El
Cid, orate y nocturnal
(a Germán Valero
Parra)
De nuevo helo aquí, Rodrigo Díaz, con la punta de su bolígrafo
cual filo de una legendaria Tizona, rasguñando la epidermis de una virginidad
provocadora y esquiva, con la firme intención de sacar a flote ese corazón que
ha naufragado en los mares de la abulia y ya no palpita con la misma intensidad
de los años mejores.
¿Hubo años mejores,
Rodrigo Díaz?
Una y otra vez su espada
impregnada de tinta olorosa, se hunde, escarba entre los repliegues del alma
adormecida de la página y pequeñas gotas de un rojo vivaz señalan, sin temor a
trágicas equivocaciones, que aún la vida permanece, preciosa, bajo la áspera
piel de algo más de cuatro almanaques…
(A la buena fortuna se
atribuye que los sentimientos humanos no se hayan computarizado. Se han prostituido,
pero eso es tema de otras líneas..)
(Aún no estamos obligados
a pulsar u oprimir un botoncito luminoso, acto que recibe como respuesta un
bip-bib antinatural para poder asistir a una orgía de sentimientos revolcándose
sobre el espacio vacío que nos circunda)
He
aquí el prodigio Señor Díaz…….Rodrigo Díaz de vivir…… sin sobresaltos
Pero……unos
ojos adormilados pero aterradores, asoman por una esquina de su cuaderno de
notas y amenazan con echarle una larga cantaleta…pero se contentan con decirle
apenas un par de palabras. No se. No sabemos
RODRIGO:
“Tengo miedo de los ojos. Tengo miedo de
esos ojos. Tengo miedo de todos los ojos que depositan su mirada en el fondo de
los míos y atraviesan mis silencios a pesar de los anteojos”
“Tengo muchos miedos”
“Le tengo miedo a los doctores”
“Tengo miedo de los ejecutivos”
“Tengo miedo de todas las cosas, pero
más que nada…de los doctores y los ejecutivos y el temor nace del hecho de que
suelen mirar a los demás como si fueran menos que su maletín. (Vale
la pena señalar que en realidad muchos de ellos valen mucho menos que su
maletín Sansonite y muchísimo menos si su maletín es Gucci) y
se lo creen y fungen como tal, y desprecian en consecuencia. He ahí el peligro
“Tengo miedo de doctores, ejecutivos, esposas
y esposos, ricos, pobres y amantes comunes y corrientes porque en función de su
doctorado o de su ejecutividad no pierden la ocasión de encerrarme (nótese que ya no dice
encerrarnos), tratan de encerrarme en sus
maletines de academia o en sus zalameras alforjas de “éxito asegurado” y
“optimismo desbordante”
Intentan neutralizar mi mente
esgrimiendo sus billetes de dominio y falsedad.
Les temo porque entierran sus erinas
de odio en mis carnes enfermas, les temo y odio por su pueril pedantería, por
su falso y mercantil sentido de lo erótico….por sus miradas veléticas (Van
de castaño a oscuro) Tengo miedo de ellos
y de todo.
Permanece la modorra de tantos
“porrazos” en el cerebro y el cansancio de incontadas noches de vigilia
deleitosa. Una vez más se atropellan en mi mente los sonsonetes familiares a
tantos años y de repente, toda la vida se resume en un instante…Un instante que
se desvanece..,,.
Intenta
hacerlas callar porque le afana el pensar que en el vecindario se enteren de lo
vulnerable que es para las befas, pero no lo consigue. De un manotón aplasta a
una cuantas contra la mesa y las otras, las que sobreviven a si furia, al verle
iracundo, recogen los pequeños cadáveres y se los llevan a alguna parte. No se.
No sabemos
Minutos más tarde…un poco más tranquilo después de encender un último cigarro de esos baratos y de beber el último sorbo de aguardiente………sin remedio vuelve a sus pensamientos. Rodrigo Díaz con su espada frente a la hoja en blanco
Es
ya muy tarde
Noche
en barrio popular.
“Oye
traicionera aunque yo me muera, donde yo me encuentre rogaré por tu alma…..” La
música chucu chucu que proviene de un jolgorio en casa vecina (a la que no fue
invitado por temor a sus malas maneras) no le permite concentrarse en sus
asuntos.
Busca en su libreta de teléfonos el número de su amiga del alma para conversarle un poco e intentar a que le invite a compartir sueños, cama y macarrones, pero ni lo uno ni lo otro, ni lo demás. Lo único que consigue es que le recuerde que es una perversión de la naturaleza, un ser ruin asqueroso, inhumano.
Vaya
que va muy lejos el poder de la infamia.
Es
el precio de esas pequeñas fechorías…que parecieron innocuas.
Resignado
desiste de la lista de teléfonos y busca entre sus cachivaches algún residuo de
veneno que le ayude a finalizar esta noche en la que la soledad absoluta se ha
expresado en toda su dimensión desoladora. No encuentra nada.
El
vacío se hace dueño de todos sus entornos.
Nunca
como ahora se siento impelido para la acción.
Quiere
con vehemencia que esto termine, quiere acabar luchando…Sus armas son muy
precarias, pero le asiste el coraje para enfrentar a su enemigo poderoso. Ja,
ja
Va
a enfrentarlo…pero en la calle algo
pasa…..
RODRIGO: “Para mi sorpresa permanecí estático. Unos momentos. Varios momentos y no pasó nada. Todos mis sentidos alerta en dos frentes… Nadie me atacó y no tuve que responder. No obstante algo, como una espina, se entierra en mi cuerpo y en mi cerebro sin permitirme saborear el olor de la calma.
Escucho ruidos, oigo gritos, hay
jaleo
Me resulta fácil suponer que en la
fiesta del vecindario, otro como yo, al que si invitaron, se ha puesto de ruana
la jarana. Algunos cristales, copas o vidrios chocan contra el piso y las
maldiciones van de un lado a lado atravesando como un cuchillo en mantequilla
el aire y la oscuridad de la calle, estrellándose contra las paredes que a esa
hora son las murallas que protegen el juicioso sueño de los
justos……congestionando los oídos de los pocos que velan.
Asomo a la ventana y veo a una mujer
joven con el rostro ensangrentado y con la falda hecha pedazos acunar en su
regazo la cabeza de un hombre joven, descamisado, de cuyo pecho mana un chorro
profuso de sangre.
Ella, pobrecita, llora y sus lágrimas
fluyen acompasadas por la sangre; ruedan por los cuerpos de esta Pietá en vivo
que adorna una calle mugrienta y sobre la fría superficie asfaltada se expande
como una hermosa lluvia de inciertos presagios.
Es una mujer bella ¿Era bella?
El rojo escandaloso de la sangre no
puede ocultar su belleza. Bella. Bella aún más en la tragedia del momento. Es
muy joven. Debe tener apenas quince años…ni uno más… El hombre que muere ha
de ser su hermano o su enamorado, es
evidente que lo ama.
Ella pide auxilio, en la casa alguien
ríe y lanza una maldición para que la escuche todo el barrio, uno más pone
en la radiola el disco de moda y uno
más, aburrido, saca a bailar a una niña pecosa que da muestras de estar muy
asustada
La dolorosa, palidece, se debilitan
sus sollozos; los pocos curiosos entran a sus casas y empiezan a mirar ocultos
tras las cortinas el desenlace de esta historia. La confortable cobardía.
La niña grita y se desmaya, el hombre
seguramente ha muerto…Nadie sabe…..El encargado de la música le sube el
volumen.
La confortable cobardía se parapeta
en un muro de silencio.
Su confortable cobardía lo traiciona Rodrigo Díaz y sale de su casa con precipitud y corre hacia la pareja con toda la intención de socorrer como ordena su antigua formación cristiana recibida en los claustros de unos curitas buenas personas
En
eso llega la policía (¿“deux ex machina”? )
El
hombre ha muerto, la mujer perdió el conocimiento….y Rodrigo Díaz queda
detenido bajo sospecha.
A
ellos los llevan en una ambulancia…a él en una patrulla.
RODRIGO: “Estoy perdido….Llegamos a una comisaría. Me dejan solo.
Ellos hablan entre sí y de vez en
cuando me miran.
El odio y el resentimiento mutuo van creciendo
aunque tengo muy claro que a mí me va peor.
Pasaron varios minutos antes de que
dos de ellos me estrujaran, me golpearan y me encerraran en una pequeña celda a
la que se le entra el agua y no se le sale el olor a mierda.
Hasta ahora yo no he dicho nada porque
no me han dejado decir nada. Ni siquiera me han preguntado mi nombre
Grito…..Les suplico que me dejen
contar lo que sucedió
Tan solo uno de ellos, benigno, se acerca
y me dice: “Cállese hijueputa….mejor cállese. Está incomunicado hasta que se
aclare todo el asunto.
Yo protesto, como suele hacerse
cuando las injusticias aparecen y se posesionan de los entendimientos bastos,
pero un manotón en mi boca hace que se me aflojen los pocos dientes que aún no
han picado las caries….
Nadie me invitó a ese baile y heme
aquí….más solitario que nunca y con un único pensamiento: salir pronto de ese
hueco.
Pasan varios minutos y esos ojos que
no han dejado de mirarme con insistencia, reaparecen entre los barrotes
centrales de mi celda.
En ellos no se ve un asomo de piedad.
Grito, grito, grito con todas las
fuerzas de mis tres décadas de frustraciones…pero es inútil. Nadie se apiada de
mí
Cansado y hecho un nudo mi garganta,
me refugio en el rincón más limpio de aquella pocilga.
Hace frío y el olor a mierda es
insoportable.
De repente una romería de hormigas
pasa frente a mi rostro, me miran y se ríen. No puedo soportarlo
Avanzo hacia los barrotes y estrello
mi cabeza contra ellos tratando de acabar esta agonía
Entonces, de algún lugar, acuden en
mi auxilio mis amigos, los espectros de la noche.
Me tienden sus manos silenciosas y me
transportan por los aires, lejos…muy lejos….muy lejos de aquel lugar, lejos de
aquel barrio de miseria, luego de aquellos sueños lujuriosos…lejos de la
tierra, y me depositan amorosas, allá arriba, sobre una nube…donde el
resplandor de una luna nueva ilumina mis
ojos hasta quedar dormido.
En la mañana que sigue…despierto. No
puedo moverme. Tengo las manos aprisionadas contra la espalda. Sin hacer mucho
esfuerzo me entero de que estoy vestido con mi camisa de fuerza. Grito con toda
la fuerza que me da mi segunda juventud. Llegan hombres vestidos de blanco. Uno
de ellos me aplica una inyección mientras el otro me hace tragar una porquería
que traía en su mano.
Fueron muchas las veces que desperté
y grité como tantas las que me inyectaron y dormí
Una vez, una mañana se acercó a mi
cama un hombre muy similar al portero de algún cielo. Me puso una mano sobre la
frente. Aproveché para preguntar: ¿Por qué estoy aquí?
-
Está
usted muy enfermo, respondió- pero tranquilo. Le aseguro que muy pronto va a
salir de aquí
Estoy enfermo
Estoy enfermo, postrado,
humillado…Ahora…¿qué más quieren?
Algunos conocidos vienen a visitarme.
Me traen frutas y regalos, pero he notado que ninguno me mira a los ojos. Ninguno tiene ojos (Por el
orificio de sus cuencas vacías asoman las puntas de sus dedos índice,
señalando, justo, el centro de mi pecho.)
por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
-polvo, sudor y hierro-, el Cid cabalga
(Manuel Machado)
Abril de 2014
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