domingo, 21 de abril de 2024

Los condenados (por Fernando Arias Alvarez)

 


LOS CONDENADOS A LA ETERNIDAD

(A María D, en el espacio vacío)

La oscuridad es completa. Se respira la llegada  oportuna de una vieja amiga, que no se espera pero se sabe que es tan cierta y  puntual. Ya viene, eso se percibe desde nuestros rincones; ya entra por debajo de la puerta; está presente en la agudeza del silencio.

Todo intento de evasión ya  es vano; estamos tú y yo atrapados en este espacio vacío y oscuro, este escenario triste y aterrorizante.

Es una bendición que no podemos vernos, pues de lo contrario nos avergonzaríamos al reconocernos tan frágiles, tan predecibles, tan ridículos vistiendo esas ajadas ropas de teatro y el rostro con el maquillaje corrido…. esperando la visita de esa amiga que desconocemos pero que sabemos cierta desde hace muchas tardes cuando decidimos ir hasta el final.

La penumbra impide que intentemos recitar nuestras últimas líneas o que realicemos una cruel pantomima adelantándonos a los augurios. Pero desde nuestros refugios de oscuridad hacemos mover nuestros brazos y  nuestras piernas al ritmo de un tarareo que improvisamos gracias a nuestra formación como actores del gran teatro del  mundo.

Eso hace menos angustiosa nuestra espera.

En algún lugar del espacio, una mosca hace ruido al batir sus diminutas alas y los dos reunimos nuestros temores  creyendo que nuestra desconocida amiga ha llegado.

En alarde de valor y como respuesta a mi risita nerviosa, me dices con enfado que no temes su llegada y sin embargo cuando hago sonar mis uñas contra la pared, no puedes contener un alarido que sale de tus labios y choca contra mis oídos como una agonía. Para tranquilizarte te cuento lo que ha pasado y tú me maldices y me amenazas con no perdonar una broma así en las circunstancias como las que estamos.

Segundos después, cuando yo tomo muy en serio tus amonestaciones y me quedo callado, empiezas a experimentar la soledad absoluta….entonces empiezas a acercarte a mí diciendo, que me perdonas, pero que es la última vez que lo haces…..

Yo acepto tu perdón

Pasan los minutos como si fueran ráfagas de tiempo contenidas en el aire y nuestras respiraciones se magnifican en la estancia como si fueran un vendaval que amenaza con  arrasar en su irracional recorrido todo lo que hay, todo cuanto existe. Pensando un poco en eso, durante unos pocos segundos, nos olvidamos de la oscuridad, de la soledad y hasta de nuestra inefable visitante.

Creo a pesar de no verte, que intentamos una sonrisa.

Cierro los ojos y te pido que me imites y pongamos en acción nuestra imaginación pretendiendo darle una forma a nuestra amiga. ¿Cómo será? ¿Será bella? ¿Será bella y pálida? ¿Es de hielo su sonrisa?

La experiencia fracasa, porque la imagen que aparece allá en el fondo de nuestras cavilaciones, nos llena de terror. No podemos imaginarla grata, bella, generosa….que es como la necesitamos.

Esta vez  te serenaste primero y yo agradezco todas esas palabras con las que lograste calmarme a mí. Vaciaste el corazón por una noble causa

La espera se hace desesperante y no encontramos artilugios para hacerla más llevadera. Hemos de resignarnos a soportar nuestros alientos, nuestra cercanía, nuestros temores hasta la hora fatal.

Yo no tengo nada que perder y a pesar que tú dices lo mismo hay algo en tus palabras que me hace entender que no es cierto. En el fondo sabes que el mundo no es tan magnánimo con las mujeres que expresan abiertamente sus deseos.

Hemos de ser solidarios por la casualidad que nos impone el amor. Yo no tengo culpa alguna por amarte. Ella te ha citado la misma noche y en el mismo espacio que a mí. Es un espacio muy importante para nuestros respectivos afectos e intereses.

Es gracioso…. lo mismo que ocurre en la consulta de los odontólogos. Allí son citados gentes diversas a horas sucesivas, gentes que se hermanan en el temor y en el dolor y cada uno llega a compadecerse del otro hasta olvidar su propio temor y su propio dolor… Sólo que esta vez….estamos tú y yo, a la misma hora y por la misma razón

Te ruego que pase lo que pase siempre seamos amigos y que tratemos de hacer inolvidable el momento porque es lo único que podemos ser y hacer. Tú, me pides que te abrace y yo lo hago dejando poseerme por la ternura y no puedo evitar que al entrar en contacto con tu cuerpo sienta el vehemente deseo de besarte. Busco tu boca con mi boca para beber y darte de beber los últimos alientos que nos quedan. Tú, al comienzo te resistes, pero luego esgrimiendo duras palabras de un lejano pasado me rechazas con ofensiva violencia. Recibo el aguijón y trato de convencerte aduciendo que esta será la última vez que nuestros cuerpos sirvan para algo. Sigues a la defensiva, hasta llegas a indignarte…pero luego de unos eternos minutos vuelves a estar entre mis brazos.

Mi cabeza trabaja a velocidad extrema y encuentro un viejo aforismo, no más bien una cita de esas del Reader’s Digest que acostumbraba a leer antes de interesarme por el teatro y te lo expreso con convicción rayana en la súplica: “Amémonos, que esta es la única manera de derrotar a la muerte.”

Pero ya no hay tiempo para aforismos ni menos para la filosofía. Abrazados nos encuentra nuestra amiga. La luz (¿luz?) de sus ojos nos ilumina y puedo por fin verte y me entero  que eres bella y tú, con tu mirada me dices que yo también lo soy.

Ha llegado por fin nuestra visitante y apenas alcanzamos a darnos el beso del adiós y a mirarnos una última vez antes de la penumbra.

Nos llevamos ese par de sensaciones por vías distintas. Ahora estamos muertos, cada uno por su lado como debe ser.

No nos queda más, amada Julieta, que salir a buscarnos en  los escenarios que proliferan en el mundo mortal…..enamorarnos,  amarnos, esperarnos y morirnos cada noche en la certidumbre de saber que nuestro amor es inmortal

Nuestra amiga seguirá poniendo sus citas, cada noche y es seguro que llegara.

Gracias muerte por lo que no das y nos quitas en el corto tiempo de una representación.

La vida jamás puede tanto.

Nov. 1979

No hay comentarios:

Publicar un comentario