domingo, 20 de julio de 2025

"Una esquina de mi juventud" - (Fragmento de "Piel en la hoguera")

 


 UNA ESQUINA DE MI JUVENTUD

Las calles se coronaban por los cuatro costados con grupos de muchachos, de ángeles a punto de caer, ángeles abundantes en preguntas y desconciertos y con muy pocas respuestas.

Todas las esquinas de mi barrio después de las cuatro de la tarde presentaban el mismo panorama: muchachos recién destetados jugando a ser grandes, pugnando por ser escuchados. Claro está, no todos se dedican a lo mismo. Cada corrillo tenía su característica peculiar, sus charlas y sus aficiones:

Los de la 68 esperaban hacer un grupo grande para irse a la sala de billar y armar pelea con los del barrio vecino

Los de la 70 oían Radio 15 en un aparato transistor y se dejaban crecer el pelo.

Los de la  71 esperaban a un borracho desprevenido para gorrearselo

Los de la 70 A hacían planes para salir de la miseria.

Los de la 72 no dejaban pasar una niña sin decirle una grosería y tentarle el trasero

Los de la 69 fumaban marihuana y hablaban de fútbol

Los de la 69 A también hablaban basura.

Pero esos grupos no eran homogéneos más que en una especie de costumbres inviolables que se advertían en la forma como se reunían

Fuera usted un paseante desprevenido, un padre de familia respetable, un político en campaña o un celoso guardián del orden público sólo podía referirse a esos grupos de esquina como “los marihuaneros”, “los vagos”, los maricones esos” y en no pocas ocasiones la reputación de madres, hijas y familia enteras quedaban por el fango: “Esos hijueputas”

 

La verdad es que a mí esos recuerdos me lastiman.

 

A instancias de un maestro de esos de la “nueva pedagogía” que se le ocurrió ponernos a hacer una composición sobre los lugares dónde habíamos crecido no tuve más remedio que cerrar los ojos y poner en funcionamiento la memoria para volver a vivir mi juventud barriobajera.

 

Es la esquina de mi calle:

El primero en llegar es casi siempre un escolar adolescente que está ávido de conocer aventuras de los mayores y aprender maldiciones para ufanarse de ello en la escuela y burlarse de la escuela en la esquina, Luego de hacer sus tareas sin devoción, besa a mamita en la mejilla, le muestra el cuaderno y le dice que le han pedido un cuaderno de mapas o que se le acabó la tinta china o la goma arábiga y pedía 100 pesos. Recibía 40 que luego gastaba en cigarrillos y uno que otro café.

Va a la tienda: “Me vende un Marlboro” (Es preciso señalar que el Marlboro ha sido el cigarrillo preferido por los estudiantes pobres que se averguenzan de serlo) se lo fuma a hurtadillas recostado contra el poste (en mi barrio en todas las esquinas hay un poste de luz o de teléfonos) Ni su soledad, ni el cigarrillo duran más de dos minutos.

Tan pronto ocupa la esquina y le ven fumando, llega otro pretextando algo para unírsele “Hermano, ¿tiene una Biblia que me preste?” “Dame un pitazo” “gracias man, me pusieron a leer el Génesis, meto, y tengo que leerlo porque voy perdiendo religión, imagínese, yo pensaba que el Génesis era un grupo de rock y me salen con que es un pedazo de la Biblia, meto, otro pitazo”

“Hay un resto de pollitas nuevas por acá. Se ha pillado a la gordita esa mona que estudia en San Quintín (así se llamaba a la escuela pública del Barrio desde que a los directivos les dio por ponerle rejas, tal vez para que no se les salieran los estudiantes.”)

“Si, pero el loco Lucho ya se la encarretó”

“¿Cuál loco?”

“Lucho Pérez, el hijueputa marihuanero”

“Ah, al que le presté la Play Boy y se la robó, pero ¿es marihuanero?

“Siiiiií...No lo ha visto con los ojos por allá metidos y no solo eso...¡no lo ha visto todo degenerado el hijueputa ah, y la otra es que......”

 

Se suspende el comedor de prójimo porque llega un tercero que está trabajando (de cada diez esquineros, dos trabajan) A veces, cuando es quincena llegan acompañados de un compañero “que es una nota” pero la mayoría de las veces llega solo y cansado.

 

“Uyyy, llegó el duro, llego el propio, no llegó nadie, pues....¿qué va a dar? ¿no tiene nada para la cabeza? ¿compró el disco? Déjemelo pillar ¡ah!, Los Corraleros del Majagual....Hermano, no está en nada...Compré música de verdad...Eric Burdon, Frank Zappa, eso...”

 

El recién llegado llega a dudar de sus gustos musicales y acepta la ametralladora verbal con franciscana y placentera resignación.

Para su fortuna, una Olivia Newton de barrio con su cadencioso caminar de suecos sonantes aparece en escena liberándolo de más reproches:

-          “Adiós mamacita, porque tan seria, cuidado con el coco, me lleva, uy, qué mirada asesina.”

-           

(Se aprecia con claridad que los muchachos de mi barrio nunca tuvimos imaginación para el galanteo, excepción eso si  de un par de Casanovas que deberían figurar en un libro de records)

Luego, cuando la niña desaparece en un local o en la esquina viene el comentario correspondiente:

-          “Tan pollita y ese culote que tiene...¿de dónde será?

-          “De la 73, pero esa ya tiene su bobito”

-          “¿Y qué?  ¡Bien si se queda sin conocer esta calidad!

-          “Es amiga del Ramiro, pero ese es medio marica y no le habla sino de tareas y guevonadas de esas”

 

Y ahí llegan otros dos y sin dejarlos acomodar les preguntan “¿Quién ganó? (se refieren a un presunto juego de billar que suponen estaban jugando. Casi siempre no es lo que hacen, pero bastó una vez que los vieron salir del billar para creer a pie juntillas que no hacen otra cosa)

 

Pasa otro grupo de “pollitas” Son cuatro. Hay una muy linda que va refugiada entre las otras tres. Todas las miradas se dirigen a ella, pero son sus amigas feas las que se roban el show.

A las feas les va mejor que a las beldades pues terminan siendo las mejores amigas de los esquineros quienes creen utilizarlas como correo. Jamás llevaron un mensaje sin alterar los contenidos.

¿Falta  alguien? Desde luego. Falta un atleta. Se le llama así porque de vez en cuando sale a trotar en las mañanas, de vez en cuando juega un partido de fútbol, de vez en cuando juega ping pong, siempre habla de deportes y además acostumbra a tomar cerveza luciendo una desteñida sudadera. Su cháchara interminable acaba en bostezos prolongados de sus interlocutores y justo en el momento en que comenta  -y muestra- el golpe recibido  después de driblar a tres contrarios y dejar al cancerbero en el piso aprestándose para inflar la valla contraria .......llega el intelectual (aunque el nombre pueda arrancar una sonrisilla, en los barrios populares proliferan los intelectuales, los cerebros fugados, los más altos exponentes del pensamiento pragmático) acompañado del sapo. Sapo chismoso.

Este espécimen casi siempre tiene algo que ver con un puesto de revistas y/o periódicos ya que parece estar bien informado. Vive en constante discusión con el intelectual acerca de “la política sociocultural en el Oriente Medio” “el diálogo Norte Sur” “la conferencia de Cancún” “el encuentro de Camp David” y otras veleidades que mi memoria y mi interés no logran retener y fuera de lugar para la comprensión popular.

Como se puede imaginar, la concurrencia atrapada por la trivial erudición del futbolista y obnubilada por la imperial temática tratada por los dos subdesarrollados titanes de la banalidad, pasaba de un estado a otro de Calvario......No era para eso para lo que estaban ahí. No saben para qué están ahí, pero no es para eso....

 

Esto es un grupo corriente. Los hay que dan cabida a las muchachas. Ellas se convierten en el hilo conductor de los pensamientos, las palabras y la acción.

Todos se ven con sutileza condenados a llevarles la idea o a sacarles el cuerpo y exponerse a comentarios incómodos.

Con hermosas excepciones, las féminas adolescentes llegan a la esquina con la “tontería a flor de labio” :

-           “Recuerdan la fiesta, la última en la casa de Poppy” (en verdad Poppy se llama Pompilia)” “ay, esa miradita de John Travolta en Saruryniyfiver, electrizante”, no mija, los BeeGees no son afeminados”

-          Vi un vestidito muy lindo en Sears”

-          “el novio de Carmelina lo tiene chiquito”

-          “el remedio para los barros y las espinillas es el amor”

y de ahí a algunas expresiones sobre el amor libre.

 

Los esquineros con base masculina (la mayoría dado que en esta época no se ve bien que las niñas anden por la calle) a la llegada de las doncellas empiezan a disolverse. La razón: Les tienen miedo. Es más fácil hablar y alardear sobre ellas cuando están ausentes. Con seguridad, el primero que emprenda la retirada es el intelectual, seguido  a tres pasos por el chismoso. Ya no se sienten tan seguros de su cháchara cuando la mirada se les va hacia las piernas descubiertas de una chica; luego lo hace el vago pretextando preguntarle al intelectual sobre la rebeldía juvenil pero no más que para decirles que Lucía tiene los calzones rojos y bien ajustaditos o que Brenda no usa sostén. El que disfruta es el trabajador. Espera pacientemente la desbandada para invitar a las chicas a la cafetería y poder, con ojos melancólicos y manos furtivas decir los requiebros que le ha oído decir a los compañeros de la fábrica.

Todas las reuniones de  los esquineros terminan indefectiblemente en una cafetería o en una tienda de cerveza.

¿Será por eso que el deportista intuyendo esta constante, sacrifica su verbo y permanece estoicamente aferrado a la palabra y al bolsillo del trabajador? Seguro

De todas maneras, sin decirlo, todos quedan de verse al día siguiente para ese ritual de auto vacilación y desperdicio de las horas y de la vida. Y así, día a día hasta que la esquina no sea más que el motivo de una sonrisa, una lágrima, una carcajada un lamento, años después.

"Bellavista" - (Fragmento de "Piel en la hoguera")

 


BELLAVISTA

Es seguro que a alguno de mis amigos y a todos esos a los que le sobran aventuras y también, por qué no, a los defensores de la ley y el orden, les parecerá una idiotez tardía o la orden de una conciencia intranquila lo que voy a referir aquí.

No es lo uno ni lo otro.

Muchos de los personajes aquí mencionados estaban esperando que alguien validara esas existencias harto despreciables y le pusiera el rótulo de rebeldía para justificar en algo lo absurdo de sus “hazañas” y de sus presuntos encantos.

El odio y el amor van de la mano por estas líneas en las que no hay ganadores, ni perdedores porque todos perdimos hace mucho tiempo, aunque la prominencia senil de nuestros estómagos, uno que otro título profesional o un presente digno estén ahí para refutarlas.

 Es la mediocridad pura con matices de heroísmo. Esto es un canto a nuestra mediocridad. La de todos.

 Bellavista Noroccidental se llama hoy el viejo barrio de mi infancia

 No conozco el metalenguaje cromático de la sociología para responder por qué, los lugares peligrosos de una ciudad o de un país suelen denominarse como “zonas rojas”

Pues bien, Bellavista Noroccidental era “zona roja” de la ciudad por allá por los años sesenta cuando la pujante ciudad capital se poblaba de pujadores de otras tierras y los condenaba a vivir en las periferias.

Mi barrio nunca fue elegante. Era un apéndice acuoso en la próspera y pujante capital colombiana, donde todos pujaban, la mayoría de hambre.

Estos calificativos, desde luego, corresponden al criterio de los no menos prósperos y pujantes moradores de los sectores aristocráticos que se han turnado en regir los destinos de la ciudad y la nación.

Bella Vista, así se llama el barrio. En el nombre acertaron los que así lo bautizaron. Al menos cuando lo fundaron la vista era bella. Ahora no lo es.

Mi barrio nunca fue elegante, pero tenía encanto.

Y el encanto provenía de la gente que lo habitaba.

 Bellavista, el barrio.

El maravilloso barrio tan rebosante de polvo, de huecos en cada calle, de basuras, de recuerdos y de esquinas como casi todos los barrios que me ha tocado ver y entender. (Es que en todas las esquinas de todos los barrios se apilan la basura y los recuerdos)

Y en todas las esquinas, más allá de las cinco de la tarde es común ver a un grupo de jóvenes dejando escapar la juventud (o asiéndola torpemente) en medio de carcajadas y murmuraciones.

 "En todas las barriadas,

en todas las esquinas

se desperdicia la vida

hora tras hora"

(Manual de lumpoenpoesía)

 

 

 

domingo, 6 de julio de 2025

"Amador Guerrero, el veterano" por Fernando Arias Alvarez

 


AMADOR GUERRERO, EL VETERANO

 

1

Volví de la guerra

con orgullo de patria,

con veleidades de héroe,

con una pierna deshecha.

En mi honor

dispararon cañones,

elevaron cánticos

reestrenaron sonrisas

    besos y aplausos.

mi mano fue estrechada

por la dignidad del país.

Me dolía la espalda

por el peso de las medallas

En carro descubierto

me pasearon por la ciudad

ayer tan esquiva.

Le pusieron mi nombre

a una plaza

y a los recién nacidos

honraron con mi nombre.

 

 2

 

Todo esto sucumbió

Ante el roce de una mano blanca

de quince años.

Volví a nacer

en la luz de sus ojos.

En su rostro

mis besos dejaron huella,

como antes

sobre la tierra

lo hacía mi arado.

 

Sobre su vientre

mi mano perdió

su mácula de muerte.

 

En su boca

me bebí la vida

sorbo a sorbo;

enredado entre su cuerpo

comprendí

la esterilidad de las consignas.

 

3

 

Ahora…..

Se siguen disparando

los mismos cañones;

se elevan nuevos cánticos,

se inventan otras sonrisas

   besos y aplausos;

se hacen ricos

los fabricantes de medallas.

La plaza

ha cambiado  otra vez de nombre;

nacen otros niños

y los bautizan con nombres extranjeros

Y yo……

Cojeando,

con el pelo casi blanco

sigo recuperando la vida en su cuerpo

sigo recuperando mi vida en el campo

aunque tenga

cada mes

que pasar por la ciudad

para hacer

una larga fila

al final de la cual

recibo

mi premio de héroe:

unas cuantas monedas

manchadas de sangre.

 

    Bucaramanga, diciembre 2001

 

 

jueves, 3 de julio de 2025

"Cartas de amor" Texto de Fernando Arias Alvarez

 


CARTAS DE AMOR

 

¿Por qué las alegrías y penas del amor están profundamente ligadas al corazón?

 

Ha de ser porque muchos poetas o letristas de canciones han encontrado infinidad  de palabras que riman con la palabra corazón.

 

Lo cierto es  que ínclitos sabios orientales, a los que no les queda grande el calificativo de sabio, aseveran que la frecuencia de la emoción del amor se equipara exactamente a los movimientos rítmicos del corazón.

Será por eso que en esas landas  el amor se relaciona directamente con este órgano.

 

Desde sus albores, la civilización occidental en su totalidad, también ha relacionado el corazón con el amor.

Es de esperar que el corazón se acelere cuando estás cerca del ser amado, pero puedes agradecerle nuevamente a la hormona noradrenalina si tienes problemas para dormir o pérdida de apetito.

 

Gracias a la observación y a experiencias cercanas a mi entorno más cercano hoy me atrevo a afirmar que:

“Un corazón cansado de buscar razones para prolongar sus latidos termina por doblegarse y volverse la materia prima de los cardiólogos adinerados”

 

Un médico surafricano, cuando apenas era estudiante de secundaria escribió en su cuaderno de notas lo siguiente intentando un silogismo:

 

La vida se vive con el corazón, se disfruta con el corazón.

Luego, corazón es vida (Sin vida no hay corazón)

Debemos cuidar el corazón. Somos corazón.

 

                   De corazón Christian Barnard

 

En diciembre de 1967 ese mismo Christian se convirtió en el pionero de los trasplantes de corazón llenando de esperanza a millares de pacientes con insuficiencia cardiaca.

 

Pero de  los otros pacientes, de los damnificados del amor….¿quién se ocupa?

 

Esa es la razón de lo que viene a continuación:

Los avances tecnológicos aún no han desbordado por completo mis viejas costumbres. Durante mucho tiempo intenté mantenerme al margen de los celulares, los e-mails, los trinos, las redes sociales, pero ha sido una lucha perdida.

 

A pesar de esta desconcertante realidad, todavía recibo muchas cartas todos los días y la monótona costumbre de muchos años  ha hecho mella en mi capacidad de asombro.

Hace ya varios años y gracias a la recomendación de una amiga a la que pretendía, para deshacerse de mis requiebros me recomendó a su padre, el editor de una famosa revista para adolescentes, para que me encargara de la sección “Cartas de amor”

Ahora la revista se sigue vendiendo en formato digital y mi sección se resiste a desaparecer.

Ha de ser porque la cursilería como las cucarachas, sobreviven a la hecatombe.

 

De los millares de palabras que a diario ocupan mi mesa de trabajo (o la pantalla de mi computadora) de vez en cuando aparece una frase, una palabra, una idea que  llaman mi atención.

 

Por petición de mis alumnos de dramaturgia y por meras ganas de pasar el tiempo, pero eso sí, con respeto y protegiendo la identidad de mis corresponsales, voy a  compartir algunos casos.

 

1

 

Una chica…..me escribe, creyéndome un portento de la sintaxis y de la hermenéutica preguntando cómo puede interpretar los siguientes textos escritos por su enamorado en un alardoso lapsus de misterio.

El hombre, un hombre mayor y casado dos veces le escribe en una servilleta de cafetería al lado de un número telefónico y el nombre Aurelio:

 

“Tus ojos vuelan hacia el otoño de mi corazón”

 

Con el rigor propio de los que  disponen de gran cantidad de tiempo libre y tienen una reputación que cuidar, me apresto a contestar la pregunta.

No debo dejar espacio a las ligerezas y sin temor a caer en cursilerías es preciso aventurar definiciones:

 

Sabemos, tenemos por cierto que:  El otoño de mi corazón  podía ser el título de una cursi  telenovela mexicana, pero en el contexto inmediato es hacia donde sus ojos vuelan.

Lo primero que se queda claro es que el otoño hace referencia a su edad: un hombre mayor.

Para  corroborarlo juguemos con el significado de las otras estaciones.

La primavera de mi corazón sería la adolescencia

El verano de mi corazón  sería la etapa del amor objetivado

El invierno de mi corazón sería la senectud.

La figura literaria posibilita una innumerable cantidad de verbos cambiantes.

¿Será por el carácter oscilante de los sentimientos?

¿Será por efecto de las estaciones?

¿Será por el consumo abusivo de estupefacientes y alcohol?

La chica al parecer quedó satisfecha con la respuesta pues un mes después me envió una nota participándome de su matrimonio y dos meses luego, me participó de su viudez.

 

2

 

Jerónimo U. desde un pueblito costero cordobés me escribe preguntando que habrá querido expresar su pareja cuando le hace llegar un paquete de preservativos y la frase:

 

¡Oh, tengo el corazón en mil pedazos!

 

Mi querido Jerónimo: Por alguna respetable razón has omitido la identidad sexual de tu pareja, lo cual no importaría de no ser por el detalle de los preservativos.

Lo malo de la situación es que de todos es sabido es que lo malo de alguien con el corazón roto es que empieza a repartir sus pedazos.-.

Ese detalle explicaría de algún modo el envió de los preservativos.

Ten  la seguridad de que ya no eres el único.

 

3

 

Un corresponsal anónimo aficionado a la escritura me envía la siguiente frase con el propósito de poner a prueba mi capacidad interpretativa:

“El sol resplandece en lo alto de mi existir”

Definitivamente creo que no sería la mejor primera línea de una novela. Definitivamente no.

Más bien parece el ejercicio de redacción de un joven literato aficionado a la masturbación o el de un prisionero que envía un mensaje secreto a sus compinches que están por fuera de la cárcel.

 

4

 

Un joven aficionado a escribir canciones vallenatas me pregunta si la expresión:

“…que fugitivos vagan cerca del sol”

podía corresponder a una composición lograda del género épico y de corte realista.

 

Es un hermoso intento de verso, si y solo si se trata de Icaro o de su padre.

De lo contrario….volatilidad, futilidad.

Aunque no creo que sea importante estos conceptos dado el lirismo dominante en ciertos temas vallenatos. Y mucho menos si son cantados en tarima.

 

5

 

Para no hacer más largo este texto…una joven que acaba de cumplir dieciocho años  me escribe desde la ciudad de Palmira en el Valle del Cauca.

“Doctor, me encuentro bastante angustiada porque en el colegio tenía fama de mojigata, pacata, beata y otros calificativos denigrantes. Ahora, próxima a iniciar mis estudios universitarios en el horóscopo me salió lo siguiente:

Geminis: temporada propicia para iniciar relaciones serias. Atentos a las señales. Sal de dudas.

Voy a confesarle que desde hace dos años vengo siguiendo sus “Cartas de amor” y ha sido inevitable que me enamore de usted. Siempre me han parecido muy atinadas y divertidas sus recomendaciones a los corresponsales. Para no hacer más largo este mensaje y como usted es muy acertado con los horóscopos quisiera saber si está en disposición de iniciar una relación seria conmigo en virtud de lo propicia que es esta temporada.

Quedo en espera de su respuesta.

Se entiende la razón por la que me veo obligado a cancelar definitivamente la columna.

 

miércoles, 23 de abril de 2025

"Recaída" - ("Textos anómalos" de Fernando Arias Alvarez)

 

                                   

RECAIDA

(Al loco Luis, in memorian)

Esto que estoy contando ocurrió hace ya varios años. Luego del reconocimiento público de “yo tengo un problema”,  a que nos someten para poder ayudarnos y en vista de lo inicuo e ineficaz del escarnio, decidí yo mismo hallar el modo de salir del atolladero y sin asesoría de esos especialistas en algo que siempre fracasan,  e  inicié un proceso de desintoxicación.

Alguien muy querido y cercano me había advertido acerca de los riesgos y recuerdo que puntualizó en ciertas dificultades que podían presentarse en la parte final del proceso. Yo no le puse mucha atención a eso porque quería demostrarme lo capaz que soy para salir del barro.

La motivación de este proceso no era otra sino la idea de comenzar una nueva vida alejado de los vicios, de convertirme en un ser útil a la sociedad, de hallar sentido en una vida regocijante para mí y mis allegados, de una vida de cándidas celebraciones, de cumpleaños en familia, de sutileza en amores, de finanzas pobres pero honradas, de errores fácilmente perdonados, de aciertos dignos de encomio, de música sana, de libros edificantes, tal vez altas posiciones en el estado logradas con mero esfuerzo y mérito propio….de eternas satisfacciones y tristezas pasajeras.

En fin, la vida soñada por los dueños de la verdad.

La vida del santo que soñó mi madre para mí…….pero algo pasó.

Recuerdo muy bien el día en el que inicié el tratamiento y en la premisa, que producto de un estado desesperado, elegí como caballito de batalla: “O me acabo de joder o te olvido”

Y es que la realidad se estaba manifestando con claridad. El veneno me estaba haciendo dependiente en grado superlativo y me la quería jugar todo en una sola carta. Morir siendo su esclavo o independizarme y rehacer mis fronteras.

Me propuse como duración del tratamiento la totalidad de un mes y cumplirlo a cabalidad como para demostrarme que aún mi voluntad tenía algo de credibilidad. Y que la voluntad era la mía y no la de los socorridos  terapeutas que ven en el enfermo por el vicio  un lucrativo blanco, indefenso, abúlico.

El mes comenzaría a ser contado luego una experiencia previa de tres días en los que tenía que perder el control y abusar y excederme en el consumo del veneno en todas sus formas y presentaciones.

Fumé, olí, bebí, pinché mis brazos…no comía nada

Luego de tres días de excesos, la consigna era reposo y encierro absoluto durante un mes. Y cumplí.

El mes tenía treinta y un días y el día treinta y uno me sentí bien. Me sentí curado  hábil para salir a dar un paseo por esa Bogotá que a fuerza de andar siempre en vuelo….ya había olvidado. Me afeité, me bañé y hasta me puse perfume y salí a respirar de nuevo los aires de la ciudad que me puteo, pero con la firme intención de verla con ojos nuevos, con los ojos del turista desprevenido.

Pero tremendo fue mi desconcierto al empezar a notar como todos los transeúntes parecían alucinados, todo movían la cabeza en un ritmo frenético que parecía fueran a desprenderse de sus troncos….cuellos elásticos, ahilándose y agigantándose cada respiración; todos los ojos nadaban en salsa de tomate (y conociendo un poco la historia del país podría aventurarme un “todos los ojos nadaban en sangre”); todos, hombres, mujeres, niños babeaban como perros enfermos y la baba caía sobre el asfalto como una lluvia corta y espumosa, como la meada de un caballo. Hasta los automóviles en las calles hacían cabriolas y hacían sonar sus bocinas hasta extremos infernales.

Grité y grité tanto como para desgarrarme el alma; desesperé, corrí, corrí como un poseso…lloré y terminé parado en un edificio alto con puerta de cristal. Me vi de cuerpo entero en ese espejo sugerente y como la niña Lidell…decidí atravesarlo.

El cristal cedió luego de varios intentos, creo que me senté en un rincón y es posible que haya llorado un poco más…

Perdí el sentido.

Ocho días dicen que estuve internado en aquel hospital y la chequera de mi padre logró que no me formularan cargos por vandalismo o daño en propiedad ajena….!Qué se yo!

Fue mucha la gente que  apareció por allí en plan de visita, en plan de curiosidad o para descargar la conciencia con una obrita de misericordia: “visitar al enfermito” Casi todos me felicitaron por el tremendo esfuerzo que hiciste. No se si por un acuerdo con los médicos o porque no les interesaba….nadie, a ninguno se le ocurrió preguntarme los pormenores de la experiencia.

Nadie quería saber qué  pasó durante ese horrible mes. ¿Sabían?

Y yo, recuperada mi inteligencia concluí que  lo hacían por mera precaución terapéutica. No querían reabrir la herida.

Varios días ni pensé en ello.

Pero yo necesitaba hablar. Contarle al mundo de mis logros como autoterapista……; hablarle a la juventud colombiana que aún hay esperanza, hablarles claro y contundente para que un testimonio de tan primera mano pudiera persuadir a los curiosos de no entrar en ese mundo tan dañino. Me sentía orgulloso de haberlo logrado y sentía a mis cercanos  tan orgullosos de mí…pero no  dejaban que hablara de eso….Y yo quería.

Y lo hice

Empecé a frecuentar las cafeterías de mi barrio donde iban algunos conocidos, los parques, los sitios sanos y a la primera oportunidad que me daban hablaba sin parar de la experiencia que me procuraba la única satisfacción en esta realidad tan agobiada y doliente.

En pocas semanas todo el barrio conocía, tergiversadas,  todas mis realidades durante ese mes. La saña con la que desvirtuaron mi mensaje solo es comparable con la que hace muchos años justificaron la crucifixión de un soñador.

Nada de lo que les conté mantuvo fidelidad a los hechos. No tardaron en descalificar mi recuperación y afirmaron que yo me jactaba entre otras cosas de “haberle robado un beso en plena boca a la mismísima Virgen María, la madre del Redentor”; de haber tenido una fructífera conversación con un eximio poeta  de nombre Baudelaire quien me había dicho…”Oh, señor, dame el valor y el coraje de contemplar mi cuerpo y mi alma sin asco; de entablar una acalorada discusión con un doctor de la iglesia a quien le endilgué todo responsabilidad por el dolor en esta tierra de Dios….Y eso no es todo…..Dicen que yo dije que durante tres noches seguidas tuve un amor platónico en mi cama…mientras afuera, otro amor, Greta Garbo se derretía de los celos; de una noche en la que me convertí en bola de fuego y tuve que dormir casi ahogándome en un platón lleno de agua; de una tarde en la que juré, que mi cuerpo se desprendía de mi cabeza (no al contrario más lógico hasta para el embuste) y salía por la ventana sin decir adiós; de la compasión que sentí al ver el cuerpo de Judas Isacariote ahorcado en la lámpara de mi nochero y otro montón de falsedades y exageraciones que el tiempo y la fragilidad de la memoria han borrado. Eso quedó de mi testimonio, no lo que yo quería. Me volví popular por lo que no quería…Muy popular.

Con el más completo descaro se burlaban de mí, me gritaban loco y hasta los chiquilines empezaron a arrojarme piedras y salir corriendo en cuanto me veían.

Volví a quedarme solo. Por prevención tuve que encerrarme como en los viejos tiempo en los que mis únicos amigos eran los libros que mamá no escondía en la casa.

Me sentía aislado, humillado, desterrado

¿Qué hice mal?

Querer asimilarme a una sociedad que lucha por causas nobles pero que no puede con su horrorosa hipocresía. La hipocresía de los corderos.

Es por eso que estoy escribiendo estás líneas completamente ebrio y alucinado por los nuevos venenos y secando cada minuto una gota de sangre que cae sobre la mesa y que proviene de una vena de mi brazo que aún tiene sangre.

Manizales, noviembre 1981





martes, 22 de abril de 2025

"June again" de Fernando Arias Alvarez

 


June again

 

 Postrero día  de otro  junio.

¡Horror! ¡Horror de los horrores!

No a la edad,

no a la caída del pelo,

no a los dientes flojos,

no a la impotencia.

Nada de eso.

¡Horror! 

Me estoy normalizando.

 

Cada día me parezco más a esos espejitos de senilidad que tanto aborrezco.

Cada día me veo más encasillado en obtener de la vida los beneficios propios de los que han trabajado toda una vida.

¿Dónde ha quedado la rebeldía?

¿Dónde la respuesta cargada de ironía?

¿Dónde el sentimiento libertario expresado en vehementes palabras inventadas?

 

 Por ningún motivo renunciaré al inefable  placer de ser un bicho raro,

de creer aún en el amor y en el diálogo,

de enamorarme día de por medio,

de hacer lo que me viene en gana cuando me da la gana.

 

¡Aún estoy vigente!

No he perdido el sendero ni traicionado nada.

 

Sigo soñando,

sigo con sueños intactos,

sigo inventando futuros,

sigo arreglando pasados para no olvidar

 y lo mejor de todo:

sigo caminando por las calles con las manos en los bolsillos

fumando un cigarrillo eterno,

pateando piedritas y tapas de cerveza

con los ojos puestos en una cadera llena de gracia

o en una mirada pícara,

con un poema entre pecho y espalda

pugnando por salir.

 

Primer día de julio:

¡El renacer de un hombre nuevo!

 

domingo, 20 de abril de 2025

"El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir. - José Saramago

 


"El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir.

A las cuatro de la madrugada, cuando la promesa de un nuevo día aún venía por tierras de Francia, se levantaba del catre y salía al campo, llevando hasta el pasto la media docena de cerdas de cuya fertilidad se alimentaban él y la mujer.

Vivían de esta escasez mis abuelos maternos, de la pequeña cría de cerdos que después del desmame eran vendidos a los vecinos de la aldea. Azinhaga era su nombre, en la provincia del Ribatejo.

Se llamaban Jerónimo Melrinho y Josefa Caixinha esos abuelos, y eran analfabetos uno y otro. En el invierno, cuando el frío de la noche apretaba hasta el punto de que el agua de los cántaros se helaba dentro de la casa, recogían de las pocilgas a los lechones más débiles y se los llevaban a su cama.

Debajo de las mantas ásperas, el calor de los humanos libraba a los animalillos de una muerte cierta. Aunque fuera gente de buen carácter, no era por primores de alma compasiva por lo que los dos viejos procedían así: lo que les preocupaba, sin sentimentalismos ni retóricas, era proteger su pan de cada día, con la naturalidad de quien, para mantener la vida, no aprendió a pensar mucho más de lo que es indispensable.

Ayudé muchas veces a éste mi abuelo Jerónimo en sus andanzas de pastor, cavé muchas veces la tierra del huerto anejo a la casa y corté leña para la lumbre, muchas veces, dando vueltas y vueltas a la gran rueda de hierro que accionaba la bomba, hice subir agua del pozo comunitario y la transporté al hombro, muchas veces, a escondidas de los guardas de las cosechas, fui con mi abuela, también de madrugada, pertrechados de rastrillo, paño y cuerda, a recoger en los rastrojos la paja suelta que después habría de servir para lecho del ganado.

Y algunas veces, en noches calientes de verano, después de la cena, mi abuelo me decía: "José, hoy vamos a dormir los dos debajo de la higuera". Había otras dos higueras, pero aquélla, ciertamente por ser la mayor, por ser la más antigua, por ser la de siempre, era, para todas las personas de la casa, la higuera.

Más o menos por antonomasia, palabra erudita que sólo muchos años después acabaría conociendo y sabiendo lo que significaba. En medio de la paz nocturna, entre las ramas altas del árbol, una estrella se me aparecía, y después, lentamente, se escondía detrás de una hoja, y, mirando en otra dirección, tal como un río corriendo en silencio por el cielo cóncavo, surgía la claridad traslúcida de la Vía Láctea, el camino de Santiago, como todavía le llamábamos en la aldea.

Mientras el sueño llegaba, la noche se poblaba con las historias y los sucesos que mi abuelo iba contando: leyendas, apariciones, asombros, episodios singulares, muertes antiguas, escaramuzas de palo y piedra, palabras de antepasados, un incansable rumor de memorias que me mantenía despierto, al mismo que suavemente me acunaba.

Nunca supe si él se callaba cuando descubría que me había dormido, o si seguía hablando para no dejar a medias la respuesta a la pregunta que invariablemente le hacía en las pausas más demoradas que él, calculadamente, le introducía en el relato: "¿Y después?".

Tal vez repitiese las historias para sí mismo, quizá para no olvidarlas, quizá para enriquecerlas con peripecias nuevas. En aquella edad mía y en aquel tiempo de todos nosotros, no será necesario decir que yo imaginaba que mi abuelo Jerónimo era señor de toda la ciencia del mundo.

Cuando, con la primera luz de la mañana, el canto de los pájaros me despertaba, él ya no estaba allí, se había ido al campo con sus animales, dejándome dormir. Entonces me levantaba, doblaba la manta, y, descalzo (en la aldea anduve siempre descalzo hasta los catorce años), todavía con pajas enredadas en el pelo, pasaba de la parte cultivada del huerto a la otra, donde se encontraban las pocilgas, al lado de la casa.

Mi abuela, ya en pie desde antes que mi abuelo, me ponía delante un tazón de café con trozos de pan y me preguntaba si había dormido bien. Si le contaba algún mal sueño nacido de las historias del abuelo, ella siempre me tranquilizaba: "No hagas caso, en sueños no hay firmeza".

Pensaba entonces que mi abuela, aunque también fuese una mujer muy sabia, no alcanzaba las alturas de mi abuelo, ése que, tumbado debajo de la higuera, con el nieto José al lado, era capaz de poner el universo en movimiento apenas con dos palabras. Muchos años después, cuando mi abuelo ya se había ido de este mundo y yo era un hombre hecho, llegué a comprender que la abuela, también ella, creía en los sueños.

Otra cosa no podría significar que, estando sentada una noche, ante la puerta de su pobre casa, donde entonces vivía sola, mirando las estrellas mayores y menores de encima de su cabeza, hubiese dicho estas palabras: «El mundo es tan bonito y yo tengo tanta pena de morir». No dijo miedo de morir, dijo pena de morir, como si la vida de pesadilla y continuo trabajo que había sido la suya, en aquel momento casi final, estuviese recibiendo la gracia de una suprema y última despedida, el consuelo de la belleza revelada.

Estaba sentada a la puerta de una casa, como no creo que haya habido alguna otra en el mundo, porque en ella vivió gente capaz de dormir con cerdos como si fuesen sus propios hijos, gente que tenía pena de irse de la vida sólo porque el mundo era bonito, gente, y ése fue mi abuelo Jerónimo, pastor y contador de historias, que, al presentir que la muerte venía a buscarlo, se despidió de los árboles de su huerto uno por uno, abrazándolos y llorando porque sabía que no los volvería a ver".

JOSÉ SARAMAGO 🇵🇹 (1922 - 2010)

viernes, 18 de abril de 2025

"Sueños" - (Fragmento de "Piel en la hoguera" de Fernando Arias Alvarez)

           
Sueños

¡Oh, sueño..!

En la inconciencia te adueñas de mí y me haces feliz.

En la tristeza me das consuelo...severamente.

 En la noche, en los sueños matamos algo nuestro

¿Qué será lo que muere?

Es claro: la factibilidad de realizar el sueño

 Desde que era un mozalbete la gente, familia  y amigos, me percibieron como un soñador.

Iluso, mentecato eran calificativos frecuentes para definirme.

Y no me molestaba, por el contrario, el estigma de soñador me confería un halo de “bicho raro” y si algo es característico de mi personalidad es el hecho de poner distancias con lo que parece ser común denominador.

Realmente tuve problemas como soñador cuando la guerra fría  nos dividió entre materialistas e idealistas…No tuve militancia… no podía tener militancia porque no había manera teórica o práctica de conciliar las contradicciones que acaecían en mi interior:  Mientras por un lado me alineaba al lado de los que luchaban contra la injusticia social….. por otra parte, bueno, si……

Siempre tuve el sueño de volar ¿Soñador? ¿Volador?

 Aprendí a volar desde muy chico. Recuerdo que a mis cómplices (más que amigos, siempre tuve cómplices) les decía que aprendía a volar por correspondencia…(Método de Hemphill School)…..algunos me creían…seguros de que hablaba de ser piloto comercial o émulo de Ritchofen, tontería de niño…pero no era eso.

 Mira, es que el sueño de volar y en general todos los sueños, no son más que una forma de darle importancia a  la incapacidad que tenemos de ser otro.

 Soñar, ser un soñador me permite exhibir una sonrisa como de triunfo. Si, es una sonrisa efímera, pero no saben el placer que esa sonrisa proporciona. Pasearse uno por ahí, por la gran ciudad…con una sonrisa de placer….¡Ah!

 Los no soñadores, es decir los que no se consideran estúpidos, cuando nos ven sonriendo en plenitud por un  momento, aunque sea por un momento, llegan hasta dudar de su pragmatismo.

¿Qué se ha hecho ese que parece tan dichoso?

La respuesta es simple….¡Nada……¡ Solo soñar!

 Bueno, la primera vez que volé tuve miedo. El mismo miedo de todas las primeras veces.

Ascendí despacio, con precaución, procurando no desperdiciar la magia de cada instante.

Cuando me sentí seguro, di el primer aleteo decisivo.

¿Hacia dónde iba a dirigir mi encanto?

 Por lo pronto volé derecho al campanario de la iglesia e hice repicar con vehemencia las campanas, para que el pueblo entero se diera cuenta que un majadero había hecho su sueño realidad.

¡Ah, la envidia, esa vieja aliada de los que han fracasado!

 ¡Ah! Iba del lastre de las limitaciones al esplendor del vuelo.

Bastaba ir abriendo y cerrando los ojos……y  las lontananzas se hacían posibles…

 Luego de darle empujones a mi autoestima (término muy empleado por neopsicólogos y paranalistas  que representa un incremento del 60% en la consulta)…..me dio la gana de volar sobre lagos y montañas….Ah, la audacia que nunca nos abandona…

Volé y volé y alas me faltaron…

Anduve por los caminos aguamarina y sobre el arco iris…Visité la tierra de los gnomos y entendí porque Oscar Mathzerath se negó a crecer…..

 No se preocupen de lo que hacían a escondidas.

No soy voyeurista y  nunca padecí el síndrome de Peter Pan.