viernes, 19 de abril de 2024

Antonia Zapata viuda de Lesmes (Perfil biográfico por Fernando Arias Alvarez)

 


ANTONIA ZAPATA VIUDA DE LESMES

 

(Una breve reseña biográfica)

Doña Antonia Zapata viuda de Lesmes nació con el Siglo XX (1900) en un hogar tradicional, muy bien formado, aunque humilde (curiosa constante muy frecuente en los seres tocados por el genio). Sus biógrafos no han podido ponerse de acuerdo en lo concerniente a la fecha exacta de su nacimiento. Unos afirman, entre ellos Vásquez Parada y García Solarte,  que fue la noche del 21 de junio y otros, como los de la corriente vitalista de Mercado Valls y Walter Salomon, que fue el amanecer del día 22. Esta disputa no tendría mayor importancia de no ser por el hecho de no tener la certeza de si la niña era Géminis o de signo Cáncer. En cuanto al lugar de tan fausto acontecimiento, también existen variadas opiniones: García Solarte en su obra “Estrellas de la escena colombiana” sostiene que la niña vio la luz por primera vez en un anodino pueblito del Departamento de Santander llamado Páramo, pueblo que hasta 1999 que no figura en los mapas pero que al parecer tiene muchos atractivos turísticos (Ahora el Museo Antoniano). El autor de esta reseña opta por sumarse al estudio biográfico de la dramaturga realizado por Jorge Lesmes Zapata, su hijo, quien con documentos oficiales asegura” Fue en Muzo, una noche que llovía” (no veo de qué manera esto es importante, pero si su hijo dice que llovía debe ser importante)

Entonces doña Antonia nació en Muzo y es algo que se puede ratificar “por el color esmeralda de sus preciosos ojos que cautivaron a centenares de sus contemporáneos” nacionales e internacionales.

Sus padres: Don Hipólito Zapata, algo así como un patriarca antioqueño, se dedicaba a la panadería y su madre, doña Otilia, también cultivaba el amor por las semillitas de café.

La pequeña Antonia inició sus estudios a la temprana edad de tres años, casi mil días después de iniciarse el Siglo XX. La primera satisfacción que proporcionó  la precoz escolar a sus orgullosos progenitores tuvo lugar durante la primera temporada de vacaciones estudiantiles. Para ser exacto, fue la tarde del 8 de julio de 1904.

La niña apareció de repente en el cuarto de horneado con un trozo de papel entre sus manos. Don Hipólito que amaba mucho a su hija, lo recibió, lo leyó y súbitamente una gruesa lágrima campesina producto de la emoción rebotó contra el piso de tierra. En el papel estaba escrito con preciosa letra de niño: “Papi, quiero pan”

Fue tanto el regocijo de los dos humildes campesinos que olvidaron darle el pan a la niña (Factor que debe tenerse en cuenta pues puede justificar su temprana vocación literaria pues su primera obra escrita y representada fue “No solo de pan vive el hombre” una sátira que aludía a la tacañería de los panaderos) quien no entendía qué era lo que estaba pasando.

Fue tanto el regocijo, tan dichosos se sintieron esa tarde como tristes se sentirían un mes después cuando la niña escribió en otro papel: “Me expulsionaron (sic) de la escuela porque le dije a la señorita maestra que era una bruja hijueputa que se había escapado del infierno”

Basta ahí.

Estos dos pequeños, pero significativos ejemplos, nos pueden arrojar luces sobre la manera cómo la vocación literaria se fue apoderando de la mente, la mano y el corazón de Antonia. No olvidemos que apenas tenía tres años y medio.

Antonia terminó sus estudios con más pena que con gloria, pero inició con inusitado entusiasmo su aprendizaje en la Universidad de la Vida (Debe tenerse en cuenta que por aquellas calendas era muy difícil el acceso a la educación superior, especialmente para las mujeres) Es muy seguro que de aquellos años provenga su incansable militancia a favor de los derechos de la mujer lo que le valió el mote de la “Olimpia de Gouges colombiana”.

De aquellos años son sus primeros textos, que gozaron de amplia acogida y fueron objeto de gran celebración en los mentideros literarios de la Atenas de Suramérica.

En “Ayúdeme usted”, Antonia analiza y relata las peripecias de una hormiga parda que pierde el rumbo con su carga y se encuentra de frente con un hormiguero negro. La obra no interesó a la crítica bogotana, (pero a qué autor colombiano no le ha pasado lo mismo). Luego vendrían:

-          “Oda a Thomas de Kempis”

-          “Los piecitos de San Francisco”

-          “La Virgen sus cabellos arranca en agonía” (Homenaje a Rafael Núñez)

-          “El bordado: arte o labor y una docena de obras que injustamente desaparecieron del mercado editorial colombiano.

En 1936 publicó su famosa “Vuelta al mundo en ochenta días” que por prudencia y aconsejada por sus editores luego llamó “Ochenta años a bordo de sí mismo” y que finalmente el gran público conoció como “Phileas”

La obra tuvo gran resonancia y fue invitada a New York por un tío, hermano de su padre quien a petición suya se la llevó con la idea de “que por allá lejos se le quitara la locura”.

Pero cuán equivocados estaban. “La vida es la ruleta en que apostamos todos….”

En New York, Antonia conoce a alguien quien le hace dar un vuelco a su vida. Un dramaturgo alemán que huyo de la Europa convulsionada por sus ideas progresistas y se refugió en la América soñada. La del “American way of life” que tanto desvela a los latinoamericanos

Fue amor a primera vista. Muy pronto se hicieron amantes y Antonia quedó en embarazo. De ese amor teutón (ella nunca supo su nombre verdadero), pero recibió y conserva de él un ejemplar de “Obras completas” y un ajado manuscrito de una pieza titulada “Galileo Galilei, firmado por un tal Bertold Brecht

Para evitar el escándalo en su familia, Antonia viajo a Nevada y contrajo nupcias con Edilberto Lesmes, un colombiano que trabajaba limpiando baños en Chicago y en Las Vegas y de quien se dice que fue el único colombiano que recibió un agradecimiento de Alfonso Capone (Un día que el mafioso estaba aquejado por una fuerte diarrea, se terminó el papel higiénico y Edilberto le prestó su pañuelo). Habladurías o no, lo cierto fue que a Edilberto lo balearon a la salida de un baño en Queens y convenientemente empezó a figurar como el padre del retoño de Antonia.

Lo agradeció todo el mundo, bueno, hasta el Berliner Ensemble tuvo frases de gratitud

Fruto de su embarazo, nació Jorge, quien a la postre heredaría el talento literario de sus padres y se convertiría en su biógrafo.

Y fruto también de la preñez intelectual de tan preclara compañía, que nació su obra cumbre “ La traición del teutón” más conocida en términos coloquiales como “Ave María purísima”.

De esta época también es su adaptación del clásico “Quiero hablar con Dios” de Carmen María Astete, obra de gran vuelo espiritual que fue publicada en Colombia, en adaptación de Antonia y con el título “Haciendo cola a las puertas del cielo,” Un verdadero tratado teológico literario en el que se vislumbra las grandes dificultades técnicas que tienen los acaudalados para pasar por el ojo de una aguja….

La crianza de su hijo la llevó a incursionar en la literatura infantil y de esa época tan fecunda nos han quedado títulos como:

-          “El gato y el ratón”

-          “El gato aventurero”

-          “El ratón aventurero”

-          “No le pegues al gato”

y su nunca bien ponderado trabajo pedagógico “Cómo educar a un monstruo”

 

Su etapa norteamericana finaliza en 1946 con la exitosa publicación de “Go to hell” obra de carácter autobiográfico escrita en inglés en la que Antonia cuenta todas sus desdichas y hace gala de todo su talento para el género dramático.

La obra nunca se pudo estrenar, porque ningún teatro tenía la infraestructura para llevarla a escena (El Broadway de hoy haría un acto de justicia teniéndola en su repertorio), pero el New York Times, el diario más prestigioso del imperio en un pequeño aparte dedicado a reseñar las novedades culturales del tercer mundo dijo de la obra: “Es casi como la Divina Comedia”

Antonia abandonó los Estados Unidos gracias a la deportación de la cual nunca se hablo. Tal circunstancia, nefasta a los ojos del buen nombre de nuestro pueblo, llenó de beneplácito las letras colombianas, cansadas ya de las comedias españolas intrascendentes que copaban la escena nacional.

Con Campitos y Osorio, Antonia conformaría el Triangulo de las Bermudas de la escena nacional y el punto de referencia más importante para el teatro colombiano de la segunda mitad del siglo XX.

 

(En la próxima entrega “Antonia y el nuevo teatro)

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