miércoles, 6 de septiembre de 2023

"El maestro" cuento de Fernando Arias Alvarez

 


EL MAESTRO

 

Miraba por la ventana hacia la calle oscura buscando motivación: una imagen que lo perturbara de verdad para plasmarla en el lienzo vacío que tenía a la espalda. Lo había abandonado la inspiración, tal vez nunca la había tenido pero todos lo conocían como el pintor y necesitaba demostrarse a sí mismo que lo era.

Muchas veces había pensado que era tonto buscar material oteando por la ventana, desde la cual el campo visual era muy limitado. Pero estaba en crisis, en una de esas crisis creativas que asaltan a los artistas verdaderos y a los que pretenden serlo.

Frente a sus ojos, un pesebre construido por los niños de la calle para celebrar la navidad, más allá, sombras esporádicas, cuerpos sin rostro repetidos en cortos recorridos de vigilia y a lo lejos, apenas percibidas, las luces de los automóviles apareciendo y muriendo entre la imprecisión de la calle hoy iluminada a fuerza de la alegría obligatoria que se debe sentir en diciembre..

Por lo demás, no había luna y alguna estrella coqueta se insinuaba en la noche.

No podía dejar pasar más tiempo. Era urgente empezar a pintar algo, sentía un cosquilleo en las manos y mucha ansiedad. Si era pintor tenía que pintar. Para eso era “el Maestro. 

Todos en el barrio lo llamaban así: El Maestro.

Bueno, así llamaban también a un andrajoso hombrecito de Galilea que termino en una cruz dizque para liberar a los hombres de sus pecados

¿De qué los liberaré yo? No hay liberación. Estamos atados a una pira que pronto ha de encenderse y no podremos escapar.

El olor a carne chamuscada, a mi propia carne chamuscada me produce duras sensaciones. No sería mejor encontrar otra forma de suplicio. En el agua.....en un botecito zozobrante sin más destino que el fondo del mar.....Ah!

Estaba obsesionado con la idea de pintar un tema importante. Algo que de verdad tuviera significado y lo encumbrara a las cimas del reconocimiento público. Era necesario demostrar que era un verdadero artista y no uno de esos habituales de la Alianza y el Colombo que hablan mierda todo el día para huir de los pinceles que les son esquivos. Quería tener su propio taller y abandonar ese barrio de ignorantes analfabestias que no podían diletar sus trabajos...

Muchas veces se le escuchó decir que la fama poco le importaba, que lo más importante era la realización de un oficio que dignifica a los hombres y los hace parecer a Dios.

Después de andar por muchos años con los pinceles entre los bolsillos y a veces entre sus manos, enfrentado con la superficie en blanco – como la que ahora lo esperaba-  no había experimentado la más mínima satisfacción con el resultado de su trabajo. Si bien es cierto que algunos de sus cuadros habían sido colgados y vendidos en alguna galería, eso no justificaba su existencia como artista y como hombre.

Poseía una técnica depurada que  le fue reconocida por sus maestros y por muchos de sus colegas, pero jamás fue consciente de tener algo especial.

Algún día pensó en abandonar la pintura y dedicarse a oficios más tradicionales en los que tuviera la ocasión de ganar dinero, pero no pasó de ser un pensamiento,  su vida estaba entre el olor a trementina, los colores, su propio sudor y su pena. Además no se consideraba capaz de hacer otra cosa.

Estaba obsesionado con la idea de pintar algo vital, y esa noche, mirando por la ventana la obsesión se le hizo frenética, angustiosa.....dándose por fin cuenta de todo el tiempo que había perdido.

Sus ojos, como de orate, iban de un lado para otro escudriñando cada rincón, cada sombra, cada perfil.

Su imaginación era dolorosa, se detenía, rechazaba una imagen, un recuerdo agolpado, un detalle, el pecho se le salía, buscaba ángulos, proyecciones, paz. Silencio

Las oleadas de instinto se repetían espasmódicamente, pero nada de lo que veía, nada de lo que le traía la imaginación lograba colmar sus expectativas, su locura espontánea.....Salvo la muerte.

La muerte, la muerte, la muerte. Esa fuerza liberadora que en estos casos es asociada con la cobardía. ¡Bah,....eso es la muerte.......!.

Llamaron a su puerta. Maldijo mil veces antes de abrir. Era molesto que algo interrumpiera ese momento tan íntimo, tan verdadero en el que había hallado la luz.....¡Bah, la muerte...eso es la muerte! Un poquito de luz al final del gigantesco túnel

Un mohín macabro apareció en su rostro. Abrió. Era Patricia, una estudiante de la Nacional que posaba para él por unos pocos pesos insuficientes para pagarse sus gastos. Al final ya no cobraba nada esperando que algún día el Maestro vendiera bien un cuadro. Esas eran sus expectativas

Cuando mi trabajo sea reconocido podré pagarte cada sesión” le dijo un día “y hasta es posible que me case contigo” creyó entender ella.


Patricia vivía en el apartamento de arriba y antes de subir pasaba a saludar al Maestro,  no más por verlo.

Esa noche, Patricia venía borracha y cuando este abrió la puerta tuvo que sostenerla para evitar que se golpeara contra el piso.. Tenía una sonrisita estúpida y balbuceaba incoherencias. Lo que le quedó claro al Maestro fue que ella le pedía que la hiciera suya.....

La ayudó a seguir, la acomodó en su destartalado sofá, le preparó un café que ella apenas probó. Se quedó dormida.

Fue a buscar algo para cubrirla para que durmiera allí un rato, para que se recuperara y hasta pensó en ir a hablar con su familia, pero de repente, desde el  ángulo en que la veía apareció la imagen tantas veces anhelada. Por la que había luchado meses enteros. En lugar de cubrirla, procedió a descubrirla. Levanto un poco la falda, dejó al descubierto los hombros y le quitó los zapatos.

Con rapidez se puso al frente del lienzo y empezó a dibujar con extraordinaria fiereza. Eso era, una fiera acorralada dando manotazos sobre la tela que acaso le salvaran la vida.

Un primer boceto estuvo terminado, pero no le gustó y con la misma rapidez lo borró e inició un segundo, cambiando un poco el ángulo del caballete. Repitió esas acciones una y otra vez.....La idea estaba pero no la podía ejecutar. No. Así se fueron minutos y minutos hasta que la fuerza inicial de la imagen se fue disipando y quedó flotando en el ambiente la energía de un fracaso sobre el cuerpo de una mujer que roncaba.

Le dolía la cabeza. Estallaba. De pronto advirtió o creyó advertir en el rostro dormido de la muchacha una mueca de burla y se enfureció. Le pareció hiriente, demasiado. Era como si el mundo entero a través del rostro de la muchacha se burlara de él.

Intentó contenerse, pero la muchacha reía. Estaba dormida pero reía, se reía de él, se reía  de su oficio, se reía de su alma. Cada vez que la miraba, veía cómo se reía y hasta cerrando los ojos ahí estaba esa risa maldita, burlona, inhumana

Fuera de sí se lanzó contra ella, le puso sus grandes manos alrededor del cuello y apretó, y apretó para ahogar esa risa. Fue mágico....la risa cesó.......Parecía que la risa en el mundo hubiera cesado definitivamente...

Regresó al lienzo y sus manos, como poseídas por una fuerza sobrenatural iban y venían sobre la superficie plasmando una imagen llena de verdad, de honestidad, de vida.

Ya no la miraba. La imagen estaba en su cerebro y se le escurría por entre las manos hacia la punta de los pinceles, hacia el bendecido lienzo..

No necesitaba mirarla, tampoco al lienzo. Ya no necesitaba ver. Todo estaba en su alma, en su cuerpo. Su mano poderosa aplicaba pinceladas sobre el lienzo como si lo acariciara.

¿No es eso lo que pretende un artista? Acariciar la nada. Convertirla en amor. En un espacio amoroso dónde la vida se haga posible ajena a los convencionalismos y a las ataduras de la mediocridad.

Ya de madrugada, exhausto, se derrumbó en la silla y se quedó mirando la obra como si no le perteneciera. Por fin. Lo había logrado. Por fin su alma se había liberado...Había podido pintar como siempre soñó....Vaya, que ahora si podía entender a Goya y a Vincent.....Había sentido lo mismo

“Ahora sí que hablarán de mí en todos los periódicos”

 

Y vaya que hablaron. Durante muchos días.

Lo último que supe de él, es que había enloquecido en la cárcel y se había suicidado.

¿De la obra? No lo se. Creo que los dueños de la casa la quemaron junto con sus pertenencias. Nadie quiere tener recuerdos de un asesino. El apartamento no ha podido rentarse desde entonces.

Sólo quedó ese breve instante que se nos escapa. Ese momento en que tenemos el control sobra nuestra existencia. ¿Será eso lo que todos buscamos?

 

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