AMOR DE TRES BESOS
“J´irar
cracher sus vos tumbes”
Boris
Vian
Introducción
Había
jurado, por más razones que por simple prudencia, que en asuntos de
amores, y sobre todo de amores ajenos a
mi realidad inmediata, no intervendría, no diría nada. Pero los juramentos de
los hombres son frágiles y por ello reversibles. Así lo han demostrado los
casos de muchos juradores y prometedores por quienes profeso verdadera
veneración, los cuales en un principio, cuando el prestigio los tenía
olvidados, juraban y se comprometían con causas justas fueran humanas o
divinas, pero que luego la fama súbita y merecida los hizo olvidarse de sus
loables pregones.
Pero
de eso no se trata….
Ahora
me toca desmontar la estructura de mi juramento. Debo advertir que el asunto
que pretendo narrar ha afectado en alto grado mi sensibilidad, ha conmocionado
y ha hecho estremecer cada fibra de mi cuerpo y cada segundo de mi alma de tal
suerte que la única manera de aliviar un poco la carga es compartiendo mis
impresiones con estas queridas hojas de papel.
Soy
un pésimo orador (las palabras salen a tono con el pensamiento, pero se
estrellan contra los dientes, naufragan en la saliva, se amontonan, dando como
resultado un discurso incoherente, lleno de muletillas y de sufrimiento) y aún
soy peor como artista plástico, así que el único recurso del cual dispongo es
el de poner por escrito mis quimeras.
¡Cómo
quisiera ser un gran literato, un eximio narrador, un profundo conocedor de las
sutilezas del lenguaje, para no desperdiciar la intrínseca belleza de esta
historia!
Hago
acopio de todos los conocimientos aprendidos durante el bachillerato básico
colombiano presumiendo un resultado al menos decoroso.
La
historia que voy a relatar es una historia de amor y como todas las historias
de amor –no todas son triviales- obedece a un ritmo interno, a unas etapas
precisas y por lo tanto verificables (A decir verdad nunca me ha interesado
teorizar sobre el amor ni sobre nada, ni he leído ensayos teóricos de ninguna
índole acerca del amor salvo una lejana y descuidada lectura de unos textos de
Stendhal y una divertida reflexión en grupo sobre el “Mapa de la ternura “ de
Mme. Scudery. Por otra parte las novias que he tenido me han dejado antes de
finalizar la primera etapa) al interior de un proceso amplio.
Dada
esta premisa, me he permitido omitir alguna etapas por considerarlas
irrelevantes: Etapa gestatoria pre-núbil,
etapa pubertiana, etapa
identificatoria o del interés común, para tratar de forma exclusiva las etapas
argumentales o de conflicto (los especialistas las llaman etapas de contacto.)
Por
último, notarán el uso excesivo de palabras soeces, pero comprenderán que
resultaría ridículo, ineficaz y acentuaría la pobreza estilística del texto el
uso de eufemismos tales como: hijo de progenitora de la vida alegre; el hoyito
de las delicias; la sima de las montañas gluteosas; las montañas coronadas por
arroyuelos lácteos, etc., etc…
I
Ella,
la criada, mujer menuda y bien formada
sonreía mientras esperaba bebé. El, chofer de buseta y borracho de todos
los instantes insistía para que le abriera la puerta. Primero con sus sonrisas,
luego con voces altas y por último con gritos y patadas a la puerta. La puerta
permanecía cerrada. Ella, detrás de la misma se limitaba a sonreir mientras
esperaba bebé.
Desesperado
empezó a darle manotazos a la dura superficie de la puerta hasta hacerse daño,
hasta herir oídos propios y ajenos, hasta atraer la atención de la autoridad,
que a una manzana de distancia requisaba a una muchacha que se vendía…..
Ella
le dijo –y fue lo único que dijo -:
-
No hagas ruido.
No ves que estoy esperando bebé.
Improperios,
gritos, maldiciones, blasfemias fueron la respuesta a palabras tan
sobrecargadas de ternura. Sucedió que la atención atraída de los uniformados
que requisaban a muchacha que se vende…se hizo presencia.
Quedó
paralizado. Se le hizo un nudo en la garganta que se fue apretando, se fue
apretando hasta que no resistiendo más….murió asfixiado.
Allí
quedó…..Le llora una pobre buseta abandonada en un taller donde los mecánicos
inescrupulosos le extraen a pocos sus partes….; lo extrañan miles de pasajeros
que a diario subían al automotor para vibrar con la pericia de sus cabriolas
ebrias; lo echarán de menos los conductores de automóvil pues ya no podrán
esquivar sus amorosas embestidas ni diletar el musical canto de sus injurias y
resentimientos; lo echarán de menos los policías del tránsito quienes ya no
recibirán sus generosas dádivas en monedas para llenar sus alcancías y lo más triste…¡cómo sentirán su ausencia las
céntricas avenidas, las callejuelas rotas de los barrios populares y los
lodazales por donde transitaba feliz y tan rápido como un pensamiento.
II
En
otros tiempos las cosas eran diferentes. La criada era criadita y él, loco enamorado manejaba un taxi. Bebía
poquito y filosofaba en demasía.. La política era su pasión. La política era
todo para él y él era todo para ella –la criada-. El no lo sabía. La política
tampoco. No había cabida para ella – la criada- en su corazón. No había cabida
para él en ningún puesto administrativo del estado a los que diariamente
aspiraba. Todo un desencuentro.
El
amor y la política son incompatibles. Se puede acabar con la política y gran
parte de la humanidad se sentiría aliviada…pero ¿si se acaba el amor?
En
este caso el amor volvió a triunfar…….., él, terminó por enfilar sus
planteamientos hacia la conquista de aquel corazón silvestre y esquivo que
saboreaba las mieles de la venganza.
Todas
las noches frente a su ventana – de ella- quedaba grabado el eco de sus “conceptos” matizados con una débil capa de
ternura.
Ella
no entendía, por lo tanto se hacía la desentendida.
Estaba
frenético. Un amigo le recomendó a Neruda.
Veinte
poemas se estrellaron contra los cristales de la ventana sin que ella diera el
menor indicio de estar conmovida. Cuando ya iba a terminar la “Canción
desesperada”, sabiéndose perdedor, con
la idea de acabar con su vida como única salida a los males del corazón, ella
encendió la luz.
Luz,
luz de esperanza que lo llenó de alegría. Se alejó de allí, feliz a preparar
nuevas estrategias.
Justo
al otro día – lo que hace el azar, feliz aliado de amores y desamores- se
encontraron los dos cara a cara en la plaza de mercado. Ella buscaba
habichuelas; él buscaba una dirección.
Bastó
una sola mirada para deshacer sus mutuas aprehensiones. El, la tomó por la
cintura levantándola hasta juntar sus bocas. La besó, la besó como besaría el
ogro a la pequeña Blanca Nieves, la besó hasta que la inconciencia del beso
hizo que sus brazos –que querían ser partícipes de aquel instante maravilloso-
la soltaran. Ella cayó desvalida y en trance. Su cabeza golpeó con fuerza el
pavimento salpicando con su sangre el pantalón blanco de un joven de gafas
oscuras y algo más de una decena de naranjas exhibidas en el piso.
Con
la premura, la desesperación que caracteriza ese único instante en que somos
testigos de la tragedia; él, echó a correr hasta encontrar el taxi, abrirlo,
sentarse frente al timón, encenderlo y desaparecer con rumbo desconocido.
III
Pasaron
unos meses –los suficientes para que las heridas cicatricen- y él, fue a
buscarla. No la encontró. Estaba ahora sí, de verdad enamorado de ella y algo
muy dentro le decía que ella también estaba enamorada de él. Como último y
único recurso, como última carta a jugar, le envió un papelito con unos versos
escritos con tinta sangre extraída de sus venas. Ella le devolvió un pequeño
botiquín y una cartilla de primeros auxilios.
“Es
algo”- se dijo mientras preparaba una nueva incursión contra la fortaleza que
le separaba del ser amado.
Cartas
perfumadas, chocolates finos, pequeños dijes de arcilla fueron abriendo lenta
pero seguramente las puerta que se había cerrado.
IV
Ella,
al verlo, cerró los ojos y pudo reconstruir cada momento de aquel día
infortunado. Pasó instintivamente su mano por su cabeza y pudo palpar y hasta
sentir los dedos llenos de sangre, incluso sintió el sudor de la sutura hecha
por una experta de la Cruz Roja
Abrió
los ojos, sin que mediara palabra, ella
le lanzó un escupitajo que fue a dar pleno en el ojo derecho de él.
Se
pasó la mano por el ojo ofendido, recogió
con la yema de los dedos la saliva agresora, la llevó a su boca la tragó con deleite, mientras guiñaba el ojo
izquierdo.
Ante
tan asombrosa manifestación de humildad
y arrepentimiento, ella lo perdonó y le dio una cita.
Llegó
la hora señalada. El, de corbata y masticando un chicle de sabor a menta y con
todo un frasco de loción sobre la piel, la esperaba recostado contra la puerta
del taxi. Ella, al verlo así tan hermoso, desabotonó un poco su blusa, apretó
las nalgas y corriendo fue a caer entre sus bellos brazos llenos de vello.
Luego, después de un prolongado beso, entraron al taxi y se perdieron a la
distancia con rumbo .....predecible.
V
Vendió
el taxi y compró una buseta. Con el dinero que le sobró compró una, muchas cajas
de aguardiente Cristal y se entregó por completo a la bebida. Se dio a la
bebida con ahínco, con tesón. La causa de este nuevo comportamiento se quedó
oculta entre las brumas de su entendimiento alcoholizado.
Ebrio,
después de días, se la encontró. No se sabe de qué argucias se valió para que
ella accediera a dar un paseo. Debajo de un puente la besó. En un beso largo la
venganza y luego la revancha. Desprendiendo la boca de su boca, mirándola a los
ojos y viéndola así tan rendida, tan entregada, la cogió por el cuello con sus
manazas de gladiador y la arrojó contra un montón de basura. Rebotó como si no
tuviera huesos. Así, tirada, se lo quedó mirando sin comprender lo que ocurría.
Su
mirada recibió como respuesta un puntapié en la boca que le destrozó los labios
y le partió varios dientes. Botando sangre por boca y nariz, pero sonriendo en
forma desafiante se quitó toda la ropa, abrió las piernas y con una mano
señalando su sexo le gritó: ¿Es por esto? ¿Es por qué no puedes hacerlo…? ¡Ven,
ven, tómame machote de vidriera.! Ven hazme sentir el hombre que debe estar
dentro de ti o es que .....¿no hay tal hombre?
El
se alejó como un niño al que le acaban de arrebatar su juguete. Ya lejos se le
ocurrió que lo único digno que le quedaba por hacer era quitarse la vida.
Decidió hacerlo metiendo la cabeza en un avispero.
Pero
antes de hacerlo quería ir a buscarla y hacerla partícipe y culpable de su
fatal decisión. Esperando la noche adecuada, pasaron los meses hasta que
agobiado por la pena y la cobardía se dirigió con pasos inciertos a buscar la
ventana….su ventana.
VI
Recogieron el cadáver. La calle quedó en silencio. La
calle quedó vacía. Ella permaneció asomada a la ventana….sonriendo mientras
esperaba bebé.
Dic, 13 del
88
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