LOS CONDENADOS A
LA ETERNIDAD
(A María D, en el
espacio vacío)
La oscuridad es completa.
Se respira la llegada oportuna de una
vieja amiga, que no se espera pero se sabe que es tan cierta y puntual. Ya viene, eso se percibe desde
nuestros rincones; ya entra por debajo de la puerta; está presente en la
agudeza del silencio.
Todo intento de evasión
ya es vano; estamos tú y yo atrapados en
este espacio vacío y oscuro, este escenario triste y aterrorizante.
Es una bendición que no
podemos vernos, pues de lo contrario nos avergonzaríamos al reconocernos tan
frágiles, tan predecibles, tan ridículos vistiendo esas ajadas ropas de teatro
y el rostro con el maquillaje corrido…. esperando la visita de esa amiga que
desconocemos pero que sabemos cierta desde hace muchas tardes cuando decidimos
ir hasta el final.
La penumbra impide que
intentemos recitar nuestras últimas líneas o que realicemos una cruel pantomima
adelantándonos a los augurios. Pero desde nuestros refugios de oscuridad
hacemos mover nuestros brazos y nuestras
piernas al ritmo de un tarareo que improvisamos gracias a nuestra formación
como actores del gran teatro del mundo.
Eso hace menos angustiosa
nuestra espera.
En algún lugar del
espacio, una mosca hace ruido al batir sus diminutas alas y los dos reunimos
nuestros temores creyendo que nuestra desconocida
amiga ha llegado.
En alarde de valor y como
respuesta a mi risita nerviosa, me dices con enfado que no temes su llegada y
sin embargo cuando hago sonar mis uñas contra la pared, no puedes contener un
alarido que sale de tus labios y choca contra mis oídos como una agonía. Para
tranquilizarte te cuento lo que ha pasado y tú me maldices y me amenazas con no
perdonar una broma así en las circunstancias como las que estamos.
Segundos después, cuando
yo tomo muy en serio tus amonestaciones y me quedo callado, empiezas a
experimentar la soledad absoluta….entonces empiezas a acercarte a mí diciendo,
que me perdonas, pero que es la última vez que lo haces…..
Yo acepto tu perdón
Pasan los minutos como si
fueran ráfagas de tiempo contenidas en el aire y nuestras respiraciones se magnifican
en la estancia como si fueran un vendaval que amenaza con arrasar en su irracional recorrido todo lo
que hay, todo cuanto existe. Pensando un poco en eso, durante unos pocos
segundos, nos olvidamos de la oscuridad, de la soledad y hasta de nuestra
inefable visitante.
Creo a pesar de no verte,
que intentamos una sonrisa.
Cierro los ojos y te pido
que me imites y pongamos en acción nuestra imaginación pretendiendo darle una forma
a nuestra amiga. ¿Cómo será? ¿Será bella? ¿Será bella y pálida? ¿Es de hielo su
sonrisa?
La experiencia fracasa,
porque la imagen que aparece allá en el fondo de nuestras cavilaciones, nos
llena de terror. No podemos imaginarla grata, bella, generosa….que es como la
necesitamos.
Esta vez te serenaste primero y yo agradezco todas
esas palabras con las que lograste calmarme a mí. Vaciaste el corazón por una
noble causa
La espera se hace
desesperante y no encontramos artilugios para hacerla más llevadera. Hemos de resignarnos
a soportar nuestros alientos, nuestra cercanía, nuestros temores hasta la hora
fatal.
Yo no tengo nada que
perder y a pesar que tú dices lo mismo hay algo en tus palabras que me hace
entender que no es cierto. En el fondo sabes que el mundo no es tan magnánimo
con las mujeres que expresan abiertamente sus deseos.
Hemos de ser solidarios por
la casualidad que nos impone el amor. Yo no tengo culpa alguna por amarte. Ella
te ha citado la misma noche y en el mismo espacio que a mí. Es un espacio muy
importante para nuestros respectivos afectos e intereses.
Es gracioso…. lo mismo
que ocurre en la consulta de los odontólogos. Allí son citados gentes diversas
a horas sucesivas, gentes que se hermanan en el temor y en el dolor y cada uno
llega a compadecerse del otro hasta olvidar su propio temor y su propio dolor…
Sólo que esta vez….estamos tú y yo, a la misma hora y por la misma razón
Te ruego que pase lo que
pase siempre seamos amigos y que tratemos de hacer inolvidable el momento porque
es lo único que podemos ser y hacer. Tú, me pides que te abrace y yo lo hago
dejando poseerme por la ternura y no puedo evitar que al entrar en contacto con
tu cuerpo sienta el vehemente deseo de besarte. Busco tu boca con mi boca para
beber y darte de beber los últimos alientos que nos quedan. Tú, al comienzo te
resistes, pero luego esgrimiendo duras palabras de un lejano pasado me rechazas
con ofensiva violencia. Recibo el aguijón y trato de convencerte aduciendo que
esta será la última vez que nuestros cuerpos sirvan para algo. Sigues a la
defensiva, hasta llegas a indignarte…pero luego de unos eternos minutos vuelves
a estar entre mis brazos.
Mi cabeza trabaja a
velocidad extrema y encuentro un viejo aforismo, no más bien una cita de esas
del Reader’s Digest que acostumbraba a leer antes de interesarme por el teatro
y te lo expreso con convicción rayana en la súplica: “Amémonos, que esta es la
única manera de derrotar a la muerte.”
Pero ya no hay tiempo
para aforismos ni menos para la filosofía. Abrazados nos encuentra nuestra
amiga. La luz (¿luz?) de sus ojos nos ilumina y puedo por fin verte y me
entero que eres bella y tú, con tu
mirada me dices que yo también lo soy.
Ha llegado por fin
nuestra visitante y apenas alcanzamos a darnos el beso del adiós y a mirarnos
una última vez antes de la penumbra.
Nos llevamos ese par de
sensaciones por vías distintas. Ahora estamos muertos, cada uno por su lado
como debe ser.
No nos queda más, amada
Julieta, que salir a buscarnos en los
escenarios que proliferan en el mundo mortal…..enamorarnos, amarnos, esperarnos y morirnos cada noche en
la certidumbre de saber que nuestro amor es inmortal
Nuestra amiga seguirá
poniendo sus citas, cada noche y es seguro que llegara.
Gracias muerte por lo que
no das y nos quitas en el corto tiempo de una representación.
La vida jamás puede tanto.
Nov. 1979
No hay comentarios:
Publicar un comentario