UNA ESQUINA DE MI JUVENTUD
Las calles se coronaban por los cuatro costados con grupos de muchachos, de ángeles a punto de caer, ángeles abundantes en preguntas y desconciertos y con muy pocas respuestas.
Todas las esquinas de mi barrio después de las
cuatro de la tarde presentaban el mismo panorama: muchachos recién destetados
jugando a ser grandes, pugnando por ser escuchados. Claro está, no todos se
dedican a lo mismo. Cada corrillo tenía su característica peculiar, sus charlas
y sus aficiones:
Los de la 68 esperaban hacer un grupo grande
para irse a la sala de billar y armar pelea con los del barrio vecino
Los de la 70 oían Radio 15 en un aparato
transistor y se dejaban crecer el pelo.
Los de la
71 esperaban a un borracho desprevenido para gorrearselo
Los de la 70 A hacían planes para salir de la
miseria.
Los de la 72 no dejaban pasar una niña sin
decirle una grosería y tentarle el trasero
Los de la 69 fumaban marihuana y hablaban de
fútbol
Los de la 69 A también hablaban basura.
Pero esos grupos no eran homogéneos más que en
una especie de costumbres inviolables que se advertían en la forma como se
reunían
Fuera usted un paseante desprevenido, un padre
de familia respetable, un político en campaña o un celoso guardián del orden
público sólo podía referirse a esos grupos de esquina como “los marihuaneros”,
“los vagos”, los maricones esos” y en no pocas ocasiones la reputación de
madres, hijas y familia enteras quedaban por el fango: “Esos hijueputas”
La verdad es que a mí esos recuerdos me
lastiman.
A instancias de un maestro de esos de la “nueva
pedagogía” que se le ocurrió ponernos a hacer una composición sobre los lugares
dónde habíamos crecido no tuve más remedio que cerrar los ojos y poner en
funcionamiento la memoria para volver a vivir mi juventud barriobajera.
Es la esquina de mi calle:
El primero en llegar es casi siempre un escolar
adolescente que está ávido de conocer aventuras de los mayores y aprender
maldiciones para ufanarse de ello en la escuela y burlarse de la escuela en la
esquina, Luego de hacer sus tareas sin devoción, besa a mamita en la mejilla,
le muestra el cuaderno y le dice que le han pedido un cuaderno de mapas o que
se le acabó la tinta china o la goma arábiga y pedía 100 pesos. Recibía 40 que
luego gastaba en cigarrillos y uno que otro café.
Va a la tienda: “Me vende un Marlboro” (Es
preciso señalar que el Marlboro ha sido el cigarrillo preferido por los
estudiantes pobres que se averguenzan de serlo) se lo fuma a hurtadillas
recostado contra el poste (en mi barrio en todas las esquinas hay un poste de
luz o de teléfonos) Ni su soledad, ni el cigarrillo duran más de dos minutos.
Tan pronto ocupa la esquina y le ven fumando,
llega otro pretextando algo para unírsele “Hermano, ¿tiene una Biblia que me
preste?” “Dame un pitazo” “gracias man, me pusieron a leer el Génesis, meto, y
tengo que leerlo porque voy perdiendo religión, imagínese, yo pensaba que el
Génesis era un grupo de rock y me salen con que es un pedazo de la Biblia,
meto, otro pitazo”
“Hay un resto de pollitas nuevas por acá. Se ha
pillado a la gordita esa mona que estudia en San Quintín (así se llamaba a la
escuela pública del Barrio desde que a los directivos les dio por ponerle
rejas, tal vez para que no se les salieran los estudiantes.”)
“Si, pero el loco Lucho ya se la encarretó”
“¿Cuál loco?”
“Lucho Pérez, el hijueputa marihuanero”
“Ah, al que le presté la Play Boy y se la robó,
pero ¿es marihuanero?
“Siiiiií...No lo ha visto con los ojos por allá
metidos y no solo eso...¡no lo ha visto todo degenerado el hijueputa ah, y la
otra es que......”
Se suspende el comedor de prójimo porque llega
un tercero que está trabajando (de cada diez esquineros, dos trabajan) A veces,
cuando es quincena llegan acompañados de un compañero “que es una nota” pero la
mayoría de las veces llega solo y cansado.
“Uyyy, llegó el duro, llego el propio, no llegó
nadie, pues....¿qué va a dar? ¿no tiene nada para la cabeza? ¿compró el disco?
Déjemelo pillar ¡ah!, Los Corraleros del Majagual....Hermano, no está en
nada...Compré música de verdad...Eric Burdon, Frank Zappa, eso...”
El recién llegado llega a dudar de sus gustos
musicales y acepta la ametralladora verbal con franciscana y placentera
resignación.
Para su fortuna, una Olivia Newton de barrio
con su cadencioso caminar de suecos sonantes aparece en escena liberándolo de
más reproches:
-
“Adiós
mamacita, porque tan seria, cuidado con el coco, me lleva, uy, qué mirada
asesina.”
-
(Se aprecia con claridad que los muchachos de
mi barrio nunca tuvimos imaginación para el galanteo, excepción eso si de un par de Casanovas que deberían figurar
en un libro de records)
Luego, cuando la niña desaparece en un local o
en la esquina viene el comentario correspondiente:
-
“Tan
pollita y ese culote que tiene...¿de dónde será?
-
“De
la 73, pero esa ya tiene su bobito”
-
“¿Y
qué? ¡Bien si se queda sin conocer esta
calidad!
-
“Es
amiga del Ramiro, pero ese es medio marica y no le habla sino de tareas y
guevonadas de esas”
Y ahí llegan otros dos y sin dejarlos acomodar
les preguntan “¿Quién ganó? (se refieren a un presunto juego de billar que
suponen estaban jugando. Casi siempre no es lo que hacen, pero bastó una vez
que los vieron salir del billar para creer a pie juntillas que no hacen otra
cosa)
Pasa otro grupo de “pollitas” Son cuatro. Hay
una muy linda que va refugiada entre las otras tres. Todas las miradas se
dirigen a ella, pero son sus amigas feas las que se roban el show.
A las feas les va mejor que a las beldades pues
terminan siendo las mejores amigas de los esquineros quienes creen utilizarlas
como correo. Jamás llevaron un mensaje sin alterar los contenidos.
¿Falta
alguien? Desde luego. Falta un atleta. Se le llama así porque de vez en
cuando sale a trotar en las mañanas, de vez en cuando juega un partido de
fútbol, de vez en cuando juega ping pong, siempre habla de deportes y además
acostumbra a tomar cerveza luciendo una desteñida sudadera. Su cháchara
interminable acaba en bostezos prolongados de sus interlocutores y justo en el
momento en que comenta -y muestra- el
golpe recibido después de driblar a tres
contrarios y dejar al cancerbero en el piso aprestándose para inflar la valla
contraria .......llega el intelectual (aunque el nombre pueda arrancar una
sonrisilla, en los barrios populares proliferan los intelectuales, los cerebros
fugados, los más altos exponentes del pensamiento pragmático) acompañado del
sapo. Sapo chismoso.
Este espécimen casi siempre tiene algo que ver
con un puesto de revistas y/o periódicos ya que parece estar bien informado.
Vive en constante discusión con el intelectual acerca de “la política
sociocultural en el Oriente Medio” “el diálogo Norte Sur” “la conferencia de
Cancún” “el encuentro de Camp David” y otras veleidades que mi memoria y mi
interés no logran retener y fuera de lugar para la comprensión popular.
Como se puede imaginar, la concurrencia
atrapada por la trivial erudición del futbolista y obnubilada por la imperial
temática tratada por los dos subdesarrollados titanes de la banalidad, pasaba
de un estado a otro de Calvario......No era para eso para lo que estaban ahí.
No saben para qué están ahí, pero no es para eso....
Esto es un grupo corriente. Los hay que dan
cabida a las muchachas. Ellas se convierten en el hilo conductor de los
pensamientos, las palabras y la acción.
Todos se ven con sutileza condenados a
llevarles la idea o a sacarles el cuerpo y exponerse a comentarios incómodos.
Con hermosas excepciones, las féminas
adolescentes llegan a la esquina con la “tontería a flor de labio” :
-
“Recuerdan la fiesta, la última en la casa de
Poppy” (en verdad Poppy se llama Pompilia)” “ay, esa miradita de John Travolta
en Saruryniyfiver, electrizante”, no mija, los BeeGees no son afeminados”
-
Vi
un vestidito muy lindo en Sears”
-
“el
novio de Carmelina lo tiene chiquito”
-
“el
remedio para los barros y las espinillas es el amor”
y de ahí a algunas expresiones sobre el amor
libre.
Los esquineros con base masculina (la mayoría
dado que en esta época no se ve bien que las niñas anden por la calle) a la
llegada de las doncellas empiezan a disolverse. La razón: Les tienen miedo. Es
más fácil hablar y alardear sobre ellas cuando están ausentes. Con seguridad,
el primero que emprenda la retirada es el intelectual, seguido a tres pasos por el chismoso. Ya no se
sienten tan seguros de su cháchara cuando la mirada se les va hacia las piernas
descubiertas de una chica; luego lo hace el vago pretextando preguntarle al
intelectual sobre la rebeldía juvenil pero no más que para decirles que Lucía
tiene los calzones rojos y bien ajustaditos o que Brenda no usa sostén. El que
disfruta es el trabajador. Espera pacientemente la desbandada para invitar a
las chicas a la cafetería y poder, con ojos melancólicos y manos furtivas decir
los requiebros que le ha oído decir a los compañeros de la fábrica.
Todas las reuniones de los esquineros terminan indefectiblemente en
una cafetería o en una tienda de cerveza.
¿Será por eso que el deportista intuyendo esta
constante, sacrifica su verbo y permanece estoicamente aferrado a la palabra y
al bolsillo del trabajador? Seguro
De todas maneras, sin decirlo, todos quedan de
verse al día siguiente para ese ritual de auto vacilación y desperdicio de las
horas y de la vida. Y así, día a día hasta que la esquina no sea más que el
motivo de una sonrisa, una lágrima, una carcajada un lamento, años después.