LA SONRISA DEL
LABRADOR (Adaptación para teatro de “El rey de la máscara de oro” de Marcel
Schowb
(El
escenario está oscuro. Suena una música que semeja un quebrar de ramas, el
estertor de un pájaro, el lamento de un hombre herido. Una luz intensa descubre
el trono. La música adquiere un matiz erótico y entran al escenario dos
voluptuosas bailarinas contoneándose y cubriendo sus rostros con sendas
máscaras de tela. Bailan frenéticas y al final de la música las dos ocupan
lugares simétricos al trono. Ahora la música se hace fúnebre y aparecen dos sacerdotes con
máscaras plateadas moviéndose hacia todos lados con desesperante lentitud. Sin mirar a las
mujeres se ubican a la derecha del trono.
A
continuación, se oye un rock estrepitoso y entran dos bufones saltando, revoloteando, mostrando
al máximo sus preciosas máscara de madera en las que se dibuja una amplia
sonrisa.. Cesa la música. y los bufones cantan
en melopea:
“Está en camino, prestos va a venir, el
portador del poder está llegando al fin. La reunión empieza ya está aquí..
Está en camino, prestos ya está aquí, el dueño del poder ya está aquí.”.
Los
bufones se colocan a la izquierda del trono. Suena una música majestuosa,
brillante y entra al Palacio el Rey de la Máscara de Oro, quien se dirige solemne
a ocupar su trono. Los demás hacen una venia y se le acercan.
El
rey hace una señal y los bufones dan acceso a una pantomima horrorizante y
grotesca.
El
rey, excitado, desliza su mano por entre la blusa de una de sus mujeres y en
ese momento es interrumpido por ruidos provenientes del exterior.)
REY:
( Levantándose enérgicamente) ¿Quién es él
bellaco que se atreve a interrumpir de tal modo cuando estoy reunido con mis
mujeres, mis bufones y mis sacerdotes?
(Entra
un guardia con antifaz y se inclina frente al trono)
GUARDIA:
Su majestad, mi rey, querido monarca, poderoso señor….. ese bellaco es un
miserable hombre, un mendigo, una piltrafa humana que insiste en hablaros.
(En
los ademanes del rey desaparece el gesto
de irritación y con benevolencia ordena.)
REY:
¡Déjalo pasar! (Sonríe imaginando la diversión que se avecina)
GUARDIA:
Pero mi señor, inefable monarca, autoridad suprema….. además de venir como
viene - que ya es un irrespeto- ese hombre trae el rostro descubierto.
(Al
escuchar estas palabras, todos lanzan un alarido alarmante. Luego murmuran, se
desmayan, se recobran. El rey, sin embargo, ordena de nuevo con un exagerado
ademán de benevolencia)
REY:
De todas formas, que pase el mendigo. (El
guardia sale exhibiendo un morboso servilismo y al entrar de nuevo tira por el
piso a un anciano ciego y andrajoso, pero muy firme.
REY:
¡Incorpórate!.
MNDIGO:
(Incorporándose) ¡Obedezco!
REY:
¿Quién eres?
MENDIGO:
Un labrador.
REY:.
¿Qué quieres, labrador?
MENDIGO:.
Sí el que ordena es el hombre de la máscara dorada, hablaré.
REY:
¡Lo soy!.
MENDIGO:
Aunque no puedo ver, creo que es él, pero no está solo. Hay mujeres, percibo el
olor de sus axilas perfumadas y la fragancia mortal de sus afeites. También hay
bufones porque escucho carcajadas contenidas y sacerdotes también porque, oigo el triste parlotear de cotorras asmáticas.
REY:
Supongo que no ha venido a decirme lo que hay en mi Palacio.
MENDIGO:
Antes de venir me han contado que en este Reino todos están enmascarados y que
tu máscara rey es de oro.
REY:
No te han engañado
MENDIGO:
Además, rey, sé que nunca habías visto rostros de carne hasta hoy el mío. ¡Escúchame
señor!. No conoces al pueblo que
gobiernas, así como ni siquiera conoces a los que rodean. ¡Ah, ya sé! Los de tu derecha son tus bufones
porque están riendo y los de tu izquierda son sacerdotes porque cuchichean.
Dime poderoso señor, ¿por qué tus mujeres hacen muecas debajo de sus máscaras?
REY:
¡Mientes! No sólo eres ciego de tus ojos, sino también de tu entendimiento. Los
que señalaste como mis bufones son mis sacerdotes y los que dices ser mis
sacerdotes son mis bufones. ¿En cuanto a mis mujeres, cómo podrías juzgar su
belleza, ciego asqueroso?
MENDIGO:
Ni las de ellas ni la tuya por ser ciego. ¿Pero tú? Tú mismo no sabes nada de
los demás, ni siquiera de ti mismo. Tal vez los que son tus bufones lloran
debajo de sus máscaras y tus sacerdotes bajo ellas ríen engañándote. Tal vez
tus mujeres en sus verdaderos rostros reflejan una profunda insatisfacción. Y
tú mismo quien sabe si no eres horrible a pesar de tus adornos.
(En
ese instante, una mezcla de burlas., llantos, exclamaciones y estremecimientos
configuran una danza macabra. El rey en su trono y el mendigo no participan. Al terminar la danza del rey ordena)
REY:
Arrojad a este miserable, a los leones (a
los demás) ¡Salir salid! ¡Quiero estar solo!.
(Una
música tenue se posesiona de la escena. El rey camina por el escenario, quiere
quitarse la máscara y no se atreve. Llora, vuelve a intentarlo, pero no lo
hace. Por fin decide ponerse un disfraz y abandona el palacio. Camina hacia el
bosque. En su recorrido se escucha una canción que dice;.
El
rey va hacia el rey, su máscara va a caer.
Su
paso es apresurado, su respiración fatigosa
y las lágrimas caen por las mejillas que no
ve.
El
rey hacia el Rey, su máscara va a caer
¿Qué sorpresa tendrá el rey?
¿Será
horrible su faz?
¿Será
hermosa?
¿Será
faz?
El
rey va hacia al rey. Su máscara va a caer.
¿Qué
espera a su majestad,
al conocer por fin en su cara?
¿No
llevará más su dorada máscara?
¿Huirá,
dejando el trono a su enmascarado séquito?.
El
rey va hacia el rey, su máscara va a caer.
(El
rey se detiene ante un lago y mira atentamente la naturaleza circundante. Una
hermosa lavandera llega y se apresta a iniciar su labor. El rey se le acerca. Le
impresiona su belleza. Le tiende la mano…
REY:
Por primera vez, quiero adorar una cara
desnuda. Voy a quitarme esta máscara que no permite respirar el aire que besa tu
piel. Y luego iré maravillado a mirarnos contigo en el lago
(La
muchacha trata de ayudarle, pero el rey no lo permite. Rápidamente deshizo los
cierres y la máscara cayó sobre el césped. La muchacha lo miró un instante, emitió
un alarido, tapó sus ojos con las manos dio media vuelta y otro huyó
aterrorizada. El rey desconcertado se dirigió al lago y vio su rostro reflejado
en el agua. Gritó mucho. Era leproso. Recogió su máscara, se la puso y retornó
al Palacio.)
2.
El
rey entra en la sala principal del Palacio y empieza a destruir los retratos de
sus antepasados y en cada uno van apareciendo rostros horribles que se te
burlan mientras una extraña música hiere el silencio. Terminada esta labor, el
rey llama a su séquito. Uno a uno, van llegando y se ubican a su lado en
actitud melosa.
El
rey ordena:
REY:
¡Quítense las máscaras! (Todos saltan hacia atrás sobrecogidos)
REY:
¡He dicho que se quiten las máscaras! (Obedecen lentamente)
El
rey mira detenidamente los rostros, dándose cuenta de que los bufones no pueden
reírse. Sus rostros están deshechos por la amargura. Los sacerdotes muestran
rostros lujuriosos y burlones. Las
mujeres exhiben rostros feos y estúpidos.
REY:
El ciego no mentía. Son unos miserables.
Me han engañado. (Va perdiendo sus
ademanes reales) han estado divirtiéndome mientras se cagan interiormente. de
tristeza; me han aconsejado mientras se burlan de mí y conspiran; se han
acostado conmigo y prefiriendo no hacerlo: Pero yo soy el más miserable de todos (Arranca.
violentamente su máscara, los demás huyen despavoridos gritando. El labrador aparece sonriente en
una esquina. Desde ese momento, la escena aumenta en intensidad hasta el apagón
final y es acompañado por la canción” Martirio secreto”.
¿Por
qué huyen cobardes?
(El
rey arranca sus vestiduras y en una
mezcla de risa en llanto, sale del palacio.
En
el lago encuentra a la lavandera, quien al verlo emprende veloz carrera. El corre tras suyo, la ama
Por
fin la alcanza se le echa encima y muere.)