lunes, 17 de marzo de 2025

"Variaciones al vacío" de Fernando Arias Alvarez

 

 


VARIACIONES AL VACIO

 

I

 

“Estás enamorada, muy enamorada de un amigo mío....”  se escuchaba en el receptor de radio del Ford Granada Special Model. En su interior, un hermoso caballero de avanzada edad, leía sin con distracción la noticia más importante aparecida en el periódico ese día: “García Márquez jura no volver a Colombia”

 

De vez en cuando miraba por la ventanilla de su lujoso automóvil; miraba con languidez; miraba con aburrimiento el amplio panorama que se le presentaba.

El parque estaba repleto de automóviles y una larga fila de hombres, mujeres y niños esperaban su turno para girar en las atracciones mecánicas.

 

En lontananza, el lago; en sus orillas el cotorreo incesante de los familiares que no se soportan pero que tienen la obligación de ir al parque un par de veces al mes y sentarse al lado del lago a comer la merienda.

Roberto Carlos termina su canción en receptor del Ford Granada Special Model y Pastor Londoño amenaza con desintegrar el pequeño Sanyo portátil de un jovencito, cantando un gol prodigioso del Independiente Santa Fe.

 

Una pareja de enamorados serpentea abrazada sobre la grama mientras unos ojos furtivos penetran su intimidad sin dejarse distraer por la lacónica celebración de unos jóvenes de camiseta roja.

Domingo de tierra fría....domingo de sol frío, de butifarra, obleas, salpicón y control de peso por la suma de quince pesos....domingo de parque popular; de goles;  de arepa con queso, de juegos mecánicos chirreantes; de complacencias de voyeur.

En fin, un domingo bogotano.

 

Roberto Carlos hace bis en el Ford Granada Special model; Pastor Londoño canta un autogol del Santafecito lindo y una mujer madura –como una fruta madura-, esbelta, como una espiga de trigo importada de Norteamérica; buena moza  como las chavalas que van a toros a la Maestranza de Sevilla; ricachona, como las herederas de Julio Mario, deambula por los juegos mecánicos exhibiendo una minifalda que permite apreciar más de lo que es prudente.

 

Un jovencito repetido, Travolta, menudeante, mutante, punketero, heavy metalizado la sigue a menos de un metro chupeteando un colosal chupercono de chocolait con mani.

La pareja se detiene frente a la montaña rusa y la montaña rusa se detiene ante la presencia de tan exuberante mujer. Ella un poco sonrojada estira su faldita hacia abajo y haciendo un gracioso mohincito se dirige al mirador por unas escaleras en caracol,  que arremolina curiosos espiralados en frenesí por el contoneo de tan hermosas caderas y desnudas piernas. Se sentó en el sitio más destacado del mirador y el muchacho se sentó a su lado, muy cerquita, tan cerca que parecían dos tortolitos a la mitad de un tortoleo...

De repente el jayanazo arroja con violencia el cono al suelo, se despoja de los guantes y empieza a acariciar los provocativos muslos de la hermosa mujer, veterana de mil batallas....

Se escucha sonar la bocina del Ford Granada Special Model y el jovenzuelo echa a correr como un lunático gritando: “¡Voy papá, voy papá!”

La apuesta mujer –no es el calificativo para una dama, pero esta deja corto cualquier adjetivo – se dirige entonces a la rueda de Chicago, compra su boleta y sube a ella deteniendo con su cuerpo las miradas de los arremolinantes de antes y de siempre.

Se acciona el mecanismo y la rueda empieza a girar; cuando su asiento está justo en el lugar más alto, quita el seguro y se lanza al vacío.

Solo la minifalda quedó intacta.

Los arremolinantes y noveleristas haciendo un círculo observan el cuerpo deshecho

Un Ford Granada Special Model abandona el parque de diversiones lentamente. Un cono de chocolate con maní se observa de vez en cuando por la ventanilla de atrás.

 

II

 

“No tengo edad, no tengo edad para amarte....”, la melodiosa voz de la cantante emergía con dulzura del radio receptor del Ford Granada Special Model color azul, estacionado y resaltante entre un millar de carros populares que había en el estacionamiento del parque mas popular de la popular urbe llamada no sin justicia “la Atenas Suramericana” Y azul es también el color de los lentes del caballero de medio siglo que está sentado al volante del lujoso automóvil, y azul es el reflejo de sus lentes sobre el periódico que lee con aburrimiento, azul es su camisa, y azul es la corbata y azul es el cielo azul que antes de llegar el ocaso nos invita a dar un paseo.

 El parque está atestado de gente y de azul, de gente que forma corrillos a lo largo y ancho del hermoso parque, de azul de cielo y de lago azul.

Una pareja de enamorados aprovecha la benignidad de la naturaleza y su verdor para hacer al aire libre, lo que entre semana tienen que hacer encerrados y a oscuras.

 Aún se ven pajaritos y hay peces en el lago. Una vaca pintada en un letrero y un caballo en relieve sobre las botas texanas de un galán del barrio Tabora completan el panorama a que se ha visto reducida nuestra fauna.

Es un soleado domingo de tierra fría: domingo de descanso y de fastidio; domingo de juegos mecánicos, de piquete en familia, de descuadre económico y eventuales cuadres afectivos...

Una mujer madura, bellísima, más bella que la palabra bella; más insinuante que los ojos adormilados de la señorita Monroe cantando un Happy Birthday muy recordado; más provocativa que un brazo de reina con kumis casero; se pasea con aires de “aquí estoy yo” libremente por el parque, mirando con coqueta displicencia las largas filas de parroquianos sudorosos que esperan, tiquete en mano, dar su vueltica en la rueda de la felicidad.

A su lado, un niño bien, por ahí andando en sus quince januarys, demostrando haberlos toreado toditos en New York, chupa, implacable, un helado.

 El caballero azul se queda dormido y despierta, se queda dormido y despierta, se queda dormido y despierta; tose, se queda dormido, ronca, tose y despierta; se queda.....

 The warrior boy destroza lo que queda de helado entre sus finos dientes y con desdén se limpia las manos con la blusa de la hermosa mujer. Esta sonríe con toda la ternura que  puede haber en unos dientes importados y con cariño casi animal estampa un mordisco en la oreja del “back street boy”, quien aúlla y saca de entre su impecable Levis una Magnun Clinteatswoodizada y apunta sobre la frente poblada de aladares de la hermosa que siente como se escurre uno de sus lentes de contacto entre sus lágrimas de terror.

El Queensboy abre su delicada mouth con acerado acento y ella entrega su cartera, sus aretes, sus collares y su orgullo.

El semiextranjero recoge todo, lo mete en la cartera, esconde la Magnun, y se retira con lento pero seguro paso.

El caballero azul lo ve venir y abre la puerta; el Kid le guiña el ojo y le dice: “Misión cumplida, papá”.

Papi le da una palmada cariñosa en el hombro y le dice: “¡OK sinvergüencita!. ¡Vámonos......!” y se van.

 

La hermosa mujer, más hermosa que la palabra hermosa, más esplendorosa que el palacio del Sha de Irán y más tentadora que la reina de Saba , se puso a buscar a tientas el lente de contacto y no pudo advertir el momento en que la rueda de Chicago se desprendió de su eje y en carrera loca se acercaba a ella.

Toda su hermosura quedó regada por el piso.

Algunos hombres lloraron y se alejaron.

Algunos hombres lloraron y se quedaron. 

Lloré y juré no enamorarme nunca más........

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