EL MAESTRO
Miraba por la
ventana hacia la calle oscura buscando motivación: una imagen que lo perturbara
de verdad para plasmarla en el lienzo vacío que tenía a la espalda. Lo había
abandonado la inspiración, tal vez nunca la había tenido pero todos lo conocían
como el pintor y necesitaba demostrarse a sí mismo que lo era.
Muchas veces había
pensado que era tonto buscar material oteando por la ventana, desde la cual el
campo visual era muy limitado. Pero estaba en crisis, en una de esas crisis
creativas que asaltan a los artistas verdaderos y a los que pretenden serlo.
Frente a sus ojos,
un pesebre construido por los niños de la calle para celebrar la navidad, más
allá, sombras esporádicas, cuerpos sin rostro repetidos en cortos recorridos de
vigilia y a lo lejos, apenas percibidas, las luces de los automóviles
apareciendo y muriendo entre la imprecisión de la calle hoy iluminada a fuerza
de la alegría obligatoria que se debe sentir en diciembre..
Por lo demás, no
había luna y alguna estrella coqueta se insinuaba en la noche.
No podía dejar pasar más tiempo. Era urgente empezar a pintar algo, sentía un cosquilleo en las manos y mucha ansiedad. Si era pintor tenía que pintar. Para eso era “el Maestro.
Todos en el barrio lo llamaban así: El Maestro.
Bueno, así
llamaban también a un andrajoso hombrecito de Galilea que termino en una cruz
dizque para liberar a los hombres de sus pecados
¿De qué los
liberaré yo? No hay liberación. Estamos atados a una pira que pronto ha de
encenderse y no podremos escapar.
El olor a
carne chamuscada, a mi propia carne chamuscada me produce duras sensaciones. No
sería mejor encontrar otra forma de suplicio. En el agua.....en un botecito
zozobrante sin más destino que el fondo del mar.....Ah!
Estaba obsesionado
con la idea de pintar un tema importante. Algo que de verdad tuviera
significado y lo encumbrara a las cimas del reconocimiento público. Era
necesario demostrar que era un verdadero artista y no uno de esos habituales de
la Alianza y el Colombo que hablan mierda todo el día para huir de los pinceles
que les son esquivos. Quería tener su propio taller y abandonar ese barrio de
ignorantes analfabestias que no podían diletar sus trabajos...
Muchas veces se le
escuchó decir que la fama poco le importaba, que lo más importante era la
realización de un oficio que dignifica a los hombres y los hace parecer a Dios.
Después de andar
por muchos años con los pinceles entre los bolsillos y a veces entre sus manos,
enfrentado con la superficie en blanco –
como la que ahora lo esperaba- no había
experimentado la más mínima satisfacción con el resultado de su trabajo. Si
bien es cierto que algunos de sus cuadros habían sido colgados y vendidos en
alguna galería, eso no justificaba su existencia como artista y como hombre.
Poseía una técnica
depurada que le fue reconocida por sus
maestros y por muchos de sus colegas, pero jamás fue consciente de tener algo
especial.
Algún día pensó en
abandonar la pintura y dedicarse a oficios más tradicionales en los que tuviera
la ocasión de ganar dinero, pero no pasó de ser un pensamiento, su vida estaba entre el olor a trementina,
los colores, su propio sudor y su pena. Además no se consideraba capaz de hacer
otra cosa.
Estaba obsesionado
con la idea de pintar algo vital, y esa noche, mirando por la ventana la
obsesión se le hizo frenética, angustiosa.....dándose por fin cuenta de todo el
tiempo que había perdido.
Sus ojos, como de
orate, iban de un lado para otro escudriñando cada rincón, cada sombra, cada
perfil.
Su imaginación era
dolorosa, se detenía, rechazaba una imagen, un recuerdo agolpado, un detalle,
el pecho se le salía, buscaba ángulos, proyecciones, paz. Silencio
Las oleadas de
instinto se repetían espasmódicamente, pero nada de lo que veía, nada de lo que
le traía la imaginación lograba colmar sus expectativas, su locura
espontánea.....Salvo la muerte.
La muerte, la
muerte, la muerte. Esa fuerza liberadora que en estos casos es asociada con la
cobardía. ¡Bah,....eso es la muerte.......!.
Llamaron a su
puerta. Maldijo mil veces antes de abrir. Era molesto que algo interrumpiera
ese momento tan íntimo, tan verdadero en el que había hallado la luz.....¡Bah,
la muerte...eso es la muerte! Un poquito de luz al final del gigantesco túnel
Un mohín macabro
apareció en su rostro. Abrió. Era Patricia, una estudiante de la Nacional que
posaba para él por unos pocos pesos insuficientes para pagarse sus gastos. Al
final ya no cobraba nada esperando que algún día el Maestro vendiera bien un
cuadro. Esas eran sus expectativas
“Cuando mi trabajo sea reconocido podré pagarte cada sesión” le dijo un día “y hasta es posible que me case contigo” creyó entender ella.
Patricia vivía en
el apartamento de arriba y antes de subir pasaba a saludar al Maestro, no más por verlo.
Esa noche, Patricia
venía borracha y cuando este abrió la puerta tuvo que sostenerla para evitar
que se golpeara contra el piso.. Tenía una sonrisita estúpida y balbuceaba
incoherencias. Lo que le quedó claro al Maestro fue que ella le pedía que la
hiciera suya.....
La ayudó a seguir,
la acomodó en su destartalado sofá, le preparó un café que ella apenas probó.
Se quedó dormida.
Fue a buscar algo
para cubrirla para que durmiera allí un rato, para que se recuperara y hasta
pensó en ir a hablar con su familia, pero de repente, desde el ángulo en que la veía apareció la imagen
tantas veces anhelada. Por la que había luchado meses enteros. En lugar de
cubrirla, procedió a descubrirla. Levanto un poco la falda, dejó al descubierto
los hombros y le quitó los zapatos.
Con rapidez se puso
al frente del lienzo y empezó a dibujar con extraordinaria fiereza. Eso era,
una fiera acorralada dando manotazos sobre la tela que acaso le salvaran la
vida.
Un primer boceto
estuvo terminado, pero no le gustó y con la misma rapidez lo borró e inició un
segundo, cambiando un poco el ángulo del caballete. Repitió esas acciones una y
otra vez.....La idea estaba pero no la podía ejecutar. No. Así se fueron
minutos y minutos hasta que la fuerza inicial de la imagen se fue disipando y
quedó flotando en el ambiente la energía de un fracaso sobre el cuerpo de una
mujer que roncaba.
Le dolía la cabeza.
Estallaba. De pronto advirtió o creyó advertir en el rostro dormido de la
muchacha una mueca de burla y se enfureció. Le pareció hiriente, demasiado. Era
como si el mundo entero a través del rostro de la muchacha se burlara de él.
Intentó contenerse,
pero la muchacha reía. Estaba dormida pero reía, se reía de él, se reía de su oficio, se reía de su alma. Cada vez
que la miraba, veía cómo se reía y hasta cerrando los ojos ahí estaba esa risa
maldita, burlona, inhumana
Fuera de sí se
lanzó contra ella, le puso sus grandes manos alrededor del cuello y apretó, y
apretó para ahogar esa risa. Fue mágico....la risa cesó.......Parecía que la
risa en el mundo hubiera cesado definitivamente...
Regresó al lienzo y
sus manos, como poseídas por una fuerza sobrenatural iban y venían sobre la
superficie plasmando una imagen llena de verdad, de honestidad, de vida.
Ya no la miraba. La
imagen estaba en su cerebro y se le escurría por entre las manos hacia la punta
de los pinceles, hacia el bendecido lienzo..
No necesitaba
mirarla, tampoco al lienzo. Ya no necesitaba ver. Todo estaba en su alma, en su
cuerpo. Su mano poderosa aplicaba pinceladas sobre el lienzo como si lo
acariciara.
¿No es eso lo que
pretende un artista? Acariciar la nada. Convertirla en amor. En un espacio
amoroso dónde la vida se haga posible ajena a los convencionalismos y a las
ataduras de la mediocridad.
Ya de madrugada,
exhausto, se derrumbó en la silla y se quedó mirando la obra como si no le
perteneciera. Por fin. Lo había logrado. Por fin su alma se había
liberado...Había podido pintar como siempre soñó....Vaya, que ahora si podía
entender a Goya y a Vincent.....Había sentido lo mismo
“Ahora sí que
hablarán de mí en todos los periódicos”
Y vaya que
hablaron. Durante muchos días.
Lo último que supe
de él, es que había enloquecido en la cárcel y se había suicidado.
¿De la obra? No lo
se. Creo que los dueños de la casa la quemaron junto con sus pertenencias.
Nadie quiere tener recuerdos de un asesino. El apartamento no ha podido
rentarse desde entonces.
Sólo quedó ese
breve instante que se nos escapa. Ese momento en que tenemos el control sobra
nuestra existencia. ¿Será eso lo que todos buscamos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario