sábado, 16 de noviembre de 2024

Soy Gregorio, el gregario

 


SOY GREGORIO, el gregario

(Remedo afanoso de un texto de Anton Chejov)

 

Por primera vez en mi vida no voy a saludar ya que la experiencia me ha enseñado que nadie responde como debe ser a un saludo.

Mi nombre es Gregorio Coy Mendieta y lo digo por cumplir con cierto protocolo porque estoy seguro de que mi nombre no les dice absolutamente nada y mi papel aquí no es el de explicarles la razón.

He sido comisionado por el Departamento de Defensa para hablarles a ustedes, los que seguramente entienden temas intrincados,  sobre uno de los aciertos más importantes de  la humanidad en el campo de la defensa estratégica, la producción en línea del más portentoso  artefacto defensivo jamás conocido…nada más y nada menos que del submarino nuclear.

(Pausa y silencio)

Al parecer no les ha caído nada bien mi presentación así que lo intentaré de nuevo.

¡Buenas noches, querida audiencia!

¡Buenas noches, damas y caballeros;  buenas noches prestigiosos doctores!

Mi nombre es Gregorio Coy Mendieta (Risas)…Coy Mendieta…..Hasta ahora caigo en la cuenta…..Coime en dieta…. Con razón la risa. (Carraspea) Seguramente mi nombre, aparte del coime en dieta, no le dice nada a nadie y no voy a explicarles la razón pues no es el objetivo de estos encuentros.

Esta noche he sido comisionado para hablar a ustedes durante esta sesión de uno de los adelantos más importantes de la humanidad en el campo de la producción de armas defensivas. El tema de hoy es nada más ni nada menos que el poder belicista del submarino nuclear y el desarrollo de la industria bélica nacional.

Esta noche voy a disertar sobre el submarino nuclear hecho en Colombia, con tecnología netamente colombiana y mano de obra nacional y su proyección a nivel mundial.

La verdad es que es un tema apasionante, además de interesante. (Para sí) Es al revés: Interesante, además de apasionante! ¡Qué más da!

Y por tal razón, doy por supuesto que ustedes tienen los conocimientos necesarios  en física nuclear, química y aerodinámica suficientes como para aventurarnos en una charla de alto nivel científico. (Se afloja la corbata, estira los dedos)

Me tomaré la licencia de empezar esta charla con una información que a simple vista parece elemental y anecdótica, pero que es el eje de referencia en lo que concierne a los adelantos realizados por el hombre contemporáneo, el hombre de la era científica, como muy acertadamente ha sido nominado por nuestra nueva generación de historiadores. ¿Ustedes han leído por lo menos una de las amenas y proféticas obras de Julio Verne?

¡Lo suponía!

Monsieur Verne escribió una delicioso relato hace muchos años en la cual sus personajes viven una impresionante aventura a bordo de un submarino llamado Nautilus.   Increíble, insospechado en esa época. El capitán Nemo era su comandante.

Desde muy niño me aficioné a la lectura de sus obras. Mi padre solía comentar que yo era tan genial como él, incluso superior, decía, mi madre. 

Es a ella a quien debo todo lo que soy. Pienso que ella no fue solo una madre para mí, fue también una amiga, la mejor amiga que he tenido nunca;  no solo a mí me trata bien, es muy buena con todo el mundo. Ustedes la conocen: es la fundadora, propietaria y directora de este Centro de Estudios Superiores y desde hace ya nueve años, ocho meses y dos  días.

Ella me pidió que no olvidara decirles que soy emisario del Departamento de Defensa para ganarme su respeto y me dio  todos estos documentos para que se los leyera que igual si los leyera el mismísimo Einstein, todos terminan dormidos.  

No se imaginan el compromiso tan grande que se adquiere al tener como madre a una mujer tan brillante, a una mujer tan preocupada por el desarrollo moral e intelectual de su único error, digo de su único vástago, es decir, yo. Ella opina que para mí no existe la palabra imposible. Tal vez fue por eso que cuando yo tenía tan solo doce años me obligó a dictar una conferencia sobre el mágico, aunque difícil arte de cocinar en seco en Cefalú, el centro femenino de labores varias. El resultado fue aceptable.

Sin embargo, mi madre se mostró preocupadamente descontenta. Solo cursé hasta segundo año de secundaria pues mi madre se opuso a que continuara mis estudios con la firme convicción de que “para una mente tan despierta como la tuya, la escuela no es más que una pérdida de tiempo”,  un foco de costumbres contaminantes y  un sepulcro de la inteligencia.

La semana pasada  comenté a mi madre  la necesidad de cursar por lo menos el tercer grado de secundaria y ese atrevimiento me trajo como consecuencia inmediata la rebaja de mi mesada. Me suspendió el postre a la hora del almuerzo y me obligó a lavar y masajear  los pies de mi abuelito todas las noches antes de que se acueste. Mi abuelo es un adorable vejestorio artrítico que no se puede agachar. Además me escondió toda la ropa hasta la que me regaló al cumplir los cuarenta años hace menos de  un mes.

Creo haberles mentido al decirles que era una amiga. Mi madre es una tirana, es un demonio escapado del mismísimo infierno. Es un monstruo que durante los últimos tres meses no ha hecho otra cosa que avasallarme, que anularme que convertirme en un guiñapo humano. Perdón, en un despojo humano. Parece una hiena lista a hincarme los colmillos a la más mínima señal de liberación.  Me tiene sometido pero eso  pronto  se va a acabar, se va a acabar,  acabar. Ya no la soporto. (Mira asustado hacia el frente)

¡Llegó! ¡Ya llegó! Ustedes no se imaginan lo que pasará si se entera de lo que ha pasado aquí, si ustedes le dicen que no he dado la conferencia, por favor les suplico. Díganle que la charla ha sido excelente. (Aparece su madre en la puerta, Gregorio cambia sus ademanes)

Para finalizar no sobra recomendar la lectura juiciosa de las obras de Clausewitz y  del genial estratega colombo – israelí, Moses Van der Pong y les aseguro que al hacerlo comprenderán mejor el intrincado tema de los últimos adelantos en el campo de la ciencia y el de la tecnología que asombran al hombre contemporáneo. Agradezco mucho sus intervenciones y he tomado atenta nota para futuros encuentros.

Colombia será potencia naval. Buen viento y buena mar.

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