ANTONIA ZAPATA
VIUDA DE LESMES
(Una breve reseña
biográfica)
Doña Antonia Zapata viuda
de Lesmes nació con el Siglo XX (1900) en un hogar tradicional, muy bien
formado, aunque humilde (curiosa constante muy frecuente en los seres tocados
por el genio). Sus biógrafos no han podido ponerse de acuerdo en lo
concerniente a la fecha exacta de su nacimiento. Unos afirman, entre ellos
Vásquez Parada y García Solarte, que fue
la noche del 21 de junio y otros, como los de la corriente vitalista de Mercado
Valls y Walter Salomon, que fue el amanecer del día 22. Esta disputa no tendría
mayor importancia de no ser por el hecho de no tener la certeza de si la niña
era Géminis o de signo Cáncer. En cuanto al lugar de tan fausto acontecimiento,
también existen variadas opiniones: García Solarte en su obra “Estrellas de la
escena colombiana” sostiene que la niña vio la luz por primera vez en un
anodino pueblito del Departamento de Santander llamado Páramo, pueblo que hasta
1999 que no figura en los mapas pero que al parecer tiene muchos atractivos
turísticos (Ahora el Museo Antoniano). El autor de esta reseña opta por sumarse
al estudio biográfico de la dramaturga realizado por Jorge Lesmes Zapata, su
hijo, quien con documentos oficiales asegura” Fue en Muzo, una noche que
llovía” (no veo de qué manera esto es importante, pero si su hijo dice que
llovía debe ser importante)
Entonces doña Antonia
nació en Muzo y es algo que se puede ratificar “por el color esmeralda de sus
preciosos ojos que cautivaron a centenares de sus contemporáneos” nacionales e
internacionales.
Sus padres: Don Hipólito
Zapata, algo así como un patriarca antioqueño, se dedicaba a la panadería y su
madre, doña Otilia, también cultivaba el amor por las semillitas de café.
La pequeña Antonia inició
sus estudios a la temprana edad de tres años, casi mil días después de
iniciarse el Siglo XX. La primera satisfacción que proporcionó la precoz escolar a sus orgullosos progenitores
tuvo lugar durante la primera temporada de vacaciones estudiantiles. Para ser
exacto, fue la tarde del 8 de julio de 1904.
La niña apareció de
repente en el cuarto de horneado con un trozo de papel entre sus manos. Don Hipólito
que amaba mucho a su hija, lo recibió, lo leyó y súbitamente una gruesa lágrima
campesina producto de la emoción rebotó contra el piso de tierra. En el papel
estaba escrito con preciosa letra de niño: “Papi, quiero pan”
Fue tanto el regocijo de
los dos humildes campesinos que olvidaron darle el pan a la niña (Factor que
debe tenerse en cuenta pues puede justificar su temprana vocación literaria
pues su primera obra escrita y representada fue “No solo de pan vive el hombre”
una sátira que aludía a la tacañería de los panaderos) quien no entendía qué
era lo que estaba pasando.
Fue tanto el regocijo,
tan dichosos se sintieron esa tarde como tristes se sentirían un mes después cuando
la niña escribió en otro papel: “Me expulsionaron (sic) de la escuela porque le
dije a la señorita maestra que era una bruja hijueputa que se había escapado
del infierno”
Basta ahí.
Estos dos pequeños, pero
significativos ejemplos, nos pueden arrojar luces sobre la manera cómo la
vocación literaria se fue apoderando de la mente, la mano y el corazón de
Antonia. No olvidemos que apenas tenía tres años y medio.
Antonia terminó sus
estudios con más pena que con gloria, pero inició con inusitado entusiasmo su aprendizaje
en la Universidad de la Vida (Debe tenerse en cuenta que por aquellas calendas
era muy difícil el acceso a la educación superior, especialmente para las
mujeres) Es muy seguro que de aquellos años provenga su incansable militancia a
favor de los derechos de la mujer lo que le valió el mote de la “Olimpia de
Gouges colombiana”.
De aquellos años son sus
primeros textos, que gozaron de amplia acogida y fueron objeto de gran
celebración en los mentideros literarios de la Atenas de Suramérica.
En
“Ayúdeme usted”, Antonia analiza y relata las peripecias de una hormiga parda
que pierde el rumbo con su carga y se encuentra de frente con un hormiguero
negro. La obra no interesó a la crítica bogotana, (pero a qué autor colombiano
no le ha pasado lo mismo). Luego vendrían:
-
“Oda a Thomas de Kempis”
-
“Los piecitos de San Francisco”
-
“La Virgen sus cabellos arranca en agonía”
(Homenaje a Rafael Núñez)
-
“El bordado: arte o labor y una docena de
obras que injustamente desaparecieron del mercado editorial colombiano.
En
1936 publicó su famosa “Vuelta al mundo en ochenta días” que por prudencia y
aconsejada por sus editores luego llamó “Ochenta años a bordo de sí mismo” y
que finalmente el gran público conoció como “Phileas”
La
obra tuvo gran resonancia y fue invitada a New York por un tío, hermano de su
padre quien a petición suya se la llevó con la idea de “que por allá lejos se
le quitara la locura”.
Pero
cuán equivocados estaban. “La vida es la
ruleta en que apostamos todos….”
En
New York, Antonia conoce a alguien quien le hace dar un vuelco a su vida. Un
dramaturgo alemán que huyo de la Europa convulsionada por sus ideas progresistas
y se refugió en la América soñada. La del “American way of life” que tanto
desvela a los latinoamericanos
Fue
amor a primera vista. Muy pronto se hicieron amantes y Antonia quedó en
embarazo. De ese amor teutón (ella nunca supo su nombre verdadero), pero
recibió y conserva de él un ejemplar de “Obras completas” y un ajado manuscrito
de una pieza titulada “Galileo Galilei, firmado por un tal Bertold Brecht
Para
evitar el escándalo en su familia, Antonia viajo a Nevada y contrajo nupcias
con Edilberto Lesmes, un colombiano que trabajaba limpiando baños en Chicago y
en Las Vegas y de quien se dice que fue el único colombiano que recibió un agradecimiento
de Alfonso Capone (Un día que el mafioso estaba aquejado por una fuerte
diarrea, se terminó el papel higiénico y Edilberto le prestó su pañuelo).
Habladurías o no, lo cierto fue que a Edilberto lo balearon a la salida de un
baño en Queens y convenientemente empezó a figurar como el padre del retoño de
Antonia.
Lo
agradeció todo el mundo, bueno, hasta el Berliner Ensemble tuvo frases de
gratitud
Fruto
de su embarazo, nació Jorge, quien a la postre heredaría el talento literario
de sus padres y se convertiría en su biógrafo.
Y
fruto también de la preñez intelectual de tan preclara compañía, que nació su
obra cumbre “ La traición del teutón” más conocida en términos coloquiales como
“Ave María purísima”.
De
esta época también es su adaptación del clásico “Quiero hablar con Dios” de
Carmen María Astete, obra de gran vuelo espiritual que fue publicada en
Colombia, en adaptación de Antonia y con el título “Haciendo cola a las puertas
del cielo,” Un verdadero tratado teológico literario en el que se vislumbra las
grandes dificultades técnicas que tienen los acaudalados para pasar por el ojo
de una aguja….
La
crianza de su hijo la llevó a incursionar en la literatura infantil y de esa época
tan fecunda nos han quedado títulos como:
-
“El gato y el ratón”
-
“El gato aventurero”
-
“El ratón aventurero”
-
“No le pegues al gato”
y
su nunca bien ponderado trabajo pedagógico “Cómo educar a un monstruo”
Su
etapa norteamericana finaliza en 1946 con la exitosa publicación de “Go to
hell” obra de carácter autobiográfico escrita en inglés en la que Antonia
cuenta todas sus desdichas y hace gala de todo su talento para el género
dramático.
La
obra nunca se pudo estrenar, porque ningún teatro tenía la infraestructura para
llevarla a escena (El Broadway de hoy haría un acto de justicia teniéndola en su
repertorio), pero el New York Times, el diario más prestigioso del imperio en
un pequeño aparte dedicado a reseñar las novedades culturales del tercer mundo
dijo de la obra: “Es casi como la Divina Comedia”
Antonia
abandonó los Estados Unidos gracias a la deportación de la cual nunca se hablo.
Tal circunstancia, nefasta a los ojos del buen nombre de nuestro pueblo, llenó
de beneplácito las letras colombianas, cansadas ya de las comedias españolas
intrascendentes que copaban la escena nacional.
Con
Campitos y Osorio, Antonia conformaría el Triangulo de las Bermudas de la
escena nacional y el punto de referencia más importante para el teatro
colombiano de la segunda mitad del siglo XX.
(En
la próxima entrega “Antonia y el nuevo teatro)
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