APRETADAGENDA
¡El
despertador!
Fanfarria.
(Se
recomienda Wagner)
Comienza la
batalla diaria
por el pan
nuestro de todos los días.
Primero es
el peligro de las calles desoladas;
después el
frío de la mañana glacial;
luego el
paradero donde toda esperanza
se resume
en unas latas
con ruedas
llamadas bus.
Colgado de
una puerta,
clavado al
piso por un tacón puntilla
de señorita
bonita y sonrisa de desayuno
y aliento
de desayuno
y rezagos
de noche sin agua
y ropa sin
planchar
y sexo sin
lavar.
Arribo a
oficina o taller.
Sentarse,
pararse en el mismo lugar
de todos
los días;
el mismo
gesto mecánico
de quitarse
el saco, aflojar la corbata
y
enfundarse el overol.
El mismo
mandamás prepotente
que lastima
la puerta al tirarla
detrás de
nuestra sonrisa;
su mismo
rostro inexpresivo
su voz
gritona apabullándonos;
ver como
las manos se nos llenan de grasa,
ampollas,
mierda, poesía en potencia,
mientras el
reloj tic tac hacia el mediodía.
El mismo
almuerzo de siempre
en la mesa
de siempre
celebrando
un chiste nuevo
con la
sonrisa de siempre.
Caminar
para aflojar las tripas
recorrer
calles y almacenes
con pasos
pesados
Y otra vez;
revisar los
papeles importantes
con los que
me limpiaría el trasero
o soportar
el infernal ruido
de máquinas
a tope.
Y esperar
la hora de salida,
y lavar las
manos cansadas
engrasadas
e
imprecisas
y dejarlo
todo
para el
nuevo día
que si mal no estoy
es el
inicio del futuro.
Recoger los
cuadernos
para ir a
estudiar
para
progresar.
Dejar
máquinas, grasa,
rostros
agrios,
overol,
las penas
en el archivador,
o saltando
sobre las teclas
de la
computadora.
En el
colegio o la universidad
el mismo
pupitre
con
corazones dibujados con navajas
que merecen
mejor uso.
Los mismos
compañeros aburridos,
Los mismos
maestros que bostezan
entre
premisas y silogismos;
la misma
tristeza,
la misma
esperanza ciega,
las mismas
ganas de ser libre.
¡Eso es la
vida diaria!
¿Qué será
la muerte diaria?
(Marcha
fúnebre)
Fermín Hood – Bogotá 2008
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