LAS MANOS DE LA MUCHACHA AQUELLA
Las
manos de la muchacha aquella
sonrieron
sobre mi cintura,
danzaron
gozosas sobre mi piel
y
se deshicieron en mi hoguera.
Sus
manos, muchacha aquella,
son
alas de mariposa núbil
que
van bordando sobre mi cuerpo
los
huellas de un domingo
henchido
de amor y deseo.
Sus
manos, muchacha aquella,
perfumes
de presente, agonías
de
dedos derritiéndose en mi carne.
Sus
manos, muchacha aquella
dan
forma al barro, que luego
con
un soplo de amor, beso,
me
aviva desde las entrañas.
Sus
manos, muchacha, alegría
que
posibilita la palabra
que
a veces se nos escapa
entre
un pajar de nubes
construido
con despertares.
Sus
manos, refugio de mil
y
una soledades, recipiente
de
lágrimas, suyas y mías,
cáliz
que no se aparta de mi boca.
Sus
manos, muchacha, tristeza,
galardón
que obtengo
cada
vez que mi boca
encuentra
en su boca un latido.
Sus
manos, son mi guía
conducen
mis besos
dentro
de sus besos
Sus
manos, muchacha aquella
son
mi Colada y mi Tizona
con
las que enfrento
los
embates del tiempo.
(De “Amor entre
abrojos)
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