lunes, 25 de noviembre de 2024

Castas y solitarias - Fernando Arias Alvarez (Cuentos anómalos)

 


CASTAS Y SOLITARIAS

 

A la ventana, escondidas tras las cortinas que el tiempo pinto de gris, tímidamente sacan a orear sus amarguras. Registran cada movimiento en el vecindario con la minuciosidad del cronista medieval y la crueldad de la envidia.

 

De noche,  hasta el amanecer, asaltadas por el insomnio, hacen un balance del día y lo registran en un cuaderno de esos que antaño se usaban para llevar la contabilidad de una empresa. Luego se desnudan en silencio y se tocan y retocan en el más grotesco de los patetismos.

 

Al otro día, sin falta, madrugan a la iglesia católica y confiesan sus pecados, eso si, ante el confesor joven que le ayuda al párroco.

Luego, vuelven a estar listas para su singular manera de contar las horas.

 

Tías Lala y Carlota, se encargaron de mí cuando a mis padres se les dio la gana de morirse….

Entonces yo acababa de prestar el servicio militar y tenía casi veinte años,  Lo único que necesitaba de ellas más que su estabilidad económica era un sitio para vivir en la capital….

Claro no  fue fácil persuadirlas de “que sus aristocráticas maneras eran apoyo vital para mi carrera”. A regañadientes me aceptaron, eso sí, en una buhardilla retirada de sus aposentos.

No sabían, tampoco yo, que nuestra vida en común iba a convertirse en un auténtico infierno.

Ellas podían desatar en mí el más desenfrenado de los enojos y a veces la menor de sus quejas producía en mi tal desorden que en muchas ocasiones la policía tuvo que controlar mis expresiones agresivas  y yo, no sabía nada de su azarosa vida secreta. Hasta una tarde en la que extravié las llaves y tuve que pedir prestadas las de ellas. Entonces lo supe.

Tenían las dos sus rodillitas peladitas de tanto rezar en las parroquias, pero el resto del cuerpo lo tenían gozoso  de los placeres que les procuraba Onán.

 

Desde ese día, todas las tardes las sorprendía en su singular desorden......Ellas se daban cuenta de mi presencia y les complacía aún más la mirada atónita que se ponía en la ventana...Eso les daba más vigor en las embestidas de goma que encontraba refugio entre sus carnes y más fuerza a los gemidos de placer que intentaban atenuar con el “Viejo amor” en la voz de Ortiz Tirado que sonaba con todo el volumen en el viejo tocadiscos.

 

Yo no decía nada.

Me limitaba a responder lo que me tocaba del rosario posterior que todas las tardes a las seis se rezaba en la casa. Era eso o no cenar, era eso u olvidarme de recibir al otro día la generosa cuota diaria para cumplir mis obligaciones académicas.

Esa era mi vida por aquellos años y la puerta de entrada en la gran ciudad a la que ahora vuelvo para rescatar en pesos lo que perdí en años.

No me considero un ave de rapiña, de esos deudos que sueñan con la muerte de sus seres queridos para caer con cizaña contra lo que queda de sus bienes y fingen lágrimas y dolor en los funerales. El derecho a heredar es mío y la muerte de las dos cotorras en un acontecimiento beneficioso para mí y para toda la humanidad. Librarse de ese par de arpías, malas, chismosas, tacañas, deshonestas es bueno para la comunidad….

 

El final se presentó cuando invité a una chica de la universidad a estudiar en mi buhardilla.

Las dos arpías no sintieron mis ojos en la ventana y Lala salió a husmear por la buhardilla. No pude evitar que me sorprendiera con Claudia en situación de compromiso. El enojo fue brutal.

Escándalo como el que ellas me hicieron no se había presentado jamás en el barrio hasta el punto de llamar a la policía para que me expulsara inmediatamente de la buhardilla sin concederme el más mínimo tiempo para recoger mis cosas. Fue inútil cualquier intento de defenderme. La policía había intervenido anteriormente por lo que tenía antecedentes.

Todas las maldiciones fueron  para mí y no tarde en enterarme  que habían llamado al párroco para que exorcizara el lugar no sin antes haber lavado la buhardilla con agua bendita.

 

Pero nuestra relación no terminó ahí. Ellas cegadas por la ira hacían todo lo, posible para encochinarme  porque querían verme en la cárcel.

No se cómo, pero lograron hablar con el decano de la facultad y me acusaron de todos los delitos que uno se pueda imaginar. Me pintaron como el más vil y despreciable de los habitantes del paplaneta tierra. Me cogieron con los pantalones abajo como se dice coloquialmente y la verdad es que yo jamás sospeché de su maldad.

Era imposible imaginar  lo que eran capaces de hacer esas santas señoras a las que el párroco había prometido un par de hornacinas en el templo para fijar sus estatuas de santas. Es verdad. No es una exageración de mi parte motivada por el deseo de venganza.

Lala y Carlota abandonaron su “puesto de vigilancia” en la ventana para ir casa por casa corriendo el rumor de que se me buscaba por cielo y tierra por intentar violar a una compañera de estudios en la casa y como ellas habían intervenido a favor de la muchacha, yo había intentado violarlas a ellas.

Eso les justificaba la presencia de la policía en la casa.

Debido a tan grave denuncia, pesaba sobre mí una orden de captura y por esa razón tuve que abandonar la carrera universitaria y alejarme de la ciudad.

No me atreví a entregarme esperando que se aclararan las cosas pues conocía el poder venal que  ellas habían heredado en la aristocracia venida a menos que había tenido que quedarse en la capital.

Era David  contra Goliath, pero sin la honda.

 

La historia dio un giro inesperado años después cuando la policía me encontró en Santa Marta. Para mi sorpresa, no me arrestaron y por el contrario me notificaron que yo era el único heredero de la fortuna de las Hermanas Eulalia y Carlota Charry Azuero quienes habían fallecido en un trágico incendio de su vivienda.

Pero las sorpresas no pararon ahí.

Años después, al demoler la edificación encontraron restos  humanos que al ser investigados eran los restos de mi  padres….

A ellos no se le dio la gana de morirse….a ellos los asesinaron para apoderarse de la propiedad que estaba a nombre de mi padre..,,,y las asesinas fueron nada más ni nada menos que sus hermanas, las Tías Lala y Carlota, esa dos pías e inofensivas feligresas de la Parroquia de San Diego quienes con la complicidad de un reconocido proxeneta del centro de Bogotá necesitaban apropiarse de la casa para montar un próspero negocio de prostitución.

Se presume que pusieron en estado de inconciencia a mis padres y luego con la ayuda del delincuente los tapiaron como en el cuento de Poe. Me aterra pensar que los enterraron vivos.

Poco a poco se fueron revelando detalles de la escabrosa doble vida de mis tías a través de los relatos de los vecinos del sector que conocieron de primera mano las bondades y perjuicios del negocio montado con mucha discreción pero que no dejaba nada a la imaginación más degenerada,.

Donathien Alphonse debe sentirse orgulloso  de sus hijas…..

Paz en su tumba.

 

 

 

 

 

 

 

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