortura. Antaño y hogaño
diestro con las palabras y frente a ella mudo, un completo idiota que trataba
decir algo con los ojos y con el aspecto agresivo.
La respuesta
siempre fue una sonrisa despreciativa.
Desesperado volvía
a la yerbita y volvía la bebida buscando en ello la identidad perdida, el amor
propio..
Varias veces,
borracho, la encontré por mi camino. Hubiese querido entapetarle de versos el
sendero; hubiese querido tomarla entre mis brazos y levantar vuelo; besarla en
un beso interminable que desocupara de
amor toda mi alma; hubiese querido hacerle el amor allí, en la calle, con el
mundo por testigo, más apenas podía tartamudear un hola y salía apurado a
arrepentirme luego de dar el quinto paso. Conmovedor, patético, estúpido.
Fueron años de esa
ardiente pesadilla, años de castigar en mi cuerpo la incapacidad del alma; años
perdidos inexcusablemente detrás de un sentimiento enfermizo…….y esos años
reunidos con mis otros años solo significa desolación.
“Ah, no sé cómo y
por qué me perdono la vida cada día”
No
dijo nada más. Se levantó, pagó la cuenta y sin despedirse salió con rumbo
desconocido. Por un instante pensé en lo maravilloso que sería no volver a
verlo nunca más. Sobre todo, no volver a escuchar su jactanciosa cháchara;
olvidarme de su estúpida historia, de mis cargos de conciencia… !Eso! ¡El
olvido!
NOVIEMBRE
9 (Madrugada)
Esto
se está poniendo aburrido. ¿Qué se ha creído el hombre este?
¿La
encarnación de Casanova? ¿ De don Juan?.
¿Qué
me importan sus estúpidas historias?
Todos
tenemos épocas de estulticia profunda. Sus amores, sus traiciones, sus
desengaños son como los de todos los demás mortales y por qué el insiste en
intentar ponerlos en letras de molde Shakespeare lo hizo con todos los sentimientos humanos siglos atrás y
una historia anodina como estas no
clasifica…pero…¿iré a la próxima cita?
Estoy
curiosamente furioso.
Por
lo pronto me cobijo bien, cierro los ojos y no hago otra cosa que pensar en
María D… vestida con su saya de Otranto…
NOVIEMBRE
11
Esperé
dos largas horas y el chino Contreras no apareció. Un amigo común llegó hasta
mi mesa y me entregó un papel…”Maestro, discúlpeme. Hoy no pudo ir a nuestra
charla. Van a trasmitir en directo la ceremonia de elección y coronación de la
señorita Colombia. Nos vemos mañana”
¡Chino
hijueputa!
¡Cáspita!
El que entre la miel anda……..
NOVIEMBRE
18
Desquitándome
del culto a la frivolidad me desaparecí del panorama durante una semana. El
chino pasó a mi casa a buscarme, me dejo mensajes, en fin….
Aquí
estoy, en el lugar de siempre. El chino llegó vestido elegantemente, estrenaba
todo, hasta corte de pelo y se había rociado un frasco entero de loción fina.
Eso decían los que lo olían. Yo escuchaba…
Después
de haberle hecho escuchar la última cinta grabada, prosiguió con cierta
timidez….
“….Fueron cuatro o
cinco años frustrantes y perdidos en el mar de la obsesión. Obedeciendo, creo
yo, a la ley de supervivencia y a un indescifrable impulso de auto- superación,
de un día para otro decidí terminar mis estudios atrasados.
Con mucho esfuerzo
logre hacerme a un cupo en un colegio del gobierno en la jornada nocturna.
Siempre ha sido una dificultad el acceso a la educación en mi patria. Los
políticos y los genios de siempre se refieren con tono grave al problema de la
educación, pero jamás se ha logrado avance alguno en lo que respecta a su
esencia. Por eso me sentí afortunado luego de dilapidar unos cuantos años. Era
uno de los pocos colombianos pobres con la posibilidad de educarse. Cualquier
sacrificio era mínimo para compensar tamaño privilegio……Me consagré
exclusivamente a la excelencia. No había término medio.
Mi forma de mirar
se afeó mucho más, transmitía recelo, era fría, retadora y causante de
innumerables malentendidos y hasta problemas graves con la autoridad. Para mí,
el género humano era el culpable de mi infortunio. Nadie se salvaba. Cerré las
puertas de mi corazón y de mi alma para que solo, a través de los resultados
académicos, quedara demostrado que ese retal humano en que me había convertido
era capaz de poner en ridículo su sabiduría y sus tradiciones.
El resentimiento
era la motivación y nada me importaba más que superar con creces las
dificultades que plantea el reto del conocimiento. Era tanto el celo que puse
en el rendimiento académico, que pasaba días enteros sin hablar, sin
comer….enloquecido.
Y me dio por
escribir versos.
Versos tan
precarios que ….me dan vergüenza. Total, ya no importa, el fuego cumplió su
cometido y hasta las cenizas desaparecieron…..Es que el modelo, la fuente de
inspiración de aquellos versos era mi propia vida y en verdad….nada tan estéril
como la propia vida….
Perdón poetas
colombianos y poetas del mundo por esa audacia de pretender hollar vuestros
terrenos.
Dijo
esto mirando un punto fijo en el techo. Hizo una pausa larga y luego…..
El tema y la calidad de los versos era una ofensa a la lírica y a toda la
noble profesión de los poetas.
Cerremos pues este
capítulo de la historia y volvamos al ambiente estudiantil.
Como era de
esperarse, la consecuencia lógica de toda esa dedicación y entrega era la
obtención de calificaciones sobresalientes. Desde luego, muy poco me importaban
las calificaciones, me divertía eso sí, ver la expresión de los sabios de turno
y hasta de los profesores cuando publicaban las notas en la cartelera oficial.
Era una mezcla de odio, admiración, envidia que precedía a un ácido comentario
de sobradez o escepticismo. Y claro, mis calificaciones se volvieron tema
obligado de corrillos y sala de maestros…El ambiente escolar entonces se
volvió un espacio de emulación en el
cual el único ausente era yo.
“No vale la pena
competir en esto. Soy el mejor de la clase porque eso indican las
calificaciones pero me sentiría igual si no lo fuera. Para que me sirve ser el
mejor si sé muy bien que no soy mejor”.
No lo canso más
con este cuento. Tan solo le pido que tenga en consideración lo que sigue: Al final de ese año académico, tres o cuatro
pelagatos me felicitaron por haber sido el mejor estudiante de la promoción.
Creo que les sonreí. No les dije nada y me alejé despreciándolos un poco más.
Al año siguiente
sin querer, me vi conformando un grupito de semi-intelectuales, que no solo
causaba admiración por sus sesudas opiniones de hermético empaque, sino que
públicamente se burlaba de las carencias y errores de aquellos estudiantes y
profesores que apenas buscaban ser honrados en la representación de sus roles
Otra vez en
conflictos tontos, así que tan pronto noté el curso que tomaban las cosas opté
por dejar el mutismo y la prevención y me hice universal, simpático y
generoso….un ángel
Del aislamiento
total a la más obscena de las compincherías. Los eisnteins locales fueron los
primeros en rechazar el cambio, pero bien pronto se acomodaron a él. Ahora, era
el tipo más amigable del mundo y la figura más representativa del plantel. La
encarnación del rey Salomón, Teresa de Calcuta y Woody Allen
El hombro
azucarado de tanta palmadita zalamera que recibía a cada instante; víctima de
las formas más inverosímiles de adulación y de bajezas. Me referían sus
pequeños problemas, confidente de duras confesiones, consejero, asesor,
estafeta….Se tomaban fotografías conmigo, me invitaban a sus bailes, a sus
casas, a sus penas…Por esa época solo envidiaba a Ari, el griego armador de
barcos quien tenía lo que yo no…..!Dinero!
Pues bien, época
maravillosa en la que el mundo me sonreía y todo parecía ponerse a mi favor.
Todos los que me rodeaban estaban prestos a halagarme, a decirme cosas bonitas,
a demostrarme afecto, a demostrarme lo que yo ya sabía: que era un chino
raquítico frustrante……pero con exagerados eufemismos. Claro está, había una
excepción como para seguir con la cadena interminable de amores estúpidos e
imposibles: una morena linda como todas las morenas de mi tierra se dignó no
poner los ojos en ese superestudiante, supergenio, superputas, el super más
super de todos los super….
Los demás no se
cansaban de inflarme el ego con su lambonería hipócrita, pero para
ella…..simplemente no existía y fue por esa razón y no por otra que Marlene, la
morena indiferente, con su indiferencia no permitió que muriera de tanta
dulzura. ¡Eh, linda!
El día de la
graduación, a pesar de ser oficialmente proclamado como el mejor bachiller de
la promoción y uno de los mejores de la nación, a pesar de ser babeado y
zarandeado con tantos besos y felicitaciones, a pesar de conseguir algo que
nunca creí que lograría….era el muchacho, el loquito más desgraciado del
planeta después de descubrir a Marlen, la morena alejándose del tumulto que se
formó a mi alrededor, alejándose para siempre con un diploma entre sus manos…..
El
chino se quedó callado, mirando por la ventana. Apagué la grabadora, acabé mi
trago, encendí un último cigarrillo y salí….Ahí quedo el chino fuera de este
mundo. Yo cada vez me siento más idiota. Ojalá termine esto pronto….
”A
tu vera, siempre a la verita tuya, siempre a la verita tuya, hasta que de pena
muera”……
Por
alguna razón, esta canción que cantaba mi madre se me vino de repente a la
memoria y se posesionó de mis pasos
Ah,
María D…¿Por qué no eres gitana de Andalucía?
NOVIEMBRE
19
Pocas
veces había visto a alguien emborracharse
tan rápido y con tan poco alcohol que me sorprendí. Al tercer trago el
chino ya estaba completamente borracho e imposible. Le dije que dejáremos la
sesión para otro día y se enfureció…grito…No tuve más alternativa que encender
la grabadora y empezar a beber yo también….con tedio, como para equilibrar el
round…….Esto fue lo que dijo aquella vez entre balbuceos…
“…..No podía
suspender por muchos días el impulso motivacional que traía pues corría el
riesgo de volver por las viejas andadas. El ocio es rico, además es un
derecho…pero para disfrutarlo a plenitud no se puede tener un corazón tan
vulnerable como el mío.
Tan pronto me
recibí como bachiller inexplicablemente me inscribí en una escuela de actores.
¿No que los
detestaba? Ahí andaba yo haciendo audiciones para ingresar al fantástico mundo
de la actuación. No se hicieron esperar las reacciones. Primero mi familia que
no podía entender como el mayorcito de la casa en cambio de ayudar con la
economía familiar a través de un empleo decente en un banco o en una oficina,
ahora metía las narices en un mundo de putas, maricas y drogadictos; los amigos
del barrio que me quedaban se preguntaban…¿qué tiene ese man de actor? Ahora si
estamos jodidos…el chino se nos volvió artista; las hembritas en voz
baja…”¿cómo va a ser capaz de encarnar y expresar los sentimientos de otros
seres cuando no es capaz de expresar sus propios sentimientos y otro amigazo,
tal vez el más honesto:
-
”Si ven, se los
dije, la mediocridad conduce a la locura. Ese chino es un farsante”
Y fue por todo eso
que tome la decisión….
-
I want to be an actor
Con la mano en el
corazón y haciendo ostentación de una sinceridad plena debo confesar que en mi
vida jamás tuve la más mínima manifestación de tener talento artístico, es
decir cualquier talento. Por lo tanto la apreciación de aquellos seres cercanos
que me querían y no, no estaba del todo errada y no contenía abundancia de
malas intenciones. Era verdad. Un disparate.
Un amigo cercano
lleno de compasión me pidió que reconsiderara esa tontería y enderezara mi
camino por la vía de las matemáticas ya que había dado muestras de ser un
estupendo estudiante en ese campo…”eso del arte es para desadaptados: locos,
maricas y borrachos…¿Es eso una carrera? No desperdicies tu vida en un oficio
que a los sumo te permite ocultar razones verdaderas
Yo no le entendí
la perorata pero me gustó eso de ocultar las verdaderas razones y heme allí,
orondo, estudiante de arte dramático
Y si, una locura.
Todo era diferente porque, además, todos los que coincidían allí…tenían la
obligación de ser diferentes. Un estudiante de arte dramático no debe parecerse
a ningún otro estudiante parecía ser la consigna allí y vaya que era cierto
Seres extraños del
más acá, simulando ser del más allá: niñitos y niñitas ricas y consentidas
huyendo de la educación formal; jovencitos desclasados de provincia y barrio
popular buscando espectadores para su sacrificio (yo era uno de ellos);
intelectuales con auditorio y malas costumbres; intelectuales sin auditorio y
sueños rotos; excesivos talentos y mediocridades bien y mal disimuladas.; caras
pintadas, gritos secos; verborrea y veneración.
Entre todo eso mi
desconcierto, mi humildad y el odio.
Yo estaba
acostumbrado a vivir excesos así que
pronto asimilé la primera impresión; pero cuando advertía que algunos de mis
compañeros eran marxistas leninistas, de línea blanda unos, de la dura los
otros; que los de allá eran maoístas y los de más acá troskistas; que los de
gorra roja y negra eran anarquistas….me sentí confundido y abatido.
No entendía para
nada el significado de aquellos estigmas. No sabía con seguridad en que se
diferenciaba la izquierda beligerante de la izquierda democrática y el no
saberlo me eliminaba de cualquier conversación con ellos.
Me sentía mal por
ello y me arrepentía de haber malgastado todo mi tiempo pensando en estupideces
como el amor de una mujer a cambio de haber tenido preocupaciones tempranas por
cosas tan importantes como la lucha de clases, la negación de la negación….eso….
Ahora tenía que
rotularme, ser algo, tener una señal de identidad adicional para que no fueran
a confundir las cercanía físicas con militancias equivocadas; para ser uno de
ellos….para poder estudiar actuación en paz
Noches enteras
echando lápiz, vinculándome a uno u otro grupo, analizando pros y contras
(ahora los pedagogos del postmodernismo lo resumen en fortalezas y debilidades)
Todos me parecían magníficos
-
Las ideologías son
libertad cuando se crean y opresión cuando están creadas…
leí alguna vez
como epígrafe de un ensayo y ensayé con esa cita: Me fue muy mal. Aforismos
reaccionarios fruto de la mentalidad pequeño - burguesa de un existencialista traidor
Todo quería menos
entrar en discusiones intelectuales con aquellas mentes poderosas así que
prefería hacer mutis permanentemente.
Pero eso no dura mucho tiempo.
Recordé que toda
la vida escuché a mi madre decir que el nuestro era un hogar cristiano, que yo
estaba bautizado en la santa iglesia católica apostólica y romana y consagrado
al fuego benefactor del espíritu santo…!Eso era! Yo era un cristiano contento y
conmovido. Así se lo hice saber a los colegas más cercanos y fue tremenda la
decepción al enterarme que los cristianos y aún más, los católicos, éramos
contrarios a los postulados de la lucha de clases.
-
La religión es
reaccionaria.
-
La religión es el
opio del pueblo, dijo el compañero Lenin en tal fecha, libro, escrito y placa…
Entonces para que
no me jodieran más y apoyándome en mi malograda república independiente fundé
el partido de los sin partido y empecé seriamente a estudiar la actuación. A
eso había ido. Hice oídos sordos a las críticas, las provocaciones y los
comentarios malintencionados y me sumergí plácido en el mundo de la escena.
No imaginé nunca
que el teatro fuera a convertirse en todo para mí: del susto inicial, y poco a poco, cuerpo y alma se juntaron para
recibir la experiencia transformadora más afortunada desde que Pablo fue
derribado de su cabalgadura camino de Damasco. El teatro, ese mágico afán que
no deja a nadie por fuera de su influencia.
¿Quién lo diría?
El teatro es la
salvación de los desesperados buscadores de disculpas.
El teatro se
robaba todo mi tiempo y pude sentir cómo se apoderaba de mí, hechicero.
Pero no todo estaba controlado; aparecieron las
tendencias. Algunos reconocidos eran brechtianos; los otros stanilavskianos,
unos más artaudianos….los de allá eran grotowskianos y como tal defendían sus
posiciones estéticas que no distaban mucho de las políticas
Debía optar por
una estética definida y obrar en consecuencia. Aprendía a hablar así y
elegí el teatro, es decir, me ocupé de
aprender todo lo que me llegaba y ponerlo en práctica en experimentales puestas
en escena llenas de arrojo y mucha timidez.
Aprendía además a
identificar la fascinación del acto creativo y a emocionarme hasta las lágrimas
con trabajos ajenos llenos de frescura y valentía.
Respiraba aún sin
saberlo…un aire de libertad.
¡Qué hermoso es
imaginar lo que te da la gana y con lo que te dé la gana ser el amo y el señor
de los espacios vacíos, las cuartillas en blanco y las telas preparadas!
No se hicieron
esperar los momentos de enfrentar la realidad de la escena: la cotejación con
el público. Me vinculé a un grupo de teatro y luego a otro y otro iniciando el
trashumar gitano de los comediantes y al cabo de unos años había fracasado en
el teatro como había fracasado en el amor, claro está que luego de un fracaso
en la escena las ganas se renuevan y de los escombros nace la nueva obra o el
nuevo proyecto…una nueva experiencia que nos mantiene ocupados…. No pasa lo
mismo con el amor.
En fin, descubrí
que era tenaz en la lucha y que los que
habían criticado mi decisión se habían equivocado.
La espontaneidad
de varios de mis condiscípulos me resultaba asombrosa, pero al desconocer ellos
mis aprehensiones y verme como su igual, su camarada…..me permitía sortear con
éxito las dificultades que la timidez y el talento estrecho me procuraban. Y como
para echar “coco” era bueno, cuando mis camaradas se entregaban a disertaciones
sobre lo divino y lo humano; desde la confortable sagacidad de barrio bajo
esperaba el momento preciso para con un apunte mordaz o inesperado, toda la
atención recayera sobre mí. Me robaba el show
¿Actor? Yo era y
soy un pésimo actor, el peor de todos los actores de la tierra. No me equivoco
si afirmo que jamás en la escena del mundo se ha parado un actor peor que yo;
además era pésimo como dramaturgo y mis obras eran irrepresentables y daban
risa solo en el título; era pésimo en las manualidades, pésimo luminotécnico,
pésimo estafeta y como es de suponer…un pésimo director. En síntesis era un
pésimo hombre de teatro pero me atrevo a jurar por las cosas más sagradas que
hay en el mundo que no existe en el mundo un hombre que ame y respete el teatro
como lo amo y lo respeto yo.
No, no era ser
actor lo que me motivaba. Me motivaba el teatro…todo. No podía conformarme con ser un simple espectador. Era necesario
estar allí, en la escena a como diera lugar, aún, pagando el caro precio del
escarnio y de la burla. Ahí estuve yo, el chino
en un espectáculo teatral con créditos, fotos, afiche y tal.
El peor actor del
mundo había logrado hacer su parte sin poner en peligro el brillo, la flor, el
duende de los geniales de la interpretación.
Con la crisis
económica permanente de nuestra patria, los grupos grandes y pequeños no se
arriesgaban a montar espectáculos con elenco numerosos por lo que mis
posibilidades se redujeron a cero. ¡Pero qué va! Trabajaría solo, empecé a
idear un espectáculo que conmoviera a la gente; un espectáculo nunca antes
visto; un espectáculo que todos recordarían por el resto de sus vidas: la
muerte
Tenía que ser algo
así; debía ser algo así. Era la forma perfecta para doblegar las limitaciones a
que me sometía la falta de gracia; era una ofrenda al arte que me dio la
libertad (no tenía talento, solo tenía una vida. Mi vida era el teatro, que
mejor ofrenda que la vida. El arte es la vida pero también es la muerte leí en
un manifiesto anarco-sepulcral y llegó hondo.
Estaba todo listo
para estrenar mi primera y última pieza teatral como actor independiente cuando
una sombra fría, lúgubre se fue apoderando lentamente de mi voluntad. Blanca
era eso, una sombra misteriosa que acaso siempre había estado conmigo. Blanca era
una sombra, una mujer agobiada por el espíritu de la parca. Era la muerte,
loca. Y era teatrera como yo y bailarina
como mi voluntad. Y todo eso junto hizo que me uniera tanto a ella como una
necesidad suprema. Nos hicimos inseparables.
Dos almas
atormentadas repeliéndose y juntándose en una cópula lunática inspirada por un
dios disparatado y vengativo. ¿Dionisio?
El caso es que busqué con afán develar el alma
de Blanca, tanto que no era capaz de describirla físicamente. Presumo que era
bella Y presumo que era amor también la obsesión. Su mirada, su aliento, el
leve movimiento de su pecho, su muerte diaria….todo eso amaba y todo eso me hacía feliz. El amor soñado,
ese de los campos de trigo y los cielos rojos y las lluvias interminables de
estrellas y de los girasoles
danzantes….el amor que crece después del escarnio y el rechazo; el amor sublime
de un par de mentes insanas o en trance de libertad definitiva. Dos alienados
buscando una salida, dos hermosos seres en tormenta buscando la esperanza.
(Debo confesar que a partir de esos días me siento hermoso, muy hermoso)
Pero nuestras
demencias eran antagónicas Blanca era dueña de una hermosa esquizofrenia
afanosa en defensas que podía llegar
hasta el engaño; la mía era una bella neurosis posesiva capaz de llegar a la
entrega. Eramos dos cargas explosivas listas a estallar con la mínima fricción.
Un peligro…..
Nos fuimos cada
uno por nuestro lado abandonando el sueño recién concebido de morir juntos.
Cada cual moriría
por su lado y a su manera. Me gustaría que todo el mundo estuviese loco pero no
hago nada para que esto ocurra….y la mujer que amaba, mi sombra, mi Blanca
sombra estaba en peligro y yo….aunque mi alma se me partía es doscientos
pedazos, la vi partir a su destino. Y no dijimos nada. Ni volvimos a vernos.
Consecuencia: otra
vez en las calles de esta populosa ciudad me vieron caminar con parsimonia,
mirando estúpidamente a todos lados, devorando una tristeza inacabable y
ocultando un par de lágrimas bajo unos lentes de verguenza. El grito interior
me tragaba. Caminaba esperando ¿qué? ¿Maureen? ¿Mi loca? ¿El teatro nacional?
¡La muerte!
¡Sabe que¡ Estoy
cansado de esto. Pague la cuenta, yo me voy…..
El
chino Contreras salió disparado, como alma que lleva el diablo. Una palabra:
gitano, quedó besando mi oído…!Gitano!…..No es gitana María D. ¿No es gitano
también mi corazón?
DICIEMBRE
7
Hace
ya varios días que no veo al chino y nadie da razón de él. He venido con la
esperanza de verlo y entregarle este manuscrito para que haga con él lo que se
le antoje. Yo no quiero más sus historias.
Pero,
no se ha podido. Nadie sabe nada
DICIEMBRE
26
He
preguntado varias veces en su casa y nadie sabe de su paradero. Estuve tentado
de dejarle las notas y olvidarme definitivamente de todo pero me contuve. El
asunto es entre los dos…Nadie más debe intervenir
JUNIO
16
Pasaron
varios meses.
Las historias del chino Contreras ya no me
interesaban y me había olvidado por completo de la veleidad de escribir.
También soy un farsante, lo reconozco y lo asumo.
Voy
pensando en rehacer mi vida cuando algo
llama mi atención:
Una
cuerda horizontalmente dispuesta entre dos edificios en pleno centro de la
capital colombiana. Justo en el centro, otra cuerda vertical de dos metros de
largo que terminaba en un nudo corredizo, como en las películas gringas del
salvaje oeste.
Abajo
los mirones, yo entre ellos imaginábamos un espectáculo teatral como nos
acostumbró la dulce doña Fanny y su prestigioso festival, en el peor de los
casos sería un equilibrista jugándosela por unas monedas
Redoble
de tambor….. y es el chino….. Javier Eduardo Contreras, el actor, el peor actor
del mundo quien sale por una ventana del séptimo piso y con pasmosa habilidad se para sobre la
cuerda horizontal y camina….
Centenares
de cabezas aparecen en las ventanas de los edificios…tambores y silencio.
El
chino llega hasta el centro…a la cuerda vertical, la levanta con la mano
izquierda y se pone el nudo en el cuello…A ese instante reparo que está desnudo
a no ser por sus zapatillas… y que sudaba copiosamente… (más tarde el forense
comprobaría que el chino sudaba gasolina. También se afirmó que en su pie izquierdo, adheridas a la
zapatilla llevaba cabezas de fósforos y sobre el empeine de la otra la otra
zapatilla, bien pegada había un pedazo de lija)
Los
espectadores conteníamos el aliento.
El
chino miró hacia el firmamento y abrió los brazos en forma de cruz y de dejó
caer. La cuerda vertical se tensó mortalmente; sus pies se juntaron
imperceptiblemente
Ahora,
era una enorme bola de fuego la que pendía de la cuerda…la cuerda floja por la
que anduvo siempre. Era fuego, fuego
hermoso suspendido en el aire…
Segundos
después el cuerpo del chino Contreras chocaba contra el asfalto aún
encendido…una última contorsión fue la señal para el fin de la función
Nadie
aplaudió……
Algunas
mujeres gritaron cercanas a la histeria y se tapaban el rostro ora con la
cartera, ora con las manos; un par de niños miraba sin entender, los demás no
hacían nada.
¡Mucho
hijueputa! - murmuró un anciano que
vendía lotería.
Bajé
la cabeza, avergonzado, sin saber por qué.
El
chino Contreras había terminado su primera y última función como actor
independiente.
¡Ah,
el arte!
¡Ah,
la locura!
¡Ah
la muerte!
¿Qué
pasó con el chino durante esos seis meses?
Aún
me quedan muchas letras por usar en la caja escondida, pero aquí termino yo. No
quiero saber más de sintaxis, gramática, redacción, historias de vida…,
El
libro perdido nunca volverá a su estante….. ya no me importa: La librería
desapareció tragada por el progreso de la ciudad……
Javier
Eduardo Contreras, alias “El chino” está muerto y enterrado. Yo, el malogrado
escritor, sobrevivo sin razón.
Todos
los días me levanto y como la gran mayoría de mis compatriotas voy a mi
trabajo, vuelvo a casa y me acuesto con la certeza de que la vida es algo más
que esta mierda y que “mañana será otro día” y que siempre “vendrán tiempos
mejores”.
¡Requiem in pace!
No more
Never more
OCTUBRE 29 DE 2003