INVENTOR
Aseguran que no se me conoce ni se me
conoció profesión alguna y que soy resentido social, apátrida, que espera ser mantenido por
dádivas del estado provenientes del pago de impuestos de la gente de bien que
trabaja toda la vida.
Pero están equivocados. Tengo profesión: yo
soy inventor.
Me dedico a inventar sueños cada noche y los
pongo a navegar cada mañana por un río de agua helada, crema de afeitar y
dolores de vigilia.
Cada mañana tengo la tarea de poner cada cosa en su lugar porque, con el paso de los años y sacando partido al ocio creativo, he aprendido que también hay un lugar para cada mañana.
También aprendí que en las ciudades grandes y
medianas y hasta en los pueblos pequeños, las oficinas, las fábricas, las
instituciones educativas, las iglesias, son el sepulcro de las mañanas lo que
por extensión las convierte en cajas
mortuorias de los sueños.
Es por eso que las calles se convierten en senderos tristes por los que desfilan miles de rostros sin definir en cuerpos de autómata porque han enterrado sus sueños cada mañana.
¡Soy inventor!
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