En la inconciencia
te adueñas de mí y me haces feliz.
En la tristeza me
das consuelo...severamente.
En la noche, en los
sueños matamos algo nuestro
¿Qué será lo que
muere?
Es claro: la
factibilidad de realizar el sueño
Desde que era un
mozalbete la gente, familia y amigos, me
percibieron como un soñador.
Iluso, mentecato
eran calificativos frecuentes para definirme.
Y no me molestaba,
por el contrario, el estigma de soñador me confería un halo de “bicho raro” y
si algo es característico de mi personalidad es el hecho de poner distancias
con lo que parece ser común denominador.
Realmente tuve
problemas como soñador cuando la guerra fría
nos dividió entre materialistas e idealistas…No tuve militancia… no
podía tener militancia porque no había manera teórica o práctica de conciliar
las contradicciones que acaecían en mi interior: Mientras por un lado me alineaba al lado de
los que luchaban contra la injusticia social….. por otra parte, bueno, si……
Siempre tuve el
sueño de volar ¿Soñador? ¿Volador?
Aprendí a volar
desde muy chico. Recuerdo que a mis cómplices (más que amigos, siempre tuve
cómplices) les decía que aprendía a volar por correspondencia…(Método de
Hemphill School)…..algunos me creían…seguros de que hablaba de ser piloto
comercial o émulo de Ritchofen, tontería de niño…pero no era eso.
Mira, es que el
sueño de volar y en general todos los sueños, no son más que una forma de darle
importancia a la incapacidad que tenemos
de ser otro.
Soñar, ser un
soñador me permite exhibir una sonrisa como de triunfo. Si, es una sonrisa
efímera, pero no saben el placer que esa sonrisa proporciona. Pasearse uno por
ahí, por la gran ciudad…con una sonrisa de placer….¡Ah!
Los no soñadores,
es decir los que no se consideran estúpidos, cuando nos ven sonriendo en
plenitud por un momento, aunque sea por
un momento, llegan hasta dudar de su pragmatismo.
¿Qué se ha hecho
ese que parece tan dichoso?
La respuesta es
simple….¡Nada……¡ Solo soñar!
Bueno, la primera
vez que volé tuve miedo. El mismo miedo de todas las primeras veces.
Ascendí despacio,
con precaución, procurando no desperdiciar la magia de cada instante.
Cuando me sentí
seguro, di el primer aleteo decisivo.
¿Hacia dónde iba a
dirigir mi encanto?
Por lo pronto volé
derecho al campanario de la iglesia e hice repicar con vehemencia las campanas,
para que el pueblo entero se diera cuenta que un majadero había hecho su sueño
realidad.
¡Ah, la envidia,
esa vieja aliada de los que han fracasado!
¡Ah! Iba del lastre de las limitaciones al
esplendor del vuelo.
Bastaba ir abriendo
y cerrando los ojos……y las lontananzas
se hacían posibles…
Luego de darle
empujones a mi autoestima (término muy empleado por neopsicólogos y
paranalistas que representa un
incremento del 60% en la consulta)…..me dio la gana de volar sobre lagos y
montañas….Ah, la audacia que nunca nos abandona…
Volé y volé y alas
me faltaron…
Anduve por los
caminos aguamarina y sobre el arco iris…Visité la tierra de los gnomos y
entendí porque Oscar Mathzerath se negó a crecer…..
No se preocupen de
lo que hacían a escondidas.
No soy voyeurista
y nunca padecí el síndrome de Peter Pan.
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