martes, 20 de diciembre de 2016

Moralidad del ciego y el tullido (Darío Fo)




MORALIDAD DEL CIEGO Y DEL TULLIDO (Dario Fo)

Ciego ¡Ayudadme, buena gente!... haced caridad a este pobre desgraciado, ciego de los dos ojos, y por suerte no puedo mirarme, que me daría tanta pena que me extraviaría.
Tullido Oh gentes de buen corazón, apiadaos de mí, que estoy tan baldado que al mirarme siento tanto espanto que quisiera salir por piernas, si no estuviera tan lisiado que no me muevo sin carrito.
Ciego Ay que no puedo andar sin estampar la cabeza en todas las columnas y en las esquinas... que alguien me ayude.
Tullido Ay que no consigo salir de este camino, se me han roto las ruedas del carrito y acabaré muerto de hambre en este lugar como no me ayude alguien.
Ciego Tenía un perrazo tan bueno que me acompañaba... se escapó tras una perra en celo... por lo menos creo que era hembra esa perra, que no veo y no estoy seguro... también pudo
ser un perro cochino vicioso, o un gato melindroso que le enamoró, a mi perro.
Tullido Socorro, socorro... ¿nadie tiene cuatro ruedas nuevas que prestarme para mi carrito? ¡Señor Dios, concédeme la gracia de esas cuatro ruedas!
Ciego ¿Quién se lamenta pidiendo ruedas a Dios?
Tullido Yo soy, el renco tullido con las ruedas rotas.
Ciego Acércate a mí, al otro lado del camino, que veré de ayudarte... No, no veré nada... si no es por un milagro... Bah, veremos, ¡ven!
Tullido No puedo ir hasta ahí... Dios maldiga a todas las ruedas del mundo y las vuelva cuadradas para que no puedan andar por ahí rodando.
Ciego Oh, si pudiese llegar derecho hasta ti... ten por seguro que te cargaría a hombros todo entero, menos las ruedas y el carrito. Nos volveríamos una sola criatura, de dos que somos...y ambos ganaríamos satisfacción. Yo me movería con tus ojos y tú con mis piernas.
Tullido ¡Oh, qué idea! Menudo cerebro debes de tener, lleno de ruedas y ruedecitas. ¡Oh, Dios nuestro señor me ha concedido la gracia de prestarme las ruedas de tu cerebro para que pueda volver a ir pidiendo limosna!
Ciego Sigue hablando, que me oriento... ¿voy bien por aquí?
Tullido Sí, ven tranquilo que estás en el buen camino.
Ciego Para no tropezar será mejor que me ponga a gatas. Oye, ¿voy derecho?
Tullido Tuerce un poco a la izquierda... ¡no tanto! Eso es una virada... suelta el ancla y retrocede... bien... fuera remos, arriba velas... endereza, endereza... bien, avanza seguro ahora.
Ciego ¿Me tomas por un galeón? Dame la mano cuando esté cerca.
Tullido ¡Te doy las dos! Ven, ven, niño guapo de tu mamá, que ya casi estás... ¡No! hostia... no te vayas a la deriva... endereza a la derecha... Oh, mi barcaza de salvamento...
Ciego ¿Te tengo? ¿Eres tú, de verdad eres tú?
Tullido ¡Soy yo, cegato de mi alma... deja que te abrace!
Ciego ¡No quepo en mí de gozo, lisiado de mis amores! Ven que te lleve... súbete a mi espalda...
Tullido Sí que me subo... date la vuelta... y bájate... ¡Aúpa! ¡Ya estoy!
Ciego No me claves las rodillas en los riñones... que me partes.
Tullido Perdona... es la primera vez que monto a caballo, no tengo costumbre.
Eh tú, ten cuidado, no vayas a tirarme al suelo, por lo que más quieras.
Ciego Ten por seguro que te cuidaré, compañero, como si fueras un saco de remolachas. Pero tú guíame derecho... no vayas a mandarme a pisar boñigas de vaca.
Tullido Prestaré atención, tranquilo. Por cierto, ¿no tendrás un hierro para que te lo ponga de bocado, y un par de correas para sujetarte el cuello? Me resultaría más fácil llevarte.
Ciego Vaya, ¿me tomas por un borrico? ¡Ay de mí, cómo pesas! ¿Cómo es que pesas tanto?
Tullido Tú camina... no gastes fuelle... ¡arre! Trota, cegato mío, y pon atención, que cuando te tire de la oreja izquierda, tienes que girar a la izquierda... y cuando tire...
Ciego ¡Ya te he entendido! No soy un borrico. ¡Oh! ¡No hay quien pueda, pesas demasiado!
Tullido ¿Pesar yo?... Pero si soy una pluma... ¡una mariposa!
Ciego Una mariposa de plomo, que si te caes al suelo abres un hoyo como para encontrar agua de manantial... ¡sangre de Dios! ¿Te has comido un yunque de hierro para almorzar?
Tullido Estás loco, llevo dos días sin comer.
Ciego Pues también llevarás dos meses sin cagar.
Tullido Muy gracioso... Dios es testigo... sólo llevo seis días sin hacer de vientre.
Ciego ¿Seis días? Dos comidas mínimo al día suman doce cubiertos. San Jerónimo, protector de los cargadores, estoy llevando un almacén de víveres para todo un año de carestía. ¡Lo lamento, pero te voy a descargar aquí mismo y tú hazme el santo favor de ir a descargar el almacenaje ilegal!
Tullido Para, para, ¿no oyes qué alboroto?
Ciego Sí, parece gente que grita y maldice. ¿Contra quién gritan?
Tullido Vete un poco atrás para que pueda mirar... apóyate aquí... Bien, ya lo veo... la han tomado con él... pobre Cristo.
Ciego ¿Pobre Cristo, quién?
Tullido Pues él, Cristo en persona... Jesús, hijo de Dios!
Ciego ¿Hijo de Dios? ¿Cuál?
Tullido ¿Cómo que cuál? ¡Su único hijo, ignorante! Un hijo santísimo... dicen que hace cosas admirables, maravillosas: cura enfermedades, las peores y más tremendas que hay en el mundo, a quien las soporta con ánimo alegre. Así que mejor nos largamos de este pueblo.
Ciego ¿Largarnos? ¿Y por qué razón?
Tullido Porque no puedo aceptar esta condición con alegría. Dicen que si ese hijo de Dios pasara por aquí, me haría el milagro de inmediato... y a ti también, de la misma manera... Piénsalo, como de verdad nos ocurra a los dos la desgracia de que nos libere de nuestras desgracias... De pronto nos veríamos obligados a buscar un oficio para poder tirar.
Ciego Pues yo digo que vayamos a ver a ese santo, para que nos saque de esta desgracia maldita.
Tullido ¿Lo dices de veras? Tendrás tu milagro, bien, y te morirás de hambre... porque todos te gritarán: «¡Tú, a trabajar!».
Ciego Ay, me entran sudores fríos sólo de pensarlo...
Tullido «Ve a trabajar, vagabundo», te dirán, «brazos robados a las galeras...». Y perderemos el gran privilegio que tenemos igual que los señores, que los amos, de recibir la gabela: ellos con los trucos de la ley, nosotros con la compasión. ¡Y todos a engañar bobos!
Ciego Vamos, huyamos de ese encuentro con el santo, antes prefiero morir. Uy madre mía... vamos... vamos volando al galope... ¡agárrate a mis orejas para que puedas guiarme lo más lejos posible de esta ciudad! Nos iremos incluso de la Lombardía... Iremos a Francia o a un sitio donde jamás pueda llegar ese Jesús, hijo de Dios... ¡Iremos a Roma!
Tullido Quieto, quieto, loco atolondrado, que te vas a caer...
Ciego ¡Oh, te lo ruego, sálvame!
Tullido Cálmate... que nos salvaremos los dos en compañía...todavía no hay peligro, pues la procesión que acompaña al santo aún no se ha movido.
Ciego ¿Qué hacen?
Tullido Le han atado a una columna... y están detrás, azotándole. ¡Uy, cómo le pegan esos energúmenos!
Ciego Pobre hijo... ¿por qué le pegan? ¿Qué les ha hecho a ellos... a esos energúmenos?
Tullido Ha venido a decirles que sean amorosos, igual que hermanos. Pero cuídate de tenerle compasión, que el mayor peligro es que nos haga milagro.
Ciego No, no le tengo compasión... para mí no es nadie, ese Cristo... yo nunca le he conocido... Pero dime qué le hacen ahora.
Tullido Le escupen... cerdos asquerosos, le escupen a la cara...
Ciego ¿Y él qué hace... qué dice, ese pobre santo hijo de Dios?
Tullido No dice, no habla, no se rebela... ni siquiera los mira enfadado, a esos energúmenos...
Ciego ¿Y cómo los mira?
Tullido Los mira con melancolía.
Ciego Querido hijo... no me cuentes nada de lo que va ocurriendo, que se me cierra el estómago... y siento frío en el corazón, y tengo miedo de que sea algo parecido a la compasión.
Tullido Yo también siento que el aliento se me detiene en la garganta y escalofríos en los brazos... Vamos, vámonos de aquí.
Ciego Sí, vamos a encerrarnos en uno de esos lugares donde se puede evitar conocer estos hechos dolorosos. Conozco una taberna...
Tullido ¡Escucha!
Ciego ¿Qué?
Tullido Ese alboroto... aquí cerca.
Ciego ¿No será el santo que llega?
Tullido Oh, Dios nos haga gracia, no me asustes que estamos perdidos... allí junto a la columna no queda nadie...
Ciego ¿Ni siquiera Jesús, hijo de Dios? ¿Dónde se han metido?
Tullido Ahí están... llegan todos en procesión... ¡estamos perdidos!
Ciego ¿Viene también el santo?
Tullido Sí, está en el medio... ¡cargado con una cruz enorme, el pobre!
Ciego No te pierdas en compasión... mejor date prisa en guiarme a algún sitio donde podamos ocultarnos de sus ojos...
Tullido Sí, vamos... tuerce a la derecha... corre, corre, antes de que pueda mirarnos, ese santo milagrero...
Ciego Oh, me he torcido el tobillo... no puedo moverme.
Tullido Que te venga un cáncer... ¿justo ahora?... ¿no podías mirar dónde ponías los pies?
Ciego Pues claro que no podía mirar... ¡soy ciego y no puedo verme los pies! ¿Cómo que no puedo? Sí que puedo... ¡me los veo! Me veo los pies... ¡oh, qué pies tan bonitos tengo! Santos y guapos... con todos sus dedos... ¿cuántos dedos? Cinco en cada pie... y con las uñas gordotas  y pequeñitas colocadas en fila... Oh, os quiero besar a todas, una a una.
Tullido Estás loco... despacio, que me vuelcas. Ay... me has matado... desgraciado... si pudiera darte de patadas... ¡toma!
(Le da una patada.)
Ciego Qué maravilla... también veo el cielo... y los árboles... ¡y las mujeres! (Como si las viera pasar.) ¡Qué guapas son las mujeres!... ¡No todas!
Tullido ¿Pero de verdad he sido yo quien te ha dado la patada?  Déjame probar otra vez: sí... sí... ¡Qué día tan aciago... estoy acabado!
Ciego ¡Bendito sea ese santo que me ha curado! Veo lo que no he visto en mi vida... he sido un pobre imbécil por querer rehuirle, pues no hay en el mundo cosa más dulce y alegre que la luz.
Tullido Que el diablo se lo lleve y con él, a todos los agradecidos... ¿Tenía yo que ser tan miserable y desventurado como para que me mirara ese hombre lleno de amor? ¡Estoy desesperado! Me tocará morir con las tripas vacías... ¡me comería estas piernas sanadas así, crudas, de pura rabia!
Ciego El loco era yo, ahora lo veo claro, por querer escapar del buen camino para quedarme en el oscuro... ¡sin saber que poder ver era un premio tan grande! Oh, qué bonitos los colores coloreados... los ojos de las mujeres... los labios y todo lo demás... qué bonitas las hormigas y las moscas... y el sol... ¡no puedo esperar a que llegue la noche para ver las estrellas e ir a la taberna a descubrir el color del vino! \Deo gratias, hijo de Dios!
Tullido Ay de mí... tendré que servir a un amo y sudar sangre para poder comer... Oh desventura desventurada y puerca... Tendré que ir en busca de otro santo que me conceda la gracia de lisiarme otra vez los jarretes...
Ciego Hijo de Dios maravilloso... ¡no hay palabras ni en vulgar ni en latín que puedan decir que tu piedad es como un río crecido! ¡Aplastado bajo una cruz, aún te queda tanto amor como para pensar en las desgracias de desgraciados como nosotros!


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