POEMAS
Escribir versos es muy fácil. Lo que en verdad es difícil es escribir buenos versos……Eso lo he tenido claro desde la primera vez, en que impulsado por no se que carencia en los afectos, me entregué a la dolorosa tarea de poner una palabra detrás de otra y luego otra y así…..¿Dolorosa? No es que considere el dolor como una condición imprescindible para la literatura. Todas las emociones humanas son susceptibles de hallar en la palabra grados de sublimidad.…
En lo que a mí concierne….nunca he sentido
placer en escribir. Es cierto, casi puedo afirmar que la palabra en mí es como
un dardo que hiere mi piel, me rasga, me desangra….Y no puedo huir o debería
condenarme a la muerte….En síntesis, escribo para no suicidarme o me suicido a
través de las palabras….Así ha sido
desde que tengo uso de razón…
Al comienzo “el poema”, mi poema, no tenía
fondo, no tenía forma, no tenía nada. Era el impulso de sentarse al frente de
un papel y desangrarse….el poema era una sucesión de palabras buscando
encontrarse en una música interna para alejarse de los terrenos del lenguaje
prosaico y abominable de mi triste barriada. El poema pecaba de errores en la
apreciación y decenas de estrellones contra la realidad…
Leía, leía mis pobres versos en voz alta
esperanzado en hallar alguna semejanza con las palabras que escuchaba en la
radio en la voz de Jorge Correa Tamayo o de Bertha Singermann….Estaba
convencido de que eso era
En el mejor de los casos, mis palabras se
parecían a esas coplas populares que contienen dosis reconfortantes de
ingenio….claro, también con una precariedad correspondiente a la ignorancia.
Quería decir tantas cosas y la mano me traicionaba. No tarde mucho tiempo en
reconocer dos cosas: que distaba mucho de poseer un talento natural para la
poesía y que, para medianamente obtener beneficio de las palabras, debía leer,
leer mucho, sobre todo a los protegidos por las musas.
Lo máximo a lo que podía aspirar por esos
años era a comparar mis palabras con las de mis compañeros de colegio. Usaba un
léxico tan rebuscado que hasta yo mismo me desentendía y me despreciaba.
Conocí a Miguel Saravia. Era algo mayor y escribía letras de canciones. Eran muy malas; que yo sepa ninguna logró separarse del viejo cuaderno en el que las escribía y que guardaba con celo. Era tanta la alegría de Miguel cuando terminaba una cuartilla, que más se demoraba en poner la palabra fin que en estar en la puerta de su casa con el cuaderno abierto esperando a algún vecino sin afanes para leer la canción de amor más sublime que jamás se escribió…..Yo, me aburrí muchas veces…..No volví a ver a Miguel…pero él es el responsable de mi persistencia en la tarea de acomodar las palabras….(Nótese que digo acomodar y no dominar….porque nunca he pretendido dominar nada, solo poner en orden lo que brota, mis defecaciones)
Alguna vez me sentí orgulloso de una cuarteta
(¿Sería un cuarteto?) y experimente el inefable deseo de compartirla con
alguien amado (¡Mentira!, no era alguien amado…era Luisa F., la protagonista de
otra de mis agonías)
Recibió el papelito con indiferencia…….¡Ah,
indiferencia…..! De todos modos me precio de la osadía.
De aquellas primeras palabras de amor, versos
caramelosos se encargó el fuego o en el menos malo de los casos, el olvido.
Seguí siendo contumaz
Y sí…..Al comparar sus versos con los míos
comprobaba que me llevaban siglos de ventaja, pero también comprobaba con
entusiasmo que había honestidad en mi entrega y que las palabras cada vez se me
iban haciendo menos esquivas
Aprendí que mis adjetivos eran lo de menos,
que el poema proviene de aguas más profundas; que no bastaba tener conocimiento
de la gramática ni tener a mano el mejor diccionario…
No, el poema es otra cosa…..El poema nace de
forma diferente. El poema es el encuentro del espermatozoide sensorial del
poeta con el óvulo feraz de la naturaleza.
“Parir un poema suele ser tan difícil como
parir un hijo” a alguien escuche esta sentencia y la comparto plenamente.
Luego de leer a un centenar de Poetas y
poetas y poner mi alma sobre kilómetros de versos, sólo me quedaba en la boca
el saborcito de “parecerme a los poetas en el sentido de la búsqueda y en el
corajeo con las palabras” Nada más.
Pero eso jamás me importó
He de reconocer un par de versos de buena
factura y si bien ellos no justifican el tiempo que he dedicado a los ojos de
un posible lector o de un crítico literario, a mí me justifican toda la
existencia. (Bueno en el mundo que me tocó vivir es harto difícil construir un
par de frases meritorias)
No dejo de visitar las páginas en blanco,
esperanzado, tal vez, en que en algún momento la mente, el corazón y la mano se
den cita sobre alguna de ellas y hagan posible la magia. No la eternidad, pues
esa es una palabra mayor, pero sí la magia.
Eso nos viene a todos alguna vez, a unos más
que a otros. La magia es democrática. Eso creo.
Sin prisas, sin angustias celebro y canto con
el venerable Capitán la alegría de estar vivo y sobre todo, de tener el
control…
Algunas cuartillas bastardas son mi vergüenza
o mi desvergüenza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario