CASTAS
Y SOLITARIAS
A la ventana, escondidas tras
las cortinas que el tiempo pinto de gris, tímidamente sacan a orear sus
amarguras. Registran cada movimiento en el vecindario con la minuciosidad del
cronista medieval y la crueldad de la envidia.
De noche, hasta el amanecer, asaltadas por el insomnio,
hacen un balance del día y lo registran en un cuaderno de esos que antaño se
usaban para llevar la contabilidad de una empresa. Luego se desnudan en
silencio y se tocan y retocan en el más grotesco de los patetismos.
Al otro día, sin falta, madrugan
a la iglesia católica y confiesan sus pecados, eso si, ante el confesor joven
que le ayuda al párroco.
Luego, vuelven a estar listas
para su singular manera de contar las horas.
Tías Lala y Carlota, se
encargaron de mí cuando a mis padres se les dio la gana de morirse….
Entonces yo acababa de prestar
el servicio militar y tenía casi veinte años,
Lo único que necesitaba de ellas más que su estabilidad económica era un
sitio para vivir en la capital….
Claro no fue fácil persuadirlas de “que sus
aristocráticas maneras eran apoyo vital para mi carrera”. A regañadientes me
aceptaron, eso sí, en una buhardilla retirada de sus aposentos.
No sabían, tampoco yo, que
nuestra vida en común iba a convertirse en un auténtico infierno.
Ellas podían desatar en mí el
más desenfrenado de los enojos y a veces la menor de sus quejas producía en mi
tal desorden que en muchas ocasiones la policía tuvo que controlar mis
expresiones agresivas y yo, no sabía
nada de su azarosa vida secreta. Hasta una tarde en la que extravié las llaves
y tuve que pedir prestadas las de ellas. Entonces lo supe.
Tenían las dos sus rodillitas
peladitas de tanto rezar en las parroquias, pero el resto del cuerpo lo tenían
gozoso de los placeres que les procuraba
Onán.
Desde ese día, todas las
tardes las sorprendía en su singular desorden......Ellas se daban cuenta de mi
presencia y les complacía aún más la mirada atónita que se ponía en la
ventana...Eso les daba más vigor en las embestidas de goma que encontraba
refugio entre sus carnes y más fuerza a los gemidos de placer que intentaban
atenuar con el “Viejo amor” en la voz de Ortiz Tirado que sonaba con todo el
volumen en el viejo tocadiscos.
Yo no decía nada.
Me limitaba a responder lo que
me tocaba del rosario posterior que todas las tardes a las seis se rezaba en la
casa. Era eso o no cenar, era eso u olvidarme de recibir al otro día la
generosa cuota diaria para cumplir mis obligaciones académicas.
Esa era mi vida por aquellos
años y la puerta de entrada en la gran ciudad a la que ahora vuelvo para
rescatar en pesos lo que perdí en años.
No me considero un ave de
rapiña, de esos deudos que sueñan con la muerte de sus seres queridos para caer
con cizaña contra lo que queda de sus bienes y fingen lágrimas y dolor en los
funerales. El derecho a heredar es mío y la muerte de las dos cotorras en un
acontecimiento beneficioso para mí y para toda la humanidad. Librarse de ese
par de arpías, malas, chismosas, tacañas, deshonestas es bueno para la
comunidad….
El final se presentó cuando
invité a una chica de la universidad a estudiar en mi buhardilla.
Las dos arpías no sintieron mis
ojos en la ventana y Lala salió a husmear por la buhardilla. No pude evitar que
me sorprendiera con Claudia en situación de compromiso. El enojo fue brutal.
Escándalo como el que ellas me
hicieron no se había presentado jamás en el barrio hasta el punto de llamar a
la policía para que me expulsara inmediatamente de la buhardilla sin concederme
el más mínimo tiempo para recoger mis cosas. Fue inútil cualquier intento de
defenderme. La policía había intervenido anteriormente por lo que tenía
antecedentes.
Todas las maldiciones fueron para mí y no tarde en enterarme que habían llamado al párroco para que
exorcizara el lugar no sin antes haber lavado la buhardilla con agua bendita.
Pero nuestra relación no
terminó ahí. Ellas cegadas por la ira hacían todo lo, posible para encochinarme porque querían verme en la cárcel.
No se cómo, pero lograron
hablar con el decano de la facultad y me acusaron de todos los delitos que uno
se pueda imaginar. Me pintaron como el más vil y despreciable de los habitantes
del paplaneta tierra. Me cogieron con los pantalones abajo como se dice
coloquialmente y la verdad es que yo jamás sospeché de su maldad.
Era imposible imaginar lo que eran capaces de hacer esas santas
señoras a las que el párroco había prometido un par de hornacinas en el templo
para fijar sus estatuas de santas. Es verdad. No es una exageración de mi parte
motivada por el deseo de venganza.
Lala y Carlota abandonaron su
“puesto de vigilancia” en la ventana para ir casa por casa corriendo el rumor
de que se me buscaba por cielo y tierra por intentar violar a una compañera de
estudios en la casa y como ellas habían intervenido a favor de la muchacha, yo
había intentado violarlas a ellas.
Eso les justificaba la
presencia de la policía en la casa.
Debido a tan grave denuncia,
pesaba sobre mí una orden de captura y por esa razón tuve que abandonar la
carrera universitaria y alejarme de la ciudad.
No me atreví a entregarme
esperando que se aclararan las cosas pues conocía el poder venal que ellas habían heredado en la aristocracia
venida a menos que había tenido que quedarse en la capital.
Era David contra Goliath, pero sin la honda.
La historia dio un giro
inesperado años después cuando la policía me encontró en Santa Marta. Para mi
sorpresa, no me arrestaron y por el contrario me notificaron que yo era el
único heredero de la fortuna de las Hermanas Eulalia y Carlota Charry Azuero
quienes habían fallecido en un trágico incendio de su vivienda.
Pero las sorpresas no pararon
ahí.
Años después, al demoler la
edificación encontraron restos humanos
que al ser investigados eran los restos de mi
padres….
A ellos no se le dio la gana
de morirse….a ellos los asesinaron para apoderarse de la propiedad que estaba a
nombre de mi padre..,,,y las asesinas fueron nada más ni nada menos que sus
hermanas, las Tías Lala y Carlota, esa dos pías e inofensivas feligresas de la
Parroquia de San Diego quienes con la complicidad de un reconocido proxeneta
del centro de Bogotá necesitaban apropiarse de la casa para montar un próspero
negocio de prostitución.
Se presume que pusieron en
estado de inconciencia a mis padres y luego con la ayuda del delincuente los
tapiaron como en el cuento de Poe. Me aterra pensar que los enterraron vivos.
Poco a poco se fueron
revelando detalles de la escabrosa doble vida de mis tías a través de los
relatos de los vecinos del sector que conocieron de primera mano las bondades y
perjuicios del negocio montado con mucha discreción pero que no dejaba nada a
la imaginación más degenerada,.
Donathien Alphonse debe
sentirse orgulloso de sus hijas…..
Paz en su tumba.
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