jueves, 13 de marzo de 2025

"Guardiola" en Cuentos anómalos del litoral de Fernando Arias Alvarez

 



GUARDIOLA

Cada vez que Emilio Guardiola salía de conquista el barrio entero…se enteraba.

Y es que Guardiola, - ah, Guardiola-…tan pronto como se hacía a los favores de una fulana, sin pensarlo mucho la montaba  en su hermoso carro viejo y se encaminaba al barrio popular dónde había vivido toda la vida y siempre “le celebraban” sus innumerables hazañas amorosas.

Apenas llegaban, Emilio abría las cinco puertas de su auto, ponía todo el volumen a la radio, mandaba comprar varias cajas de cerveza y muchas botellas de aguardiente, bebía como el ser más feliz de la tierra; se hacía dar interminables besos públicos de la infeliz de turno y la presentaba a todos sus vecinos y amigos que ora por casualidad, ora por gorrearse un aguardiente se acercaban a su jarana.

Guardiola era un hombre casado, pero eso parecía no importarle. Elisa, su mujer, toleraba con sumisión todas las infidelidades y despropósitos de su marido, hecho que acrecentaba en este su ego varonil.

Como muchas mujeres latinas golpeadas por la fealdad y la soledad, Elisa se comportaba como una tonta pretendiendo con ello no ahuyentar de su lado a “un hombre tan bello y tan especial como Emilio”

Y Emilio capitalizaba a su favor esa “patente de corso” para revestir su ruin existencia de un halo tan particular que sin lugar a dudas lo hacía creer, que todos los que le conocían, le envidiaban.

Y los había.

Claro que también despertaba la aversión y el resentimiento de no pocos afectados por su descarada licencia para jugar con los sentimientos ajenos.

Emilio no era un jovenzuelo. No. Próximo a cumplir los sesenta años, padre de dos hijos que lo hicieron abuelo muy joven, Emilio…..todos los jueves, viernes y sábados de todas las semanas del año…acicalado con presuntuoso esmero…salía en busca de una aventura.

Siempre lo lograba.

No era selectivo, no escogía. La primera mujer que aparecía en su camino y le devolvía una sonrisa,  casi estaba condenada  a subirse a su Studebaker rojo modelo 52 (El casi es por un par de ocasiones en las que no pudo sacar el carro)

Emilio bebía con ahínco y de tanto hacerlo, era inimaginable no encontrarlo un viernes, un jueves o un sábado luciendo una delirante borrachera y eso sí, acompañado de su más reciente conquista.

Todas sus conquistas eran nuevas.

Pero Emilio tenía muchos problemas. Más que el consumo desaforado de alcohol, más que la frustración que producía en sus mujeres, más que los efectos de su conducta disipada, el principal problema de Emilio, lo que lo hacía un ser agresivo y peligroso era su odio visceral y asesino, su intolerancia hacia todas las formas de amaneramiento.

Emilio padecía una homofobia incontrolable.

No sobra contar que echó a perder la relación con sus dos hijos por no aceptar que Gonzalo, su hijo mayor, usara un aretico en su oreja izquierda:

-          “Un Guardiola no puede comportarse como marica. Reniego de ti y de tu prole”

No hubo más que decir. Gonzalo se apartó de la familia a pesar de Elisa, quien como siempre, no contradecía las órdenes de su marido. Lo mismo hizo Doris, quién cansada de la sumisión de su madre y el machismo de su papá, se fugó de la casa con un mediocre músico de rock que se ponía aretes hasta en las posaderas.

Emilio era radical en sus posiciones, tanto que se negaba a darle la mano a un amigo o conocido que se hubiera hecho cortar el pelo en un salón de peluquería atendido por jóvenes de movimientos cadenciosos.

Emilio era radical. Emilio era peligroso.

Una noche, luego del trabajo (Emilio trabajaba en una oficina del estado y era muy conocido en el ambiente político local por sus frecuentes reversazos ideológicos) salió a merodear por un centro comercial buscando compañía.

¡Infalible!

Una joven actriz de la televisión que vio en Emilio la viva estampa de un productor cinematográfico, un magnate diletante, un director importante, un galán maduro….Eso vio ella y él no la defraudó.. Le siguió el juego y como siempre ocurre, la mentira vertida en dosis de dulzura es el mejor narcótico para los sentidos.

La muchachita, mitad ingenua, mitad Lolita…cayó rendida.

Como a todas la montó en su carro…!oh, qué romántico que eres!....Como a todas le puso la mano en la rodilla…¨¡Oh, quieto…¿qué haces?....Como a todas le acarició los muslos….¡Oh, picarón!

La muchachita, un poco más atrevida que las demás, sugirió comer antes de y Emilio, solícito, galán entre los galanes, la llevó a un elegante restaurante ejecutivo.

Allí se comportó magnifico. Con un refinamiento que sorprendería a los que lo conocían del barrio bajo. Le agregó a sus ademanes el encanto de esos monstruos de celuloide que aprendió en sus tardes juveniles en el cine doble: Bogard, Gable, Fairbanks….Todos ellos se resumían en el Emilio de esa noche.

En su almibarada y afectada red de ademanes cayeron todos los concurrentes quienes no lo perdían de vista.

¡Tanta sofisticación!

Un aire de sueño sexual se desprendía de la pareja….y qué decir del personal de servicios del restaurante….y  de un joven camarero de rasgos hermosos.

El muchacho se esmeró en atender a la pareja sirviendo con especial atención a Emilio. Este advirtió algo pero se contuvo…pero cuando el joven se atrevió a rozarle el hombro y a guiñarle el ojo……

Emilio se enfieró y con  descomunal violencia arremetió contra el muchacho. De nada sirvió que algunos comensales intentaran liberarlo de las manos de Emilio.

Estaba poseído por un odio superior y no soltaba a su presa.

Al final el camarero no respiró más. Su cabeza era una rojiza masa gelatinosa que parecía salir del piso.

Silencio.

-          ¡Está muerto!, dijo la actriz de televisión

y ese fue el mejor parlamento que había dicho en toda su carrera. Lo repitió para sí varias veces y corriendo abandonó el restaurante.

Emilio abrió los ojos y se dio cuenta de la brutalidad de su acto. Sin decir una sola palabra, sin mirar a nadie, echó a correr, correr, correr…sin rumbo..

Jamás se supo más de él. Nada. Ni del Studebaker rojo modelo 52

 

Elisa, su esposa, murió días después de pena moral e intentando limpiar inútilmente el nombre de su marido.

Doris se hizo dirigente de un grupo de diversidad sexual.

Gonzalo se terminó de perder en el campo de la política.

 

 Santa Marta, marzo de 2008

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