domingo, 20 de julio de 2025

"Una esquina de mi juventud" - (Fragmento de "Piel en la hoguera")

 


 UNA ESQUINA DE MI JUVENTUD

Las calles se coronaban por los cuatro costados con grupos de muchachos, de ángeles a punto de caer, ángeles abundantes en preguntas y desconciertos y con muy pocas respuestas.

Todas las esquinas de mi barrio después de las cuatro de la tarde presentaban el mismo panorama: muchachos recién destetados jugando a ser grandes, pugnando por ser escuchados. Claro está, no todos se dedican a lo mismo. Cada corrillo tenía su característica peculiar, sus charlas y sus aficiones:

Los de la 68 esperaban hacer un grupo grande para irse a la sala de billar y armar pelea con los del barrio vecino

Los de la 70 oían Radio 15 en un aparato transistor y se dejaban crecer el pelo.

Los de la  71 esperaban a un borracho desprevenido para gorrearselo

Los de la 70 A hacían planes para salir de la miseria.

Los de la 72 no dejaban pasar una niña sin decirle una grosería y tentarle el trasero

Los de la 69 fumaban marihuana y hablaban de fútbol

Los de la 69 A también hablaban basura.

Pero esos grupos no eran homogéneos más que en una especie de costumbres inviolables que se advertían en la forma como se reunían

Fuera usted un paseante desprevenido, un padre de familia respetable, un político en campaña o un celoso guardián del orden público sólo podía referirse a esos grupos de esquina como “los marihuaneros”, “los vagos”, los maricones esos” y en no pocas ocasiones la reputación de madres, hijas y familia enteras quedaban por el fango: “Esos hijueputas”

 

La verdad es que a mí esos recuerdos me lastiman.

 

A instancias de un maestro de esos de la “nueva pedagogía” que se le ocurrió ponernos a hacer una composición sobre los lugares dónde habíamos crecido no tuve más remedio que cerrar los ojos y poner en funcionamiento la memoria para volver a vivir mi juventud barriobajera.

 

Es la esquina de mi calle:

El primero en llegar es casi siempre un escolar adolescente que está ávido de conocer aventuras de los mayores y aprender maldiciones para ufanarse de ello en la escuela y burlarse de la escuela en la esquina, Luego de hacer sus tareas sin devoción, besa a mamita en la mejilla, le muestra el cuaderno y le dice que le han pedido un cuaderno de mapas o que se le acabó la tinta china o la goma arábiga y pedía 100 pesos. Recibía 40 que luego gastaba en cigarrillos y uno que otro café.

Va a la tienda: “Me vende un Marlboro” (Es preciso señalar que el Marlboro ha sido el cigarrillo preferido por los estudiantes pobres que se averguenzan de serlo) se lo fuma a hurtadillas recostado contra el poste (en mi barrio en todas las esquinas hay un poste de luz o de teléfonos) Ni su soledad, ni el cigarrillo duran más de dos minutos.

Tan pronto ocupa la esquina y le ven fumando, llega otro pretextando algo para unírsele “Hermano, ¿tiene una Biblia que me preste?” “Dame un pitazo” “gracias man, me pusieron a leer el Génesis, meto, y tengo que leerlo porque voy perdiendo religión, imagínese, yo pensaba que el Génesis era un grupo de rock y me salen con que es un pedazo de la Biblia, meto, otro pitazo”

“Hay un resto de pollitas nuevas por acá. Se ha pillado a la gordita esa mona que estudia en San Quintín (así se llamaba a la escuela pública del Barrio desde que a los directivos les dio por ponerle rejas, tal vez para que no se les salieran los estudiantes.”)

“Si, pero el loco Lucho ya se la encarretó”

“¿Cuál loco?”

“Lucho Pérez, el hijueputa marihuanero”

“Ah, al que le presté la Play Boy y se la robó, pero ¿es marihuanero?

“Siiiiií...No lo ha visto con los ojos por allá metidos y no solo eso...¡no lo ha visto todo degenerado el hijueputa ah, y la otra es que......”

 

Se suspende el comedor de prójimo porque llega un tercero que está trabajando (de cada diez esquineros, dos trabajan) A veces, cuando es quincena llegan acompañados de un compañero “que es una nota” pero la mayoría de las veces llega solo y cansado.

 

“Uyyy, llegó el duro, llego el propio, no llegó nadie, pues....¿qué va a dar? ¿no tiene nada para la cabeza? ¿compró el disco? Déjemelo pillar ¡ah!, Los Corraleros del Majagual....Hermano, no está en nada...Compré música de verdad...Eric Burdon, Frank Zappa, eso...”

 

El recién llegado llega a dudar de sus gustos musicales y acepta la ametralladora verbal con franciscana y placentera resignación.

Para su fortuna, una Olivia Newton de barrio con su cadencioso caminar de suecos sonantes aparece en escena liberándolo de más reproches:

-          “Adiós mamacita, porque tan seria, cuidado con el coco, me lleva, uy, qué mirada asesina.”

-           

(Se aprecia con claridad que los muchachos de mi barrio nunca tuvimos imaginación para el galanteo, excepción eso si  de un par de Casanovas que deberían figurar en un libro de records)

Luego, cuando la niña desaparece en un local o en la esquina viene el comentario correspondiente:

-          “Tan pollita y ese culote que tiene...¿de dónde será?

-          “De la 73, pero esa ya tiene su bobito”

-          “¿Y qué?  ¡Bien si se queda sin conocer esta calidad!

-          “Es amiga del Ramiro, pero ese es medio marica y no le habla sino de tareas y guevonadas de esas”

 

Y ahí llegan otros dos y sin dejarlos acomodar les preguntan “¿Quién ganó? (se refieren a un presunto juego de billar que suponen estaban jugando. Casi siempre no es lo que hacen, pero bastó una vez que los vieron salir del billar para creer a pie juntillas que no hacen otra cosa)

 

Pasa otro grupo de “pollitas” Son cuatro. Hay una muy linda que va refugiada entre las otras tres. Todas las miradas se dirigen a ella, pero son sus amigas feas las que se roban el show.

A las feas les va mejor que a las beldades pues terminan siendo las mejores amigas de los esquineros quienes creen utilizarlas como correo. Jamás llevaron un mensaje sin alterar los contenidos.

¿Falta  alguien? Desde luego. Falta un atleta. Se le llama así porque de vez en cuando sale a trotar en las mañanas, de vez en cuando juega un partido de fútbol, de vez en cuando juega ping pong, siempre habla de deportes y además acostumbra a tomar cerveza luciendo una desteñida sudadera. Su cháchara interminable acaba en bostezos prolongados de sus interlocutores y justo en el momento en que comenta  -y muestra- el golpe recibido  después de driblar a tres contrarios y dejar al cancerbero en el piso aprestándose para inflar la valla contraria .......llega el intelectual (aunque el nombre pueda arrancar una sonrisilla, en los barrios populares proliferan los intelectuales, los cerebros fugados, los más altos exponentes del pensamiento pragmático) acompañado del sapo. Sapo chismoso.

Este espécimen casi siempre tiene algo que ver con un puesto de revistas y/o periódicos ya que parece estar bien informado. Vive en constante discusión con el intelectual acerca de “la política sociocultural en el Oriente Medio” “el diálogo Norte Sur” “la conferencia de Cancún” “el encuentro de Camp David” y otras veleidades que mi memoria y mi interés no logran retener y fuera de lugar para la comprensión popular.

Como se puede imaginar, la concurrencia atrapada por la trivial erudición del futbolista y obnubilada por la imperial temática tratada por los dos subdesarrollados titanes de la banalidad, pasaba de un estado a otro de Calvario......No era para eso para lo que estaban ahí. No saben para qué están ahí, pero no es para eso....

 

Esto es un grupo corriente. Los hay que dan cabida a las muchachas. Ellas se convierten en el hilo conductor de los pensamientos, las palabras y la acción.

Todos se ven con sutileza condenados a llevarles la idea o a sacarles el cuerpo y exponerse a comentarios incómodos.

Con hermosas excepciones, las féminas adolescentes llegan a la esquina con la “tontería a flor de labio” :

-           “Recuerdan la fiesta, la última en la casa de Poppy” (en verdad Poppy se llama Pompilia)” “ay, esa miradita de John Travolta en Saruryniyfiver, electrizante”, no mija, los BeeGees no son afeminados”

-          Vi un vestidito muy lindo en Sears”

-          “el novio de Carmelina lo tiene chiquito”

-          “el remedio para los barros y las espinillas es el amor”

y de ahí a algunas expresiones sobre el amor libre.

 

Los esquineros con base masculina (la mayoría dado que en esta época no se ve bien que las niñas anden por la calle) a la llegada de las doncellas empiezan a disolverse. La razón: Les tienen miedo. Es más fácil hablar y alardear sobre ellas cuando están ausentes. Con seguridad, el primero que emprenda la retirada es el intelectual, seguido  a tres pasos por el chismoso. Ya no se sienten tan seguros de su cháchara cuando la mirada se les va hacia las piernas descubiertas de una chica; luego lo hace el vago pretextando preguntarle al intelectual sobre la rebeldía juvenil pero no más que para decirles que Lucía tiene los calzones rojos y bien ajustaditos o que Brenda no usa sostén. El que disfruta es el trabajador. Espera pacientemente la desbandada para invitar a las chicas a la cafetería y poder, con ojos melancólicos y manos furtivas decir los requiebros que le ha oído decir a los compañeros de la fábrica.

Todas las reuniones de  los esquineros terminan indefectiblemente en una cafetería o en una tienda de cerveza.

¿Será por eso que el deportista intuyendo esta constante, sacrifica su verbo y permanece estoicamente aferrado a la palabra y al bolsillo del trabajador? Seguro

De todas maneras, sin decirlo, todos quedan de verse al día siguiente para ese ritual de auto vacilación y desperdicio de las horas y de la vida. Y así, día a día hasta que la esquina no sea más que el motivo de una sonrisa, una lágrima, una carcajada un lamento, años después.

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