viernes, 14 de marzo de 2025

"El Cid, orate y nocturnal" por Fernando Arias Alvarez

 


El Cid, orate y nocturnal

(a Germán Valero Parra)

De nuevo helo aquí,  Rodrigo Díaz, con la punta de su bolígrafo cual filo de una legendaria Tizona, rasguñando la epidermis de una virginidad provocadora y esquiva, con la firme intención de sacar a flote ese corazón que ha naufragado en los mares de la abulia y ya no palpita con la misma intensidad de los años mejores.

¿Hubo años mejores, Rodrigo Díaz?

Una y otra vez su espada impregnada de tinta olorosa, se hunde,  escarba entre los repliegues del alma adormecida de la página y pequeñas gotas de un rojo vivaz señalan, sin temor a trágicas equivocaciones, que aún la vida permanece, preciosa, bajo la áspera piel de algo más de cuatro almanaques…

(A la buena fortuna se atribuye que los sentimientos humanos no se hayan computarizado. Se han prostituido, pero eso es tema de otras líneas..)

(Aún no estamos obligados a pulsar u oprimir un botoncito luminoso, acto que recibe como respuesta un bip-bib antinatural para poder asistir a una orgía de sentimientos revolcándose sobre el espacio vacío que nos circunda)

He aquí el prodigio Señor Díaz…….Rodrigo Díaz de vivir…… sin sobresaltos

 

Pero……unos ojos adormilados pero aterradores, asoman por una esquina de su cuaderno de notas y amenazan con echarle una larga cantaleta…pero se contentan con decirle apenas un par de palabras. No se. No sabemos

 

RODRIGO: “Tengo miedo de los ojos. Tengo miedo de esos ojos. Tengo miedo de todos los ojos que depositan su mirada en el fondo de los míos y atraviesan mis silencios a pesar de los anteojos”

“Tengo muchos miedos”

“Le tengo miedo a los doctores”

“Tengo miedo de los ejecutivos”

“Tengo miedo de todas las cosas, pero más que nada…de los doctores y los ejecutivos y el temor nace del hecho de que suelen mirar a los demás como si fueran menos que su maletín. (Vale la pena señalar que en realidad muchos de ellos valen mucho menos que su maletín Sansonite y muchísimo menos si su maletín es  Gucci) y se lo creen y fungen como tal, y desprecian en consecuencia. He ahí el peligro

Tengo miedo de doctores, ejecutivos, esposas y esposos, ricos, pobres y amantes comunes y corrientes porque en función de su doctorado o de su ejecutividad no pierden la ocasión de  encerrarme (nótese que ya no dice encerrarnos), tratan de encerrarme en sus maletines de academia o en sus zalameras alforjas de “éxito asegurado” y “optimismo desbordante”

Intentan neutralizar mi mente esgrimiendo sus billetes de dominio y falsedad.

Les temo porque entierran sus erinas de odio en mis carnes enfermas, les temo y odio por su pueril pedantería, por su falso y mercantil sentido de lo erótico….por sus miradas veléticas (Van de castaño a oscuro) Tengo miedo de ellos y de todo.

 Tengo miedo de mí mismo

 Viene justo a mi memoria, a manera de distracción, el recuerdo de épocas felices cuando la comisura de mis labios se solazaba en el murmullo de un poema desconocido y después se posaban amorosas en la frente y en la boca de una criatura amada; cuando mis manos diestras en armar cigarros y “matar chicharras” al estilo Van der Hammen, se alegraban al contacto con las páginas maltrechas de una novela de aventuras o se asedaban sobre las turgencias de una odalisca ocasional que me brindó alguna de sus noches; esos tiempos, cuando mis piernas se agitaban al compás del ritmo enloquecedor de un rock and roll o una salsa y luego se dirigían al umbral de una casa inconocida donde un beso podía significar “hasta mañana” “adiós” o “hasta aquí llegaste”

 Otra vez esos ojos, ojos míos y de repente, y ahora…..

Permanece la modorra de tantos “porrazos” en el cerebro y el cansancio de incontadas noches de vigilia deleitosa. Una vez más se atropellan en mi mente los sonsonetes familiares a tantos años y de repente, toda la vida se resume en un instante…Un instante que se desvanece..,,.

 Una multitud de hormigas, pequeñas hormigas, se trepa a su mesa y desfila ante sus ojos y los ojos esos y se ríen de verle así, despierto y muerto; vivo y muriendo En la palma de su mano recoge un puñado de ellas y las mira. Ellas se quedan quietas por un minuto y durante los dos minutos siguientes lanzan desvergonzadas carcajadas que despiertan a los que duermen y sobresaltan a los que velan.

Intenta hacerlas callar porque le afana el pensar que en el vecindario se enteren de lo vulnerable que es para las befas, pero no lo consigue. De un manotón aplasta a una cuantas contra la mesa y las otras, las que sobreviven a si furia, al verle iracundo, recogen los pequeños cadáveres y se los llevan a alguna parte. No se. No sabemos

Minutos más tarde…un poco más tranquilo después de encender un último cigarro de esos baratos y de beber el último sorbo de aguardiente………sin remedio vuelve a sus pensamientos. Rodrigo Díaz con su espada frente a la hoja en blanco

Es ya muy tarde

Noche en barrio popular.

“Oye traicionera aunque yo me muera, donde yo me encuentre rogaré por tu alma…..” La música chucu chucu que proviene de un jolgorio en casa vecina (a la que no fue invitado por temor a sus malas maneras) no le permite concentrarse en sus asuntos.

 Estás solo Rodrigo Díaz

Busca en su libreta de teléfonos el número de su amiga del alma para conversarle un poco e intentar a que le invite a compartir sueños, cama y macarrones, pero ni lo uno ni lo otro, ni lo demás. Lo único que consigue es que le recuerde que es una perversión de la naturaleza, un ser ruin asqueroso, inhumano.

 RODRIGO: “La verdad es que yo acepto todos los calificativos excepto el de inhumano. Debo confesar que el ser llamado inhumano me ofendió de manera singular”.

 ¿Inhumano?

Vaya que va muy lejos el poder de la infamia.

 Como aprendió en sus épocas de estudiante de boca de los alumnos de los cursos superiores, que “mujeres hay muchas” decide llamar a una segunda en el orden de sus afectos. No esta. Bueno, si está, pero no para él,  no con él.

Es el precio de esas pequeñas fechorías…que parecieron innocuas.

Resignado desiste de la lista de teléfonos y busca entre sus cachivaches algún residuo de veneno que le ayude a finalizar esta noche en la que la soledad absoluta se ha expresado en toda su dimensión desoladora. No encuentra nada.

El vacío se hace dueño de todos sus entornos.

Nunca como ahora se siento impelido para la acción.

Quiere con vehemencia que esto termine, quiere acabar luchando…Sus armas son muy precarias, pero le asiste el coraje para enfrentar a su enemigo poderoso. Ja, ja

Va  a enfrentarlo…pero en la calle algo pasa…..

RODRIGO: “Para mi sorpresa permanecí estático. Unos momentos. Varios momentos y no pasó nada. Todos mis sentidos alerta en dos frentes… Nadie me atacó y no tuve que responder. No obstante algo, como una espina, se entierra en mi cuerpo y en mi cerebro sin permitirme saborear el olor de la calma.

Escucho ruidos, oigo gritos, hay jaleo

Me resulta fácil suponer que en la fiesta del vecindario, otro como yo, al que si invitaron, se ha puesto de ruana la jarana. Algunos cristales, copas o vidrios chocan contra el piso y las maldiciones van de un lado a lado atravesando como un cuchillo en mantequilla el aire y la oscuridad de la calle, estrellándose contra las paredes que a esa hora son las murallas que protegen el juicioso sueño de los justos……congestionando los oídos de los pocos que velan.

Asomo a la ventana y veo a una mujer joven con el rostro ensangrentado y con la falda hecha pedazos acunar en su regazo la cabeza de un hombre joven, descamisado, de cuyo pecho mana un chorro profuso de sangre.

Ella, pobrecita, llora y sus lágrimas fluyen acompasadas por la sangre; ruedan por los cuerpos de esta Pietá en vivo que adorna una calle mugrienta y sobre la fría superficie asfaltada se expande como una hermosa lluvia de inciertos presagios.

Es una mujer bella ¿Era bella?

El rojo escandaloso de la sangre no puede ocultar su belleza. Bella. Bella aún más en la tragedia del momento. Es muy joven. Debe tener apenas quince años…ni uno más… El hombre que muere ha de  ser su hermano o su enamorado, es evidente que lo ama.

Ella pide auxilio, en la casa alguien ríe y lanza una maldición para que la escuche todo el barrio, uno más pone en  la radiola el disco de moda y uno más, aburrido, saca a bailar a una niña pecosa que da muestras de estar muy asustada

La dolorosa, palidece, se debilitan sus sollozos; los pocos curiosos entran a sus casas y empiezan a mirar ocultos tras las cortinas el desenlace de esta historia. La confortable cobardía.

La niña grita y se desmaya, el hombre seguramente ha muerto…Nadie sabe…..El encargado de la música le sube el volumen.

La confortable cobardía se parapeta en un muro de silencio.

Su confortable cobardía lo traiciona Rodrigo Díaz y sale de  su casa con precipitud y corre hacia la pareja con toda la intención de socorrer como ordena su antigua formación cristiana recibida en los claustros de unos curitas buenas personas

En eso llega la policía (¿“deux ex machina”? )

El hombre ha muerto, la mujer perdió el conocimiento….y Rodrigo Díaz queda detenido bajo sospecha.

A ellos los llevan en una ambulancia…a él  en una patrulla.

RODRIGO: “Estoy perdido….Llegamos a una comisaría. Me dejan solo.

Ellos hablan entre sí y de vez en cuando me miran.

El odio y el resentimiento mutuo van creciendo aunque tengo muy claro que a mí me va peor.

Pasaron varios minutos antes de que dos de ellos me estrujaran, me golpearan y me encerraran en una pequeña celda a la que se le entra el agua y no se le sale el olor a mierda.

Hasta ahora yo no he dicho nada porque no me han dejado decir nada. Ni siquiera me han preguntado mi nombre

Grito…..Les suplico que me dejen contar lo que sucedió

Tan solo uno de ellos, benigno, se acerca y me dice: “Cállese hijueputa….mejor cállese. Está incomunicado hasta que se aclare todo el asunto.

Yo protesto, como suele hacerse cuando las injusticias aparecen y se posesionan de los entendimientos bastos, pero un manotón en mi boca hace que se me aflojen los pocos dientes que aún no han picado las caries….

Nadie me invitó a ese baile y heme aquí….más solitario que nunca y con un único pensamiento: salir pronto de ese hueco.

Pasan varios minutos y esos ojos que no han dejado de mirarme con insistencia, reaparecen entre los barrotes centrales de mi celda.

En ellos no se ve un asomo de piedad.

Grito, grito, grito con todas las fuerzas de mis tres décadas de frustraciones…pero es inútil. Nadie se apiada de mí

Cansado y hecho un nudo mi garganta, me refugio en el rincón más limpio de aquella pocilga.

Hace frío y el olor a mierda es insoportable.

De repente una romería de hormigas pasa frente a mi rostro, me miran y se ríen. No puedo soportarlo

Avanzo hacia los barrotes y estrello mi cabeza contra ellos tratando de acabar esta agonía

Entonces, de algún lugar, acuden en mi auxilio mis amigos, los espectros de la noche.

Me tienden sus manos silenciosas y me transportan por los aires, lejos…muy lejos….muy lejos de aquel lugar, lejos de aquel barrio de miseria, luego de aquellos sueños lujuriosos…lejos de la tierra, y me depositan amorosas, allá arriba, sobre una nube…donde el resplandor de una  luna nueva ilumina mis ojos hasta quedar dormido.

En la mañana que sigue…despierto. No puedo moverme. Tengo las manos aprisionadas contra la espalda. Sin hacer mucho esfuerzo me entero de que estoy vestido con mi camisa de fuerza. Grito con toda la fuerza que me da mi segunda juventud. Llegan hombres vestidos de blanco. Uno de ellos me aplica una inyección mientras el otro me hace tragar una porquería que traía en su mano.

Fueron muchas las veces que desperté y grité como tantas las que me inyectaron y dormí

Una vez, una mañana se acercó a mi cama un hombre muy similar al portero de algún cielo. Me puso una mano sobre la frente. Aproveché para preguntar: ¿Por qué estoy aquí?

-          Está usted muy enfermo, respondió- pero tranquilo. Le aseguro que muy pronto va a salir de aquí

 Si, es verdad. Estoy enfermo. Estoy enfermo de soledad y de asco. Lamento que el tratamiento para esta enfermedad sea tan poco ortodoxo. Atarlo a uno de pies y manos y recibir pinchazos en los brazos cada vez que hablo…forzarme a tomar pastillas…si

Estoy enfermo

Estoy enfermo, postrado, humillado…Ahora…¿qué más quieren?

Algunos conocidos vienen a visitarme. Me traen frutas y regalos, pero he notado que ninguno me mira  a los ojos. Ninguno tiene ojos (Por el orificio de sus cuencas vacías asoman las puntas de sus dedos índice, señalando, justo, el centro de mi pecho.)

 El ciego sol, la sed y la fatiga,

por la terrible estepa castellana,

al destierro, con doce de los suyos

-polvo, sudor y hierro-, el Cid cabalga

(Manuel Machado)

 

    Abril de 2014

 

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