martes, 11 de febrero de 2025

Recuperando quimeras por Fernando Arias Alvarez

 


 

 


 RECUPERANDO QUIMERAS

(Oasis en desierto de la estulticia)

Fernando Arias Alvarez

(Diciembre 2003 – Enero 2004)

 

Presentación

 

No fue necesario visitar a un especialista para notar que tengo una forma de viajar muy particular, un nomadismo mental que me obliga casi todos los días a estar en movimiento.

Aprendí a viajar por donde se me daba la gana, gracias a un viejo globo terráqueo que llegó a mis manos alguna tarde de ensueño.

Ese globo cambio mi vida y tendré la ocasión de explicar por qué.

Lo cierto es que he viajado por donde he querido desde muy joven y cuando no lo hacía a través del globo, lo hacía como incipiente mochilero por las antiguas carreteras colombianas, tan pacíficas por entonces.

Luego, gracias a mi oficio de saltimbanqui, payaso, actor….pude viajar en mejores condiciones e inclusive hacer internacionales mis recorridos.

Muchas de esas aventuras están consignadas en amarillentos cuadernos escolares que se llevará el olvido o en algunos cuentos, casi todos inéditos, poco leídos, miserables….o como se quieran llamar……

Un par de líneas logradas tal vez sea la mayor justificación de ese esfuerzo.

 

Este viaje ha sido diferente.

Un viaje programado, en plan turista, con el único propósito de no morirme sin haber visitado una ciudad que conocía en los sueños que me procuró el globo terráqueo y en un sinfín de lecturas descuidadas pero emotivas.

Sería pretencioso de mi parte presentar estas líneas como un diario de viaje aunque lo parezca, pues la única finalidad de este escrito es …retener en el tiempo ese fugaz encuentro con lo que se ama…..



La vieja pena

 

En otro texto pude referirme ampliamente a la dificultad que siempre he tenido para relacionarme socialmente. Cada vez que salgo de mí, noto que soy tan vulnerable que la única salida posible….. es el encierro.

Para concluir eso, tampoco necesité de un especialista.

Desde luego, estoy convencido que no me gustaría estar en prisión por lo que mi conducta social pese a todo ha sido intachable.

 

De entrada, me supe un muchacho poco agraciado, corriente y jamás hice algo para parecer algo diferente. Por el contrario, no hice más que acentuar mi fealdad hasta convertirla en una marca personal que de alguna forma me proporcionaba identidad.

Algo de lo que muchos de mis coetáneos carecían.

 

Algunos de mis maestros para vengarse de mis  picardías empezaron a llamarme: “El Marco Polo de La Estrada”

(La Estrada es un barrio popular de la impasible e indolente ciudad de Bogotá, aunque en verdad yo no era de la Estrada sino de Bellavista, un barrio aledaño)

No me incomodaba el mote y por el contrario hacía todo lo posible para reafirmarlo y darle un verdadero sentido.

¿Por qué Marco Polo?

 

Ocurre que gracias a esa desafortunada forma de relacionarme con mi prójimo a menudo tenía largas temporadas desaparecido de la faz de la tierra. Me encerraba en mi cuarto a divagar.

Un amigo de mi padre me regaló un globo terráqueo, que acompañado con los  libros que había atesorado a lo largo de la vida me permitía este juego: hacer girar el globo, poner un lápiz para detenerlo y empezar a viajar al lugar que la punta del lápiz me señalaba.

De este modo,  la imaginación liberada y la lectura ávida de libros de aventuras me permitían, cada vez que salía a la calle,  hacer alarde de sitios, momentos, aventuras….personajes.

Eso me hacía un poco diferente a los demás y de ahí nació el Marco Polo..

Unos años más tarde me impuse la  misión de intentar hacer mis viajes en vivo y en directo y aparecieron como meta varios lugares y momentos que conformaron una lista:

-         Una semana de locura en San Francisco California. Pendiente

-         Despertar en Katmandú e intuir la presencia de la cima. Pendiente

-         Pasear por Bueno Aires….AHORA.

Y muchos otros lugares que aparecen en los libros….Pendientes

Descartados de plano New York y Paris.

 

“Si estás en Nueva York, hay alguien en Nueva York.

Si no estás en Nueva York, en Nueva York no hay nadie:”

 

Mochila al hombro y con pasos inciertos, pude conocer muchos rincones de mi patria; producto de mi oficio como integrante de grupos teatrales conocí algunas ciudades de Suramérica; por ser joven y  hablador tuve la oportunidad de conocer la isla que necesitaba dar a conocer los logros de su revolución…

 

Muchos de mis amigos que compartieron sueños lograron realizarlos mejor, pero yo no me quejo. Cuando comparten sus experiencias las hacen mías.

He logrado cosas pese a la escasez de mis recursos. Mi familia no posee riquezas, me educaron en escuela pública, me dieron lo necesario…me enseñaron a luchar para conseguir lo que se necesita.

 

Esta breve introducción me permite presentar el texto que viene a continuación.

Enfrentarme cara a cara con uno de mis sueños, amerita palabras y pretendo recurrir a las que tengo y domesticar unas cuantas palabras esquivas.

 

Un mes en Buenos Aires, sin presión, sin tener que pensar en hospedaje y alimentación. Un mes para afirmar sentimientos y recuperar la quimera.


Retornar es volver a la vieja pena

 

Lo incómodo de participar a los amigos  y relacionados que uno se va a tomar unas merecidas vacaciones es que, cuando necesariamente tiene uno que regresar, cansado, quemado por el sol y sin un peso en el bolsillo, no hay forma de eludir  la infaltable pregunta hecha por propios y extraños:  

-         ¿Cómo me le fue?

 

Tener que responder a sabiendas que poco o nada lo han extrañado a uno y les ha importado un bledo nuestra ausencia.

Como pocas veces en  mi vida me salió una respuesta veloz y muy cargada de ironía:

-         ¡Mal!

-         ¿Por qué mal?  Se insiste con la ambigüedad que produce la curiosidad.

 

Es inútil resistirse y vienen las respuestas mecánicas, esas que no dicen nada pero contentan a todos.

 

Gracias a la generosidad de mi hermana y su esposo  residentes en Buenos Aires y a un crédito de esos que suelen hacerles a los hombres y mujeres dedicados a la docencia en Colombia, tuve la oportunidad de ponerle temporal distancia a mis malestares y  a mi soledad e intentar rehacerme o  como dicen ahora los sicólogos faranduleros, “reinventarme” en otro lado.

 

En ese trance me acompañaron dos grandes amigos, afines en el trabajo y cómplices en el desorden.

 

¿Por qué te fue mal?.... preguntan con innecesaria insistencia.

 

Porque antes  de poder responder me preguntaron en aluvión:

¿Estuviste en Bariloche? ¿Pasaste por Brasil? ¿Estuviste en Iguazú? ¿Visitaste Ushuaia?  ¿Fuiste a fútbol? ¿Enamoraste a una argentina? ¿Trajiste souvenirs?

 

Y como la respuesta de todas estas preguntas siempre fue  negativa entonces….. ¡Me fue mal!

 

Soy un viajero raro.

Más que pasear, conocer, lo que siempre hago es escapar.

 

Por eso desde antes de viajar  tuve la convicción de no llevar cámara fotográfica  para que todas las imágenes, cada experiencia se retratara en mi alma.

De eso se tratan estas líneas y son también una reivindicación a  la experiencia vivida

 

No es cierto, no me fue mal….

 

Hallé paz, hallé mi alma.


Viernes 12 – Aeropuerto


Los aeropuertos tienen el poder de hacerme sentir infeliz. Con total sinceridad, todos los terminales de transporte lo hacen, pero son los aeropuertos y sobre todo los aeropuertos internacionales los que se  ensañan con mi  humildad y convierten mis horas en tortura.

También me pasa lo mismo con los supermercados e hipermercados.

¿Será que los prefijos  hiper, mega y otros tantos de uso corriente hoy ejercen una energía negativa en mi voluntad?  

Definitivamente no y no padezco ninguna fobia respecto a la magnificencia.

Y como también voy a hablar de personas debo advertir que tampoco  tengo nada en contra de la gente. Amo a mi prójimo como a mí mismo como manda el divino canon y puedo jurar que ese amor es honrado.

 

 Lo qué me deja fuera de lugar, lo que no soporto es la impostura es la  superficialidad, lo deshumano y los aeropuertos son el recipiente ideal de esas desafortunadas expresiones de un prójimo al que seguiré amando.

Una solución muy fácil es alejarme de los aeropuertos, pero el problema es que algunas veces hay que ir y para colmo de mi desgracia las estadías en estos sitios suelen ser prolongadas pues las aerolíneas exigen estar mínimo dos y hasta tres horas  so pena de perder el  vuelo y eternizar la espera.  Si la desgracia es estar de tránsito luego de hacer una escala, la tortura aumenta pues  las autoridades aeroportuarias no te dejan salir del infierno.

 

Pero volvamos a la impostura aeroportuaria.

Gente, gentes, gentes, millares de gentes van y vienen siempre, van y vienen; vienen y van.

Rostros, otros rostros y más rostros y todos esos rostros como de mascarada   se apropian del campo visual. Salvo la carita de algunos niños escapan a esa vacuidad de la expresión.

Pasos, pasos lentos, pasos raudos, carreritas y carreras en esa maratón de la hipocresía humana que se materializa en este infierno y lo peor: las maletas Algún filósofo  no muy conocido, pero de seguro un ser muy audaz, hacía la siguiente sentencia:

“Por la maleta se conoce al pasajero” 

Algunos  pasajeros parecen tomársela muy en serio.

Claro que ese desafortunado aforismo no aplica para la mayoría de los pasajeros colombianos pues sea como sea su maleta…. igual de sospechosa será.

 

Es tan descomunal el tránsito de maletas por los atestados pasillos que no queda otra alternativa que reconocer lo maltratado que soy económicamente.

Mi morralito nuevo se ve tan poca cosa en esa competencia de peso y calidad. “Pesadas las maletas y livianas las conciencias”

¿Qué  le vamos a hacer?

Así es la vida en un aeropuerto y no sé por qué extraña razón  muchas personas sienten el impulso de comportarse de una manera diferente, de esconder, de aparentar.

¿Qué tiene de especial un aeropuerto?

Es igual que un terminal de buses, un puerto, un botalón, pero en ciertas personas nace la urgencia de mostrar que son privilegiados por estar allí.

¿Privilegio?

Prefiero mil veces el privilegio de condenarme y residir eternamente en el infierno, en el de a de veras.

Cada gesto, cada movimiento, en el aeropuerto se ven afectados, superficiales Hasta las lágrimas parecen forzadas y de distinto color.

Ese extraño sortilegio hace que una humilde vendedora ambulante llena de necesidades y ganas de trabajar, que en una calle de Bogotá o de cualquier ciudad es un patético ejemplo de la corrupción y el desgobierno, (factores  que propician injusticia y hambre),  por la magia del aeropuerto se convierta en una comerciante sofisticada de dedito parado, casi pariente de Sarmiento Angulo.

 

Los pasajeros nerviosos disfrazando su culillo con unas sonrisitas inverosímiles y una cadena de cigarrillos mal fumados; otros en la pose de magnates y  trotamundos haciendo las filas con una sonrisa de desprecio y practicando idiomas en un celular apagado pero muy vistoso.

Son hombres y mujeres del mundo, aeronautas “first class”, a los que les es dado ignorar o pisotear todas las expresiones de provincialismo.

 

Es  frecuente que también lleven a la mano un libro o revista de aeropuerto y se las ingenian para que los demás mortales puedan leer su título en un idioma desconocido.

Cuando leen en las salas o en el mismo avión pocos se dan cuenta de que tienen el libro al revés.

Y el colmo de esta infernal circunstancia: hasta las autoridades de cada país, seres formados en la discreción y el camuflaje, van por los pasillos de los aeropuertos hablando solos con unos minúsculos aparatos de rastreo, con gafas oscuras, postura seria y acechando al primer hijo de puta que caiga en la red.

No lo saben, pero es como si llevaran una pancarta diciendo:

 “Envídiame, soy de la secreta y trabajo en el aeropuerto”

Eso llama a risa, pero no debo abusar pues mi vida depende de que su arrogante ejercicio del poder no se fije en mi timidez sospechosa.

Son letales cuando eso sucede y entonces la brutalidad tapa la risa y la víctima desaparece detrás de una pared, una escalera,  una….. ¡qué sé yo! 

 

También van los parientes, amigos o relacionados del pasajero. Son los despedidores, los dueños de los adioses, emisarios y emisores de los besos lanzados contra  y desde las aeronaves, y en sus cabezas  habitan los pensamientos más dispares

¡Dios mío que llegue bien!

¡Ojalá se caiga ese puto avión!

Ellos contribuyen a que el infierno se ponga más infernal y es por el hecho de que “nadie” va a enterarse si llegó o si me voy, si estoy ahí por otra razón.

Todos los que andan por ahí, llegan o se van y por lo tanto hay que caminar, hay que hablar, hay que hacer ademanes como de ida y regreso.

¡Qué locura!

 

Los pobres sentimientos se minimizan, los abrazos pierden su calor, los besos saben a plastilina y las lágrimas  sinceras tratan de ocultarse.

Claro, hay otros que van a los aeropuertos a sacar provecho del ambiente artificioso del lugar que obra como un encantamiento en las almitas vigorosas de los que reclaman lugares en otra parte. Esos no pierden el tiempo y seguro estoy  que nunca se van con las manos vacías.

Para terminar, debo confesar que me duele la cabeza y el corazón cada vez que estoy en un aeropuerto, que no puedo soportar la petulante impostura de ciertas gentes.

No puedo sentirme feliz en un aeropuerto porque allí la verdad solo está de paso y lo olvidaba, algunos de los seres que habitan en los aeropuertos hablan inglés.

Se los juro.

¡Los escuché!

 

Del infierno al vacío

 

Y de todo lo que viene uno a enterarse. ¡Soy pasajero clase turista!

Los “primeras” clases pagan sobreprecio por cincuenta centímetros más de espacio, doble ración de comida de aeronauta, unos vasos de licor y la posibilidad de tentarle en trasero a los auxiliares quienes se esmeran con los magnates en la eventualidad de un romance de telenovela con final feliz.

La clase turista no tiene privilegios y de contera sufre el “síndrome de la clase turista” que no es otra cosa que la  puta pobreza.  Claro, al final magnates y pobretones se revuelven en las salas de  inmigración  y para saber cuál viajó en qué sección del avión basta con percibir el aliento y mirarle los ojos: si tiene tufo y ha dormido es magnate; si tiene mal aliento y los ojos dormilones es un desgraciado.

Algunos de los magnates son llamados VIP,  no todos lo son y al parecer son consentidos de las aerolíneas, por  los funcionarios y  por todo el mundo.

 

Otros magnates son vip son  o sea “very  idiotas  platudos”, no más.

 

Este viaje también me permite poner distancia de alguien que quiero llegar a conocer más, pero  estoy seguro me traerá problemas; una comensala con la que coincidimos todos los días a la hora de almorzar.

No temo a nada, pero no puedo evitar pensar en lo que queda atrás: esa comensala  de ojos negros  me ha sonreído con su sonrisa de a de veras.  Lo he sentido y eso es bueno. Lo malo es que traerá problemas.

En Bogotá, seguramente por efecto del frío y la desconfianza la gente no acostumbra a sonreir fuera de sus espacios colonizados, por eso la sonrisa de la comensala  es una imagen nítida en mi memoria.

 

 “Amo cuando me miras amo, cuando sonríes, amo cuando tus ojos buscan mis ojos y se besan en la distancia. Eso amo y no importa que la magia sea escasa.  Están tus ojos gitanos y en ellos la fuerza para no desistir del viejo sueño de encontrar una flor para adornar la solapa de mi locura”

 

¡Bah! ¡Espejismos! Siempre ha sido así.

La vida ayer se me puso grata pero no es así.  En la profundidad padezco una miseria que me acompaña desde que nací.

 

Miles de pies sobre la superficie de la madre tierra le dan vuelo al pensamiento y es un deber preguntarle  al cobarde que no  tiene miedo a las alturas y vive jactándose de sus quimeras:

¿Dónde están tus obras?

¿Mis obras?

Si hay obras deben estar en otra parte.

Por ahora solo me interesa la distancia entre el ayer y el hoy.

 

“Poco a poco la distancia se va haciendo menos”

 

La distancia en la que espero encontrar lo desconocido se acorta y esa misma distancia se  va haciendo más grande con las frases repetidas; la misma cosa una y otra vez más….. ¡eso!

Siempre ha sido así. Echo a andar, pero permanezco.

 

 Siempre quise estar en Buenos Aires, desde “El poema de los dones”, desde “La noche que en el sur lo velaron”; desde la Lujanera, desde los ojos de Cortázar, desde las palabras de Sábato, Arlt, Bioy Casares; desde las agonías de Alejandra Pizarnik  y Alfonsina Storni, desde  la voz de Mercedes Sosa y de Carlitos Gardel, desde el sonido…… (Ya estoy llorando de emoción porque hablo de almas grandes que la mía no puede contener)

Entonces me aconsejé:

-         ¡Hombrecito! llévate un tango, no mejor llévate todos los tangos, vístete con ellos, camina con ellos sus callecitas de añoranza.

Y me hice caso.

Me vestí de tangos y poemas; purifiqué mi alma de bestia citadina hasta convertirla en alma de niño provinciano para recibir a Buenos Aires.

Yo no voy a Buenos Aires. ¡Buenos Aires se acerca a mí!

Y es grande la emoción y de cuando en cuando miro por la ventana del avión con la esperanza de ver por primera vez las luces del ensueño.

 

Hay mucho silencio aquí arriba; muchos duermen, otros soñamos. 

¿En qué estará pensando la chica que viaja recostada contra ese enorme gordo que ronca  y huele a demonio?

 

Marthica, mi querida colega y amiga  parece dormir.

 

Está amaneciendo. Siento el alba en la ventana. Ya llega el Sol.

 

El avión aterriza en Santiago de Chile es otro país, pero el mismo aeropuerto, idéntico infierno.

El de aquí se llama Arturo Merino y adicional a todas sus bondades, huele a desinfectante y a café caliente.

Las autoridades locales obligan a los pasajeros en tras tránsito a descender  del avión y pasar por las máquinas de rayos X, hacer unas cuantas filas, etcétera. Lo único bueno para la clase turista es que puede uno estirar las piernas, una orinadita tranquila y la eventualidad de desprenderse discretamente  de algunos gases acumulados.

 

¡Espera, espera, espera!

 

 La aerolínea de los colombianos sufre por estos días una suerte de protesta de sus empleados quienes usando el proverbial ingenio indígena inventan cualquier pretexto para la protesta:  

“Se les informa a los distinguidos pasajeros primera clase y clase turista que hay un retraso en el horario de despegue pues hay un desperfecto en la silla del capitán”

 

¡Pucha! ¡Qué lío!

 

Advierto que formó parte de los distinguidos lo cual ayuda a tener la paciencia que la hermosa voz solicita después.

 

Una hora encerrado en un avión que no se mueve, cerca de un infierno internacional y con el calor de una mañana de verano recién estrenado puede llegar a ser más horrible que las torturas consignadas en “El jardín de los suplicios” de Octave  Mirbeau

Pero debo sobrevivir.  Hago el esfuerzo por ahogar mil gritos y refreno palabras desbocadas que se reúnen en mi boca.

Debo sobrevivir y ser decente.  ¡Qué tal!

 

Por fin volvemos a despegar.

Ya bien alto hay mucho cansancio. Algunos no tapan las ventanas y la luz del día hace doler los ojos.  Unos vuelven a dormir, otros apenas cierran los ojos y yo, maravillado pude ver el Aconcagua dibujado en la ventanilla que está frente a mí que estoy en el centro del avión y donde inexplicablemente una mujer hermosa duerme con la cabeza pegada al marco de la ventana.

El Aconcagua, monte hermoso, lleno de historia. Es una lástima que tanta belleza termine tan solo como postales o tapices de computadoras. 

Llega a mi mente un pensamiento de Andrés Escalarri:  

-         “No me importaría morir en este instante, sintiendo lo que siento ahora y con los ojos bendecidos por la belleza”

 

De pronto ya no está el Aconcagua, la mujer despierta sin enterarse de nada y en un cruce de miradas creo ver la  nieve en sus ojos claros.

No fue más…

 

Las aeromozas sirven café. Para mi sorpresa, una de ellas pertenece a la galería personal de seres que se cruzan en mi camino y es grato que ocurra de este modo. Tal vez esta sea la respuesta a la pregunta:

-         ¿Dónde están tus obras?

-         Sirviendo café en las cercanías del cielo.

 

Cansancio, calor y la voz: 

-         “Próximos a aterrizar en el aeropuerto internacional de Ezeiza en la ciudad de Buenos Aires”

Hace tanto que quería escuchar eso.

Ya estoy aquí vestido de tangos y palabras.

No tengo cámara para tomar fotografías. 

He traído mi alma y mi piel para llevarme a Buenos Aires pegado en ellas.

 Y mi pelo largo, negro y ensortijado para el viento juguetón.

Tengo además un espacio en mi morralito tercermundista para llevarme algunas palabras.

 

Ya estoy aquí, cerca de los sueños.  Abro los ojos y miro siempre adelante. (Curioso ya las gentes del aeropuerto no se parecen al odio)

Claro los trámites del inmigrante y la triste comprobación: las maletas colombianas siempre son sospechosas.

(Entonces las gentes del aeropuerto se parecen al odio)

La mañana bonaerense está en pleno esplendor.

 

Verano creciente, verano calcinante que hace dolor sobre la piel.

 

El encuentro con los seres que se aman tiene la fuerza, la sangre.  

Labios y abrazos estremecidos por el feliz suceso se repiten en medio de una multitud que espera los suyos.  

 

En el auto de Gabriel, mi cuñado, hacemos el camino…

 

Asombro, asombro total pues todo se está viendo por primera vez, aunque existe la certeza de haberlo visto  todo en otro instante.

 

¿Será cosa de brujería?

¿No dije antes que Buenos Aires era ciudad de ensueño?

 

Algo peculiar sucede.  Noto algo raro algo que no cuadra, pero no sé qué.  Horas más tarde lo pude hacer palabra: en verano los edificios, las calles, todo Buenos Aires, está desnudo

 

Montañero como soy, estoy acostumbrado a ver las ciudades enmarcadas por las montañas, el cielo gris y coronado de nubes.

Aquí no, el cielo azul, diáfano y las moles de cemento formando esqueletos sobre el horizonte.

El color del cemento se ve raro, llamativo.

 

El verano de 2003 en Buenos Aires es calor.

 

No quiero pensar en ello así que cierro los ojos y trato de escuchar las notas de un bandoneón.

 

Dura un instante, entonces de aquí o de allá  parece que fueron a brotar de las cosas las palabras de Julio Cortázar y las cosas del gran poeta ciego:

 

El bastón, las monedas, el llavero,

la dócil cerradura, las tardías

notas que no leerán los pocos días

que me quedan, los naipes y el tablero,

 

un libro y en sus páginas la ajada

violeta, monumento de una tarde

sin duda inolvidable y ya olvidada,

el rojo espejo occidental en que arde

 

una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,

láminas, umbrales, atlas, copas, clavos,

nos sirven como tácitos esclavos,

 

ciegas y extrañamente sigilosas!

Durarán más allá de nuestro olvido;

no sabrán nunca que nos hemos ido.

 

¿De veras Borges se ha ido?

 

Lo pienso una y otra vez siempre soñé con estar aquí paseando mi cuerpecito barriobajero, tan entrenado en malevaje

 

Y luego……. decenas de fábricas abandonadas o a punto de abandonarse son testimonio de una crisis que todos sabían que llegaría, pero…

(Bueno los peros en América latina los sacan a uno de apuros verbales, pero en la vida práctica no significan nada)

…. y luego los edificios grises, sin ventanas son aterradores y en el silencio de las avenidas se puede escuchar el lamento lejano de hombres y mujeres apagándose con las puteadas furiosas del torturador…..

(Prometí no hablar de eso pues ya mi patria es un problema y como es tan poco lo que puedo aportar por ahora conviene más cerrar el piquito tragar lágrima y esperar)

 

¡Oh, ahí están!

¡Difícil dominar los pensamientos!

 

Son miles los autos que corren a mil por las anchas cómodas y veloces autopistas. (Acostumbrado los huecos y en sube y baja y la grosería del tráfico bogotano aquí es la gloria.

Saliendo de la capital federal y entrando en la provincia ya se pueden reconocer similitudes y a pesar de todo, en ese aspecto Bogotá es inimitable)

El auto de Gabriel se detiene y estamos en la casa.

 

Bella casa, bella estancia para anidar por unos días la curiosa novedad de buscar prontas respuestas.

Estirar las piernas, tomar un refresco es más obligación que reflejo y luego sí el abrazo con los amores.

 

El encuentro con el baby, con  Fernando Daniel Pellegrino Arias, la nueva vida que vino a alegrar mi existencia, las cortesías tradicionales, la hospitalidad familiar y la feliz comprobación de que los que llevan mi sangre no se complican con nada.

 

El día se acaba pasadas las nueve de la noche, entonces sí “atreveos a dar una vuelta”

Cerca de la casa, visitar la plaza de san Miguel, un sector de la municipalidad de Malvinas Argentinas en el gran Buenos Aires.

 

Callecitas empedradas, muestra artesanal permanente es el primer contacto con la gente de aquí, luego el placer de una cervecita helada que los restaurantes sirven en las aceras que les corresponde.  

Vereda le llaman aquí y donde además se recibe la brisa de la noche que cae, el chancleteo rítmico de las bellas argentinas que parece que no saben caminar, pero son tan bellas como todas y el mohín esquivo de los adonis que le encargaron a Marthica.

 

Y no es una, son varias las cervezas y poco a poco se me va olvidando que estoy lejos, que estoy de visita, que en unos días debo regresar.

Es entonces cuando entiendo la magia.  

¡Buenos Aires me estaba esperando!

La seguridad de esta sentencia me compromete a afinar mis sentidos para no perder una migaja del amor que esta ciudad me va a ofrecer.

Para mi tranquilidad estoy limpio, me purifiqué antes de venir hasta mis ojos -- para sorpresa de todos-  ya  no duelen y ven bien.

Frente a la iglesia de San Miguel me pregunto por qué siento transformaciones en mi ser tan violentas y tan veloces.

 

Miro a Marthica y descubro una belleza serena, prudente y en el rostro de mi hermana intentó descifrar mi propio rostro; Lukass, impenetrable, se limita a sonreir. Si me preguntaran, seguiría aquí bebiéndome toda la cerveza del mundo mientras pongo en orden mis pensamientos.

No lo hacen  yo no insisto. También estoy cansado y me aseguro que he regresar (toda la vida  he hecho promesas de ese tipo y casi siempre esas promesas no se cumplen)

 

En la casa, antes de dormir caigo en la cuenta de que es sábado o mejor domingo en la madrugada… pero qué va…

¡Buenos Aires me estaba esperando!

 

Domingo 14 – El quincho

 

Es domingo al mediodía.

Hace mucho calor, más el sueño reparador y el alma alerta cumplen su tarea de hacer el ambiente tolerable.

De las chimeneas empieza a salir humo y me entero de que el sitio donde estoy tomando una cerveza se llama quincho; que casi todas las casas de los argentinos tienen un quincho y que allí se realiza un ritual familiar y de amistad muy arraigado en el pueblo argentino: el asado

¿Cómo no voy a saber lo que es un asado?

 

“Una barbacoa dicen con certeza los xenófilos del tercer mundo”,  digo cómo respondiendo a cierta jactancia de los anfitriones  que aseguran:

“Van a saber lo que es un asado”

Bueno no lo sabía, no en esencia.

 

Entre otras muchas cosas los argentinos se sienten orgullosos de sus carnes,   también de las de sus reses.

 

Para no empeorar las cosas digo que la industria cárnica es motivo de orgullo para los argentinos y todo lo que hay que saber sobre ella hace expertos y profesionales competentes.  

El argentino medio parece saber mucho del tema y se siente que debe guardar un secreto muy preciado. Por eso lo único que uno les puede sacar mientras se saborea un trozo de un churrasco delicioso es: “el secreto está en el corte”

Con secreto o sin él debo reconocer que en mi vida había probado carne tan deliciosa. Al cortar la carne parece y no es exageración, es como si se cortara un trozo de mantequilla.

La carne se acompaña con papas fritas, a la francesa o en ensalada rusa casi siempre y abundante vino que por aquí es bueno, bonito y barato.

 

¡Los vinos de Mendoza! ¡Orgullo nacional!

 

Como no puede faltar la colombianada, entonces me da por imaginarme lo delicioso que sería acompañar la carne con papas saladas y ají, pero pronto me convencen que no se puede a menos que se traigan las papas y los comensales de Colombia. Punto cerrado, aunque el saborcito de la imaginación obliga a que me apure un cuarto de la botella de vino y es que hay que beberse los vinos ligeros pues una vez destapados, mientras lo piensas, has de beberlo caliente.

Viene el reposo  hacia la noche y el gusto de la comida aminora las ganas de salir. Entonces me quedo en el recuerdo de san Miguel la noche anterior.

 

“Qué bonitos ojos tienes debajo de esas dos cejas ….

Ellos me quieren mirar, pero…..”

 

Es una lástima que esas bellas argentinas no miren a los ojos.  No pueden o no se les da la gana.

Lástima, con esos ojos se hace un banquete de mirada. 

Las chicas argentinas son tan parecidas  y tan diferentes a las chicas que uno encuentra en el camino y a las que conozco en mi tierra.

Me explico para no dar la impresión de una perogrullada.

En algún instante parece -viendo pasar a las doncellas- que estuviera en cualquier esquina de cualquier ciudad colombiana y al momento siguiente es como si estuviera en cualquier esquina de cualquier ciudad escandinava.

¡Lo dije!

¿Será que de veras no saben caminar?

¿Será efecto de usar esas chancletas?

 

Con atrevimiento ayer hice un comentario en la mesa:

-         “Aquí las viejas no caminan echan pa´lante”

y hasta ahora parece ser así

 

Es lo de menos.  Estoy contando esto como si en verdad fuera importante.

Estoy dichoso por estar lejos y por estar cerca de lo que antes estaba lejos.

Bobadas que le dan a uno cuando ha vivido tanto tiempo solo y se ha acostumbrado a ello. Un día te levantas y no estás solo y crees que es bueno no estar solo porque los que están contigo….. ¡están contigo!

 

Y luego….en disposición de sueño, pero antes de cerrar los ojos debo acordarme del nombre de la escritora esa… el libro lo vi el mercado callejero de San Miguel… estoy seguro que escribió una novela llamada “Duermen bajo las aguas” que si mal no estoy ha sido tema de debate  en al contexto del feminismo…

Recuerdo haberla visto…. en los catálogos del  Círculo de Lectores, pero….. no puedo dormir sin acordarme del nombre.

Me precio de poseer una buena memoria, pero últimamente me pasa esto con alguna frecuencia.

 

Luego de ver pasar centenares de ovejas y buscar el triángulo verde estoy seguro.

Ella se llama algo así como…. algo de ….Merimeé algo tiene que ver con ese autor….e inmediatamente llega: ella se llama ella  Carmen y se apellida Kurtz y no es Argentina como pensaba sino española como era de esperar y no he leído nada de esa autora, pero me acuerdo de su nombre y acaso eso sea perfecto para  los dos.

          

Ahora sí el sueño.

 

Lento

 

Lunes 15 – Balada para un loco

 

-          “Salgo de mi casa por Arenales, lo de siempre en la calle y en mí, cuando de repente, de atrás de ese árbol se aparece él….”

-          

Hoy amanecí repitiendo estas palabras con acento porteño que me envidiarían la mismísima Susana Rinaldi, la mismísima Norma Aleandro.

 

-         “Mezcla rara de penúltimo linyera y  de primer tripulante en el viaje a Venus.”

 

El corazón salta de gozo cuando me entero que linyera significa lo que yo quería que significara y que yo soy último de los últimos linyeras del mundo….

-          “y que vamos a volar por las cornisas

 

y vuelo por las cornisas y por las cloacas y me sumerjo creyendo aún en el amor y me siento grato y me siento hambriento de emociones y la eventualidad del primer encuentro con la ciudad de mis amores, desconocida como mis amores, llena mi cuerpo de vitalidad y optimismo.

 

Gabriel nos deja en el edifico de  Retiro y echamos a andar “a pasito lento” para que marquen mejor las huellas.

Ojos avizores y el corazón atento, calle por calle, paso por paso.

¿Primera vez que soy extranjero?

¡No! Ya fui extranjero en otras partes solo que ahora soy extranjero donde quiero estar.

 

¿Cuándo inició esta aventura?

Siempre he sido un tanto loco y ese sueño de gitanería y esa arrogancia de sentirme dueño de todo lo que no tiene dueño tiene que alguna vez pasarme la factura. Sólo que ahora no lo hace porque tengo el control.

 

Ven, si tengo agallas para vivir como he soñado y bueno reconozco que mi vida depende bastante de las palabras aunque no soy brillante con ellas y debo poner en juego mi habilidad expresiva y sólo hay un camino: la honestidad y la franqueza

 

Que haya verdad en lo que digo; que haya verdad en lo que escribo y sólo puede haber verdad en lo que vivo y siento y puedo expresar.

 

Por eso estoy aquí, para retratar con el alma lo que veo y siento y ponerlo en palabras para comparar luego con lo que no siento y no veo y también puse en palabras.

¿Candidez o impostura?

¿Soy en verdad el hombre culto que algunos dicen que soy o soy el payasito gitano y sensiblero que se me revela cuando me emociono?

 

Aquí debo descubrirlo.

 

Por lo pronto soy un hombre sencillo y bueno que está parado frente al Reloj de los Ingleses frente a la estación del tren de Belgrano en Retiro.

Reconozco además ser el dueño de una irresoluta candidez que se hace patente cuando me da por decir a los otros que soy feliz con pocas cosas.

Ahora, por ejemplo, que camino frente al monumento de los héroes caídos en las Malvinas, los guardias apostados allí ni se imaginan que soy un héroe, que me siento un héroe y que aún no he caído.    

¿Cuándo lo haga habrá monumento?

Lo más es seguro es que no. 

Nadie sabrá qué he caído y mucho  menos ahora que voy a iniciar el recorrido por la que llaman peatonal Florida. 

Es paseo obligado de propios y extraños.

Todos los paquetes turísticos incluyen el paseo por Florida que es una calle para peatones, llena de almacenes en los que se puede comprar lo mismo que en otro lugar, solo que un poco más caro.  

Algunos de los dependientes también hablan inglés

Martica parece tan asombrada como yo más lo disimula muy bien. Eso es muy propio de todas las mujeres.  

Lukass se adelanta o se atrasa según le venga en gana y hasta ahora son pocas las palabras que ha pronunciado en Buenos Aires.

¿Economía verbal o asombro?

 

La gente bella, (¿A quién le dio por llamarla así?)  avanza  haragana por el tapete de baldosas que algún alcalde bonaerense les construyó a los parroquianos para que saquen a pasear el orgullo.  Algunas bellas, entre ellas, me recuerdan el estado de desafecto permanente en el que estoy postrado desde que la payasita gitana que enseñaba a los niños se cansó de mis quimeras.

El desencuentro con el verdadero amor algunas veces se me pone doloroso y hasta me entran ganas de llorar.

¡Sí, sí, ella!; si alguien estuviera aquí a mi lado para poder decirle al oído lo que ahora estoy sintiendo.

Los vendedores de almacenes me llenan las manos de papeles tarjetas y promociones. Me adivinaron la  procedencia y alguno hasta pensará que soy un magnate caribeño. ¡Nada!

Yo soy el humilde hombrecito colombiano que pensativo recorre las calles de una ciudad amorosa que lo estaba esperando.  

(Pensando en esto, no cambiaría la opinión si esta ciudad amorosa me produjera la muerte)

Alguna vez aseguré que no me gustaría morir en Bogotá, no quiero morirme en Bogotá.  Merezco morir en otra parte, en Chía, en Sopó, en el mar.

Mi familia colombo argentina, pendiente de mis pasos y mis impresiones; Paola descifrando signos con sus doce años y yo con mis tantos más; Isabel, mi hermana está preciosa “y luce linda estrenando un bebé”

¡Hagámosle un  campito a la ternura!

Nunca está de más sentir saltar el corazón cuando tu niño patealea.

Fernando Daniel ahora es mi niño y hoy…. más que nunca.  

Al llegar a la esquina de Florida con Corrientes decidimos seguir a la derecha y buscar el Obelisco dejando aplazada la ilusión de pararme frente a

 

 “Corrientes dos cuatro ocho, segundo piso, ascensor”

 

La calle Corrientes es mucho más grande y a lado y lado hay restaurantes, teatros, librerías y Pelvis (un negocio frente al kiosco de Juancho), un cafecito donde algunas damitas argentinas sirven café en ropa interior.

La curiosidad le gana a uno y termina por reconocerse que sería bueno volver a pasar en otra ocasión sin tener que ocultar la  ruborizada frente a las  acompañantes (Salta el inocultable macho latinoamericano)

 

A pasito de turistas llegamos al Obelisco y sin ocultar nuestra condición de primerizos, nos fotografiamos imaginariamente frente a este monumento a la bandera Argentina. (Marthica había dejado la cámara)

Luego de beber un par de urgentes cervezas bajamos por Carlos Pellegrini hasta la avenida del Libertador, arriba de Retiro.

El alma se me quería salir cuando leí el nombre de una calle que amé sin ver, a través de las palabras y la música de un hombre que transformó mi tristeza en canción: Astor Piazzola

Al leer Arenales eché una rápida mirada calle adentro con respeto, con temor pero con mucho amor y decidí que no era hoy sino más luego cuando me internaría por sus veredas para robarme un poco de la magia que desde mi locura puedo percibir.

 

Llegando al punto de partida se desató una tormenta de viento que amenazó con levantarnos del piso, pero qué importaba: Buenos Aires ya se estaba revelando como la ciudad que soñé. ¿Qué más puedo pedir?

 

Ronda rondando las imágenes vistas hacen huella en mi alma.

 

Cada vez que lo recuerdo será como si estuviera ahí.

 

No es una promesa…… es que no puedo escapar de mi pasado.

 

¡Amén!


Martes 16 - ¡Ay, qué calor!

 

Hoy el calor es bárbaro como dicen aquí y los pronósticos de los especialistas no son halagüeños.

Es posible que la temperatura alcance topes inimaginables, pues el verano hasta ahora comienza.

¡Qué problema!

Provengo de tierra fría, de la fábrica de las temperaturas bajas y amo entrañablemente la tierra linda en la que te asomas a la ventana y ves un nevado.

 

No voy a darle mente al problema. Estoy a miles de kilómetros de mi casa, así que más vale ser valiente y resistir.  Además, el calor no va a ser obstáculo para disfrutar de lo que estoy sintiendo; además tengo aliados decisivos en esta batalla contra el calor: el vino frío, la cerveza helada.  

He sido por años un consumidor constante de cerveza. Me gusta la cerveza dialogada, creativa y hasta demente. Las que me bebo aquí son un poco eso y son necesarias. Una botella tras otra se va desocupando mientras refresco mi cuerpo.

 

A estas alturas alguien dirá: este orate habla y habla de sentidos, sentimientos y alma. La dichosa palabrita alma, la ha repetido innumerables veces y parece ser ya una muletilla.

No.

Mi alma es mi alma y es lo único que tengo.  Viaja conmigo a todas partes y es la única razón por la cual ni el odio ni el desprecio hacen mella ni provocan desafueros en mí cada día.

Mi alma, lo sé, es suficiente. 

Repito es lo único que tengo, lo único que me llevaré cuando muera.

 

Ayer, mientras recorríamos en auto por Puerto Madero y la noche se bañaba en las aguas del Río de La Plata, vi cómo es una combinación perfecta:

Agua, noche, luz y alma.

Luego la muerte parece ser al menos una variante de esa combinación.

 

Tal vez no se entienda lo que quiero decir porque es la razón la que pretende hablar:

“Te vas Alfonsina con tu soledad”

 

De seguro  Van Gogh sintió lo mismo……

 

Bienaventurados los que no siendo de culturas marineras llevamos el mar en las entrañas.

 

Curioso. Sabía, como el que más, que Buenos Aires es una ciudad de puerto. Muchos de mis fantasmas habitan en los puertos o viven en cercanías de Poseidón, pero nunca había visto un puerto en persona.  Gratitud inmensa por mi loca de la casa que me ha permitido estar antes donde he querido estar.

 

(Las calles de Katmandú huelen a humedad y a hierba, también a medicina)

 

Puerto Madero es el lugar y ha llegado la fragata insignia de los argentinos.

Es preciosa llena  de puertos y aventuras.

Merece fotografiarse para retener la fugacidad de la imagen en la memoria que, a pesar de todo, siempre tambalea.

(Marthica puso su belleza en el marco de la fragata y el río)

 

Bueno, a lontananza una embarcación aparece y desaparece desde mi punto de observación en movimiento.

Eso fue ayer…..

 

-         “Yesterday, all my troubles….”

 

En la calle vi a un señor parecido a Ernesto Sábato pero la posibilidad de encontrarme frente a frente con Sábato son ínfimas, entonces recordé que soy teatrero y como tal debo preocuparme por averiguar por el movimiento teatral en Argentina.

La mejor opción es comprar el diario.

 

Entre Clarín y La Nación preferí la Nación por ser  más parecido a El Espectador preferencia que no me explico siendo un escéptico sobre la independencia de la prensa.

Pero se trataba de ver la programación cultural.

 

La cartelera de espectáculos es muy variada y el repertorio es más o menos el mismo del Teatro Nacional regentado por doña Fanny. 

Como fui repudiado por ese teatro, pero amo el teatro como a mí mismo, me dediqué a ese teatro marginal callado creativo de martirio…. encontré un par de opciones de ese estilo en San Miguel y en Tigre, pero programaciones para después de mi regreso.

También he de reconocer que no soy un tipo entrador de esos que se presentan:

-         “Hola, yo soy fulano de tal vengo de Colombia y estoy interesado en el trabajo que ustedes hacen”.

 

Yo soy más bien un solitario que cree en las coincidencias.

 

Soy un teatrero firme que sabe que morirá amando su oficio.

 

No más.

 

Miércoles 17 – Rumbo a la Costanera

 

En la mañana lo mejor es dormir. 

Encender el ventilador y quedarse uno quietecito pues con el menor esfuerzo empieza uno a sudar copiosamente.

¿Venir desde tan lejos a dormir o sentarse a ver televisión?

 

No me arrepiento. Estoy durmiendo como en mi casa y haciendo cosas que hago en mi casa y no tengo prisa por conocer, por ir de un lugar a otro sin ton ni son. Salir por salir no es recomendable.

Cada sitio que conozca, cada momento de encuentro, será especial o no será.

 

En días anteriores se presagió La Costanera.

La Costanera es una avenida que bordea el Río de La Plata, que está muy anunciada por toda la ciudad y que aparece en la letra de muchas canciones argentinas y especialmente en una muy recordada de Leonardo Favio.

 

Hoy nos bajaremos en un punto de La Costanera para tener el río de frente.

 

El auto se detiene y el corazón salta. 

La tarde, como presagiando nuestra visita de sorprendidos paramunos, se hace fría, agradable.

 

Casi un centenar de pescadores de mitad de semana lanzan sus cordeles hacia el agua, preparan sus carnadas mientras  beben un mate vespertino que ha de saber a gloria.

 

El poeta lanza sus anzuelos contra el horizonte: pescar palabras, pescar sonidos entre las aguas ondulantes del maravilloso río.  Ellas salen enredadas, urgidas de brisa y se posan en sus labios y luego en su mano. Es una posesión fácil, como de amantes.

La mano y las palabras transitan felices, línea a línea hasta hacerse página, hasta hacerse pesca verdadera, hasta hacerse milagro.

Me esperan largas horas de embriaguez antes de la noche

 

No importa.  Nadie sabe lo que pienso.

 

Un velero a lontananza trae su equipaje de vientos y palabras, materia prima para un verso, acaso dos.

 

Walt Whitman, poeta amado, ¿también fuiste pescador?

Y tú, sufrida Alejandra Pizarnik …¿acaso no estuviste como yo, corajeando versos de espuma frente a este río- mar?

 

El río ha estado aquí siempre; antes que tú, antes que yo, antes que todos los que nos precedieron, los que vendrán después a contemplar extasiados como la naturaleza hace nido entre huesos y piel.

¿Cuántas pescas milagrosas contarán estas aguas?

Millones de miradas sorprendidas, millones de emociones auténticas ha provocado la inmensidad de este río rumbo al corazón.

¿Cuántos seres humanos han entendido el amor, han suspirado, han alucinado frente a este río?

Ahora yo lo gozo y lo sufriré después.

Lo primero es el placer en los ojos, la poesía en masa informe sugiriendo cinceles; lo segundo es la cortedad de la expresión que estrangula el sentimiento.

¡Río, río, río!

Este río no es mi río y sin embargo siento la obligación de cantarle al río….. Río.

Desde ahora cuna y sepulcro de mis amores.

Lástima que nadie mire a los ojos, vería el mar en ellos.

Menos mal que nadie me mira a los ojos. Me verían llorando.

 

“Ella, ella ya me olvidó…  yo la recuerdo ahora….”

 

El gran río se lleva mi voz rumbo al mar y luego en Arquímedes 861, en el quincho, mientras apuro una cerveza, siento una emoción profunda y hasta ganas de cantar.

Así es como se hacen los cantautores…… ¿creo yo?

 

Jueves 18 – El tren

 

Vamos de regreso a casa luego de un breve paseo por el centro de la ciudad donde tuvimos una dosis de vitrinas y pudimos saborear las deliciosas “facturas” con café con leche.

 La meta es otra vez, Retiro.

El Reloj de los Ingleses, una torre con un reloj que de veras da la hora nos orienta como un faro en ese sector de la ciudad Y muy pronto estamos  en Retiro. Allí está la estación de los trenes y los autobuses (ómnibus llaman aquí) que circulan por la ciudad

Dominar Retiro  es una garantía de que uno no se va a perder en Buenos Aires.

 

Paola, mi hermosa sobrina compra cuatro boletos para la estación de Sordeaux y mientras lo hace en la cafetería de la estación  Marthica,  Lukass y yo damos cuenta de sendas botellas de Brahma bien frías.

Es agradable el ambiente de allí. Sentados cerca de la entrada está la posibilidad  de ver a la gente pasar y pasar…..

 

“Pasa un vampiro buscando una mina,

pero lo violan pasando una esquina”

 

Es Piero, el cantautor argentino tan conocido en nuestra patria.

 

Claro, la gente aquí, allá o en la Cochinchina, todo el tiempo no hace otra cosa que pasar y pasar. Anónimos como en todas partes.

 

Yo, en plan de turista pobre me doy el lujo de mirarlo bien, con calma, casi en detalle y notar que a pesar de que las avenidas y las aceras son amplias, la gente de esta ciudad camina junta, tocándose los hombros recibiendo en la nuca el humo del que va atrás (porque fuman como locos y las mujeres fuman más que los hombres) pero se comportan como si la gente que camina con ellos no existiera, como si estuvieran solos en la calle, como si estuvieran solos en el mundo. 

La meta parece ser llegar.

Llegar a alguna parte.

¡Que cómoda es la vida así!

 

Y claro, es fácil distinguir al forastero del nativo.

Los forasteros suelen caminar despacio mirando a todos lados y sea con prepotencia o con humildad y asombro una sonrisa se dibuja en sus rostros los nativos no, ellos van para adelante arrastrando ese torrente humano y si sus labios se mueven es para pronunciar un enfático: “Permisssso”

Ellos cruzan obstáculos.

 

Ve, ¡cómo soy de cándido!

Antes de viajar aseguré delante de muchos compatriotas que más arrogantes que los argentinos son algunos colombianos; que eso de su prepotencia era apenas un cliché, que gente altanera hay también en Ráquira, en Cereté o en Ipiales.

Sigo pensando lo mismo y más: percibo en la gente mucha frustración, la tristeza de ver sus esperanzas pisoteadas por el orgullo nacional (que en todas partes parece ser el patrimonio de los políticos)

Recuerdo aquella ancianita en Génova Quindío que pasaba la vida barriendo un polvo imaginario de su sala para recibir la visita de un alcalde solo existía en su mente.

Aquí hay muchos así.

 

En Colombia la gente sufre más y las esperanzas son menores, pero uno sale a la calle y no siente ese ambiente de tristeza universal, patológica.

Se sienten otras cosas menos eso. 

Los colombianos soportamos todo con resignación tal vez por el carácter vengativo que nos identifica.

Eso nos hace soñar con que el último que ríe, ríe mejor.

Los argentinos  no.

Pero volvamos a lo de mi candidez.  En algún momento llegué a creer que mi forma de ser y mi locuacidad podrían facilitarme la relación con la gente de una cultura diferente, más aún, sabiendo que los argentinos tienen fama de buenos conversadores; pero me equivoqué. 

Si bien es cierto que hasta hoy las oportunidades han sido escasas con las personas que he tenido que tratar, solo una se parece medianamente a lo que yo considero una persona amable, culta y divertida. 

Se trata de un vendedor de flores en San Miguel, quien acercándose a las mesas donde estaban  María Isabel, Paola y Marthica dijo:  

   - “Che, hay aquí hay demasiadas flores”

y se alejó con ese pregón:

-          “Flores, flores”

El florista, conocedor de la belleza logró que a las flores que me acompañaban las amara mucho más y que las flores que llevara en su mano, no tuviera con qué comprarlas.

Embelleció el instante y sonreí…..

“Ni se compra ni se venden el cariño verdadero”

 

Pienso que la soledad en Bogotá es más soportable que en Buenos Aires porque en Bogotá reniegas y lo expresas, aquí lo tienes que guardar y eso se refleja en el rostro. 

Los que algo me conocen saben de mis preguntas amables, algo coquetas, buscando siempre sacar una sonrisa o una respuesta ingeniosa.

Aquí mis preguntas son respondidas con monosílabos cortantes y con mohines prefabricados. Los bonaerenses parecen manejar un alfabeto de gestos y ademanes muy precisos y útiles para responder. El lío es cuando les toca preguntar.  Pero no es autosuficiencia, creo que es timidez, precariedad anímica, cortedad. 

Así como el colombiano medio es epítome de resignación y conformismo creo que el argentino medio lo es de la inseguridad.

No pueden mentir bien, aunque las palabras le suenen bonito.

Llega el tren y apuramos las cervezas. Hemos de correr para poder elegir un buen vagón y una puerta cercana a la salida por si el tren se llena. Esta línea férrea va de Retiro hasta Villa Rosa.  Son como quince estaciones. Nosotros podemos bajarnos en Villa de Mayo o en Sordeaux y caminar cerca de diez cuadras para llegar a la casa. Luego de una breve votación decidimos bajarnos en Sordeaux.  Me acomodo al lado de Marthica quien se sienta en el puesto de la ventana; Paola se sienta al frente de los dos y Lukass en el otro costado del vagón, estira las piernas y se queda dormido. 

Una pareja de enamorados se hacen carantoñas y arrumacos en un vagón del fondo.

Es entonces cuando descubro que si tuviera que elegir al argentino tipo diría:  es la copia fiel de Pepe Cortisona, el rival de Condorito. ¿(¿Será una venganza chilena por lo del canal del Beagle)

 La parejita se comporta como si estuvieran solos, lo cual confirma lo que aseguré, antes cuando miraba la gente pasar y pasar.

Había olvidado lo placentero que es viajar en tren. Desde los años de mi primera juventud no lo hacía, pero eso es materia de otras palabras. Un avión se apresta a aterrizar en el aeropuerto  Jorge Newberry. Es tanta la cercanía que parece que fuera a hacerlo sobre el tren.

Un aeródromo en el centro de la ciudad.

Eso ocurre en Buenos Aires.

 

Volvamos a la pareja. La chica, una morena de generosas carnes se retuerce sobre el asiento y no le importa nada que los parroquianos pongan a viajar su mirada entre sus muslos. El encargado de la línea me da un golpecito en el hombro y me reclama el boleto. Lo busco entre los bolsillos del pantalón mientras el tipo golpea divertido una libreta con la perforadora. Cuando se lo alcanzó, el tipo se ríe burlón y me deja con la mano extendida.

El, también está en el espectáculo y con su gesto me indica que los protocolos laborales en todas partes sucumben entre los muslos de una muchacha.

 

La gente sube y baja en cada estación, pero es en don Torcuato donde parece que toda la gente de Buenos Aires viajara en el mismo tren.

 

 Viernes 19 - Celebración

 

El cumpleaños de Marthica.

Lejos, muy lejos de los que ella quiere; algo de nostalgia se aprecia en sus bellos ojos y los  que estamos aquí trataremos de borrar la nostalgia de sus ojos y emocionarle la sonrisa.

 

Para estos días ya somos expertos en hacer compras en el supermercado próximo a la casa. Claro, hemos tomar transporte urbano y regresar en remises.

Los remises son autos particulares que se asocian para trabajar como taxis y abundan en supermercados y terminales de transporte.

Conseguimos una deliciosa torta para celebrar el cumpleaños de Marthica. Las tortas que venden por acá se pasan de deliciosas y juro no haber comido antes algo igual y eso que asistí por varios años a cuanta fiesta de ponqué me invitaron en los estratos más variados.

 

La festejada luce muy hermosa y sonríe tímidamente.

 

“Cuando una parejita de pajaritos cantores se asoma a tu ventana y con muy poca consideración con tu sueño, hacen serenata con su trino enamorado; cuando el ardiente calor de este verano bonaerense te da una tregua y entonces la brisa se apodera de tu piel;  

cuando los recuerdos y las añoranzas nos llegan por el lado bueno y a todos los que amamos y están lejos nos los hace cercanos el querer del pensamiento;  

cuando esos mismos que amamos se nos vuelven una sonrisa y aleteos de mariposas en el estómago y el corazón;

cuando el mate que bebemos ya no nos parece extraño ni amargo….

cuando los que están cerca nos parecen tan propios, tan cómplices, tan camaradas;

cuando las lágrimas que escondemos prefieren quedarse así;

cuando el ruido del viento se hace canción;

cuando de pronto se recuerda la letra de un bolero y no se sabe por qué;  

todo eso pasa….. porque Marthica cumple años.”     

Martica cumple años aquí, en Buenos Aires y en Colombia y más allá; Marthica cumple años donde el corazón está… yo, que la veo, pongo el acento en el alma, levantó una copa y brindo por ella…. ¡por ella!

 

Hay algo extraño en el momento. Es conmigo.

Con mis cumpleaños.

Yo nunca he expresado alegría, emoción alguna en estas circunstancias. Mi gente se ha preocupado por halagarme en estas fiestas los últimos años y la verdad es que yo estoy ahí es “por no ser grosero”

Creo, nunca he tenido por qué celebrar. Verdaderamente. Por eso me extraña que esta noche, todo este día, haya sentido gran interés porque la homenajeada esté feliz.

¡Yo sin saber cómo es eso!

Pero bueno.

La vida familiar tiene sus encantos y de verdad el hecho de compartir un trozo de pastel y un vaso de vino en homenaje a una vida, logra conmoverme y sentirme parte de un sueño. 

Voy descubriendo que si los otros son felices yo no soy infeliz.

¿Cuánto tiempo has tardado en llegar a esta conclusión?

No sé; tal vez lo supe desde que nací, lo callé por egoísmo y al darme cuenta de que la vida no me depara más de lo que merezco no tengo otra alternativa que expresar que “estoy descubriendo algo”

 

¡Ya basta!

 

¡Marthica  brindo por ti!

 

¡Feliz cumpleaños, de corazón!

 

 Sábado 20 – Barullo y boliche

 

A la llegada del barullo decembrino, y como me pasa siempre aquí y allá, me siento fuera del cuento.  Entonces me pongo de mal genio y como los otros no tienen la culpa prefiero quedarme en la cama el máximo de tiempo posible. Dormir no se puede con el calor abrasador entonces encender a tope el ventilador y estrellar las malas energías contra el techo.

Es una suerte de exorcismo  casero que a veces funciona.

¡Esta vez funcionó!

Estoy lejos de casa, estoy donde quiero estar, con gente a la que quiero, me siento querido por ellos entonces el “síndrome decembrino” que me ataca desde noviembre no va a estropear lo maravilloso que tiene este sueño.

 

Me levanto y hay planes para el atardecer ir a San Miguel a beber una cerveza.

 

A la segunda cerveza ya había recuperado mi habitual tranquilidad, y así, serena el alma dejaba vagar mis ojos entre la multitud que en noche de viernes no hace otra cosa que pasar y pasar…

 

Algo llamó mi atención. Varios autos adornados estacionaron en el “parking” frente a la iglesia y de ellos descendían jovencitas ataviadas con vestidos largos, maquilladas y acompañadas de adultos mayores nerviosos y apurados. A alguien de una mesa vecina le escuché decir:

-          ¡Es noche de quinceañeras!

No supe más, pero supuse que debe ser una tradición familiar  auspiciada por la parroquia. Cansado de ver tanta quinceañera con trajes largos y pesados en el inicio de una noche de verano, acepté con agrado la sugerencia de dar un paseo por la calle de los bares (Aquí los llaman “pub” como en Inglaterra y al notar que ya son muchas las similitudes que tienen los argentinos con la cultura inglesa me pregunto si hay un alma británica en el argentino promedio)

Aseguró sin duda que en cada colombiano hay un Miami, un New York bien escondidito y que aflora a la menor provocación.

¿Ellos también son así? ¿Con Inglaterra? ¿Con Europa?

Sé que en el alma de los gauchos y los andinos hay un sentido latinoamericanista bien fuerte bien arraigado y seguro en la capital lo hay, no lo pongo en duda, pero las evidencias contrarias son abrumadoras.

Llaman todo como el inglés: nombre de lugares, de plazas, de calles son nombres ingleses…. en fin.

Eso no me disgusta, lo reconozco.

Me imagino en Colombia invitando a mis allegados a pasar al “living”, a sacar la soda del “freezer”, a sentarse en el “porche”.

 

Llegamos al sector de los “Pubs” de San Miguel, la “zona rosa” de la municipalidad.  Bueno, para empezar durante el verano la gente sale de noche, apenas oscurece, a eso de las nueve es un río de gente tres veces más grande y alborotado que a las seis en Pereira en el centro.

A  las doce, el número de parroquianos no disminuye.

Y como en todo en la vida no puede faltar  la sorpresa. En la calle de los bares, centenares de chicas apenas floreciendo hacen ver en conmovedora minoría al género masculino. Cada cual más provocadora y destapada que la anterior… haciendo fila para entrar a “la disco” a un “boliche” que al final de cuentas es la misma historia en todas partes: Ebriedad, sudor, piel, excesos, ruido….

El instinto entonces se alerta y algún asomo de pensamiento lujurioso es bebido en un largo trago de cerveza y luego viene una profunda tristeza.

 

Algunos de mis cercanos  podría aventurar que mis tristezas tienen origen en mi soledad y en el hecho de  “que quiero”,  pero de pronto “no puedo” pues he gastado mis años en estupideces intelectuales y no le he dado gusto al animal, pero jamás ha sido así. 

Cada momento de mi vida es único, pretendo que lo sea y signifique lo que tiene que ser en el marco del tiempo y del espacio que le corresponde. Siempre me he conmovido con la belleza en todas sus formas y alrededor de la belleza he construido las más disparatadas quimeras; pero para regocijarme en plenitud con la belleza, he de confirmar que hay un respaldo, un aval interesante detrás de ella, que permita el brillo completo.

Si bien en la primera impresión, la sensualidad se arrebata es preciso recibir “el encanto del interior” para que yo enloquezca.

No hay duda, estas chicas son hermosas.  Las hay también en mi patria, las hay en el Ecuador, soñé con unas en New Orleans y pensando en eso llegó la tristeza…

¡Y no por ellas! ¡Por todas! ¡Por mí! ¡Por los que amo!

 ¡Qué bajo hemos caído!

Nos han inutilizado, han banalizado nuestros sueños. Arrebataron nuestra autonomía y no nos hemos dado cuenta.

Ver a esa juventud, esperanza de un pueblo, Argentina, y saber que los podemos meter en un mismo saco con los niños de El Salvador, Brasil o Guatemala, que se parecen en todo, que son igualiticos en todas partes, que su libertad reside en el hecho de elegir a que metedero entrar o con cual mechudo acostarse.

Cuando se ve a ese pueblo así, como mi pueblo, como soy yo, me entran unas ganas locas de llorar.

De llorar, por no ser capaz de convertirme en héroe, en mártir o en cadáver …

No saben lo que quiero decir, tal vez ni yo me entienda…

 

Las cervezas se suceden frenéticas, crece también  el océano de piel y calor.  Entonces mis ojos me delatan y debo entrar en la mascarada.

Algo inesperado vino a ayudarme en la confusión:

Una hermosa mujer sentada del otro lado de la calle contra la ventana. Su acompañante se adivinaba entre las sombras, pero ella y la ventana eran una pintura nítida colgada de la noche. Era morena y sonreía, de su oreja pendía un aro gigantesco. Busqué sus ojos con insistencia y no los conseguí seguro que no era María D  porque María D  no es tan joven; seguro no es gitana; seguro no sabe de mi existencia, pero esa mujer hizo que, embromado por la cerveza, una noche de Buenos Aires desearía haberme aprendido de memoria a tatuarme en el la piel en sus versos del viejo  poeta que dicen:

Pasé por una populosa ciudad”

¡Maldita memoria!

Recuerdo que el poeta dice que de esa ciudad solo recuerda “a una mujer que me demoro con su amor”

¡Maldita memoria!

¿Por qué olvidé el poema? ¿Es solo el poema”

¿Es que mi corazoncito romanticón está esperando que una mujer de esta populosa ciudad me demore con su amor?

Tal como he vivido, hoy y aquí diría que la respuesta es sí y tiene que ser una mujer como… la gitana de la ventana se ha ido y no tengo nada que hacer ahí.

Dar tumbos por la vereda, ir tras los otros a buscar el auto y al llegar a casa a llorar en silencio y maldecir a la memoria.

 

 

Domingo 21 – Las manitos de Fernando Daniel


En mi patria hice de los domingos un monumento a la rutina.

 

El libreto es inamovible desde hace unos seis o siete años.  I                                                     Inútil no pensar en ello cuando me despierto sobresaltado porque son las nueve de la mañana   y aún no he recibido la sonrisa de doña Aleyda  preguntándome con su encantador acento paisa:

-         ¿Algo más don Fernando?

 

Hoy el calor y la cama extraña me indican que no hay periódico, ni doña Aleyda, ni lavado de ropa, ni llenada de crucigrama.

Hoy será un domingo distinto.

Claro que sigue rondando la voz del poeta y ahora recuerdo que los versos empiezan así:

“Once I pass´d throught a populous city….” 

 

En cuanto tenga  modos me quitaré la duda de encima. Sólo que el poema ya no pertenecerá al momento en que lo necesité.

A este punto me obstino en recordar los versos por una veleidad puramente intelectual y no por nada que tenga que ver con los afectos.

 

Con seguridad, soy muy reticente a reconocer públicamente que me afecta el desamor y también con seguridad, es ínfima la posibilidad  de que, en consecuencia, pueda ser objetivo de un amor.

Expresión cero y rechazos pertinaces avalan la aseveración.

 

¡Desde luego no soy una bestia! ¡Tengo sentimientos!

 

Ahora mismo siento que el Ferchini se roba mi alma.

¿No es eso?

 

En esta hermosa ciudad tengo a mi hermana, a mi talentosa sobrina, a mi gente…., en Colombia tengo innumerables amigos, pero hace falta ese algo…

 

Tal vez aquí deba detenerme y precisar que hoy domingo, víspera de la Navidad de 2003  y lejos de mi confortable muralla, el amor carnal, en mí no es otra cosa que una referencia bibliográfica.

 

Cuando leo un poema, cuando recitó las palabras me siento poseído de una gran emoción e inmediatamente, abro los ojos y descubro que no hay   destinatario, que apenas son palabras bonitas, no tengo otra excusa que la de ser un actor en una obra equivocada.

¿No estarás siendo muy cruel?

 

Es cierto. Este desencuentro es lo que posibilita el anhelo de estar en cualquier parte en cuanto las ganas ejerzan su poder. Aquí o allá. 

¿No es eso lo que siempre deseé desde que era un raquítico, anémico y desastroso jovencito colombiano?

 

Sí me da la gana puedo quedarme todo un día en la cama, una semana y nadie se verá afectado por ello. Nadie me echará de menos igual que yo no extraño a nadie.

¡Mentiroso!

Yo  extraño a la gente, mucho.

 

Me gustaría sentarme eternamente a escuchar música, tomar un trago y conversar con mis amigos.

No haría nada más y sería feliz, pero es imposible.

A unos me los quitó la vida y a los otros me los quitó la muerte.

 

Yo me fui detrás de todos ellos y perdí lo poco que tenía.

 

Hoy aquí, me acompañan parte de mi familia con la que nunca compartí momentos especiales y dos personas maravillosas que me han premiado con su amistad en los últimos años.

 

Hoy aquí, tal vez anhelo reivindicar un poco mis ilusiones, sentirme alineado al lado de los vitales y no de los que agonizan en fin……. seguir mintiendo.

 

¡Pucha! ¿Por qué estoy tan triste? ¿Por qué pienso tanta porquería?

¡No quiero sentirme así!

Quiero salir alegre por las calles, abrazar a la gente y cantarle como hace el loco de mi tango. 

Quiero estar piantao de felicidad…. yo quiero ser el loco que reinventa el amor.

¿Otra vez estás llorando?

Llora. Eso te hace bien. Has estado mucho tiempo solo y eso parece no ser bueno.

He de dar la cara, que no me vean llorando.

 

Iré a buscar las manitos de Fernando Daniel para abofetearme las mejillas de ternura, para mirarme en sus ojitos y tratar de olvidar.

¡Maldita  memoria!

 

Las manitos de Ferchini hacen el milagro. Ya mis ojos son sus ojos que empiezan a verlo todo por primera vez.

 

¡Eso soy!

Un niño sufriendo en el cuerpo de un adulto que atrae la calamidad.

“Liberad al niño”. 

 

Algo me lo ordena y no siento miedo. Siento inmensas ganas de cantar.

El bebé entrecierra los ojitos, acostado en su cochecito y yo susurro:

“Duerme mi pequeño,

 no vale la pena despertar.

Voy a salir por ahí ahora,

tras la aurora más pequeña. 

Duerme mi pequeño,

no vale la pena despertar”

las palabras son del adulto, pero es un niño el que canta:

 

“Duerme mi pequeño, no vale la pena despertar”

 

Lunes 22 – Colonia


“No me siento extranjero en ningún lugar,

 donde haya lumbre y vino tengo mi hogar

y para no olvidarme de lo que fui,

mi patria y mi guitarra la llevo en mí”

 

Todo eso es cierto, excepto por la guitarra. Mi gran frustración es no  tocar ningún instrumento musical. Soy negado y para colmo todos en mi familia tocan guitarra, piano, flauta….

Si al menos pudiera sacarle unas pocas notas a una guitarra sería un hombre feliz. Nada me faltaría.

 

El plan es salir temprano para cruzar el Río de La Plata en la mañana, almorzar en la otra orilla y regresar en la tarde.

Hay ansiedad por ser otra vez inmigrante.  

El cuento  parece ser que “deseamos” el máximo de sellos de entrada en el vilipendiado pasaporte verde.

 

Gabriel nos deja frente al “Buque bus”, la empresa que transporta viajeros entre Argentina y Uruguay.

Hay tres opciones: ir a Colonia  ida y vuelta el mismo día, en buque de turismo y lujo o el rápido (sic) Montevideo, con llegada a Colonia, veintitres minutos en ómnibus o Punta del Este.

 

Bien atractivo el plan.

 

Lukass quiere ir a Montevideo, Marthica es prudente y busca la economía y yo seré feliz montado en un barco (otra primera vez en mi vida).

 

Me da igual el destino. Solo quiero estar ahí.

 

Guiados por nuestro entrañable amigo entramos a la oficina a comprar los pasajes. Una joven rioplatense hizo todo lo posible para que la maldijéramos: 

-         ¡Qué hijueputa tan antipática!

Se comportaba como si nos estuviera regalando el pasaje. 

Argentina, uruguaya o colombiana, una persona así no debe trabajar atendiendo público.

Los empleados argentinos tienen las mejores intenciones de atender a los clientes, pero son torpes y lentos e ineficientes. Una ineficiencia que altera los nervios de cualquiera que no sea nativo de esas landas.

Entonces, arrancó mal el día.  La mujercita  esa, pronto será olvidada y si no vuelvo a viajar en el buque bus es por culpa de su altanería.

 

Por fortuna todos no son así.

 

Luego  la fila y el engorroso trámite en inmigración. Llenar formatos, revisión de pertenencias…  

¿Detectarán la hiel en mi alma?

Estoy armado de razones para detestar todo lo artificial en el comportamiento humano.

Odio esto. Es como un aeropuerto. ¡Demonios!

Luego del infernal tiempo de espera, una voz, hermosa voz, como de recién amada nos invita a subir al buque.  El rápido con destino a Colonia en la República Oriental del Uruguay.

 

No sé cómo es un yate más allá de lo que vemos en nuestras series retrato de la televisión en la que el magnate poderoso de turno hace ostentación de su riqueza, mucho menos voy a saber cómo en un trasatlántico, un Titanic de verdad….

Mi experiencia en estas lides marineras se limita a lo visto en televisión, las lecturas de Conrad, Mutis entre otros y las tardes en la playa de Santa Marta en la que vence la curiosidad de ver gringos bajando de cruceros…..pero ahora,  allí subido,  en ese lujoso armatoste fondeado en el Río de La Plata,  me sentía feliz y orgulloso, más que si mi trasero de mestizo tercermundista estuviera a bordo del Queen Elizabeth.

 

Otro mundo para mí.

Solo esperaba que echara a andar.

Ver alejarse a Buenos Aires desde el gran ventanal al fondo del buque que evoca el viejo y manido tango.  

Apenas Buenos Aires se alejaba de mis ojos sentí por primera vez que soy capaz de amar hasta las lágrimas y que mi amor no necesita respuesta.

 

“cuando yo te vuelva a ver no habrá más penas ni olvido”

 

Y aún no conozco Buenos Aires.

Solo con soñarla la amé.  Igual me pasó con María D, con Luisa, con Olga con esas compañeras de  mi prehistoria, las amé soñándolas y cuando las conocí debí morir de amor.

Cuando la gran ciudad ya no era más que una lejana visión reparé en el interior del buque.

¡Turistas, como yo! ¡La plaga del verano!

 

Solo cuando no vi atrás a Buenos Aires pude darme cuenta del lujoso espacio que ocupábamos y de lo miserables que somos cuando en pleno Río de La Plata nos vemos rodeados de turistas:

Una mujer argentina de provincias, cincuentona en compañía de otras cuatro mujeres menores que ella, insoportable y la palabra  se queda corta para definir a ese esperpento. Algún viajante vengativo, exasperado al extremo la bautizó Chucky, lo cual ofende brutalmente al muñeco diabólico; unas colombianas con descaderados descarados creyéndose Miss Universo; unos   mexicanos y mexicanas engreídos y a medio vestir, medio lagañosos y con la resaca en plenitud; un Adonis argentino o uruguayo que de bello se quedó dormido para que los demás mortales pudieran contemplarlo a sus anchas y confirmar:  “que bellos son los argentinos”;  unas peruanas o bolivianas (eran bellas jovencitas aindiadas) felices tomándose fotos procurando que el bello durmiente apareciera en ellas; europeos por el olor, orientales por el sabor y por la ostentación de minúsculas cámaras fotográficas capaces de retratarle a uno el alma.

¡Hasta turistas marcianos debe haber!

Un par de judíos ortodoxos luciendo pesados abrigos negros y sombreros oscuros en la plenitud de una mañana de verano.

Y nosotros un trío maestros  colombianos expectantes.

Yo, saboreando letras de bolero y maravillándome con la mirada profunda de Marthica.

¿En quién pensará?

¿Cayó también en el hechizo del Adonis?

 

Como íbamos en él rápido llegamos rápido y otra vez pasar por inmigración, llenar formas, hacer filas.

 

Cuando al fin nos liberamos de la cárcel del trámite nos esperaba una gran sorpresa: la Marlene, una guía uruguaya del buque bus quien nos iba a mostrar las bellezas naturales y la riqueza histórica de Colonia del Sacramento…

 

Del buque pasamos a un ómnibus y a la voz de Marlene:

-          “A la derecha podés observar…. y más adelante, a la izquierda se puede apreciar….”

Ese acento uruguayo desapercibido en el macho, música en una mujer.

Esta aseveración la hago con conocimiento de causa pues gracias a mi oficio he podido compartir con muchos uruguayos que llegaron a mi patria en épocas muy convulsionadas.

La voz de Marlene me embelesaba a pesar de detestar a los guías turísticos y sus frases aprendidas, hechas y sin alma. Nos llevaron a una finca o algo así donde existe una colección de llaveros y latas de cerveza.

Al descender del vehículo  pude darme cuenta de algo: la Marlene es mucho más hermosa que su voz y sus piernas son torcidas, pero del lado sensual, ese que enloquece a algunos hombres. No junta sus rodillas  y  ya ese detalle le adorna su belleza ¡es perfecta!

¡Qué me importaba la finca, los llaveros, las latas!

Ahí estaba a golpe de vista mi guía, ….la Marlene.

 

“Tenía un lindo nombre mi guía….la Marlene”

 

Sube y baja del ómnibus, un almuerzo con el que se siente uno estafado; un tour sin convencimiento. Recorrimos la parte histórica de Colonia, una ciudad fundada por los portugueses y varios recorrimos el cuerpo de la Marlene, la curva de sus senos, la belleza de sus ojos, …. el encanto.

 

¡Es bella la ciudad!

Habrá que volver…. pero el almuerzo….

Irrisorio, molestó a unos cuantos y la única manera de desquitarnos era beber…

-         “Cerveza para esta mesa”

Un compatriota se nos unió en la mesa y luego un ciudadano chileno que viajaba solo. El tour de la tarde lo hicimos los cinco y el tiempo que nos quedó libre lo destinamos a beber cerveza, despotricar de los nativos y reír a carcajadas.

Una tarde inolvidable en la que salió lo mejor  de nuestro ingenio nacional. Los otros turistas se sintieron incómodos con nuestra risa y pretendieron dejarnos tirados…

La malicia colombiana entonces puesta a prueba dio su mejor demostración y de vuelta al buque bus tuvieron que soportar nuestra nada disimulada tarde de alegría.

Para fortuna de ellos (los otros turistas) no pudimos sentarnos juntos, así que separados cada cual fue sucumbiendo al sueño y al cansancio.

Excepto Chuky quien reapareció de la nada, recargada y volvió pesadilla el viaje de regreso.

 

Yo al lado de una ventana quería asombrarme viendo a la distancia las primeras luces de Buenos Aires, pero por efecto de la cerveza o de alguna maldita distracción no pude hacerlo, no pude ver a Buenos Aires de lejos y de noche…. porque Buenos Aires ya me tenía a mí.

 

Para fortuna de todos no hubo trámites y pronto estábamos esperando un taxi en la noche porteña.

Alcanzamos el tren y llegamos a casa…

 

“Cierra los ojitos que tu mama está en el campo, negrito.

 Te va a traer la Marlene para ti

y si el negro no se duerme…

llega el diablo  blanco y zas”

 

Martes 23 – Imagine my frustration

 

“No hay amor  cuando la pareja se mira a los ojos

sino cuando los dos miran en la misma dirección”

 

Es una cita mal aprendida del viejo poeta de Andes.

Aquí debo confesar que el poeta de Andes - Antioquia en parte es culpable de que yo haga lo que hago y a veces me sienta estafado por el lenguaje.

El mío, claro está.

“Hay amor cuando se mira en la misma dirección.”

 

Después de Colonia y soñando con romances imposibles, teniendo como marco el río mar….

-          “Estaría aquí con la comensala, solos, tomados de la mano mirando el horizonte. Pero la comensala ha de ser de otro; siempre son de otro, aun en mis sueños.”

 

Decía que después de Colonia y de la carrera para alcanzar el tren hoy decidimos quedarnos quietos.  Al menos yo he de quedarme quieto pues es víspera de Navidad y sea aquí o sea en la Patagonia o en un barcito de Katmandú, la tristeza que siempre me acompaña se revela con extrema crueldad.

Estas fiestas no están hechas para mí, me entristecen.

La única forma de sobrellevar esta cruz es bebiendo o alucinando. Es víspera y ya siento lágrimas en el estómago y lo peor… aquí no puedo hacer lo que suelo hacer pues estoy aquí en tierra extraña, afirmando el amor de los míos, a los ojos de mis grandes amigos  y qué sé yo…

 

¿Cuáles son las razones para la tristeza de mis navidades?

La historia es larga y da para una reflexión en doscientas cuarenta páginas.

Por ahora aventuro una respuesta:  el rechazo, la discriminación, la hipocresía, la intolerancia…

Siempre que he sentido “eso” de forma aguda, ha sido en diciembre.

No nací del lado de los marginados, pero cada día de mi vida he estado de su lado, aunque no ha sido la solidaridad algo que nos una.

No nací marginal, pero nací pobre y crecí barriobajero y las huellas que eso deja en el alma son imposibles de esconder..

 

“Imagine my frustration”

 

Ella Fitzgerald canta, ella habla a mi corazón y el título de la canción es casi un himno para mi alma en rechazo, aún ahora que sé que la gran frustración de Ella era porque no la invitaban a bailar.

¡Dolor, dolor, dolor ….y basta!

 

Todas las experiencias malas y algo de las buenas llegan a mi cerebrito, bullen en mi cabeza, crepitan en el corazón y pugnan por ponerse en mi boca en la forma del esputo o del vómito.

¡Pasad horas, avanzad…! ¡Cálciname calor!  ¡Quiero ser estatua de sal o de gelatina! 

Aunque debo reconocer que en la inmovilidad duele más. Te sientes atrapado.

Dando tumbos por el quincho bebo una cerveza helada que pasa por mi garganta a sofocarme las entrañas.

No es odio lo que siento.  Es ansiedad.

Es ansiedad y vergüenza por no haber sabido expresar todo lo que callé es ansiedad de liberarme de las cadenas que me ha impuesto el egoísmo y la autosuficiencia, es miedo:

 

“¿Y qué es lo que vas a decir?

Voy a decir solamente algo

¿Y qué es lo que vas a hacer?

Voy a ocultarme en el lenguaje

porque tengo miedo.”

 

Amada poeta  Alejandra…..  siempre vienes en mi auxilio.

Cuánto diera por tener una pizca del dominio que tú tienes sobre las palabras Por ahora me basta con amar el dominio que tienes sobre mí.

¡Es miedo lo que tengo!

Y no precisamente miedo a morir.

A pesar de que a lo largo de estas líneas me la he pasado enumerando lo que detesto - y aún me falta más-  yo no siento odio, ni siquiera por los que me han lastimado. Ha sido suficiente con volverlos protagonistas de mi ironía barriobajera.

¡Ironía al fin y al cabo!

¡Estulticia!

No odio siquiera a los torturadores que hicieron de las suyas por estos lados cuando mi rabia crecía en Bogotá.

Los compadezco porque  difícil que ha de ser vivir con ellos mismos; con su crueldad, con su mentira.

Lo sé por experiencia, pese a que lo único que he torturado es mi orgullo.

Debo hacer un bis de cerveza porque la boca se me secó con el odio que se fue.

Puedo superar el miedo, puedo avanzar por estas páginas colonizando el vacío y haciendo gala de un coraje aventurero; puedo seguir recuperando mis momentos en la tranquilidad de saber que mi tristeza no contiene el tósigo del odio.

Viene Isabel, mi hermana con Fernando Daniel en sus brazos. Ella sonríe y siento amor …..el Ferchini,  empelotico mueve las manos como un pajarito queriendo volar.

¡Es Cupido en acción!

Marthica bebe café de pie, en la puerta; Paola duerme y Lukass anda explorando en bicicleta por la avenida 202, seguro buscando el detalle para sus pilaricas.

En todos ellos habita el  amor y yo,…. otra cerveza.

No quiero dejar escapar lo que siento:

 

“Imagine my frustration

with no invitation to dance”

 

De la desdicha hacia la dicha también hay la misma distancia….

-         Es tan  corto el amor y tan largo el olvido

me responde el bichito racional que me interrumpe cuando me da la pendejada.

 

Que broten las palabras como la espuma que rebosa mi vaso.

 

 

Con las lágrimas ocultas y en compañía de los que amo me apresto a recibir tarde y noche del 23 de diciembre de 2003….. y el mañana.

 

 

Miércoles 24 – Otra navidad

 

¡Navidad!

 

Otra Navidad, como casi todas mis navidades, lejos de casa.

 

Es muy poco lo que reparo en ese detalle de fechas y celebraciones por lo que no me afectan grandemente  ni para bien ni para mal.  Por alguna inexplicable razón me da por pensar y pensar y pensar y la conclusión es:

“¡Pucha que es bonito estar  aquí!”

 

La cajita de las sorpresas se abre en cualquier rincón.

El verano es un transeúnte más en el horizonte, es fuerte o apacible a capricho de la brisa.

El alma de los porteños parece sentir en la cadera el soplo avivador del fárrago decembrino.

 

Los argentinos pobres como los pobres de mi patria, cómo los pobres de todas las partes, embarcan sus miradas en las vitrinas tan al alcance pero tan ajenas. Vacían la hiel por el juguete caro que nunca van a tener; envidian con rabia a esos maniquíes de cartón piedra que lucen la ropa que ellos jamás van a lucir (a menos que sea de segunda o tercera mano)

 

“Triste vida la del carretero”

 

Los contrastes son crueles y despiadados en todas partes.

 

Hacen sonar sus bocinas los autos relucientes anunciando el riesgo de terminar bajo aplastados bajo sus ruedas; suenan sus bocinas los autitos modestos embistiendo peatones sin fortuna.

 

Si no fuera por mi reconocida modestia, es una escena surreal, maligna, pervertida, digna de un genio del cine.

 

¡Peatones!

Hombres y mujeres portando paquetes envueltos en papeles floridos que sin duda son esperados detrás de una humilde puerta, esperados segundo a segundo, cada hora.

 

Es como si estuviera en la zona comercial de Chapinero en la fría Bogotá; es lo mismo excepto el calor y la poca ropa que se ve en la calle.

La piel argentina expuesta.

 

Sin embargo, hay algo que para mí es nuevo.

Es la magnificencia del firmamento bonaerense, las montañas ausentes dejan la libertad de soñarlas y de amar. Hay paz en el horizonte.

 

“Noche de paz, noche de amor….”

 

Pucha que es bonito estar aquí sintiendo en la piel la caricia  de una brisa que viene del río buscando las montañas y fumando un cigarrillo de añoranza.

 

Es bonito estar aquí esperando sin afán el inexorable andar del tiempo, pero  el alma se arruga cuando de lejos llegan voces familiares todas ellas  llenas de cumplidos y de mimos que han de ser ciertos. 

Entonces sobre el horizonte se dibujan mil montañas y le entran a uno las ganas  de beberse los bambucos que aprendimos  de los abuelos y de Chabelita; dan ganas, pero ganas, ganas de prenderse alas emulando a Dédalo y remontar distancias para arroparse uno con el abrazo del añorado “sumercé”

El eco de los “mijos” y los “cuadros” y los “parceros” hace coro con el viento que en un desenfadado joropo ponen a danzar alegres las ceibas con los alerces.

El alma se le rompe a uno cuando se escucha un tango que es el amor en Medellín; qué es una razón de vivir.

 (Aquí pareciera que apenas es un bien cultural para ser consumido por el turista)

Mira qué bonito es estar aquí, tan solo, tan de otra parte, tan anónimo…. que lo bonito se nos vuelve grito y quisiera uno, en este instante, estar parado en una calle de mi loca patria  palpitando el alma con el contoneo de una morena que aunque no te mire a los ojos te está diciendo: “Sígueme”

 

La boca se me pone dulce de aguardiente cuando en un arrebato pasional por las raíces me sale un grito del alma: “Viva mi patria, carajo” y la gente, tan embebida en sus propios pensamientos ni siquiera repara en mí; no se da cuenta de mi locura y ahí es….

 

Me siento en libertad de hablar de soñar lo que soy y lo que fui, de vivir amaneceres futuros y de sentir que soy un colombiano orgulloso de la locura y la soledad de su patria y de su alma.

Pucha que es bonito estar aquí y allá…. sufriendo y gozando aquí y allá.

 

Pucha que es bonito llorar….. …

“cuando nadie nos ve”.

 

¡Merry christmas, mister Scrooge!

 

 Jueves 25 – Repetí esa milonga

 

Anoche tuvimos celebración doble: A la hora de los argentinos y la hora de los colombianos. 

La salsa, tan afín a nuestros sentimientos luchó por unas horas contra la “cumbia villera” de los nativos.

 

Hoy sucumbimos a la nostalgia por la sola razón de estar lejos y por….. los ecos villeros buscando el amanecer, la claridad del día de fiesta, la oportunidad de estrenar el trasnocho.

 

En nuestra vereda, la resaca no de alcohol sino de  emociones  encontradas ve pasar las horas lentamente mientras les damos gusto una vez más con el asado argentino y el vino familiar.

 

Hay mucha calma en el ambiente.

 

¡Vientecito de Buenos Aires!

¿Qué hado  es el que te impulsa? ¿Qué sentimiento llevas de piel a piel?

 

Dime vientecito bendecido… ¿Podrías llevar un recado de amor hasta la otra orilla del mar?  ¿No perderías el rumbo? ¿No te equivocarías de morena?

 

Los minutos son de esperanza y sin saber por qué resultó pensando en María D. sentada conmigo en el quincho y brindando en un perfecto español con vino de Mendoza por la “prosperidá” y el “amorg”.

 

Boquita gitana, arrancaste mi piel a jirones y pusiste allí el dulce veneno de la posesión.

 

Nunca después fue como antes. El viento cigano  se adueñó  de mi aura y no volvió a existir nada más bello que “esos ojos negros”

 

¡Nunca has estado solo!

¡Detén tu mirada perversa!

-         “Deja de entornar los ojos cómo cuando la besabas en las madrugadas de la veintitres…..

¡Disimula corazón! ¡Déjate estar!

Vamos a probar la carnita, probar la ensalada….. sírvete otro vino largo. ¡Embriágate de vino, de viento, de milongas!…..

Los pies no tocan el piso, sólo la superficie etérea de la danza…..

 

Negado como soy para el baile, cuando me voy, cuando alucino, me pongo la sonrisa de Fred Astaire, vuelo como el mismísimo Gene Kelly o como Nijinski; tangos y pasodobles me iluminan el alma y debo parar cuando al abrir los ojos advierto los sonrientes ojos compasivos de los que me acompañan.

 

¡Pucha!  ¿Por qué solo soy feliz cuando sueño?

 

¡Maestro, repetí esa milonga!

 

 Viernes 26 – La estupidez universal


El fútbol en Argentina es una pasión inefable.

 

Está claro que no todo puede ser fútbol, pero pareciera que la única  manera  de relacionarnos o  de romper relaciones fuera hablando de fútbol.

 

-        ¿Y vos, de cuadro sos?

 

Y tener que responder que sos del blanco, blanco y que no te pueden incluir en la patota de gallinas, bosteros, canallas, leprosos, pincharratas y otros más….  porque así llaman se llaman los fanáticos de los equipos y sufren y gozan y pelean por una divisa que la mayoría no les devuelve nada.

 

“La estupidez también es universal”

 

Esa aseveración se le atribuye al Homero de estas landas, en una entrevista que apareció en una revista de esas que son compañía en una tarde gris.

 

“El fútbol es universal  y la estupidez también”

 

Ellos saben que no todo es fútbol; Argentina es más que fútbol, que pampa, que tango y atorrantes, pero parece que hallaran en una camiseta el antídoto contra la desesperanza.

 

Recién llegados, el Boca Juniors acababa de ganar una copa internacional y es difícil imaginar las consecuencias de ese triunfo.

 

¡Ni estando ahí entiendo!

 

La patria vuelta mierda, pero Boca es campeón.

La vieja moribunda: “Dale, dale Boca dale, Boca campeón…..”

Los pibes con hambre: “Dale, dale Boca dale, Boca campeón…..”

 

Claro, aquí en confidencia, prefiero a estos violentos y elementales que a esa horda de imitadores desbocados que pululan en los estadios colombianos. Aunque nada justifica banalizar el odio.

 

Hay más pólvora en un triunfo o en una derrota de Boca o River que en la mismísima Navidad.

Que gane o pierda el otro es todo un acontecimiento y al día siguiente las calles se inundan de carteles ofensivos en contra del rival.

 

El fútbol fue un capítulo especial en mi vida y a estas alturas debo admitir que hoy por hoy es muy poco lo que me interesa. Perdí todo interés por el fútbol y prefiero ocuparme en otras cosas.

Aquí, como huésped, no tengo elección y mal haría en ignorar algo tan apabullante. Es más, quiero pararme en el estadio de la Bombonera (ya lo hice en un sueño) y marcarle dos goles a Córdoba como manera de recuperar un sentimiento.  ¡Nada más!

 

Todo el día hemos permanecido en casa disfrutando del quincho como de mi propia casa. No me siento extraño sentado ahí y cada vez que quiero levanto la mirada y veo el cielo despejado, de un azul imposible y pienso si no es ese mismo cielo el que ven en….. Zagreb.

Es el mismo cielo, morada de nuestras miradas; el limbo a dónde van a parar los besos no dados.

 

Al atardecer todos juntos viajamos a la Municipalidad de Tigre, al norte de la capital federal.

 

Fernando Daniel ha de iniciar el tránsito sacramental estipulado por la iglesia católica. Ha de ser bautizado como quería la abuela y así será. Me fué ofrecido ser  padrino de su bautismo a pesar de mis evidentes contradicciones con la fe. 

 

La parroquia programó una reunión con los padrinos y con los padres para ofrecer una orientación catequética. 

Como era de esperarse, el extranjero y experimentado padrino melenudo, se robó la atención.

Conocí pues el rebaño católico de la parroquia del Perpetuo Socorro,  gentecita humilde como yo,  muy distante del avasallador sujeto o sujeta argentino que se hace notar por su arrogancia.

 

Hombrecitos y mujercitas simples, que tiemblan cuando se les mira a los ojos, se ruborizan cuando no pueden responder.

Un sector, que me recuerda a mi querido barrio popular: casitas modestas al lado de una pretenciosa; callecitas inclinadas, puertas estrechas; es como estar en el barrio San Fernando de Bogotá, hacia el lado del Simón Bolívar.

¡Tigre!

Pero, cuando terminada la reunión Gabriel indicó el remisero que nos llevara por el centro apareció un Tigre fantástico.

Sólo vi la estación del ferrocarril, pero mañana cuando volvamos, cuando vuelva a la Argentina, cuando reencarne, volveré a Tigre y me pararé frente a la estación…..

 

¡Ensueño!

 

¿Son mis viejas tardes olvidadas?

 

¿El efecto de alguna lectura mal digerida?

Cómo me gustaría estar aquí …. A solas contigo, mirando los dos hacia el tren que se acaba de ir….. tomados de la mano.

¿Por qué no estás?

 

Mañana volveré.

¡Siempre volveré!

 

 Sábado 27- No habrá más penas….

 

No habrá más penas ni olvido”

 

Seguiré repiqueteando el tango con su compás de drama y esperanza. Debo admitir que me siento cómodo y casi feliz entre más entristecidos son los acordes y más desventuradas son las letras.  He crecido en el sufrimiento y respirando amargura cada día de mi vida, pero pese a ello, jamás he salido a la calle a pasear mi infortunio y dañar el día a los demás.

 

Si no me siento enamorado no salgo a la calle, si no hay potencialidad de sonrisa, oculto mi rostro y no es por un reato de conciencia cristiana; es porque así le doy vuelo y sentido a mis protestas y a mi insumisión.

 

Claro que el tango que me inspira no lo estoy escuchando más que en una voz interna, la voz del inquilino, la del otro que también me habita, que me pide un gesto de fuerza y la arrogancia del bailarín malevo, de boca torcida, apestosa a tabaco, de mirada matrera pero irresistible.

 

¡Mírame!  Estoy bailando por el patio, mis piernas giran al compás del cuatro por cuatro, mi pareja es la noche.  Mírame como invento.

 

Apenas es medio día y esperamos a Gabriel a almorzar luego el regreso a Tigre a la ceremonia bautismal.

 

No he podido olvidar ese espacio. La estación del ferrocarril en Tigre.

Quiero pararme ahí otra vez:

“piantao piantao, piantao”

 

Cuando era un niño y mis padres me  alejaban de la casa por alguna razón  pasaba varias semanas en el campo, en casa de mi abuela. Desde un alto se podía contemplar  la estación del tren  y no existía nada más hermoso que ver, escuchar y sentir el tren aproximándose o alejándose de Sebastopol como se llamaba la estación.  (Años después la lectura de una novela me reveló que Sebastopol   era una ciudad en la Unión Soviética)

 

Era un niño solitario y la estación de Sebastopol era parte de  mi mundo; había un túnel antes de llegar a Zipacón y en mis noches fantaseada con la oscuridad plena del túnel y la ilusión de esconder un tesoro.  

Ahora me pregunto por qué siempre algo o alguien se tragaba mi sueño.

 

En la tarde con suerte volveré a pasear por la estación de Tigre

¡Velocidad, velocidad!

 

Son grandes, amplias las avenidas, raudas como un pensamiento de amor profundo y desembocando contra el horizonte bajo el amparo de un cielo que de lo azul parece sospechoso.

 

Por un instante llego a pensar que una de esas autopistas conduce al cielo que le prometieron a mi madre y que la vida consiste en saber cuál es la avenida precisa.

 

Estamos una vez más en la capilla del Perpetuo Socorro y la ceremonia bautismal es presidida por un diácono católico que  parece más  un rockero desubicado que  un padre de la iglesia.

Durante toda la ceremonia no hice otra cosa que intentar recordar dónde lo habrá visto antes. Claro, era el Herodes de Jesucristo Superestrella en la película que hicieron de la ópera famosa.

Ni más, ni menos, a mi Ferchini lo iba a bautizar Joshua Mostel el hijo del gran  comediante Zero Mostel. (Dos comediantes muy buenos y tengo que saberlo en razón a mi oficio y no gracias a la pedantería  que a veces me asalta cuando siento que  los otros me desprecian)

 

El tipo tiene una simpatía y una cara de acabar la ceremonia rapidito.

 

El calor es excesivo, la capilla está repleta y dieciséis de los veintiún nuevos cristianitos están llorando.

La ceremonia es sobria, bonita y muy significativa.  Los humildes parroquianos se han puesto su mejor muda de ropa para  la ocasión.

 

Son las mismas caras tristes de ayer, pero con camisas abotonadas y planchadas, los descaderados limpios, las uñas de mil oficios cortadas y pintadas. Rapiditos destellos de alegría al oír su nombre en la voz del celebrante y una expresión de infinita ternura cuando se mira al niñito que no para de llorar o ha expelido una delgada ventosidad.  (Si es tan rotunda, la ternura se vuelve carcajada)

 

Yo soy como ellos; vengo de la misma pobreza de ellos y soy solidario con sus sonrisas incompletas, con su timidez  agresiva,  con su sequedad, con su capacidad de olvido.

 

¡Qué vaina es ser pobre y latinoamericano!

Se carece de todos menos de esperanza.

¡Pobres nosotros los pobres!

 

En la intención de parecer lo que no somos nos volvemos patéticos y solo otro pobre como nosotros puede comprender lo que encierra esa apariencia.

Los levantados se dan el lujo de darnos la espalda y fingimos que no estamos ofendidos para no darles el gusto.

“Las calles latinoamericanas están llenas de seres que no son lo que en verdad son”.  

Tal vez tenga razón el que se atrevió a esta sentencia.

Es que los pobres no lucimos  en ninguna parte salvo en las revistas de la Onu, la Fao o la Unesco, donde lucimos a la fuerza.

 

¡Bellísimos esos pobres!, exclaman las damas de la solidaridad cuando aprecian las hermosas fotografías logradas por los portentosos artistas de la cámara.

¡Pero qué va!

Aquí estamos entre nosotros, compartiendo flaquezas y algunas carencias en medio de un rito religioso que congrega.

Aquí los únicos que parecen tener todo seguro son el diácono comediante y el dueño del Audi estacionado a media cuadra quien seguramente está presionado por su amante, una criadita que le parió un retoño y amenaza con contarle a todo el mundo.

¿Los demás? …….Vamos a hacer fiesta, fiesta que empezaremos a pagar a partir de mañana.

No hay fiesta.

Cada uno sale para su casa después de haber recibido un recordatorio entregado por los padres de la criatura bautizada. Nada más.

Un remis nos regresa a casa y pendiente queda mi cita con la estación, pero no hay afán…. me queda  el resto de la vida.

 

Al llegar quiero estar con Ferchini, sentirlo aletear cerca de mí, empaparme de su ternura.

Ferchini lo hace y soy feliz. Cenamos bien tarde y luego vimos fotos.

¡Qué bien me veo como soy!

Como no puedo dormir, arranco una hoja de mi libreta y escribo:

 

Pedacito de ternura que llegas

cuando mis pasos anuncian la salida.

Tus pataleos detienen en el aire

el vuelo de una mano, ayer agresora.

Me para en seco tu llanto, cierro los ojos

y quiero navegar en el caudal de una lágrima.

 

Vuelvo a mirarte

y tú ronroneo de gatito juguetón

me ata,

y esos ojazos

-ventanas abiertas al mañana- son una invitación

a que me asome por ellos 

para verlo todo diferente.

  

Cuerpecito de pájaro indefenso

¿Qué secreto poder  tienes sobre mí?

Me atas,  

me hechizas,

me haces hiedra adherida tu cuna.

 

Has llenado mi alma de magia inusitada

y al poner tus manitos junto a las mías

sellaste sin saber

un pacto de amor que no lastima,

que crecerá con el tiempo y la distancia,

que reconocerás

“cuando yo no sea más que letra impresa”

o un montón de olvido.

 

Irás en mí  en el largo viaje

y estarás ahí en la espera del puerto;

rondarás mi corazón 

dibujando y cantando esperanzas.

 

Y yo,

en las horas nostálgicas

recordaré tus ojitos limpios,

tu aletear de avecita inquieta.

Te haré una cuna en el aire

y te sonreiré.

 

Como el niño no puede  leer y  dejarme ver su reacción, doy por sentado que estas palabras me salieron bonitas.

Prometo mejorar para cuando él esté grandecito o si no  intentar  explicarle que la lucha entre las palabras y los sentimientos  a veces es un poco…… y buscando un adjetivo me quedé  dormido.

 

Domingo 28 – Helado de durazno

 

Los adjetivos me dejaron dormir con placidez, pues no aparecieron por ninguna parte.

¿Cuánto más subirá este calor?  

Dicen que vamos  en treinta y cuatro grados y nos espera más calor. Buen pretexto para vaciar en segundos un par de gigantescas Brahma.

 

El dilema: salimos a asarnos tomando precauciones o nos quedamos apurando cervezas y viendo televisión.

Salir parece ser la opinión de todos y fuimos a conocer el Supermarket, uno  de los hipermercados más grandes e importantes de la capital de Argentina.  Se llama Unicenter o algo así.

En verdad es un derroche de creatividad y originalidad el que demuestran los encargados de nominar esas moles.

Se notará en mis palabras cierta aversión por esos espacios públicos y no se equivocan.  Los detesto tanto como a los aeropuertos.

A este punto alguno experto en sicología, orientador o algo de eso, ya puede estar endilgándome unos cuantos complejos y una bajísima autoestima.

 

Lo cierto, innegable, es que estos lugares públicos son igualiticos en todas partes.  Cambian los idiomas, cambian los acentos. Parecen diseñados por el mismo arquitecto o por un equipo de genios arquitectónicos de idéntico molde. Tan iguales son, que nos sentimos todos igualados cosa que no logró la Revolución más allá del verbo airado de sus profetas.

 

Y de todos los iguales, es generoso afirmar que un dos por ciento compra algo; los demás no compramos nada. Sólo miramos la estantería y nos miramos unos a otros sin esperar respuesta.

 

Tántalos tercermundistas muriendo de ganas en medio de la opulencia. 

Otros, sobre todo los  varones,  ya ni se ilusionan y prefieren enterrar la mirada en una nalga o en una blusa  semiabierta….!Qué sé yo!

 

El cuento es ir de un lado para otro  a pasito lento, de vitrina en vitrina, en un ritual que elude los bolsillos y provoca la codicia.  

Si tuviera veinte mil piensa uno, piensa, pero no lo dice. Y no lo dice porque aterra  la propia pobreza. También puede ser un ritual para exorcizar el fracaso: estar ahí en el boato, el aparato, la fanfarria lo saca a uno  momentáneamente del grupo de los excluidos, de los que no tienen nada.

 

El infierno con aire acondicionado

 

Un minuto es como un mes y creo que un siglo pasó antes de estar a la salida donde los autos se amontonan, las puteadas suben de volumen….. se arma con facilidad  un quilombo y  otra vez la velocidad, velocidad, velocidad.

Lentamente cada uno vuelve a ser cada cual:

 

“la zorra  rica al rosal,

la zorra pobre al portal

y el avaro a las divisas.”

 

Vuelvo a respirar después de renacer y algo de inquietud se apodera de mi alma.

Paso  la mano por mi frente sudorosa y a pesar de no estar solo, siento asco.

Asco de mi sudor, asco de mi miedo, asco de mi vida y vuelvo a pensar en la opción sublime…..

¡Ah!.... qué bueno sería un día de estos no estar más, desaparecer, así literalmente, desaparecer.

Inmóvil, en mis pensamientos sombríos siento alegría al enterarme que vamos a detenernos en el camino a comprar helados.

 

Rara vez como un helado, pero puedo asegurarles que el calor sofocante, la variedad y la delicia de los helados que se comen  en la Argentina son motivo suficiente para no hacerle el feo a la invitación.

Siento predilección por el sabor a durazno…. siempre durazno.  La tentación de cambiar, de probarlo todo era muy grande, pero como sabía que no podía probarlo todo hacía variaciones con durazno.  Así es mi vida, alguito seguro y después lo que venga….

 

Solo me salva el amor y a veces un helado de durazno.

 

 

Lunes 29 – Las tardecitas de Buenos Aires

 

Ayer fue el día de los Santos Inocentes y el inocente cordero fue capaz de generar pensamientos nefastos.

Hoy es otro día….

“salgo a caminar por la cintura cósmica del sur….”

 

El plan es “darnos la pela” caminando.

 

Salimos desde temprano a la estación de Sourdeaux para tomar el tren hasta Retiro. Íbamos solos sin guía. Solo orientados por nuestra proverbial recursividad. No hubo problema. 

En Retiro dimos una vuelta innecesaria pues se me ocurrió, lo más normal, que rodeando una manzana encontraríamos la avenida Libertador con la esquina de Carlos Pellegríni, pero no fue así. En algún momento dimos un paso de más y resultamos en una barriada muy fea y precaria – las temidas villas- muy parecidas a tantos barrios bogotanos  cercanos al palacio de los presidentes o al antiguo paradero de intermunicipales por allá en la Jiménez con Caracas.

Media hora perdimos en el error, pero al fin íbamos en el camino correcto.

 

Caminar por Buenos Aires sin prisa…..escucho, me escucho tararear:

 

“Las tardecitas de buenos Aires tienen ese que se yo….¿viste?

 

¿Viste? Y ese ¿viste? me sale como si hubiera nacido en Liniers o en San Telmo….¿Viste? Salgo de mi casa por Arenales….¿Arenales?-…

Otra vez tú, viejo Piazolla….Y claro, lo sé.

 

Desde la primera vez que vi el aviso esquinero, la retuve en la memoria. Otra vez Arenales que ya no es una calle más de mis innumerables calles que he convertido en recipientes de mis angustias y mi dolor.

Arenales es mi calle, lo proclamo hoy.

Gustoso moriría en cualquier parte que no quiero, si cinco minutos antes me permitieran volver a cruzar por Arenales.

 

“Loco, loco, loco….cuando anochezca en tu porteña soledad….”

Volveré a pasar por ahí con una mirada nueva o tal vez estrenado una tristeza; tal vez maquinando una ilusión.

Desde Pellegrini la veo como mirando hacia el puerto y no le digo adiós porque sé que volveré pronto o mejor aún….nunca me iré.

 

Callecita de mi barrio, mi vieja calle solo para mí. Y van pasando otras calles, acaso más bellas, menos estrechas, pero no es lo mismo

Arenales es la calle de mi historia; Arenales es la calle de mi locura porque estoy loco amigos

Pensando en ello llegamos al Obelisco, lugar  reconocido en todo el mundo por el desenfreno de los victoriosos y el frenesí de los derrotados. Honores a la bandera argentina ameritan fotografía, pero antes bebamos  un par de Quilmes o Isenbeck y ……fotos muchas fotos. Ya tomamos varias la primera vez que pasamos por aquí.

Marthica es la de la cámara; Luquitas está en su mundo y parece no importarle.

Yo quiero que Marthica se sienta bien. Bueno, entre los dos hay una gran complicidad.

María Isabel nos ha dicho que en la estación del subte en Corrientes con Pellegrini hay tiendas de libros, afiches, antigüedades.

Allí llegamos.

 

Un par de horas buscando “no sé qué” pero con emoción.

 

Marthica nos invita a una cerveza, cerveza especial por ser una de mis pocas cervezas subterráneas y gauchas. Claro, era Quilmes.

 

Salimos luego por Corrientes, la famosa calle Corrientes que se camina despacio para no olvidar que se camina el corazón de Buenos Aires.

El paso fugaz por Pelvis, con el consabido comentario de mediano erotismo. Decidimos almorzar tarde e ir por Corrientes hasta el puerto. En algún momento supe que Corrientes te lleva directo al Luna Park, el legendario coliseo de los argentinos y efectivamente, el corazón no falla. No pudimos entrar, pero por una puerta furtivamente entreabierta pudimos ver su interior:

 

“Nicolino, Nicolino Loche se refugia contra las cuerdas….y se va la luz”

 

Cerquita estamos de la Casa Rosada y su Plaza de Mayo. Pues vamos a hacernos una foto para que al regreso nos crean que hemos sido felices en nuestro cuarto de hora.

Y buscar Puerto Madero, porque de ahí a la Bombonera  es muy cerca.

El calor agobiante hizo que uno de mis acompañantes propusiera la sombrita. Yo no quería ir por la sombrita porque por la sombrita no habíamos pasado antes. Mayoría gana

Nos vamos por la sombrita y vaya que la sombrita nos reveló espacios hermosísimos, el encanto del puerto.

Íbamos por la zona de los diques y el área administrativa de la marina.

Para mí era como estar paseando por un sueño.

Es paradójico: Soy un montañero aficionado a las lecturas del mar…Conrad, Salgari, Stevenson, Mishima y nunca antes había estado atento y de cuerpo presente en un puerto. Sé lo que es un dique o una dársena, pero por primera vez conocí su verdadero significado.

La pausa para las necesarias dos cervezas y la pregunta que queríamos hacer:

¿Estamos lejos del estadio del Boca?

A estas alturas ya no nos daba pena preguntar. Nos señalaron callecitas y callejones por los que entramos y salimos hasta encontrar la Avenida Colón frente al Parque Ledesma.

Marthica en un gesto encantador y audaz detuvo a un argentino de esos con las que sueñan las muchachas de mi tierra y le preguntó:

-         ¿La Bombonera?

El tipo no se resistió al encanto cafetero y nos dijo la verdad.

En cinco minutos estábamos en el corazón del barrio porteño pisando los terrenos de la legendaria Bombonera.

¿Nervios?

Emoción.  Mi emoción, claro que sí, no me cuesta confesarlo porque yo también soy víctima de la estupidez universal.  Lucas no era partidario de entrar al Museo pero  Martica pensó en voz alta:

-          “¿Vengo desde muy lejos y no me voy a tomar una foto en la Bombonera?

Eramos cómplices.

Almorzamos en un restaurante en el que hasta los chorizos vienen en envoltura del Boca Juniors. Y grande, inmensa fue la alegría cuando el mesero nos hace saber que estamos apenas a tres calles de la famosa calle Caminito.

“Caminito que juntos un día nos viste pasar”

 

¿Cuándo vienes de lejos, los lugares te obligan cuando de antes sabes de la existencia de esos lugares y estás a punto de pararte en ellos por primera y última vez sientes el inefable calor de instante? 

Es magia pura haciendo obra en nuestras fibras más profundas.

Quiero con toda mi alma sentarme ahí en un rincón a ver pasar una comparsa milonguera, quiero desde mi cómodo refugio beberme las tristes notas de un tango, danzar entre las piernas de una parca pebeta y echar a andar loco por el puerto.  Quiero tener la resaca de un viejo marinero.

Todo eso estaría bien de no ser por los malditos turistas que, como yo, lo embromamos todo. La mayoría no sabe de magia y estropean la felicidad de los momentos particulares.

La horda de turistas gastalones y de nativos buscavidas comprando y vendiendo baratijas echan a la mierda mis sueños de bandoneón.

Solo una rubia semidesnuda merodeando por allí le devuelve la locura a Caminito y hasta me produce una sensación agradable en la entrepierna.

 

“Cruzar las piernas entre mis piernas en un  tango feroz en el que las bocas se alejan y se buscan con ansia”

 

Pero la rubia se va y vuelve la languidez. Los comercios se cierran porque por su abundancia: “los turistas se atienden hasta las seis” y debo apurarme el último vaso de cerveza, echarle la última mirada a Caminito,

-         “He venido por última vez, he venido a contarte mi mal”

asentir cuando Lukas y luego mi cómplice echan a andar buscando un colectivo que nos lleva a la estación del tren.

 

“Desde que se fue, nunca más volvió…”

 

Martes 30 -  En el filo de una tormenta

 

De repente el cielo se oscurece y empieza a llover a cántaros; silba  el viento y los truenos y los relámpagos en su acompasado despertar se tornan ominosos.  No dura mucho. Es cosa de veinte minutos en  los que todo parece detenerse a contemplar el poderío de ese suceso natural llamado: la lluvia.

(Sonó familiar, sonó a voces queridas. Son los ecos de esas voces despertadas por la lluvia lo que ahora estoy respirando)

Y  la lluvia, la tormenta toda, es mi cómplice para soñar, para meterme de lleno con mis fantasmas del sur…Cortázar, Borges, Bioy, Alejandra, Alfonsina. Ernesto Sábato….Gelman, Puig….ellos.

Ellos y yo hemos visto ahora si las mismas calles

¿No estoy recorriendo sus calles y visitando sus lugares?

Estoy seguro que he visto el mismo cielo que amparó sus palabras, su gracia, su tristeza….

Estoy aquí, cerca de su mundo; cerca también de su imponencia y su desdén; cerca de su amor y de su odio.

Bueno, eso acontece en todas partes.

Pero el secreto aquí es descifrar los signos que ellos inventaron de ese laberinto llamado República Argentina, llamado Buenos Aires.

Ahora en la tormenta, me maravillo con las voces que recupera la fragilidad de mi memoria y siento que estoy vivo.

Siento que algo debe valer la pena; que algo parecido al regocijo me llega cuando puedo hermanar sus voces poderosas con mi propio lamento.

Mi pobre y triste lamento tan cercano a la desesperanza, pero tan alejado del temor al fracaso.

 

Los expertos meteorólogos de la calle dijeron:  No demora mucho la tormenta.

 

Apenas se acaba reaparece la radiantez de una tarde de verano.

Los árboles se sacuden y las aves revolotean como si con su batir de alas fueran a secar la humedad de sus nidos.

Cada sonrisa aparece renovada y los ojos que apenas unos minutos antes reflejaban temor, ahora desbordan algo parecido a la alegría.

 

La tormenta ha de ser cómplice de Eros. No tengo otra explicación.

 

Miércoles 31 – Cuando el año expira

 

¡ Ayyyyyy!

Esas cosas que le dan a uno cuando el año expira. Por más que uno se repita mil veces que es una fecha como cualquiera, hay algo flotando en el ambiente que transforma nuestros movimientos, nos apura o nos ralentiza sin que podamos controlarlo.

Ya sabemos que todo es igual, que no pasará nada extraordinario a menos que nuestra voluntad lo precise. Pero con o sin voluntad, los minutos pasando logran que nuestra existencia tenga un modo de sentir diferente.

Amanece y ya hay afanes. Pareciera que durante este último día de 2003 se pretendiera hacer lo que no se hizo durante todos los anteriores; durante toda la vida.

Hay que poner las cosas en orden; tender la cama con esmero; poner la cabeza en orden; poner el corazón en orden….Todo es orden.

 

¿Para qué quiero tanto orden si mi vida es un completo desorden?

¡Vamos, no seas duro contigo!

Dale una tregua al sentimiento

Nada mejor para ese propósito que volver a escuchar las viejas canciones viejas y encender uno tras otro los puchos cargados de promesas; cruzar los brazos como en pose de ataúd y ver pasar las horas por el horizonte sin hacer algo distinto que evocar los momentos felices, los rostros amables que nos regalan la música que se compartió.

Pero es vano: La memoria también traiciona.

 

Esas cosas que le dan a uno cuando está lejos de casa (y pasa que cuando estás en casa la estancia no nos es grata, a veces ni notamos la presencia de los otros, menos su alegría o su tristeza solidaria)

 

Estando lejos nos da la pensadera y la respuesta es un conjunto de rostros lejanos llenos de sonrisas -casi un collage de cariño- por quienes se siente gran afecto, pero no se lo decimos con mucha frecuencia.

La temperatura sube, sube, pero no alcanza ni alcanzará jamás el calor de un abrazo de alguien que nos ama.

¿Qué significado oculto tienen tus palabras que me estremecen hasta la emoción?

La pregunta es para vos María D, de ayer, de este instante, de los días que vendrán.

¿Será que has descifrado mi laberinto?

Así está ben

Quisiera no saberlo para no tener menos días de ilusión ¿Será, será?

 

Lo más parecido a una novia es una mujer que te sonríe; que de vez en cuando te dice palabras que te inquietan y eso pasa cuando se tiene mucho tiempo sin nadie pisando los terrenos del corazón.

 

En esta confesión se puede notar que al final vine resultando un tipo con emociones verdaderas.

 

Reconozco que a veces se me va la mano en la vocinglería, pero también reconozco que la mayor parte de mis palabras son dolorosas cuando intento expresar enteramente lo que siento.

Para defenderme del tedio he construido una telaraña de signos de identidad en los cuales creo con una firmeza que no envidiaría un torturado

Sin ellas, sin mis pequeñas mentiras… soy demasiado vulnerable.

No  me importa que los otros -los que creen conocerme- se burlen o pongan en entredicho mis aseveraciones. La red está tan bien construida que me permite argumentar positivamente todo lo que me venga en gana.

Lo creo y es razón más que suficiente para dar por cierto lo que casi es cierto y sin lugar a dudas será cierto cuando ya no esté.

Cuando pienso en lo bueno que sería un día no estar más, literalmente desaparecer sin dejar rastro….es cierto

No es un pensamiento nuevo y puedo asegurar que no tiene las características evasivas de un vicio o una frustración.

Un día no estar más significa que de alguna manera la muerte yace bajo mis palabras…pero también la vida hace cocos entre las comillas. Entonces puede ser que estoy pensando en no estar más en la misma parte.

Con la misma gente.

Desde muy niño, la imaginación me llevó a rezar para ser robado por una gitana. El pueblo gitano, sus colores, su misterio, su cultura se ha apoderado de mi alma a temprana edad…

“Harto ya de estar harto ya me cansé,

de preguntarle al mundo por qué y por qué”

 

Y trazó para mí una aventurada peripecia: No dormir dos veces en el mismo lugar

“La rosa de los vientos me ha de ayudar,

desde ahora váis a verme vagabundear,

entre el cielo y el mar…vagabundear”

 

Recuerdo haberlo intentado aquellos años dorados de un paraíso artificial en el que era posible lo imposible. Pero mi sueño de errar se malogró al considerar a una Shirley evasiva.

Andar con ella, vagabundear con ella, morir con ella en el camino.

 

(No puede ser que los inspiradores de las aventuras humanas terminen cómodamente en un sillón contando montones de billetes)

 

Creo que Dean Moriarty o Neil Cassidy son aún posibles. Hoy más que nunca…pero:

“She never come. No existe o la busqué en el camino equivocado”

 

Por eso el sueño está incompleto y esta aventura de la existencia se ha aplazado indefinidamente a lo largo de los años.

Ahora en esta hermosa ciudad el sueño se rebela revelándose y siento mucha rabia y ganas de llorar.

 

¡Salud!

 

Jueves 1 de enero – Resaca del año ido

 

Algunas referencias literarias hechas a lo largo de estas líneas podrían sugerir que el autor es un hombre leído o un pedante.

Debo confesar que amo la lectura, pero no soy un lector sistemático o dogmático. Leo y punto.

Mis lecturas son desordenadas, caóticas, intemporales y lo único que pretendo es llenar vacíos que me produce el constante rechazo de mi entorno, especialmente de mis fallidos acercamientos amorosos.

Entre más me rechazan, más leo para evitar la desesperanza.

Esto sería inútil si no fuera porque voy a hacer otra referencia bibliográfica: En la Historia Universal de la Infamia hay un cuento que leí con deleite y no he podido olvidar. Se llama “El hombre de la esquina rosada”

Allí formando parte de mis fantasmas habita una mujer, una hembra de tangos y cuchillo apodada “La Lujanera”.

 

Bien, pienso en ella cuando me subo al auto porque hoy nuestros anfitriones argentinos nos llevan a conocer Lujan.

Luján es una ciudad no muy lejana de Buenos Aires y es reconocida internacionalmente por su imagen de una virgen, patrona de los católicos argentinos.

El viaje en auto es tedioso y en verdad no me siento motivado.

La fe del peregrino siempre me pone desconfiado.

Llegamos a Luján, nos paramos frente a la basílica y de colmo unos inmensos andamios afean la fachada.

Por fortuna alguien sugiere que almorcemos antes de entrar a visitar el templo a lo cual yo me sumo sin tener cuidado de disimular.

 

(En el restaurante, una aparición divina. Una mujer, la más hermosa que estos mis ojos han podido ver. Una belleza extrema que hiere, que embota. Tanto así que sin ningún reato de dignidad le pedí a Marthica que me tomara una fotografía procurando que la aparición divina estuviera en ella. No se logró. Era solo para mis ojos ese día primero del año 2004)

 

Terminamos de almorzar y una vueltica por la plaza, las fotitos, las artesanías y al frente, la fachada de la basílica pareciendo un monstruo herido.

Por fin, sin remedio, rumbo a la entrada, subo las escalas, doy unos pasos a la izquierda y….!pucha que es lindo!

 

¡Pucha que es más que lindo!

Si hubiera muerto ahí en ese instante habría muerto feliz. Y no por razones de espiritualidad o de fanatismo religioso, nada de eso.

Era placer de diletante.

Luego de haber visto a la mujer más hermosa del mundo, unos cuantos minutos después mis ojos se extasiaron admirando la obra de arquitectura religiosa más hermosa (Claro, yo no conozco en vivo y en directo las edificaciones góticas que hay en Europa. Era la primera vez que me paraba de verdad frente al portento que enseñaba a mis alumnos cuando era profesor de Historia del Arte)

Casi no me repongo del asombro y luego, el recorrido por el interior de la basílica fue hecho por un poseso de la belleza y la magnificencia. Iba de una hornacina a otra como si pisara nubes, como si el celo fuera posible a mis pies. Hubiera muerto feliz.

No pude evitar que algunas lagrimitas rosaran por mi rostro moreno e idiotizado,

¡Pucha! ¿Cómo será el cielo?

 

Luego, una vuelta por el pueblo, el que vive de los peregrinos que vistan la basílica y el que se dedica a actividades poco santas. Errando fuimos a dar a un parque de diversiones en el que el pueblo elemental sueña y se divierte. Nada diferente a mi patria salvo por un grupo de putas con travestí incluido que se asoleaban a la vista de todo el mundo,

¡Escándalo! No

Viendo el grupo me acordé de “El lugar sin límites” (Esa manía maldita de asociarlo todo)

Así soy yo….Mero bla, bla…..y bla, pero bien referenciado.

Al abandonar Lujan supe que era una bella ciudad y lamenté durante unos minutos no haber pistiado una “Lujanera.

 

Aunque pensándolo bien, ella está mejor donde está…..

 

Viernes 2 – Aquí al menos lo matan a uno gratis

 

Toda la noche estuve pensando en la hermosura del día anterior.

En la mañana fuimos al supermercado a comprar provisiones y como Marthica debe aplicarse una inyección que le prescribió su médico en Colombia, luego de hacer las compras fuimos a parar al Hospital Ramón Carrillo de la Municipalidad de Malvinas Argentinas.

 

Lo interesante de esto, es conocer de cerca cómo funciona el sistema de salud aquí, en un país en crisis.

 

El sitio es igualitico a los de mi patria estrato popular; olor a sangre, a mierda y a medicinas; las caras cariacontecidas de unos visitantes, y la cara rota de otros; los viejitos, las mujeres embarazadas, las fumadoras, el calor, el infierno…igualito.

 

Marthica de aquí para allá, nosotros tras Marthica, más olor a sangre, el corre corre…igualito.

 

Solo que aquí te atienden y el servicio es enteramente gratuito. No muy eficiente, lo reconozco, pero mejor que en Bogotá…donde te matan y encima tienes que pagar.

 

Aquí al menos lo matan a uno gratis.

 

Marthica por su condición de extranjera tuvo mucha suerte y fue atendida con detalle y pronto un remis nos llevó a casa.

 

El resto de día a conversar, añorar, apurar unos vinos, …..estar…..

 

Sábado 3 – Donde haya lumbre y vino tengo mi hogar

 

Muy de mañanita estábamos en Retiro, en la terminal de Omnibus. De inmediato  imagino el uso de ese término en el medio bogotano.

¿Será que si en Bogotá decimos ómnibus las ratas se sofistican?

¿Serían ñeros de frac?

 

Con  el candor propio del que no sabe preguntamos:

¿Dónde se coge la flota para Mar del Plata?

Y nos mandaron para la marina luego de habernos mirado como si tuviéramos una extraña perversión.

 

Por fin abordamos un  cómodo vehículo de dos pisos  con destino a Mar del Plata. Nada sabíamos del lugar salvo que tenía playas sobre el atlántico.

 

“Long distance, eh. Long, long”

 

El viaje largo, pero monótono, una recta interminable y llanura a lado y lado de la autopista. Es tan plano el paisaje que llega uno a extrañar las carreteras quebradas, destapadas y ominosas de nuestra querida patria colombiana.

Luego de unas cinco horas y media entramos a la ciudad de Mar del Plata.

Sorprendente.

Es una réplica del gran Buenos Aires. Hasta las calles se llaman igual Descendimos en el Terminal de transportes y echar a andar como en los viejos tiempos.

Claro que a la primera cuadra cambiamos de opinión

“Mejor tomamos un taxi”

Si “cogemos” un taxi, nos pueden arrestar por inmorales y vamos a la fija

- Llévenos a la playa

 - ¿A cuál?

- A la más cercana y menos concurrida

- La más cercana es Playa Grande

- ¡A esa!

Y henos ahí, en Playa Grande buscando un sitio para almorzar.

 

La exposición de piel es tal que el mejor remedio es no ver, hacerse uno el ciego porque si no los ojos terminan por torcerse.

Almorzamos y rumbo a la orillita del mar.

No cabe un visitante más y como colombiano que se respete, encontramos donde y estoy ahí y me quedo.

Y cada uno con su cuento.

El rotundo mar de mis sueños está frente a mí

El baño de ojo termina por cederle el paso a la emoción, a la inexplicable emoción de ver el mar, de estar ahí cerca del mar, recibiendo su constante y peligrosa respiración.

No pude resistir la tentación de aventurarme  unos metros más adentro para sentir las olas chocando contra mis muslos, mi sexo, mi pecho. Caricia agresiva pero llena de vida y magia. Entonces supe que mis ojos no tienen límite en el horizonte.

Que puedo ver más allá del viento y del pensamiento. Me lo enseñó el mar.

Centenares. Miles de cuerpos calcinantes y desnudos a mi lado, pero esa tarde, ese mar era mío y solo mío y en esa inefable comunión…volví a llorar.

¡Eh, que soy llorón!

¡Qué me importa!

-         “Mi alma te llama María D. Este mar que se abre ante mis ojos en la ruta que conduce a tu amor adriático.”

Vuelan mis sentimientos y mis pensamientos se rompen esta vez al ritmo de un jazz lento que viene de muy lejos.

 

Unos gauchitos fuman marihuana y a mí me hace el efecto.

 

El rotundo mar de mis sueños está justo frente a mí y contrario a lo que pensé, si tengo palabras, tengo ganas de hablar hasta la mudez de la maravilla de este encuentro.

La tarde desmejora y las voces de mis amigos me regresan al planeta.

Hemos de seguir sin rumbo por el resto de la tarde y la noche. Juramos que sí, pero luego de tomar unas cervezas y de sentir el rigor de la lluvia decidimos buscar “un hotelito barato”.

No voy a referir las peripecias de la “búsqueda” pues son bastante conocidas las dificultades para que dos colombianos se pongan de acuerdo.

Y somos tres colombianos.

Terminamos en un hotelito tirando a hotelucho en una callecita fantástica llamada Leandro M. Alem y con un  nombrecito italiano: Mare d´Argento.

Eso es.

 

Pusimos en orden cuerpo y alma y salimos a recorrer la noche marplatense. ¡Caminar, caminar, caminar….taxi.!

El conductor nos sugirió Guemes, en la Plaza del Agua y ahí fuimos a dar. Un recital nocturno de música andina nos detuvo. Varios minutos música y un vientecito fresco acariciando el alma.

Aunque eran canciones viejas sonaban renovadas y vigorosas.

 

Un paseo nocturno por la ciudad y la comprobación de algo que ya sabíamos.

Que la genta por estos pagos y en verano sale después de medianoche.

Impresionante la cantidad de personas desfilando por los bares y cafeterías de Leandro Alem a las dos de la mañana.

Recién bañaditos asistiendo a lo que parece ser una costumbre muy argentina: los conversatorios.

Noto que los ademanes que hacen al hablar puede significar que lo que dicen va a cambiar el mundo.

Claro, se acerca uno sin querer y escucha que están hablando del olor de los sobacos de Silvana.

 

Hastiado de gente, ruido y apariencias, me dan ganas de dormir.

 

Domingo 4 – La perla

 

Muy temprano estaba despierto y anhelando otra vez estar frente al mar, ojalá sin testigos.

La mañana estuvo fría y la playa en la mañana como era de esperarse estaba poco concurrida. Así que la mejor opción era pasear por ella despacito, placenteramente, sin obstáculos

Luego de unos metros por la avenida de la costa. Marthica y yo  decidimos  andar por la arena….sentir el palpitar del océano en los pies. Lukass prefirió caminar por la carretera paralela a la playa.

Así, como si fuéramos más que dos fuimos de playa en playa compartiendo palabras y sentimientos, sin prisa, con el marco sereno de un mar tranquilo.

 

Para mis adentros pienso que si la vida me regala la ocasión de volver a encontrarme a María D., como fuera la traería aquí

Durante más de tres horas – tres siglos tal vez- el mar, y yo, y mis palabras y mi ser en una sintonía perfecta, como si la naturaleza y mi alma por fin hubieran hallado el lugar exacto para amarse.

La gente empezó a llegar con prisa

¿Qué les pasa? Hay mar para todos. Pero no. Cada cual quiere el mejor lugar.

¡Idiotas! No saben que el mejor lugar está en el fondo.

 

Entonces nos alejamos de esa playa y la visión de mar me dio ánimos para visitar una feria artesanal y luego ir más allá matando el tiempo hasta la playa “La perla”

 

Algo más de una hora estuvimos echados en un  pastizal frente al mar ignorando – yo ignorante, que apenas unos pasos adelante esta la playa,  la playa dónde partió Alfonsina y aquí sí, perdónenme, pero se me salió el monstruo que me habita y la mente empezó a trabajarme a mil, a millón por hora…y me paré en el lugar donde creo que ella estuvo y eché a caminar hacia el mar…como ella, a sentir las olas cada vez más fuertes y poderosas devorando mis pasos, a sentir como el corazón corre, corre, pero tristemente el cobarde que también me habita me lanzó un salvavidas en forma de palabras.

Puso en mi boca esto: 

-         “Eché a andar mar adentro para descubrir el origen de todos los poemas, pero tuve que parar porque una voz poderosa proveniente de no sé dónde me espetó: Imbécil. Los poemas nuevos están en tu voz y en tus ojos”

¡Linda salida!

 

Si con ella logro conmover un corazón….No pasa nada. ¡Solo yo sé!

 

Sin más que la Perla entre pecho y espalda y fogonazos de pensamientos fatales, me encuentro de tarde hacia la noche. Es como si no existiera, como si apenas sobreviviera una idea de mí; el sol de ocaso, gigantesco se traga la idea y no estoy más, no soy más.

 

“Por la blanda arena que lame el mar,

su pequeña huella no vuelve más”

 

De regreso a mi confortable cobardía, la tarde se pierde en la noche y  la noche se pierde en el vacío….Luego una gran tristeza se apoderó de mí y me da vergüenza abrir los ojos para para que el mundo pueda ver el espectáculo grotesco de un bufón que se derrumba.

Por fortuna eso pasa dentro de mí…pues no soportaría ser  motivo de burlas. Eso no.

 

Apabullado me siento sobre el colchón y pienso si no sería mejor olvidar y empezar de nuevo.

 

Lunes 5 – Para exorcizar mi soledad


“Para exorcizar mi soledad…”  Así empieza un poema de la poeta  Carranza que yo le enseñe a recitar a María D antes de que se fuera.

Para exorcizar mi soledad de hoy, he de salir a caminar, a repetir la vuelta por la gran ciudad; a detenerme en lo primero que atraiga mi atención

Escogimos la tarde para  hacerlo empezando por la peatonal Florida hasta Corrientes.

 

Un tango nace enano en esperando una ilusión…¿che, no es así?..

Un tango nace en el corazón, mas se queda enano esperando una ilusión.

El cuento es que unos bailarines de la calle arman el show para los turistas que pasan, ponen un amplificador y bailan tres números y luego cobran e invitan a un bar o a un club donde se presentan más tarde.

Apenas una muestrita del drama sobre la calle empedrada.

Se llevan unas monedas, reparten unas tarjetas y ya….

 

Despacito en el paseo llegamos  a Corrientes y viramos hacia el centro (del otro lado se va al puerto)

Una parada en cada librería donde la sorpresa es que están repletas de clientes, donde con ojos avizores se trata de encontrar la joya literaria unida con la ganga. La calle y la locura, vociferan los cristianos, se sacuden los drogadictos, te buscan los tarjeteros y te sonríen las putas……por si acaso.

Las putas rechazadas siempre encuentran en mis ojos algo de consuelo.

Es magnifica la luz; intensos los ruidos de la calle y brillan en las veredas las soledades del alma.

La ciudad devorándote sin piedad,

Un pequeño suceso, algo, algo pasó que le dio significado diferente a mi día.

En el tren, rumbo a Retiro, en la estación de Boulogne sur mer…una gitana me apuñaló con sus ojos. No pude sustraerme de su presencia. Caí en su embrujo de silencio y me remató, al bajar me buscó con la mirada

¿Saben? Desde que una gitana me puso el ojo encima, desde  entonces no volví a ser el  mismo.

La gitanería se adueñó de mi ser por completo y no volví a pensar en algo que no fueran sus ojos.

¿La maldición gitana?

 

Martes 6 – Devolver los pasos

Se acerca la fecha del regreso por eso estos días  nuestra tarea es hacer el máximo de cosas que nos quedan pendientes.

Hoy es el día Gardel, hemos de visitar el cementerio para tomarnos una fotografía frente a la tumba del famosos personaje; fotografía que sacaremos una noche aguardientosa en la que exageraremos la admiración por el Morocho del Abasto, de la amistad con Carlitos y si no nos detienen, sacaremos un viejo recibo de empeño de su bandoneón que dejó en la compraventa de una tía de Medellín.

 

Salimos de casa con ese propósito.

Visitar en el más acá la tumba del Zorzal criollo.

En General Lemos debíamos tomar el  tren hasta Federico Lacroze donde, al llegar, basta mirar hacia la derecha y ahí está: El cementerio de la Chacarita.

Fácil descubrir la entrada y proseguir; lo duro es preguntarle a los muertos dónde está la tumba que queremos visitar.

Encontramos a unos vivos que nos dieron algunas indicaciones.

-         “Llegan hasta la tumba de Newberry ahí, en la otra esquina: el otro dijo, por ahí…

 

y por ahí, pasito va, entre el asombro que produce la pompa de la muerte llegamos a la esquina donde reposan los restos del que inmortalizó la cuesta abajo.

“Era, para mí la vida entera….”

 

Idiota, por no sé qué absurda superstición me pareció que algo se movía dentro del recalentado cemento y se me ocurrió que alguien cantaba:

“Por una cabeza”

 

Pero no era la voz de Gardel, era la voz del carpintero de Aranzazu que se burlaba de mi ignorancia tanguera y aseguraba que el tango se dominaba con treinta y tres pasos, la edad de Cristo.

 

No es necesario ser tan experto en tangos para entender el drama que esconde. Es porque soy un poco más experto en los temas de la muerte, la locura y el miedo.

 

Salimos de la Chacarita como alma que se lamenta y con el asombro de encontrar a Carlitos tan solo, como todos los muertos de la tierra.

Me figuré una lágrima bebida por un gusano melómano.

 

Quiso la fortuna que Lacroze es una estación del Metro de Buenos Aires, el Subte, lo llaman los locales, que conecta  nada más ni nada menos que con la conocida Carlos Pellegrini sobre la esquina de Corrientes.

Oportunidad única para viajar por ese medio tan antiguo, tantas veces proyectado en la capital de Colombia.

Hasta foto nos tomamos en un alarde de  audacia provinciana. Los orientales, los europeos, no son tan aprehensivos como nosotros que  para poder tomar una foto tenemos que pedir permiso.

 

En Carlos Pellegrini, el provincialismo casi no nos permite salir. Dimos casi tres vueltas al interior de la estación hasta que descubrimos lo fácil que era salir. Nos reímos  como locos y al mirarnos supimos otra vez que éramos unos buenos educadores alegres y en vacaciones.

La dosis de cerveza en el restaurante de siempre (ya nos reconocían los meseros), el baño de ojo reglamentario y los planes para luego. Yo pedí a mis amigos que, iría hasta el fin del mundo si antes me daban la ocasión de caminar, al fin, por Arenales.

No hubo protestas. Ese día descubrimos la calle Lavalle y nos prometimos dar un paseo por ella.

Buscamos Arenales por los lados de Carlos Pellegrini y al llegar a la esquina me sentí como el novio casto que ve por primera vez a la novia desnuda en la noche de bodas.

¿Caminaba o bailaba?

“Y así medio cantando y medio bailando”

Mi corazón bailaba y cada paso era descubrir un continente. ¡Arenales!

Amada calle de mis sueños, voy por la estrechez de tu cintura aspirando balcones, meciéndome con las ráfagas de viento que viene del puerto, buscando ver detrás de una cortina la sonrisa de la gitanita que me parte el alma.

¡Arenales! No puedo morir sin verte otra vez…

 

Salgo de Arenales como de una nube y topo con un sector elegante, exclusivo de gran Buenos Aires y como trato es trato, a buscar la Avenida El Libertador; buscar Retiro para ir al campo de Obras Sanitarias en Nuñez a presenciar un partido de baloncesto a petición de nuestro querido Lukass.

Mi gran amigo es entrenador  de baloncesto y gran fanático de ese deporte.

En Retiro tomamos el Tren Azul, el que va a Tigre. Un dispensador electrónico de tiquetes casi nos demuestra una vez más nuestro provincialismo

Tenemos que bajar a la tercera estación: Nuñez.

Barrio tradicional bonaerense a las ocho de la noche en que los gatos son pardos…somos unos más, aficionados al deporte en busca del campo de juego.

No fue difícil llegar a la cancha.

En poco tiempo estábamos en un calor infernal presenciando un partido, como todos.

Lukass estaba feliz. Se le notaba en la expresión de su rostro.

 

Ahora a volver a casa.

 

Descubrir antes que los taxistas de aquí no son como los de allá y te llevan a donde quieras sin preguntar. Seguramente tendrán otras taras.

 

Por fin el hombre nos dejó en la estación Aristóbulo del Valle, del tren que ya conocíamos y ahí, ya éramos parte del paisaje.

Miércoles 7 – Olvido que vengo de lejos….


Cada paso que se da en la patria es recuperar la historia que se ha ido perdiendo con el pasar de los años; cada paso que se da en un país extraño es un descubrimiento que asombra y que a la vez obliga a reconocerse en los pasos que ya se han dado.

Estar aquí ha sido grato. Un país como el mío, con gentecita como la mía, con problemas profundos de corrupción e injusticia, con un pasado tenebroso y con una candidez que conmueve.

¿Me siento bien aquí?

Si.

Me siento bien en cualquier parte..

“…donde haya lumbre y vino tengo mi hogar”

Y aquí a pesar del calor sofocante en muchos momentos se me olvida que he venido de lejos y se me olvida también que tengo que regresar.

Se me olvida que mi alma campesina ronda cafetales, que mi piel es morena como los cueros de mi tambor  y hasta se me olvida que una gitana me robó el corazón.

“Amo cuando me miras. Cuando tus ojos buscan mis ojos”

 

Amo ese instante feliz y no me importa la distancia.

Seguro es que falta la magia, pero no desistiré en el empeño de  encontrar una flor que vaya bien con mi locura.

Se afanan todos los recuerdos, las imágenes, se atropellan en la mente mientras los ojos permanecen cerrados. El sol de Buenos Aires hace estragos en la piel, Quema como un abrazo apasionado.

Solo que la huella queda y duele.

 

Jueves  8 -  Despedida


El placer de estar en casa.

Son muchos los sitios que hay que conocer, pero hoy está bien quedarse en casa.

Pensar un poco en cómo ha sido la experiencia y en pedirle a la razón que responda por qué no quiero regresar.

La razón, maldita razón, me impone compromisos y me consuela con el presentimiento de que alguien, a quien no conozco me espera..

El presentimiento me obliga a regresar y luego de hacer la confirmación de los pasajes siento a Buenos Aires de otro modo.

Como a una enamorada que debo abandonar a la que le prometo que voy a regresar, esta vez, con la certeza de que me estará esperando.

Buenas Aires, mi enamorada: un hombre enamorado acude al lápiz y al papel para robarle palabras a los ojos de su amada.

Eso ocurre contigo.

Amar a una ciudad es como amar a una mujer y lo mejor es que es solo uno el que sufre…cuando el otro se aleja.

Entonces la despedida no tiene el drama de la ausencia.

Vaya cosas que se le ocurren a uno cuando está huyendo.

Tengo a Fernando entre mis brazos y quiero que siga ahí toda la vida. Siento aletear su corazón  siento que en ese preciso instante me está comunicando que también quiere lo mismo.

Pero él debe ser Fernando Daniel Pellegrino y yo debo seguir siendo un horizonte

Paola se enreda en mi cuello y me dice al oído: “Yo también tío y sé que debo partir para que mi sangre sea posible

A mi hermana Isabel ya se le nota la tristeza. Me ama desde siempre y sabe que nunca me había tenido tan cerca.

Es mi familia.

“Dejad que los niños vengan a mi”

Donde están ellos hay alegría. Mi alegría

Luego, como si siempre hubiera estado ahí…me bebí un tinto, brindando

 

Viernes 9 - Souvenirs

 

Sabía lo que era sentir calor, el fuego del infierno, pero este es mi primer verano. Mis brazos castigados por el sol y mi rostro tan moreno como de príncipe etíope causa curiosidad en algunos nativos a los que inexplicablemente el sol no cambia sus lechosas pieles. Y es que hemos salido de compras. A llenar las maletas de recuerdos y baratijas que llevaremos a  los que nos esperan como muestra de afecto y de paso para que nos crean que estuvimos por aquí.

Alfajores, galletitas, vinos de Mendoza, postales argentinas, delfines.

El sol de Buenos Aires no cabe en mi maleta, pero algunas palabras sí.

Las palabras son veloces en Buenos Aires. Parece que no tienen el retén del pensamiento. Parece también que fueran precisas como cargadas de significados únicos.

Claro, no debe ser así, pero parece….

Aunque la incomunicación interpersonal propia de la era cibernética es muy evidente, no deja de asombrarme la costumbre argentina de sentarse a conversar. Sobre todo en la gente mayor. Se comparte un mate. Es como si de allí brotaran las palabras.

Claro, los argentinos….puede que se trate de la frivolidad más escandalosa, pero cuando ves conversando a dos argentinos parece que estuvieran cambiando el mundo.

 

Otra cosa en cuando habla de futbol.

 

Sábado 10 – Río Paraná


Ya había hablado de Tigre, de su hermosa estación del Ferrocarril.

Gabriel, mi cuñado nos dijo “Vamos a Puerto de los Frutos. Seguro que les va a gustar.”

Y no se equivocó

Un hermoso lugar con embarcadero sobre el Rio Paraná

También una feria artesanal de verano realmente extraordinaria, tanto que la  desazón se apoderó de los viajeros cuando nos dimos cuenta de los pocos pesos que quedaban.

Cada paso, una sorpresa y cada vez más grata.

 

Como nos sucede a los niños cuando estamos en una juguetería y no sabemos que juguete atrapar, nos aferramos a lo que tenemos más cerca.

Y lo que teníamos más cerca era el río.

Nos embarcamos en un catamarán que recorre el delta del Paraná, recorrido que dura casi dos horas.

El río al alcance de la mano

Tuve la ocasión de ahogar en el río algunas penas y cuando encontré las casas construidas junto al río con su propio embarcadero y lancha rápida propia volví a tener esos sueños viejos de magnate (Esos se me ahogaron al regreso)

Vaya ostentación la de esas casas. Suficiente para entender que las crisis en nuestros países solo afectan a los más pobres….siempre.

Se me mezcló todo, la solidaridad con los más pobres, el odio por la injusticia que condena al rezago y al olvido, el sueño de tener un lugar cerca del mar, el ronroneo gutural de María D…eso, todo mientras en el catamarán, mi hermanita no emitía sonido, temerosa de las aguas.

 

Recordé la perplejidad de una chica a la que le dije:

- Tenemos que terminar

- Es tu autoestima. Dime ¿por qué dices eso?

- Porque no aspiro a comprar carro

- ¡Ah!

 

No la volví a ver. Nunca supe si comprendió la ironía, pero si estuviera hoy, ahora, aquí conmigo, rodeados de agua, pompa, verdor, entendería que mis aspiraciones no son más que libertad. Todo lo demás lo tengo.

¡Libertad! ¡Qué hermosa palabra!

Qué duro la han pisoteado los que la pregonan solo para sus oscuros fines.

Al descender del catamarán dejé a un viejo Fernando aterrado y caviloso…al otro lo llevé a la vida a sorprenderse con cada cosa, con cada ser….

¿Será el camino?

 

Domingo 11 – Palermo

 

Es el último día en la ciudad de mi amor.. Al atardecer hemos de ir a los “Bosques de Palermo, un  lugar tan referenciado en la literatura argentina.

Los recuerdo del Homero argentino denotan un entrañable cariño por ese lugar y vaya…es así.

Todos, mis amigos colombianos y mi familia argentina nos echamos a andar por el casto lugar. Yo tomé el coche de Ferchini pensando que no era yo quien lo paseaba a él, sino él quien me llevaba a mí. Cuando Ferchini se alborotó, mi hermana  lo sacó del coche y yo aproveché la circunstancia para poner mi alma allí y pasearla conducida por mis emociones.

 

“Ese hombre pasea una carriola sin niño”

 

¡Mentirosos!

 El niño estaba allí

Gente, gente, ruido, motores, música, caballos, gente, gente, gente, niños que me miraban….

Verde, aire puro, arriba el sol vigilante y yo, acogido, minúsculo en un rincón de la carriola aprendiendo mis primeras palabras de esperanza.

El cielo me desborda.

 

“No me siento extranjero en ningún lugar….”

 

Todo me desborda. Soy en plenitud…un niño mago que se encontró un  día con el viejo poeta quien le enseño que:

 

“Mi sombrero y mis zapatos no son mis límites”

 

Niño mago desbordado, inaprehensible que se bebe la luna con las manos extendidas bajo el abrigo de la noche y luego arroja la luz sobre los espacios vacíos que son patrimonio de la nada.

Los bosques de Palermo me descubrieron a un niño mago que acaso, en un acto feroz, siempre he tenido prisionero.

 

Lo demás fueron pasos. Nada más

 

Lunes 12 – El regreso

 

Muy temprano en Ezeiza padeciendo la ineficacia de los funcionarios argentinos, la mirada triste de los míos que comparten conmigo la incertidumbre de una próxima vez; la alegría artificial de los que regresan o se van; los comentarios injuriosos de  los visitantes que esperaban más de la Argentina, el infierno  de aeropuerto nuevamente abriéndose a mis pies.

Ya en el avión, lejos del suelo recuperé la calma y deseando profundamente no bajar más.

 

¡Regresé!

 

No traje fotografías, no traje regalos, no traje novia argentina…

 

Traje el viento y el sol de Buenos Aires en mi cabello y en mi piel. Traje la esperanza nueva en la maletita de un niño mago.

Regresé, pero no regresé…

No solo  regresé a Colombia: Regresé a la soledad y a los largos silencios, pero ahora….tengo otra vez el control.

 

 

Enero 20 /2004

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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