FLOR DE AMOR
¡Ha
muerto!
Ya
todo pasó.
Tanta
alharaca y lo único que queda, sin la esperanza de persistir, es un recuerdo
difuso. Posiblemente un poco más de lo que esperaba, pero no tiene importancia.
No lo supo y nunca lo sabrá.
En
una gran ciudad, grande, ciertamente grande que apabullaba, hubo alguna vez un
hombre que decidió quedarse sentado para siempre contemplando una matera en la
que había sembrado una semilla.
Quería
verla cómo se convertía en flor.
Pasaron
meses, años y más años. La semilla no germinaba.
Murió
esperando su flor.
La
semilla sigue siendo semilla, pero del corazón del hombre muerto ha brotado una
hermosa flor, una especie extraña que los botánicos desconocen, pero los poetas
llaman flor de amor.
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